La paz del corazón
Podríamos decir que es el alineamiento entre los pensamientos, los sentimientos y la acción. Es un buen modo de expresarlo. Es decir, cuando hay acuerdo entre lo interior y lo exterior, hay coherencia. No tiene que haber contradicciones en nosotros. Que no exista en nosotros oposición de fuerzas. La ausencia de dudas respecto de lo por hacer nos facilita la coherencia. Podemos tener mil dificultades, pero si estamos ciertos de lo que es nuestro deber, todo es más fácil, ya no somos enemigos para nosotros mismos.
En otras palabras: Tener al evangelio por regla de vida, tratar de actuar según la enseñanza de Jesús o como nos parece que a Dios agradaría… son formas de abordar la coherencia. La vida coherente es lo que también se ha llamado integridad. Ser de una sola pieza, ausencia de doblez. Precisamos actuar en nuestra pequeña vida como si estuviéramos a cargo del mundo. Con atención, dedicación y esmero. Buscando ser impecables y ecuánimes. Encontrando la calidez en nosotros para entregar eso en cada gesto.
Poner el espíritu al mando del cuerpo y la mente es un acto de suprema coherencia; nos habilita a la repetición de actos alineados, nos vuelve conscientes y por lo tanto atentos al criterio vital que hemos elegido.
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Comentario enviado por el Padre José Antonio Heredia OP :
Creo que todo parte de una de una postura de desprecio hacia el otro, sea el que sea y lo convierto en enemigo o en opositor. Nuestro sistema potencia eso en parte, pensemos en el sistema de oposiciones imperante hoy para cualquier empleo, incluso después de haber hecho unos estudios. En el fondo es como prepararnos para una especie de «guerra civilizada», pues la oposición se gana con esfuerzo y no con la pelea.
Pero ¿Qué pasa cuando no es así? nos metemos en guerra y la guerra es como: «ni tu ni yo», es un romper la baraja, un no querer quedar marcado para siempre por el signo de la derrota o la cobardía, como los niños en la escuela. Pero al final prevalece un único criterio, y es que el fuerte triunfa y el débil desaparece. Pero ese no parece que es el plan de Dios, que se hace débil por nosotros y que incluso se deja matar. El plan de Dios es que el hombre viva y no que muera. Nos costará aprender esto.
El plan de Dios es que desparezca el hombre viejo, el que tiene deseos de venganza y se impone a la fuerza, temeroso de la muerte no solo física sino a todos los niveles. Los niños esto no lo entienden, solo cuando crecemos podemos entender algo. Solo Jesús, hombre nuevo, nos puede enseñar en este sentido que el que rompe la baraja no es el que triunfa, sino que el que triunfa, el que vence, es el que se da, el que da la vida, incluso muere, pero sabiendo que Dios tiene poder para no dejarle en la muerte. La oración continua, ha de guiarnos para mantener la coherencia con este plan de Dios.
Quizá habrá que definirlo mejor, pero básicamente consiste en que: el que sigue a Jesus, aunque muera o sea humillado vivirá y por tanto no necesita de la guerra para prevalecer, para vivir.
Gracias por la guía que nos ofreces para enfocar los acontecimientos que estamos viviendo. Es de gran ayuda porque ciertamente las guerras manifestadas afuera son reflejo de las pequeñas guerras interiores que vivimos y con las que atizamos el fuego de la violencia. Esta mañana pensaba que este conflicto armado estaba fuera de mi control y no podía hacer nada. Después de escuchar tus palabras entiendo que si es posible hacer algo, y no sólo posible, sino necesario. Que El Senor nos dé fuerza a todos para lograr vivir desde la coherencia.
Me alegra Gloria que sirva..! Si Dios quiere seguiremos abundando en ello. Necesitamos comprender que no es indiferente lo q pase en mi espíritu de lo q pase en general. Un abrazo fraterno invocando el Santo Nombre!