Guardia nocturna

Oración en la ermita

(Relato breve de un hecho real)

El olor a limpio es agradable, incluso en una clínica para enfermos terminales.

Al tomar la guardia nocturna, ingresando lento por el pasillo central, inhalaba profundo expandiendo el pecho; me regocijaba en el fragante orden que dejaban las chicas de la tarde, que ahora se iban algo presurosas.

Estar como único enfermero en el turno noche tenía para mí grandes ventajas, contra la opinión de la mayoría que lo consideraba insalubre.

Podía charlar tranquilo con los amigos moribundos, que jaqueados por la muerte cercana hablaban con verdad y emoción genuina.

Tomando mate de a ratos, trabajaba tranquilo, sin el apuro irracional que tenían a la mañana, donde se priorizaba la higiene de los cuerpos antes que la del alma.

También podía, rompiendo las reglas, permitirles cosas que en el día les negaban.

Era tierno e hilarante ver a Oscar fumando emocionado con el cuarto de pulmón que le quedaba, mientras Ramón miraba westerns con el volumen mucho más alto de lo permitido.

Se aparecía Daniel, derrapando con la silla de ruedas, para participar de la compañía, nunca más transitoria, de aquellos que vivirían tan solo unos pocos días.

Todo esto ocurría en el recibidor de visitas, que tiene mesa grande y televisor más grande aún.

Yo, me enorgullecía de la libertad que les daba y del riesgo laboral que corría con tal de generar el clima debido.

La primera tarea a la que me abocaba consistía en preparar la medicación para cada uno. Era una labor que requería mucha atención por el cotejo que implica entre las planillas y los envases, las recetas y las dosis variables.

Era el único momento de la noche en que no podían hablarme o requerirme, salvo verdadera urgencia.

Sin embargo esa noche apareció Octavio, con ese mentón tan prominente y esa sonrisa de viejo pícaro que ha vivido mucho.

Se acercó despacio hasta la enfermería moviendo sigiloso las ruedas de la silla. Como era nuevo, ignoraba en que trance yo me encontraba, de pura concentración.

Se quedó cerca, quizás esperando charla.Yo lo miré y me sentí tomado por un hálito, un espíritu, no sé qué fue, pero sin premeditación lo miré y le dije:

–          “Octavio, vos que estás bien, necesito que me ayudes…”

Alborozado me contestó que le pidiera lo que fuera.

–          “Necesito que vayas recorriendo calmo las habitaciones, de parte mía, preguntando qué necesidad tiene cada uno”.

Fue tan fácil hacerlo feliz.

Supongo que se sintió algo menos agónico, útil, considerado…vaya a saberlo uno. Luego de un tiempo fue de los mejores amigos que tuve. Traía un informe detallado de cada paciente y aportaba algunas consideraciones que bien hubiera debido escuchar la médica en jefe, habitualmente retrógrada en sus normativas.

Nos alegraba saber que nos veríamos. Me esperaba como al acaso, siempre cerca de la entrada cuando yo aparecía. Y hacía su ronda de ayudante de enfermería, infaltable, a veces, pese al dolor que sentía y que el ignoraba yo advertía. A mí me gustaba encontrarlo todavía vivo, de este lado de las cosas. Tal vez porque me sentía muy querido.

En una charla que tuvimos, a eso de las cuatro de la madrugada, cuando todos habían perdido ya con el sueño, me contó que entre otros mil oficios, había sido paracaidista. Dijo que el mejor momento de su vida fue aquel en que arrojándose sobre la ciudad de Santa Fe, pudo ver el panorama ya distenso, con el aplomo de muchos saltos, sin el miedo del novato.

Así se debe uno sentir cuando muerto le dije, no sé si guiado por mi deseo o por aquella otra presencia que invadiéndome me hacía decir lo que normalmente no diría.

Octavio la peleó bastante, no se rendía. Cada vez le costaba más respirar y lo teníamos a fuerza de hidrocortisona o dexamentasona. El oxigeno lo molestaba más que otra cosa, debido a la naricela que es un cuerpo extraño en medio de la cara.

Un día cuando llegué estaba en las últimas y una de las chicas se quedó para ayudarme en la despedida.

–          “Me voy Hermanito…” me dijo con la voz en un hilo, mientras movía con esfuerzo el tórax buscando aire.

–          “Mejor Octavio” le dije, dejá este cuerpo gastado…

–          “Tengo miedo hermano…” murmuró abriendo grande los ojos y estirando las manos hacia las mías.

–          “Relájate viejo, como cuando volaste sobre Santa Fe…” dije firme, como si yo no temiera o como si hubiera muerto mil veces.

–          “Ah…” profirió y relajándose, cerrando los ojos despacio, murió.

Pasaron unos minutos…con K nos tomamos la mano sobre su cuerpo y rezamos un Padre nuestro.

Mientras mas me acuerdo de estas experiencias se me agudiza la certeza de que morir es mas bien un nacer, y que del otro lado nadamos en un océano de misericordia y comprensión.

Cuando salgo al patio y sopla brisa, me parece sentir la presencia de Octavio y calladamente me reconforto.

elsantonombre.org

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9 Comments on “Guardia nocturna

  1. Hermano, gracias por este relato, que toca mi corazón y me anima a seguir en las vigilias nocturnas, especialmente porque en la ermita, nos unimos a Cristo Crucificado y Doliente, y al mismo tiempo a todos nuestros hermanos que sufren, en el Santo Nombre de Jesús.

  2. A veces me percato de mi ceguera, pues muchas veces veo sin ver la mayor parte del tiempo y ahi donde hay dolor ahi esta Dios, Padre misericordioso donde el se funde en uno con aquel doliente y comparten en comunión…

    • Ernesto, gracias por participar. Tenemos contacto con el Padre Vasily, muy de tanto en tanto. De todas maneras, todo lo que nos llega dirigido a él, aún si son dos líneas, se lo hacemos llegar, cuenta con eso.

      Un saludo fraterno en Cristo

  3. Hermano, soy enfermera, y también atendí a moribundos, me uno a su misión en la vida le envio toda mi admiración y reconocimiento por su labor y le deseo que Dios le bendiga.

    • Estimada Maite, Dios la bendiga en su labor de enfermería. Verdaderamente la atención a personas moribundas enseña mucho. Sobre nuestros apegos vanos, sobre lo importante y lo que no lo es, sobre el dolor y su significado. Gracias por pasar.

  4. Muchas gracias a todos por los comentarios, que enriquecen la página de Hesiquía. Estamos a vuestra disposición. Un abrazo en Cristo Jesús, Salvador.

  5. Confieso que el título «Guardia Nocturna» inicialmente me sugirió un ensayo o un relato acerca de la «nepsis» o de la vigilia espiritual o algo similar en linea con algún ejercicio ascético noctambulo. Pero al leer esta historia me di cuenta que se trataba mas bien de un especie de «opus dei». En buena hora. Ambas actividades se complementan. Es un reto siempre, como dirían algunos mas contemplativos, «orar con los ojos abiertos» e imponer las manos misericordiosas no solo sobre los cuerpos enfermos sino sobre las almas sedientas de compañía humanizante, redentora y consoladora.

    Gracias al equipo Hesiquía, a quien descubrí solo recientemente.

    Pax Dei

    OGJ

  6. Aquella buena historia me toca en un momento de haber ya visitado a un amigo muy enfermo.

  7. Saludos.

    Acabo de descubrir este blog.

    Mis más sinceras felicitaciones.

    Hasta la próxima.

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