Objetivo y fin del monje

de la primera Conferencia del Abad Moisés

de» Colaciones» de Juan Casiano

II. Todo arte –dijo-, toda profesión tiene su blanco y objetivo, es decir, su destinación particular o, lo que es lo mismo, el fin que le es propio. Todo el que quiera conseguir seriamente ese fin, se lo pone de continuo ante sus ojos. En esta visión sobrelleva todos los trabajos, peligros y pérdidas con gusto y ánimo igual.

Ahí tenéis, por ejemplo, al labrador. Desafía constantemente los rayos de un sol tórrido, hace caso omiso de la escarcha y el hielo, rompe infatigablemente la tierra, y da una y otra vez con la azada sobre la gleba indócil. Fiel a su divisa, corta las zarzas y abrojos, hace desaparecer las malas hierbas y vuelve la tierra, a fuerza de insistir, tan fina y muelle como la arena.

A cambio del sudor de su trabajo, espera alcanzar su fin, que es una cosecha abundante, una mies fecunda, que le permitirá vivir en un futuro próximo al abrigo de toda necesidad, aumentando así sus haberes. Se le ve también vaciar gozoso sus trojes llenas de grano, y tras un trabajo incansable, encomendar la semilla a los surcos de mullida tierra. Y es que la perspectiva de la futura recolección le hace olvidar la pérdida presente.

Mirad también a los comerciantes. No temen arrostrar los azares y riesgos del mar incierto. No se arredran ante ningún peligro. En alas de la esperanza, corren en pos de sus lucros y ganancias: es su fin. Parejamente, los que siguen la carrera de las armas se sienten movidos por la ambición. El brillo lejano de honor y de poderío –que es el fin que se proponen- les hace insensibles a los peligros y a mil muertes que pudieran hallar en su carrera. Ni los sufrimientos ni las guerras del presente son parte para abatirles, puesta la mira en su objetivo, que no es otro que las grandezas que esperan conquistar.

Pues bien, lo mismo acontece en nuestra profesión monástica. También ella tiene su blanco, su objetivo, su fin particular. Para llegar a él sufrimos con tesón los trabajos que encontramos a lo largo del camino, y aún los llevamos con alegría. Ni los ayunos ni el hambre nos fatigan; nos deleita el cansancio de las vigilias; no nos bastan la asiduidad de la lectura y la meditación de las Escrituras, pues constituyen un placer para nosotros; la labor incesante, la desnudez, la privación de todo, el mismo horror que inspira esta vasta soledad, no son motivo para amedrentarnos.

Indudablemente, este fin es el que os ha hecho menospreciar el amor de vuestros padres, el suelo patrio, las delicias del mundo, y cruzar tantos países. Todo ello para poneros en contacto con gente ruda e ignorante, como somos nosotros, perdida en la ruda aspereza del desierto. Y si no, ¿Cuál es, decidme, la intención, cuál el designio que os ha inducido a arrostrar de buen grado todas estas privaciones?

III. Persistiendo él en conocer nuestros sentimientos, acabamos nosotros por contestar a su pregunta, diciendo que habíamos consentido en sufrir todas estas cosas con miras a alcanzar el reino de los cielos.

IV. Perfectamente –contestó él- . Habéis respondido muy bien por lo que atañe al fin. Sin embargo, es preciso que sepáis, ante todo cuál es el medio que nos permitirá alcanzar ese fin, caso de que nos adhiramos a él constantemente. ¿Cuál es?

Aquí confesamos nosotros ingenuamente nuestra ignorancia. Y prosiguió: en todo arte, repito, en toda profesión existe, como condición previa, un blanco, esto es una constante aplicación del alma, una como tensión del espíritu que no nos abandona jamás. Si el hombre no es fiel a ella y no la sigue con todo el ardor y perseverancia de que es capaz, no podrá llegar al fin que desea, ni cosechar el fruto apetecido.

Porque aunque el fin del labrador, como hemos dicho, es el de vivir tranquilamente en la abundancia, gracias a su copiosa cosecha, por eso, precisamente, se le ve de continuo aplicado a su objetivo inmediato, que es el de tener limpio su campo de zarzas y hierbas inútiles. Está persuadido de que no obtendrá la abundancia y el reposo en el bienestar –que es el término de sus afanes-. si no posee de antemano y como en germen, con la esperanza de su trabajo, aquello de que espera él un día gozar realmente.

Lo mismo sucede al comerciante. No se toma punto de reposo en su afán de amontonar riquezas. Este deseo constante es el medio de aumentar su hacienda y forjarse una fortuna. Y en vano pretendería este fin, codiciando pingües ganancias, si antes no apelara a los medios que a ello conducen.

Finalmente, quienes ambicionan los honores del mundo se proponen, en primera línea, cargos y carreras, a los que deberán consagrarse por entero. así podrán labrarse un porvenir y acariciar la esperanza de llegar un día a la dignidad suspirada, esto es, al logro de sus ambiciones.

De igual suerte, nuestra vida se endereza a un fin último, y este fin es el reino de Dios. Pero ¿cuál es el medio que nos lleva a ese fin? Es este un punto que reclama toda nuestra atención. Porque si no logramos conocerlo, nos fatigaremos inútilmente. Quién emprende un viaje y no conoce a punto fijo la trayectoria, tiene el trabajo del camino, pero no adelanta un paso en su marcha hacia la meta.

Viendo el anciano la admiración que nos causaban estas palabras, prosiguió, diciendo: el fin último de nuestra profesión es el reino de Dios o reino de los cielos, es cierto; pero nuestro blanco, o sea, nuestro objetivo inmediato es la pureza del corazón. Sin ella es imposible alcanzar ese fin.

Concentrando , pues, la mirada en ese objetivo primario, corremos derechamente hacia aquél fin último, como por una línea recta netamente determinada. Y si nuestro pensamiento se aparta de esta finalidad previa, aunque no sea mas que por unos instantes, debemos volver de nuevo a ella y corregir por ella nuestros desvíos, como por medio de una regla rectísima. Así, conjugando todos nuestros esfuerzos y haciéndolos converger en ese punto único, no dejaremos de advertir al instante nuestro olvido, por poco que nuestro espíritu haya perdido la dirección que se había propuesto.

Continúa…

NEBLI

«Clásicos de Espiritualidad»

Ediciones Rialp – Madrid – 1998

Pags. 33 a 37

12 Comments on “Objetivo y fin del monje

  1. Queridos hermanos: No me ha dejado indiferente el tema que hoy se plantea, y en especial para nosotros: la mayoría laicos con vocación monástica.
    Si un día salimos a la calle y preguntamos aun transeúnte cualquiera. . . ¿para que vives? Seguramente nos mirará con una burlona sonrisa pensando que está en programa de cámara escondida, aunque en realidad le enfrentamos con una las preguntas más trascendentes que puede enfrentar el alma humana. Ante esta respuesta palidecen los problemas cotidianos pues se comparan con nuestros destinos eternos. Ante la eternidad (concepto aceptado aun por los mas enconados ateos) el hombre queda necesariamente doblegado y aun el mas irreflexivo necesariamente, aun en la noche de su ceguera se enfrenta con sus destinos eternos. No hay más que contemplar el mundo, para ver de qué manera caminan los hombres desorientados en las tinieblas, por haberse puesto voluntariamente de espaldas a la luz. Es inútil que se reúnan las cancillerías, que se organicen asambleas internacionales. No lograrán poner en orden y concierto al mundo hasta que lo arrodillen ante Cristo, ante Aquél que es la Luz del mundo.
    Aquí hermanos, es donde entramos en juego nosotros, los monjes (del griego “monos”=solo, único) pues solamente buscamos a Cristo, y ser uno con Él. ¿Buscamos a Cristo solo para nosotros? no, nada de eso: un corazón derramado como el del monje necesariamente se hace humanidad con todos los seres creados, en todos los seres creados y para todos sus hermanos. Nosotros los monjes-laicos, desde las celdas de nuestros matrimonios, familias, negocios y deberes cotidianos nos hacemos oblación sublimando nuestros quehaceres para hacerlos agradables a Dios, tal como la ofrenda del justo Abel. Así, nosotros llegamos a ser somos como “antenas” que captan las gracias que día a día Dios derrama sobre sus hijos y no aprovechamos como debiéramos, es más: ni siquiera las gradecemos y lo que es peor: no pocos niegan su procedencia Divina.
    Hermanos míos, si nuestro moderador está de acuerdo, les invito a leer “El misterio del mas allá” en la siguiente dirección: http://www.santisimavirgen.com.ar/archivos.htm. Este texto corresponde a una serie de charlas dictadas por el sacerdote Antonio Royo Marón O.P. acerca de nuestros destinos eternos, tema de palpitante actualidad porque, queramos o no, lo tenemos todos planteado por el mero hecho de haber nacido: “estamos ya embarcados” y no es posible renunciar a la tremenda aventura.

    Un gran abrazo en Xto. El Señor

  2. Silencio interior continuo. Oracion permanente y dialogo continuo en nuestro corazon con el Senor Jesus. Encuentro profundo con el Dios de la vida, el amor, el perdon y la misericordia, es la vida de aquel que quiere seguir a Jesus por el camino de la cruz, la soledad, el silencio, el ayuno, que se viven intesamente al interior de un monasterio de vida contemplativa. Para aquellos que no podemos vivir dentro de los claustros monacales, Dios nos tiene deparado un rincon en su corazon para que continuamente interactuemos con El, al estilo de aquellos que si pueden recluirse bajo los alares y las tejas de esos sitios de oracion y encuentro espiritual. Senor Jesus, haz de mi cofazon un rincon monacal en donde pueda encontrarte permanentmene.

  3. Una oración corta y constante, como la que encontré en «EL PEQUEÑO SECRETO», es la ideal para alcanzar la pureza de corazón y apuntar al blanco del reino de los cielos.

  4. PAZ Y BIEN HERMANOS, SIN DUDA, LOS CAMINOS DE DIOS DEBEN TENER OBJETIVOS MUY CLAROS PARA EL QUE PRETENDE ENCAMINARSE EN ELLOS, BNEDICIONES A TODOS
    HNO BETOCUA

  5. Reblogged this on Fraternidad Monástica Virtual and commented:
    Estimad@s en Cristo Jesús. Mientras seguimos el proceso de reorganizar el funcionamiento de la fraternidad monástica virtual, re-posteamos este texto que es básico para quienes se guían por el ideal de la vida monástica. Pronto habrá novedades. Un saludo fraterno, invcando a Cristo.

  6. El fin último de nuestra profesión es el reino de Dios o reino de los cielos, es cierto; pero nuestro blanco, o sea, nuestro objetivo inmediato es la pureza del corazón. Sin ella es imposible alcanzar ese fin.

    • SEGUIMIENTO MONÁSTICO
      DEL SEÑOR JESÚS

      «Hermanos, que éste sea para vosotros el modelo de vida, la verdadera norma de vuestra vida santa: vivir con Cristo por el pensamiento y el deseo en esa patria eterna; y en esta fatigosa peregrinación no rehusar, por Cristo, ningún ejercicio de caridad. Seguir a Cristo, el Señor, subiendo al Padre: afinarse, simplificarse, vivificarse en el ocio de la meditación. Seguir a Cristo bajando hacia su hermano: distenderse por la acción, dividirse de mil maneras, hacerse todo a todos. No menospreciar nada de lo que concierne a Cristo; no tener nada más precioso que Cristo. Tener sed de una sola cosa, ocuparse sólo de una cosa, cuando se trata del Cristo único; querer estar al servicio de Cristo, cuando se trata del Cristo múltiple.» (Sermón 12)(Abad Isaac de La Estrella)

      «¡Que pocos son los que te siguen, SeZor Jesús, los que se dejan atraer por ti, los que se dejan guiar por la senda de tus mandatos! Algunos se dejan seducir y exclaman: ‘atráeme en pos de ti’. Otros se dejan guiar y dicen: ‘condúceme a tu alcoba, rey mío’. Otros son arrebatados como lo fue el Apóstol al tercer cielo. Los primeros son felices, porque a base de paciencia consiguen la vida. Los segundos son más felices, porque le alaban espontáneamente. Y los últimos son totalmente felices: han sepultado ya su voluntad en la insondable misericordia de Dios y están transportados por el soplo ardiente a los tesoros de la gloria. No saben si con el cuerpo o sin él; pero lo cierto es que han sido arrebatados. ¡Dichoso quien te sigue siempre a ti, SeZor Jesús! Nosotros, pueblo tuyo y ovejas de tu rebaZo, queremos seguirte a ti, con tu ayuda, para llegar hasta ti. Porque tú eres el camino, la verdad y la vida. Camino con el ejemplo, verdad en las promesas y vida en el premio. Tienes palabras de vida eterna, y nosotros sabemos y creemos que eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Dios bendito por siempre. (Asc 2:6) (San Bernardo de Claraval)

      (extraido de Cartas de Dom Bernardo Olivera)
      http://www.ocso.org/HTM/net/ltsag-sp.htm

  7. En el silencio de la celda se aprende a amar y escuchar… lo encontramos en los dichos de los padres y en muchos escritos monásticos… pero especialmente lo experimentamos… La quietud del mundo interior nos ayuda a tranquilizarnos y buscar la armonía deseada… que podamos seguir por este camino, por lo menos lo intentaremos…

  8. comunidad monastica hermanos de jesus redentor

    ven al silencio y encontraras tu corazon

  9. «Sólo Dios Basta»; una frase que siempre cruzo en mi mente ante cualquier adversidad. Sí, para llegar a ese «Blanco» necesitamos hacer una camino que nos ayude y nos brinda las herramientas para llegar a la meta. Oración, meditación, reflexión, entrega y compromiso.

  10. Uniendo la meditacion a nuestra realidad es como si hubiera cierta confusion social en cuanto a los objetivos, por ende, por mas que se apliquen a los medios da la impresion de que los fines son secundarios…si fuera al reves, se verian resultados distintos ante el obrar de las personas.
    «Un mundo que no cree en la vida del cielo esta llamada a la esclavizacion terrena» la cual llaman ilusos a los que entregan su alma sin explotar sus cuerpos para conseguir un sustento mundano..
    Cuerpos sin almas, almas sin cuerpos..y en el medio los que buscan equilibrar los tantos para sobrevivir ante lo que se demanda..el cielo es nuestro fin aunque los ateos nos marginen por creerlo y buscarlo de una manera que no comprenden..»a traves de nuestros rezos».

  11. Necesidad absoluta de reflexión y análisis en la escogencia y obediencia a la voluntad de Dios, si no es así no podemos emprender el camino. Por tanto la ayuda de estos mensajes tan profundos permiten interiorizar en los valores eternos.En el camino necesitamos la ayuda como aquella que el Buen Samaritano dio al hombre caído.

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