Santa Inés de Montepulciano

Santa Inés

Historia
La santidad nunca es, en la Iglesia, un fenómeno aislado. Su vitalidad es regida por la ley de una ósmosis misteriosa, pero infaliblemente cierta.

Los santos nunca aparecen como hechos solitarios en el curso de la Historia. Otra santidad, otras santidades anteriores, habrán contribuido en tensar su voluntad y en sobrenaturalizar su vida. Y a la vez será inevitable su influencia elevadora para otras almas que les seguirán.

Debe ser necesariamente así, habida cuenta de la constitución íntima del organismo sobrenatural de la Iglesia. Es un «cuerpo» social con una vida. Y la vida tiene manifestaciones múltiples, variadísimas en sus miembros, según su misión personal y la coyuntura histórica en que debe desarrollarse. Hay una influencia interna, oculta: la de la vitalidad interior de todos los cristianos entre sí, en la unidad del Cristo místico, trascendiendo las fronteras del espacio y del tiempo.

Mas hay también una influencia más palpable. Por afinidad de vocación, de talante espiritual, por cercanía, aun accidental en apariencia, la santidad concreta de un alma puede tener un influjo evidente en la santidad bien concreta de otras almas contemporáneas o posteriores. Es la clave de la floración de las familias religiosas cuando viven en el fervor de la observancia.

Los santos, se ha dicho, aparecen en la historia de la Iglesia en racimo. Junto a un santo puede buscarse, sin miedo a la decepción, a otro u otros santos. En el firmamento de la santidad no hay astros errantes; hay constelaciones de santos.

Santa Inés de Montepulciano aparece también en una constelación. Entre las monjas del «saco», primero, luego en su vocación a la Orden dominicana, que lleva el sello de lo sobrenatural. La Orden de Santo Domingo fue el árbol en el que su injerto prendió fecunda, esplendorosamente. Y en torno a ella, sobre el fondo de fervor y de fama de virtud del monasterio de Montepulciano, fulguran Santa Catalina de Siena y el Beato Raimundo de Capua, biógrafo de ambas, y buena parte de la escuela de caterinati. Sus vidas llenan de luz casi todo el siglo XIV, tan pródigo, por otra parte, en claroscuros morales.

Por la influencia en los demás nos es dado medir, con criterio de hombres, la santidad de personas no conocidas personalmente por nosotros. Fijamos más atentamente nuestros ojos en Santa Catalina de Siena cuando oímos decir a nuestra Santa Teresa que, «después de Dios, debía a la Santa Catalina muy singularmente la dirección y progreso de su alma en el camino del cielo», o al Padre Granada afirmar que «puedo confesar que, después del inefable misterio de la Encarnación, nada he leído que me haya ofrecido prueba mayor de la bondad y caridad divinas como los hechos de esta virgen y los singulares privilegios que Dios le concedió».

A la vez, volvemos la mirada a Santa Inés de Montepulciano, la considerarnos con mayor atención y cariño cuando descubrimos la parte importantísima que ocupa en la vida y en la santidad personal de la gran Santa de Siena y la devota admiración que por ella manifiesta el ponderado y prudente director de la misma, el Beato Raimundo de Capua.

¡Biógrafos excepcionales los de la dominica Santa Inés! Excepcionales testigos del ambiente de santidad y del halo divino que en la historia de la Iglesia en el siglo XIV y siglos posteriores circunda la figura humanamente sencilla de esta hija de los Segni, acomodados propietarios de Graciano en el término de Montepulciano.

Nació, según los cálculos más probables, en 1274.
La trama de los acontecimientos exteriores de sus cuarenta y tres años terrenos es simplicísima. Sobre ella se urde el doble prodigio de su virtud heroica y de los asombrosos dones extraordinarios de Dios. Santa Catalina habla principalmente del primero. Raimundo de Capua pone especialmente de relieve el segundo.

A los nueve años Inés consigue de los suyos el permiso para vestir el escapulario de «saco» de las monjas de un convento de Montepulciano, llamadas justamente «del saco». Seis años más tarde, con su maestra en la vida conventual, llamada Margarita, fundan un monasterio en Proceno, junto a Orvieto, a 22 millas de Montepulciano, Al poco de la fundación la madurez de sus quince años mueven al obispo del que dependía el monasterio a ponerla en él como abadesa. Sabemos de un viaje de la Santa a Roma, durante los dieciséis años que gobernó el monasterio de Proceno, para poner, por medio de los privilegios de la Sede Apostólica, a salvo de ambiciones y de usurpaciones el monasterio que acababan de fundar, y de otro, brevísimo por motivos de caridad, que Dios bendijo con un milagro en Acquapendente.

Los familiares y amigos de Montepulciano apremian en el ánimo de Inés para que funde un monasterio que irradie en la comarca de Montepulciano la transformación espiritual en los jóvenes y en el pueblo, que ha promovido el de Proceno. Se lanzó a ello cuando se hubo convencido de que aquélla era la voluntad de Dios.

Desde muy joven ayunaba casi todos los días y dormía en el duro suelo y tenía por almohada una piedra. Después la salud se le resintió y por orden del médico tuvo que suavizar esas mortificaciones. San Raimundo cuenta que Dios le permitía visiones celestiales, que un día logró ver cómo era Jesús cuando era Niño. Otra vez estando la despensa del convento desprovista y no habiendo alimentos para las monjas, ella rezó con fe y la despensa apareció llena de comestibles. La veían levantada por los aires mientras le llegaban los éxtasis de la oración. Un ángel se le apareció ofreciéndole un cáliz de amargura y le dijo: «Como Jesús, en esta tierra tendrás que beber el cáliz de la amargura, pero para la eternidad te espera la corona de gloria que nunca se marchita».

Hacía sus treinta y un años y, buscando una regla de santidad para el monasterio que iba a suplantar en la cumbre del Poliziano (de aquí el nombre de Montepulciano de la ciudad) a las casas de mal vivir que la poblaban, viene la llamada divina, a seguir las huellas y el magisterio de Santo Domingo.

Extraído de:

Curia.op

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Santa_Agnese

One Comment on “Santa Inés de Montepulciano

  1. Solo pedir a Santa Ines, que, salga todo bien.
    Vivo en una residencia de la tercera edad, con ua hermana con alzeimer muy avanzado, yo, tengo un bulto muy grande en el ábdomen, no me han dado tratamiento no desaparece ni con régimen, ni ejercicio.
    Tengoun compañero de habitación, atreo, engreido.
    Le dejé ver mi televisión y DVD.
    Cuando le dije, que, lo viera a otras horas, pues ocupaba mi mesa, empezó a no dejarme vivir.
    He pedido cambiar de cuarto, hace unos días se quejó, subió una subhobernantas, cuando yuo no estaba.
    Me enteré y fui a mi habitación, al entrar, los cajones tirados por el suelo, las cartas amontonadas, decía, que, yo no puedo guardar cartas de congregaciones religiosas, ni trecibir cartas del extranejro.
    Le dije que no lo tocase, y, su respusta fue que a mi compañero le molesta, el no recibe cartas.
    No podía tener fotos de mi familia, ni imagenes de la Virgen, que quería tirar a la basura, ni el Crucifijo.
    Taampoco puedo tener una agenda encima de la mesa, ni folios, ni sellos, ni sobres.
    Me fuí, pue notaba que me estaba poniendo malo. Los vigilantes, me dijeron que me pasaba, al contarselo, me recomendaron que me calmara, que, me iba a dar un infarto.
    Al día siguiente, bajo a recepción, a pedir una hoja de queja.
    Me contestan, que no me la dan, pues no puedo presentar una queja contra una empleada de la residencia.
    Les digo, que, la voy a denunciar, pues la violación de kla correspondencia es un delito, y la contestación es que ellas pueden hacerlo.
    Al día siguiente otra subgobernanta, me pregunta si estoy más tranquio, le digo que no, que un delito es un delito.
    Alk final hablo con el director, que, dice que va a ver que ha pasado.
    Hablo con la trabajadora social. y, para no cansar, me pregunta que problema tengo con mi compañero, y otro residente dice, que no me deja vivir.
    La psicologa dice que el cambio puede tardar meses, otro residete, que, está solo en su habitación, dice que me vaya con el.
    La psicologa pone pegas, al final esta mañana lo consigo. El próximo martes me mudo de habitacion.
    Yo tengo más derecho a estar en la habiración, llegué antes.
    Parec que los que no pagan, tienen más derechos que los que pagamos, y, los que cumplen condena en la residencia, están por encima de los creyentes.
    Santa Ines te pido que interceds, para que toso salga bien.

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