Estación de tránsito

Viaje hacia lo real

«De tu experiencia asistiendo enfermos en situación terminal, ¿que te resulta más destacable?«

Varias cosas, sin duda. La primera es el cambio enorme de perspectiva que se produce en uno junto al lecho de muerte de alguien. Este cambio no depende de si el que va a morir es pariente o desconocido, alguien particularmente querido o no. Es resultado de la cercanía, de la inminencia de la muerte.

Los Padres antiguos hablaban del – recuerdo de la muerte – como un modo de situarse útil para el desarrollo espiritual, un modo de no dejarse encandilar por los espejismos del mundo. Bueno, al lado de alguien que se está muriendo, este recuerdo se hace presencia y las valoraciones que uno tiene en lo cotidiano cambian mucho.

Es como si no pudiera uno preocuparse tanto por lo que ahora si, advierte como secundario, como algo accesorio. Cuando la experiencia de acompañar gente moribunda se hace frecuente, esta cambio de valoración tiende a instalarse como mirada permanente. Uno empieza a buscar el sentido de las acciones, a tratar de que la propia vida tenga significado.

Te destacaría también, la clara conciencia que se adquiere, gracias a lo que está viviendo el otro, de la postergación en la que vivimos sumidos. Postergación de lo que sentimos importante.

Cuando el paciente tiene varios días de agonía, con períodos de lucidez, una de las cosas que trato de hacer es permitirle efectuar una catarsis, una descarga de aquello que lo oprime y que a lo mejor no ha tenido tiempo o no pudo comentar con el confesor. Probablemente no se trata de pecados, sino de solo vivencias que necesitan integración en la mente y el espíritu.

Y es regla común que casi todos hablen de la no expresión del afecto que tienen por los seres que han tenido cerca en la vida. Es un lamento habitual y muchas veces no hay tiempo ya de hacerle saber a alguien cuanto se lo ha valorado.

No hay que esperar a situaciones límites. Es importante, para uno y los demás la expresión clara del afecto y la valoración mas allá de circunstanciales distancias que lo cotidiano pueda interponer.

Otra cuestión que sale a luz ante la inminencia de la propia muerte es la traición a sí mismo o el abandono de los propios talentos en que se ha incurrido debido a «las urgencias» que la sociedad suele imponernos. Al estarse muriendo, parece que comprendemos que aquellas urgencias no eran tales y que valía la pena ejecutar algún acto de audacia, en pos de la concreción de lo que permitía la manifestación profunda de nuestro ser.

Esta vinculado al tema de los dones que se han recibido y al desarrollo de los mismos. Pareciera que reconocer lo que Dios nos ha dado como particularidad, como talento personal es importante, es algo muy relacionado al sentido de la vida.

Podría hablarte horas ya que son muchos los acontecimientos interiores que se viven acompañando y despidiendo a las personas que están en el trance de morir. Te destaco solo tres mas:

– He visto como la fe en Dios, en su bondad y en el sentido de su creación, permitía a algunas personas morir en un estado que definiría como de – Celebración -; hay gente que muere contenta y abriendo los brazos del alma al encuentro con el Padre. Ver eso ha sido un enorme regalo que la vida me ha dado, un gran consuelo. Me ha dotado de algunas certezas que son difíciles de transmitir.

– Lo que consideramos importante en nuestra biografía parece no serlo tanto en esos momentos previos al tránsito. Resulta llamativo como, al preguntar por los mejores momentos que recuerdan de toda su vida, se sorprenden y contestan hechos o anécdotas que uno no se imaginaría como destacadas.

Hechos por demás simples, en donde lo sagrado estaba escondido y que ahora se revela claramente, ante la mirada limpia del que ya no tiene expectativas de logros o ambiciones personales.

Es como si al irse rindiendo el «yo», se mostrara ante los ojos del corazón, una realidad que siempre estuvo acompañándonos y que era portadora de un significado en todo lo que fuimos haciendo.

Es decir: Se siente que todo ha tenido un sentido, que todo en cierto modo «ha estado bien», de repente todo «cuadra» y la persona siente su propia muerte como parte de un – plan mayor – que lo abarca y lo enaltece.

Esta última vivencia la he visto ocurrir tanto en creyentes como no creyentes, he visto la misericordia de Dios fluyendo a través de esta nueva interpretación que la persona podía hacer de lo vivido.

Por último y lejos de toda celebración y aún más lejos de todo encuentro con el sentido de la vida, muchas personas mueren doloridas, contraídas, agonizando en cuerpo y alma. Las vi morir sin fe, sin calor familiar, rechazando todo consuelo, de tanto dolor que albergaban por sus frustraciones y enojos. Se iban sin poder comprender todo lo que les había ocurrido.

Esas noches, con esos hermanos que se sentían desamparados, viví quizás las experiencias de mayor trascendencia. Me parecía entonces, que en esos momentos, uno era el humilde e imperfecto instrumento de una gran misericordia. Una mirada amorosa tomaba la mía y se derramaba sobre aquel que se encogía doliente.

He sentido allí tremendas conmociones interiores, emociones profundas de compasión que se presentaban como «redentoras». La invocación secreta del Nombre de Jesucristo era como una tinte que se desplegaba por la habitación y que arropaba al ser humano aquél que sintetizaba el dolor de todos.

Al alejarme en algún amanecer, luego de vivencias tales, se me aparecía el mundo como un gran Gólgota en donde día tras día se anticipaba el misterio de la resurrección.

 

A raíz de una consulta por mail

elsantonombre.org

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» Si alguien le dijera a un bebé en el vientre oscuro de su madre:

“Afuera existe un mundo lleno de luz, de montañas altas, de mares extensos, de llanuras ondulantes, de jardines floridos, de arroyos, de un cielo plagado de estrellas, de un sol cegador….y tu inconsciente de esas maravillas, permaneces encerrado en la oscuridad…”

Como este niño, aun no ha nacido, ignora todas esas maravillas, no creerá nada de nada. Igual nosotros estando al borde de la muerte, tenemos miedo a morir.

¡No sabemos de la hermosura que está mas allá..! «

Adaptado de la película “Bab Aziz, el sabio Sufí”

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Una nueva propuesta

 

8 Comments on “Estación de tránsito

  1. Pienso que muchas personas no se detienen a pensar cuando están ante un moribundo. Son momentos especialmente valiosos para los que se van y los que se quedan. Muchos mueren en soledad porque sus seres queridos aunque estén cerca fisicamente, animicamente no aceptan la muerte y se tapan los ojos o quizás se refugian en el llanto. Cuando pienso en el «Cristo de la Buena Muerte» cada vez le veo más sentido y una sana envidia por llegar a morir en paz cuando llegue el momento.

  2. Gracias muchas gracias. Ha sido como una respuesta a algunas inquietudes que tal vez por la edad y mi condición, me llegan.

  3. Al leerlo me trae recuerdos de la agonía que mi madre padeció a su enfermedad. También observé la gran espiritualidad que en ella despertó el misterio de la muerte y como la fue aceptando poco a poco los designios de Dios.
    Gracias hermano por escribir todoas estas cosas, que son una bendición.

  4. Hmo. Mario:

    Creo que continuar con el testimonio de estas experiencias haría mucho bien a muchas personas. Por favor, siga escribiendo entradas de este tipo y no descarte profundizar en ellas. Recogerlas en un libro sería de gran ayuda.

  5. GRACIAS hno Mario por compartir tanto con nosotros……..Dios te bendiga!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

  6. lo que hagas a uno de esos mis hijos me lo haras a mi

  7. Mario,
    estoy leyendo «Estacion de transito» con mucha participación, preguntándome yo misma cuáles son los momentos en mi vida que recuerdo de pronto sin pensar mucho. Son los momentos de conocer que se me ha perdido una persona muy querida. El texto tuyo aqui es muy valiente, ya que habla de experiencias extremas que «normalmente» no encontramos. Muchas gracias por hacernos participar en ellas. Tambièn recuerdo que esto era tema de en nuestro encuentro de hace poco.

    • Por primera vez en mi vida llege a ver a un cuñado mio en mis 50 años no lo habia visto ni pasado por una experiencia similar cuando entre lo encontré con mi hermana y estaba agonizando al rato me quede a solas con el y trate de tranquilizarlo, el parecia reacionar a los ruidos y las voces yo le tranquilize. Estoy, le dije quien era lo abanique y el reaccionaba al ruido del abanico. Pasaron cuatro horas, regreso mi hermana reconocio su nombre y nos reímos. Dos horas mas tarde murio de lo mas tranquilo y me encomtre con una sensaciòn de paz y mi hermana me dijo que tuvo una muerte muy tranquila. Puede oír una persona que agoniza y reaccionar con tranquilidad a la voz y palabras de otra. gracias

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