Velar en silencio

Sábado santo

[…]

Llevamos el luto del silencio, porque hemos matado, junto con la Palabra, las palabras.

En el sepulcro de Cristo, guardado por el silencio, también pueden resucitar nuestras palabras decrépitas. Nacer nuevas, aptas para contar un mundo nuevo. Palabras pequeñas, trasparentes, modestas, no ruidosas, las únicas que pueden narrar las «maravillas» cumplidas por el Señor. No ya «palabras habladas», sino «palabras que hablan». «Estaba junto a la cruz de Jesús su madre…» (Jn 19, 25).

María, no hemos tenido coraje para llegar, contigo y con las otras mujeres, hasta allí. Nos hemos dispersado enseguida, después de tantos discursos altisonantes. Ahora, afortunadamente, ya no tenemos nada que decir, ninguna declaración que hacer.

Queremos solamente, si nos aceptas, estar contigo en silencio, y esperar contigo este segundo y asombroso nacimiento. Permite que tu silencio envuelva nuestras almas, caliente nuestros corazones, encienda nuestros rostros apagados o asustados. No queremos molestar, ni hacernos pesados. Sólo, respetar el carácter sagrado de esta noche, cantando quizás en silencio.

Haznos conscientes de que a la piedra no la derrumbará un trueno pavoroso. Sólo se notará -como en el caso de Elías, en el umbral de la cueva del Horeb- el susurro de un «suave silencio».

Y tras ese susurro saldrán también, milagrosamente despertadas, prodigiosamente intactas, nuestras palabras, convertidas en palabras de la «nueva creación». Saldremos a su encuentro con las puntas de los pies.

Tras esta trepidante vigilia de silencio quizás logremos no profanarlas, respetarlas, guardarlas celosamente, no empañar su resplandor. Las trataremos con delicadeza, con pudor. Ya no las manipularemos a nuestro antojo.

Si las palabras tienen que proclamar el anuncio pascual, el silencio constituye su necesaria preparación. Como si se tratara de un presagio del acontecimiento inaudito.

Tomado de Parroquia San Vicente de Abando

5 Comments on “Velar en silencio

  1. María, la mujer callada, la mujer sencilla, la maestra del silencio y de la humildad. Ella nos enseña a practicar ese silencio que ensordece, ese silencio adorador. Solo habla con su vida y durante la pasión redentora de su hijo, no iba a ser distinto:María, yo también quiero estar a tu lado, que mi pobre ser pecador no impida estar velando a Aqquel que ha dado la vida por mi:» si, la ha dado voluntariamente, no se la quitan». María, quiero aprender hoy de tu silencio.

  2. Silencio.
    La Palabra ha muerto y todos vagamos sin sentido…como locos.
    Tanto el padre de familia como el sacerdote, no encontramos acomodo.
    Oh Padre. Realiza los antiguos portentos. Sal fiador por nosotros como en Egipto y libranos de las garras del faraon.
    Del infierno libranos.
    Jesucristo ten piedad de nosotros.

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