Yo soy la luz del mundo

Icono «La transfiguración de Cristo» icono del Sinaí (siglo XII)

Hermano dígame una breve palabra sobre la transfiguración del Señor.

Hay mucho material de espirituales que a través de los siglos nos han ayudado a profundizar en el significado de este acontecimiento evangélico tan especial. Por mi parte invitaría a atender dos cosas:

La primera el valor de la oración como llave que abre la puerta hacia la luz que viene de Dios. A la luz que es Dios. Porque «mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante…»

No es en cualquier momento que se manifestó la gloria de Dios, sino mientras Jesús oraba.

La segunda acerca de la necesidad de permanecer despiertos (vigilantes) «Pedro y sus compañeros tenían mucho sueño, pero permanecieron despiertos, y vieron la gloria de Jesús y a los dos hombres que estaban con él…»

La oración y la atención, la vigilancia, como actitudes o estados previos a la manifestación de la gracia como luz divina que nos transfigura.

Es entonces cuando podemos acceder a esa nube, a ese desconocimiento de los sentidos que en realidad nos hace más sabios y en donde podemos escuchar al Padre que nos  señala a Jesús como la referencia única para nuestra vida.

Texto propio del blog

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Fragmento de meditación de Benedicto XVI

sobre la Transfiguración de Jesús

La Transfiguración nos invita a abrir los ojos del corazón al misterio de la luz de Dios presente en toda la historia de la salvación.

Ya al inicio de la creación el Todopoderoso dice: «Fiat lux», «Haya luz» (Gn 1, 3), y la luz se separó de la oscuridad.

Al igual que las demás criaturas, la luz es un signo que revela algo de Dios: es como el reflejo de su gloria, que acompaña sus manifestaciones.

Cuando Dios se presenta, «su fulgor es como la luz, salen rayos de sus manos» (Ha 3, 4). La luz -se dice en los Salmos- es el manto con que Dios se envuelve (Sal 104, 2).

En el libro de la Sabiduría el simbolismo de la luz se utiliza para describir la esencia misma de Dios: la sabiduría, efusión de la gloria de Dios, es «un reflejo de la luz eterna», superior a toda luz creada (Sb 7, 27. 29).

En el Nuevo Testamento es Cristo quien constituye la plena manifestación de la luz de Dios. Su resurrección ha derrotado para siempre el poder de las tinieblas del mal.

Con Cristo resucitado triunfan la verdad y el amor sobre la mentira y el pecado. En él la luz de Dios ilumina ya definitivamente la vida de los hombres y el camino de la historia.

«Yo soy la luz del mundo -afirma en el Evangelio-; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12).

Castel Gandolfo, 6 de agosto 2006.

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Links:

Monasterio de la transfiguración

2 Comments on “Yo soy la luz del mundo

  1. ¿Te acuerdas del cuento del tetraplejico?. Pues bien. siguiendo ese modelo nuestra especie pretende vislumbrar a Dios a traves de longitudes de onda o de reconocimiento de particulas. Nada mas lejos de la realidad, nos dice el cuento, Dios ES, se manifiesta en la vida, en el propio existir, ni tan siquiera a traves de sentidos espirituales. Siempre deja abierta la puerta de la FE con la pretension de que nos manifestemos como semejantes (espejo de….) pero no como iguales, como co-creadores pero no como primera causa, como hijos ante un Padre Persona en la FE no en los sentidos.

  2. Pingback: Meditación de Benedicto XVI sobre la Transfiguración de Jesús « Camino en la fe

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