CONTEMPLACIÓN Y MISERICORDIA

La contemplación está lejos de ser un estado amortiguado e insensible al hombre que vive al mismo tiempo que quien tiene una dimensión más radical de buscar en todo a Dios y trascender todas las cosas.

Pero, sobre todo, hay algo que sobresale en los que se adentran en la intimidad de Dios y que es para nosotros siempre una llamada y un atractivo.

Los que realmente se encuentran con Dios no se apartan nunca de la caridad; todo lo contrario. Dice el monje anónimo de la Iglesia de Oriente: la contemplación no es estado de perfección si no llega a ser estado de amor. Y el culmen de la contemplación es el culmen de la caridad. Por tanto, el culmen de la contemplación será el culmen de la caridad, el culmen de la perfección.

(…) ¿Cómo entender entonces el ejercicio de la caridad por parte de las personas que tienen el don de la contemplación, y el don de la intimidad con Dios?

(…) En el misterio de Dios intuyo que lo que yo más puedo hacer por los demás, en este sentido, es ser yo cada vez más lo que Dios quiere de mí, ser más El.

¿Sin embargo, cómo saber que mi camino es un sendero recto y progresivo hacia esa meta profunda e íntima? Nunca se puede saber si no por el grado de caridad, cuando no nos consolamos con pensar que el mero recuerdo material ante Dios, en la oración, es todo, y tampoco es vocación de todos ir a curar o a resolver materialmente los problemas humanos.

(…) ¿Entonces?

Si no me satisface totalmente el cumplir mi relación que debo a la humanidad en la oración.

Si no soy yo quien puede realizar la solución a todos los problemas materiales.

Si ahora tampoco quedo conforme con la dimensión de la hospitalidad como única expresión.

Empiezo a introducirme en la urgencia de la misericordia, en la carencia de juicio, en el sentirme pequeño e incapaz de juzgar a nadie e intuir que cada hombre en sus comportamientos, que, a veces, son tan opuestos a mi modo de pensar, tendrá sus razones, o en todo caso, que el acercamiento a Dios me da la experiencia de su perdón y de su misericordia para conmigo y, cómo si esto hace conmigo, puedo yo volverme de otra manera para con los demás.

Recuerdo el ejemplo de los Padres del desierto:

__”Un hermano que había pecado fue expulsado de la Iglesia por el sacerdote. Pero abba Besarión se levantó y salió con él, diciendo: “También yo soy pecador”.

__”Un hermano preguntó a abba Hiéraco: “Dime: ¿cómo puedo salvarme?”. El anciano contestó: “Siéntate en tu celda; si tienes hambre, como; si tienes sed, bebe; pero no hables mal de nadie; entonces te salvarás”.

__”Una vez cierto hermano cometió una pecado en Escete y los ancianos se reunieron en asamblea, pidiendo que el abba Moisés acudiera a ella. El, sin embargo, no quería ir. Entonces el sacerdote le envió un mensaje, diciéndole: “Ven, todos te están esperando”; al fin se levantó y se fue y cogió un cesto lleno de agujeros, lo llenó con arena y lo fue arrastrando. la gente que salía a su encuentro le decía: “¿Qué significa esto, Padre? El anciano contestó entonces: “Mis pecados corren detrás de mí y yo no los veo. Y, sin embargo, hoy he venido a juzgar los pecados de otro.” Al oír esto, no dijeron nada al hermano y le perdonaron.

La misericordia, el no juicio, pero no como dádiva o como gesto de piedad, sino como pura necesidad personal de misericordia y de perdón es la reacción de estos hombres de Dios.

(…) En todos los hombres de Dios será esta sensibilidad una huella del amor que contemplan. Un amor que no se rompe, ni reacciona como los humanos a infidelidad – infidelidad. El es fiel, y fiel a su misma esencia que es AMOR.

(…) Cuando uno se queda solo, replegado sobre sí mismo, no se soporta, huye, o se desprecia y le acontecerá la depresión y la irreflexión, o podrá constatar si no se deja abatir, la fuerza en la debilidad, el perdón en el pecado, el amor que se le ofrece aun en la división de su corazón.

Quedar en la contemplación es exclamar: “Señor, ten misericordia”, como los leprosos, o como el ciego y sanar, ir sanando.

(…) El contemplativo, si lo es, si de verdad contempla al Dios revelado, no podrá otra cosa que ir por la vida agradecido por perdonado, por amado y sostenido, e ir por los demás abierto al perdón y a la misericordia; en una capacidad, al menos, de intercesión, de no juicio, de perdón.

Sigamos escuchado a los Padres del desierto:

__”Un hermano preguntaba a abba Mateoes: “¿Qué he de hacer? Mi lengua me causa problemas y cuando me encuentro entre la gente no puedo controlarla. Yo condeno todas sus buenas obras y les llevo la contraria. ¿Qué, pues, he de hacer?” El anciano le contestó: “Si no puedes controlarte, apártate de la gente y vive sólo. Pues ésta es una debilidad. Los que viven juntos con otros no deben ser cuadrados, sino redondos, a fin de volverse hacia todos.”

El anciano le dijo también: “Yo vivo solo no por mi virtud, sino más bien por mi debilidad. Ya lo ves, los que viven entre la gente son los fuertes”.

__”Un hermano preguntó a un anciano: “¿Qué es la humildad?”, y el anciano dijo: “Hacer bien a los que te ofenden”. El hermano repuso: “Si no se puede ir tan lejos, qué haría?” El anciano replicó: “Aléjate de ellos y mantén cerrada tu boca”.

Cuando se actúa así suceden dos cosas mal: la primera, que no se ha tenido misericordia; pero la segunda es que no se podrá rezar, ni parar la mente para la contemplación.

“Todo lo que hagas como venganza contra tu hermano que te ha herido aparecerá al punto en tu corazón a la hora de orar.”

La contemplación derivará en misericordia o de lo contrario no podrá uno progresar en la contemplación.

Pienso en todos los pasajes de la Escritura en que Dios se manifiesta como misericordia y como perdón y la contemplación del mismo Crucificado me enseña que no ha querido juzgar, sino morir para el perdón de los pecados.

Extracto capítulo 9 de “Donde la fuente mana”, D. Ángel Moreno, de Buenafuente del Sistal. Publicaciones Claretianas. Madrid, 1988, pp. 83-89

3 Comments on “CONTEMPLACIÓN Y MISERICORDIA

  1. PAZ Y BIEN, EXCELENTES IDEAS SOBRE LA MISERICORDIA, BENDICIONES

  2. Contemplando al Cristo crucificado, me veo perdonado, veo derramada su misericordia sobre mi persona lastimada y herida por mis propios pecados, entonces me hago misericordioso. Lo digo por fuerte experiencia personal.

  3. Es más, la misericordia solamente puede ser fruto de la contemplación. Para acoger en el corazón las alegrías y las penas del prójimo y de toda la creación (que la misericordia no es menos que eso) es preciso vaciarse de uno mismo y descansar filialmente en la plenitud de Dios. La simpatía y la beneficencia son buenas, y pueden conciliarse muy bien con el voluntarismo de la propia fuerza; pero la misericordia, expresión del propio carácter divino, únicamente florece en el silencio y el despojamiento radical.

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