LAS GRANDES GANANCIAS

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         Porque Jesús ha traído el amor a la tierra no es que no haya hecho sentir toda la fuerza de la ira de Dios hacia aquellos que se aprovechan de su bondad, o no quieren aceptar la verdad evidente, o no mantienen las promesas hechas.

         Me han impresionado fuertemente sus palabras: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo corta; y a todo el que da fruto lo poda para que dé más fruto”.

            He tenido terror a ese “lo corta”.

         No se trata de bromas. Porque Dios, precisamente porque es amor, es también justo. Y sus parábolas del Nuevo Testamento están llenas de enseñanzas de justicia. Por tanto, lo mejor que nosotros, cristianos, podemos esperarnos es que Dios nos “pode”. Sólo así tendremos la confirmación de que le hemos amado.

         Por otra parte, tanto si correspondemos a su gracia, como si la obstaculizamos o la despreciamos, en eta vida encontraremos el dolo.

         Dios: o corta, o poda.

         Hoy existen quienes no aceptan las dificultades de la vida como pruebas enviadas por Dios. Circula entre los cristianos un sentido de rechazo, un mal humor, un deseo de obtener tregua en el esfuerzo de amar a Dios y al prójimo. Y este estado del alma se debe, mucha veces, a una dudosa “contestación” que altera el verdadero significado del sufrimiento y que contamina aun a los cristianos practicantes.

         La verdad, es que, mientras estemos injertados en la vid, tendríamos más bien que favorecer la poda del agricultor.

         Estamos unidos a la vid, si la  gracia de Dios está en  nosotros. Y el mejor modo para evitar su pérdida es el de alimentar constantemente esta vida divina, aprovechando instante por instante esa ayuda especial que Dios da siempre, para poder actuar según su voluntad en cada momento, en cada circunstancia de nuestra existencia.

         Haremos así una autopoda de nuestro peor yo, para dejar vivir en nosotros el mejor yo: Cristo.

         De hecho, las palabras que siguen en el párrafo evangélico dicen: “Permaneced en mí y Yo permaneceré en vosotros”.

         Después Jesús añade: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho furo; porque sin mí no podéis hacer nada”.

         Es éste el primer fruto de la vida de la gracia en nosotros: dar mucho fruto.

         La fecundidad espiritual de un cristiano, de una comunidad de cristianos, de un movimiento cristiano, es proporcional a la vida interior de sus miembros, a cuantos ellos, sarmientos, están unidos  la vid.

          Leemos aún: “Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego lo recogen, lo echan al fuego y arde”.

         Y aquí vuelve el temor, y quizá el terror, para alguno de nosotros que quisiera resistir a la gracia, porque  no se sabe adónde puede conducir este descenso.

         E incluso quien considerase “que ya ha llegado” debe recordar el dicho: “pésima es la corrupción de aquel que es óptimo”.

         La segunda ganancia de permanecer en Jesús es la de obtener: “Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en nosotros, pediréis lo que queráis y lo conseguiréis.

         ¡Cuántas veces tenemos el corazón lleno de preocupaciones! Hay quien sufre y no podemos hacer nada por él; hay quien, lejos,  ha perdido un pariente y no podemos estar a su lado; hay una desilusión que consolar, una actividad querida que sostener, una situación en suspenso… Y  sentimos que todo pesa sobre nuestros pobres hombros.

         ¿Y entonces? He ahí la solución: pedir y obtener.

         Pero se obtiene si se permanece en Él. Y se obtiene todo, se obtienen infinitas coas, mientras nosotros podemos dedicarnos solamente a una.

         Una tercera consecuencia d este modo de vivir es la de dar gloria a Dios.

            Este es uno de los anhelos que a menudo el Espíritu Santo hace sentir al corazón de los cristianos fieles y una de las aspiraciones más grandes y comunes de los santos. De hechos, prosigue el Evangelio: “Mi Padre será glorificado con esto: con que deis mucho fruto…”

         Después de haber declarado abiertamente su amor, que reclama nuestro amor, Jesús concluye con otra promesa: “Os he dicho estas cosas para que mi gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea colmado”.

Dar fruto, obtener gracia, dar gloria a Dio y plenitud de gozo, son las grandes y preciosa ganancias que Dios reserva para quien permanece unido a su Hijo.

 

CHIARA LUBICH.

Extracto de “Sí, Sí; No, No”. Ed. Ciudad Nueva, Madrid 1979. Pag. 82ss.

 

 

4 Comments on “LAS GRANDES GANANCIAS

  1. Cristo oró al Padre para que permaneciéramos en su amor, unidos a Él, como la unidad de la Ssma. Trinidida….que nunca nos separemos de su amor y gracia. Como dice Pablo: que nada ni nadie nos separe del amor de Dios. Bendiciones.

  2. Muy linda reflexión, a veces nos olvidamos que debemos vivir en Cristo por las preocupaciones cotidiana. Muchas Bendiciones

  3. Gracias por esta reflexión. Nos sitúa en nuestro ser más auténtico, como criaturas del Padre, llamados a vivir su vida y a ser mediadores de su acción en este mundo.

  4. PAZ Y BIEN, definitivo estamos con Cristo o le somos indiferentes, y después asumamos las consecuencias, bendiciones

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