LA ORACIÓN DE JESÚS EN OCCIDENTE

Ícono del Cristo Orante – Capilla del Eremitorio, Monasterio del Cristo Orante

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Si bien la difusión en occidente de la oración se ha producido, principalmente, a través de las sucesivas ediciones de los `Relatos de un peregrino ruso´, y de las traducciones de la `Filocalia´, selección de textos sobre la oración de Jesús y el hesicasmo, hay algunas anotaciones finales que hacer.

No parece equivocarse el trapense Basil Pennington cuando afirma: “la expresión oración a Jesús es un paraguas que cubre una variedad de métodos”. Habría una sencilla práctica devocional de repetir el nombre del Señor. También se daría el uso de jaculatorias con amplia libertad. Y finalmente el método fijado por el neo-hesicasmo con la fórmula y las prácticas psicofísicas, en diverso grado.

En relación a lo primero, en occidente existe también una gran devoción al nombre de Jesús. San Ambrosio de Milán (333-397), San Agustín de Hipona (354-430), San Pedro Crisólogo (406-450), San Beda el Venerable (673-735), son tempranos testigos de ello. En los siglos XI y XII, Anselmo de Cantorbery (1033-1109) y los autores de la escuela cisterciense expresan frecuentemente una afectiva devoción al nombre del Señor Jesús.

También los franciscanos, tras las huellas de San Francisco de Asís (1181-1226), manifiestan una notable piedad hacia el nombre de Jesús. Las fraternidades de Jesús o del Buen Jesús, son un testimonio más. El apasionado místico inglés Ricardo Rolle (1300-c.1349) y el Beato germano Enrique Suso (1295-1365) difunden con sus escritos la devoción al nombre del Señor. Esto ocurre en el mismo siglo en que, al parecer en Suecia, surgió una “orden del Nombre de Jesús”.

Un testimonio particularmente significativo es la difusión hacia el siglo XIV del `Anima Christi´ con la invocación “¡Oh buen Jesús, óyeme!”. En el siglo XV, bastaría citar a San Bernardino de Siena (1380-1444), el famoso predicador franciscano que difundió, en medio de polémicos esclarecimientos, la devoción al santo nombre de Jesús, que gustaba representar con el trigrama IHS, desarrollando la `h´ en forma de cruz. En el mismo siglo la Iglesia, con la intervención del Papa Sixto IV (1471 al 1484), aprobó la fiesta del Santo Nombre de Jesús que, aunque en forma restringida, aún se celebra hoy.

Más adelante, y por si fuera poco, Fray Luis de León (1527-1591), en su clásico `De los nombres de Cristo´, culmina su enumeración de los nombres del Señor con: Jesús.

En el marco de una teología del nombre, el preclaro agustino del Siglo de Oro español, escribe: “El nombre de Jesús… es el propio nombre de Cristo, porque los demás que se han dicho hasta ahora, y otros muchos que se pueden decir, son nombres comunes suyos, que se dicen de él por alguna semejanza que tiene con otras cosas de las cuales también se dicen los mismos nombres”. Otro agustino español, el valenciano Jerónimo Cantón (1555-1636), escribió hacia principios del siglo XVII una obra titulada `Excelencias del Nombre de Jesús, según ambas naturalezas´, por encargo de una cofradía de Tarragona, dedicada al Santísimo Nombre de Jesús. Estas pocas referencias, entre las muchas que se podrían mencionar, dan una idea suficiente de la explícita importancia devocional que en occidente se le ha venido dando al nombre del Señor Jesús.

La oración mediante jaculatorias es conocida en occidente, por lo menos, desde tiempos de Agustín de Hipona y Casiano, como se ha señalado. Las aspiraciones o piadosas invocaciones que elevan a la persona a Dios y recuerdan su presencia forman parte de la espiritualidad carmelitana, entre otras. Al presentar los Abecedarios espirituales de uno de los grandes maestros de la oración aspirativa en el Carmelo, Juan Sanz (1557-1608), el estudioso carmelita Rafael López Mélus, escribe: “La oración de jaculatorias nació, sobre todo, por obra de San Agustín, pero es la Orden del Carmen quien parece se ha apropiado de ella, y trabaja por llegar a la cumbre practicándola y dándola a conocer entre las almas”.

La tradición oriental traída por Casiano se mantuvo a lo largo de los siglos en medios monásticos y piadosos. Por ejemplo, la hermana Kunne Ginnekins (1340-1398), discípula del fundador de la `Devotio Moderna´, Gerardo Groote (1340-1384), repetía incesantemente esta jaculatoria: “¡Querido Señor Jesús, cuándo vendrás a mi casa?” En su larga agonía, hay testimonios que así lo indican. San Francisco Javier (1552) repetía incansable: “¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí! ¡Oh Virgen, Madre de Dios, acuérdate de mí!”. La oración por jaculatorias y aspirativa ha sido muy alabada y alentada en un receptivo occidente. Habría incluso que decir que la vida espiritual en occidente, a lo largo de los siglos, está regada de oraciones breves y fervientes.

El padre Hausherr, en su obra El Nombre de Jesús, refiere algunos datos, verdaderamente inverosímiles, de unos campeones occidentales de la oración por jaculatorias en este siglo XX. El jesuita William Doyle que apuntaría a cien mil repeticiones diarias, superado por un lasallista, el hermano Mutien-Marie, de quien se decía efectuaba unas trescientos setenta mil aspiraciones al día. Juan Bautista Reus (1947), otro jesuita, quizá siguiendo tradiciones que se remontan al tiempo del fundador San Ignacio de Loyola (1491-1556), repetía unas doce mil veces al día la jaculatoria: “Jesús, José y María”. Obviamente no se trata de una competencia, pero estos testimonios, más allá de las asombrosas cifras, claramente dejan sentado que también en occidente se practica el ejercicio de breves oraciones dirigidas a Dios como saetas de amor, en cuya trayectoria surgió la oración de Jesús.

En relación a la práctica de ejercicios corporales en la oración, basten dos testimonios. El primero es de Santo Domingo de Guzmán (1170-1221), de quien se recogen, en Las nueve maneras de orar de Santo Domingo, diversas posturas y ejercicios corporales para favorecer la oración. Por la coincidencia con el tema de la oración recogemos parcialmente un relato del Segundo modo de orar. “También Santo Domingo con frecuencia solía rezar echándose al suelo, el cuerpo estirado y apoyada la cara sobre el piso. Entonces con el corazón compungido decía las palabras del Evangelio, a veces lo suficientemente alto como para ser escuchado, `Señor, ten piedad de mí pecador´”. No era la única cita que usaba, ni tampoco era la única postura que asumía en oración. El otro testimonio es el de San Ignacio de Loyola, quien en sus Ejercicios espirituales da diversas orientaciones sobre varias posturas corporales, ambientes, uso de potencias, y ritmos respiratorios. Así, por ejemplo, sobre esto último dice: “El tercero modo de orar es, que con cada un inhalación o resuello se ha de orar mentalmente diciendo una palabra del Padrenuestro o de otra oración que se rece, de manera que una sola palabra se diga entre un inhalación y otra”.

El ejercicio de la oración de Jesús del neo-hesicasmo, con las características con que se ha venido dando en el oriente no se ha dado en occidente, salvo como un trasplante en los últimos tiempos. Sin embargo, los elementos que aparecen bajo ese amplia` cobertura que es la oración, la devoción al nombre de Jesús, la práctica de jaculatorias, incluso incesantemente repetidas, y la intervención de ciertos ejercicios corporales en la oración, sí se encuentran en la tradición occidental, aunque no con idénticas características que en aquella tradición que nació y se fortaleció en tierras de Egipto, Palestina, Siria y Grecia.

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(Extracto del artículo

La Filocalia y la oración de Jesús,

publicado en Religión en Libertad por AGUSTÍN FABRA)

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3 Comments on “LA ORACIÓN DE JESÚS EN OCCIDENTE

  1. Oh, Dios, por medio de tu hijo Jesucristo, con la interseción de la Virgen María, de los ángeles y los santos, perdona nuestros pecados. Que con tu gracia divina aprendamos a orar, que nuestra oración llegue a ti y seamos transformados con tu bendición.

  2. Jesús, Amor del Padre, dame tu amor a través del Espíritu Santo….suelo rezar….con mi oración por todos vosotros…P. Juan Cardona

  3. Muchas gracias,muy buena.
    Aquí comunidad contemplativa de varones en Argentina que practicamos la recitacion del santo Nombre de nuestro Señor Jesucristo.
    Fraternidad contemplativa del huerto Getsemaní.

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