Silencio y renovación interior

 

Ver las imágenes de origenPeregrino orante, caminante de la ruta del silencio, escuela de contemplación: el silencio te conduce a encontrarte contigo mismo, en el templo de tu propia interioridad.

Este templo, ¿es siempre una casa de Dios?. Probablemente tendrás que preguntarte, en primer lugar, si es una casa donde vives tú mismo. Pregúntate también si en él hay paz, serenidad, o el orden imprescindible para habitar, si te das el tiempo necesario para ello. ¿Acaso, algunas veces, tú mismo no huye de tu propia casa como aquéllos que siempre están en la calle porque no se encuentran en su propia casa?

Después ya te podrás preguntar si en tu casa habita el Señor. Pero, si te haces viandante de la ruta del silencio, podrás vivir la riqueza del don de Dios: «Hasta que todos alcancemos la unidad, que es el fruto de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, la edad adulta, el desarrollo que corresponde a la plena realización de Cristo», dice Pablo en su Carta a los Efesios.

Como podrás ver, se te ofrece un auténtico programa de vida. ¿En qué consiste? En tu reencuentro con la inagotable riqueza de Cristo, en ser engendrado de nuevo, en encontrar a Cristo Pastor de tu alma, en abandonar la superficialización de tu relación con el Dios vivo.

Porque, lo has de reconocer, ¡tantas veces has dejado a Dios, fuente de agua viva, mientras fuiste a apagar tu sed en las cisternas!, como dice el profeta Jeremías.

Consiste también en retornar al origen profundo de tu vida, en permitir a Cristo que tenga el lugar que le corresponde en el conjunto de tu vida. «Es necesario que yo disminuya para que él crezca». Es todo un camino de oración que remueve el fondo de tu alma y trastoca los planteamientos, tantas veces superficiales, de tu vida.

Jesús te manda: «entra en tu habitación para orar». Sí, entra dentro de tu corazón, busca vivir la paz en él, en tu corazón, y en Él, es tu Señor.

¿Porqué no hay paz en tu alma?, ¿Qué es lo que te la hace perder? ¿No te ayuda el hecho de saber que Dios vive en el interior de tu alma, donde te espera porque te ama y quiere entrar en diálogo de comunión, amor y vida contigo, que las heridas de la vida no perturben la paz de tu alma, porque es un lugar donde siempre hay amor, porque siempre está en Dios. Por ello, reencuentra el camino interior del corazón, haz la oración del corazón y verás que en él está, de nuevo, Cristo, renovando su misterio.

Es Cristo quien habla a tu corazón, es el Espíritu Santo quien te sugiere hacer de tu vida una humanidad suplementaria donde Él pueda renovar todo su misterio. Como decía Sor Isabel de la Trinidad en sus «Elevaciones», recuerda y escucha en tu alma, lee lo que el Espíritu Santo ha grabado en su interior. «Olvidarme de todo para establecerme en ti. Que nada pueda alterar mi paz ni hacerme salir de ti, mi Inmutable, que no te deje nunca solo, que esté enteramente en ti, despierto en mi fe, en plena adoración, entregado del todo a tu acción creadora».

La paz del corazón. ¿Y los problemas, y las preocupaciones, y los quehaceres de cada día? Podrás decir: «Yo no soy un monje contemplativo que puede quedar recluido en su monasterio viviendo la oración, en la paz y el silencio protegidos por los altos muros de la clausura». Hermano, es cierto lo que dices: tu estás en la calle, en tu casa, vives en pleno ruido. Tú has de vivir los gozos y las rutinas, los llantos, las lágrimas y la risas locas de la calle. Todo, absolutamente todo. Pero tú también puedes decir al Señor: «Quiero fijar siempre la mirada en ti y morar en tu inmensa luz».

Aquí es hermano, donde encontrarás la verdadera fuente del silencio y de la oración. Esta es la ruta del silencio, peregrino orante. Podrás comprender que, en la realidad sencilla y normal de la vida de cada día puedes orar al Espíritu Santo con las mismas palabras de la humilde carmelita Sor Isabel de la Trinidad: «Espíritu de amor, desciende sobre mi para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo, que yo sea para Él una humanidad suplementaria en la que renueve todo su misterio».

Más aún, te podré decir que es en esta vida real de cada día donde Él desea encarnarse y donde Él quiere encontrar en todos los que le amamos y lo buscamos por los caminos del silencio y de la oración esta humanidad suplementaria en la que Él pueda renovar todo su misterio.

Sí, está en tu corazón. En tu interior se realiza este maravilloso intercambio: tú le ofreces tu tiempo, Él te da una vida para siempre, Él te busca y quiere manifestarte su amor sin fin y su bondad interminable. Tu entregas en tu oración el polvo de tu camino, Él con el agua de su amor amasa el barro que necesita para convertir tu corazón en la jarra que acoge su misterio inagotable de amor salvador y cercano a los hombres concretos de la vida.

No lo dudes: lo más maravilloso de la ruta del silencio, es que siempre se realiza en la aparente monotonía de las realidades pequeñas y escondidas, anónimas de la vida de cada día.

Lo que Dios quiere de ti, peregrino orante, es que transformes tu corazón en una morada donde su silencio y el diálogo de amor entre Él y tú nunca se acabe. Y es esta presencia del misterio de Cristo en tu alma la que te transforma y te hace cercano, servicial, honesto, entregado, abandonado del todo en las manos de Dios. Es el tesoro escondido de Dios, la perla de valor inestimable por lo que vale la pena perderlo todo con tal de alcanzarla. Es la semilla del reino que se siembra en la tierra sencilla y que tiene unos frutos que, muchas veces, quedan escondidos a los ojos de los hombres, porque se manifiestan en el anonimato de una vida «normal».

Este es tu camino de silencio, hermano, este es tu silencio. También es esta tu oración: «¡Oh Astro, querido mío, fascíname, para que yo ya no pueda salir de tu esplendor!».

Para que realmente puedas ser fascinado por el Amor, debes clarificar tu alma y renovar tu vida con el silencio y el perdón. El perdón, sí, el perdón. Dios, el Señor, no recuerda ni los pecados ni las culpas. Él lo perdona todo y lo olvida todo. Perdónate tú tus propias culpas, acepta tus debilidades, tu pobreza y la humildad del camino de cada día. Perdónalo todo, absolutamente todo. No guardes en tu alma nada que te separe de Cristo, de la Iglesia o de los hermanos.

El silencio te transformará. Acógelo en el perdón. El perdón transforma, el perdón renueva tu espíritu. El perdón te dispone para acoger al Espíritu Santo en tu vida.

Escucha atentamente estas palabras de un maestro de oración. Es el monje copto Mata el Meskin (Mateo el Pobre): «Si rezas a menudo, de día y de noche, veinte, treinta veces, cada vez que el Espíritu te inspira palabras de amor, aunque solo sea durante cinco minutos o un solo minuto, esta oración asidua va obrando un cambio profundo en tu mentalidad, en tu corazón, en tu carácter y en todo tu comportamiento. Seguramente tú mismo no lo percibirás, pero quien está cerca de ti lo descubre sin dificultad. Cuando, en la oración, de manera perseverante giras tu mirada hacia Cristo, su imagen mística e invisible, se imprime secretamente en tu ser interior y recibes de Él las cualidades, es decir, el reflejo de su dulzura y bondad infinitas y la luz de su mirada».

Por ello, en la ruta del silencio, comunión interior y espiritual en Cristo, reencuentro cara a cara con su rostro de luz, vives una transformación interior de tu corazón: un corazón transformado a imagen del Dios, Padre de amor que te ama y sólo desea que te dejes transformar a imagen del Hijo. Es un cambio, obra de la gracia, que se te manifiesta como don consciente en tu encuentro cara a cara con el rostro luminoso de Cristo. Es el Hijo quien te conduce al Padre gracias al don del Espíritu Santo. Es Él, el Señor Jesús, imagen de su rostro, quien te hace comprender la claridad de su mirada y te salva.
Ora, ora sin fin. Perdona y ama. Sigue en la ruta interminable, aquí en la tierra del silencio. Y recuerda que siempre estarás en Él y Él en ti.

Por ello, hermano, hermana, peregrino orante: sigue en la ruta de la contemplación, abre tu vida al don del Espíritu, y ama.

P. Jaume Boada O.P.

 

[Fuente: ABANDONO.COM]

 

3 Comments on “Silencio y renovación interior

  1. Paz y bien, el silencio te conduce a encontrarte contigo mismo, en el templo de tu propia interioridad., bendiciones hnos y hnas

  2. Fantástica entrada. Me ha removido el alma y ha aumentado mis ansias de silencio con el Señor.
    Gracias.

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