El peregrino, el aviador y el astronauta

Un astronauta desciende de la nave y le preguntas: ¿Cómo son las cosas? Él dice: Pues hay un espacio inmenso que parece infinito, es oscuro muy oscuro pero tachonado de millones de puntos de luz brillante. Hay un sol, una esfera azul muy bonita que es La Tierra y una piedra gris que es La Luna. Y no hay mucho más.

Una persona baja de un planeador y le preguntas: ¿Cómo son las cosas? Él dice: hay campos cuadriculados sembrados de verde, pastizales y pasturas, montañas y valles e inmensas llanuras y lagos. Poblaciones pequeñas y grandes ciudades aquí y allá abarrotadas de gente y muchas nubes. Y no hay mucho más.

Un peregrino se sienta a descansar a la vera del camino y le preguntas: ¿Cómo son las cosas? Él dice: Pues hay árboles que bordean un largo y sinuoso camino, viandantes amables y hoscos, algunos perros te siguen largos trechos. De vez en cuando hay arroyos y algunas aldeas ocasionales. Y no mucho más.

Peregrino, aviador y astronauta tienen distintas percepciones de lo que hay debido a su diferente posición, sin embargo ninguno se equivoca. El peregrino tenderá a enfatizar en el valor del esfuerzo por llegar a destino y del caminar todos los días; el aviador hablará de la mixtura entre su manejo del timón y las corrientes de aire y el astronauta dirá que todo consiste en llegar a órbita y luego dejarse llevar. Y tendrán razón los tres.

Cuando hablamos desde el cotidiano, no podemos negar la percepción del valor del esfuerzo y de la decisión humana; y cuando nos vamos «elevando» con el sentimiento, la oración o la contemplación, tendemos a hablar cada vez más de la gracia y del escaso papel que nuestra libertad tiene en aquellas «alturas». Pero no se opone una cosa a la otra ni tiene más valor una escala que la otra.

La mayor parte de los conflictos que se generan cuando nos abocamos a discernir el papel de la gracia divina o la voluntad de Dios y el libre albedrío, derivan de una mezcla entre los tres planos de observación antedichos. El conflicto se resuelve si conversamos sabiendo el «desde donde» hablamos.

Por eso dijo muy inspiradamente San Ignacio de Loyola: «Actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo que en realidad todo depende de Dios» Benedicto XVI explica el tema aquí abajo, utilizando las parábolas de las semilla que crece por sí misma y la del grano de mostaza.

Angelus, 17 de Junio de 2012

6 Comments on “El peregrino, el aviador y el astronauta

  1. Pingback: A propósito de la gracia y el esfuerzo | Hesiquía blog

  2. En mi opinión la libertad no tiene tanto que ver con el libre albedrío sino con la comunión con Cristo.

    Respecto a la relación de la gracia y el esfuerzo en la obra de Dios en nosotros siempre que sale a colación este tema recuerdo la parábola del sembrador. En esta parábola Cristo dice que es posible que la semilla se siembre en mala tierra y no fructifique. Es precisamente en la tierra en lo único en lo que nuestra acción es necesaria. Lo demás, el crecimiento de la planta, es obra de la gracia y ahí nosotros no podemos hacer nada como dice San Pablo: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. 1 Corintios 3:6-7” pero en lo que toca a la tierra, esto es, a nuestra relación con lo terrenal, si que tenemos la responsabilidad de enfocar nuestra vida en la búsqueda de Dios y no diluirnos en el mundo como la semilla que fue plantada entre cardos y espinos y estos la ahogaron: “La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto” Lucas 8:14. Ya en génesis 3:18 se habla de la necesidad de trabajar la tierra y de que produciría espinos y cardos a consecuencia de la caída.

    Los pies bien puestos en la tierra (buena conciencia) mirando al Sol (viviendo en oración).

    En la experiencia dicen que el esfuerzo es mas necesario al principio, cuando las pasiones están mas vivas y el amor a Dios aún es débil en nosotros, después el árbol se hace grande y las aves de los cielos ¿quizás una alegoría de los pensamientos? hacen nidos en sus ramas. Lc 13:32. Yo creo que es el amor a Dios la principal muralla que nos protege de las tentaciones y hace dulce el esfuerzo. En las etapas en las que ese amor es débil aparecen las tentaciones de buscar satisfacciones fuera de Dios pero cuando el fuego del amor a Dios arde con fuerza ni siquiera supone un esfuerzo abstenerse de los placeres del mundo porque lo único que se quiere es a Dios y todas nuestras pasiones están ordenadas correctamente hacia ÉL. Los que tienen experiencia dicen que es necesario pasar por crisis de fe y amor en el camino de unión con Dios a fin de purificar nuestras intenciones..

    • Bueno Alejandro, ya sabes, nos ha parecido muy bien tu comentario y lo hemos publicado en la Fraternidad monástica virtual. Un abrazo fraterno y adelante con la escritura, que los dones que Dios nos ha dado están para ser compartidos. Cristo te cuida hermano.

  3. Que bonita la definición que da Benedicto XVI de reino a propósito de la semilla: «una realidad humanamente pequeña, compuesta por los pobres de corazón, por los que no confían solo en su propia fuerza, sino en la del amor de Dios, por quienes no son importantes a los ojos del mundo….». Ciertamente es el amor de DIos el que hace crecer la semilla y no nuestra fuerza.

    • Pues sí, Benedicto tiene una claridad intelectual en general muy excepcional. Como dice un amigo: «Todo lo que le falta de carisma público lo tiene en intelecto», dicho con todo respeto y con sentido del humor. Particularmente, este texto es muy claro e ilustrativo. Son una verdadera joya sus explicaciones sobre los Padres del desierto e incluso la oración de Jesús, que de a poco iremos publicando. Saludos fraternos hermano!

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