Vivir en lo sagrado

La vida consagrada se manifiesta con alguna frecuencia en claustros y comunidades, pero también en cualquier ámbito de la vida humana e incluso trasciende las culturas y las distintas religiones… pero… ¿Qué queremos decir cuando hablamos de vida consagrada?

En una aproximación etimológica nos encontramos con «hacer algo sagrado», «junto a lo sacro o santo», «santificar» etc. Pero profundizando la búsqueda de las raíces lingüísticas básicas, es decir las raíces de las palabras en el idioma indoeuropeo; que es el idioma raíz antes de la derivación latina, hallamos el significado de mediación, de vínculo entre mundos, en este caso entre lo celeste y lo terrestre. El consagrado en este sentido, santifica al mundo o hace de mediador entre ambos aspectos de la vida.

En nuestro caso, al hablar de vida consagrada nos referimos a -vida totalmente dedicada a un único propósito- a esa dirección única en pos de un objetivo que toma por entero la vida de la persona y la entrega a un camino o tarea que la unifica por completo. Esta dirección única excede la temática de que se trate. Sin embargo la vida dedicada al encuentro con Dios, a la percepción de la divina presencia, es un caso particular de consagración pues abarca cualquier ámbito de la vida de una persona.

Se puede buscar a Dios, la sensación de estar viviendo en lo sagrado, haciendo las compras, lavando los platos, regando el jardín, dando clases, conversando con el ser querido, en la oración de Jesús o en los oficios comunitarios y en cualquier actividad que se nos ocurra. Pero… ¿Cómo es esa sensación de vivir inmerso en lo sagrado y como abrirse a ella o producirla en uno mismo?

Depende un poco de cada quién, pero todos hemos tenido experiencias en nuestra vida en la cual hemos sentido muy fuerte la presencia de Dios. En especiales momentos de alegría o incluso en medio de la tragedia. Recordar bien esos momentos ayuda mucho, nos actualiza un poco la presencia. Es una sensación de confianza en la providencia, una cierta «despreocupación ocupada», en donde nada se deja sin hacer pero a la vez no se hace nada; uno se siente actuado por Dios o instrumento en Sus manos, aunque no sepamos muy bien para qué nos está utilizando en tal o cual ocasión.

Salir de tareas apresuradas haciendo despacio las tareas es mejor en todo sentido. La calma nos permite el buen hacer buscando la perfección, que aunque nunca se alcanza nos pone en sintonía adecuada. Invocar a Dios antes de cada acción o mejor continuamente va centrando la mente y un buen día nos hallamos en un contento sin objeto, una alegría que no deriva de esto o de aquello, sino de un calor en el corazón que es confianza y abandono.

También, cuando en cada situación buscamos el bien de todos los involucrados, no sólo el mío propio o de alguna persona particular, se va creando un hábito de mirar las cosas globalmente pero actuando en lo particular y concreto. Hacer altos breves durante la jornada donde me pregunto: ¿Cuánto hace que no respiro profundo? o ¿Cuánto hace que no relajo los músculos un poco? (La tensión mental está muy ligada a la tensión corporal en un ida y vuelta constante).

Pero lo que más ayuda creo a recordar la presencia de Dios y por lo tanto a ir abriendo los sentidos espirituales es situarse en una perspectiva adecuada. Esto es: ¿Creo que las cosas dependen de mí, que no logro controlar los pensamientos y sentimientos, que suelo tener conductas que no quiero tener, que planifico las cosas y la mitad de las veces salen en dirección opuesta a mi voluntad? ¿O creo que Aquél que hizo la luz y la oscuridad, las galaxias y los átomos y todo lo existente es quién en definitiva va moldeando lo que ocurre?

En definitiva como han dicho de similar modo varios santos: Actuar poniendo lo mejor sabiendo que los resultados dependen de la voluntad de Dios. Cuando esto se vuelve certeza la percepción de lo sagrado en el cotidiano se vuelve más habitual. No hablamos de grandes epifanías ni éxtasis de llamativo arrobamiento. Sino más bien de un vivir en un tranquilo y suave contento, en algo que se va haciendo silenciosa presencia y torna pacífico el corazón.

Esto lleva tiempo, no se cambian los hábitos implantados por una cultura de la prisa de un día para el otro; pero saber que lo único que quiero realmente es la paz del corazón, nos hace más criteriosos y se abre un camino hacia eso que buscan los consagrados en toda la historia.

elsantonombre.org

Enlaces de hoy:

Padres e Iglesia primitiva (PDF)

Extraído de la biblioteca en Cristianismo Espiritual

6 Comments on “Vivir en lo sagrado

  1. Gracias por compartir este texto. Es verdad que algunos días he experimentado éste dejar en las manos de Dios , mientras trabajo. Y se vive en una paz profunda. Pero a veces me olvido de la Divina Presencia y vuelvo a correr detrás de la ocupaciones.
    A pesar de mis vaivenes , sigo buscando.
    Puedo decir que dedico mi vida a “un único propósito”

  2. Gracias, por el texto de reflexión, debo tomar conciencia de que cada cosa que hago es algo sagrado y muchas veces para no decir siempre olvido que EL esta en todo lo que hago y eso es sagrado, debo saber parar.Gracias.

    • Exacto hermana/o, detenernos permite que corrijamos el rumbo durante la jornada y tomar conciencia que lo sagrado, en realidad, nos envuelve. Un saludo en Cristo Jesús.

  3. Pingback: La montaña de los siete círculos | Hesiquía blog

  4. Dentro de la vida consagrada o incluso fuera de ella, cabe esa foma particular de consagración que abarca cualquier ámbito y que es la percepción de la divina presencia.
    Cualquiera la puede tener sea o no sea consagrado.
    Creo que esto es muy interesante ya que no hablamos de unos pocos sino de algo que está al alcance de todos si nos percatamos de que no todo depende de nosotros . A nosotros nos corresponde actuar poniendo lo mejor de nosotros pero el resultado no depende de mi sino de su voluntad. Ese Santo abandono, no es dejadez sin todo lo contrario un santo ejercicio que nos permite descubrir ese presencia en lo profiundo de nuestro vivir y de nuestro actuar y esa es la especial consagración en la que nada se queda sin hacer pero a la vez no se hace nada y en donde uno se siente actuado por Dios o instrumento en sus manos, aunque no sepamos muy bien para que nos está utilizando en tal o cual ocasión. To eso, entiendo, nos permite vivir en la divina presencia.

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