El guía de las almas

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De esta manera, el monje, desde su misma «conversión» hasta su muerte, se sentía sometido a la constante acción del Paráclito. Las cartas de San Antonio ya subrayan con fuerte realismo esta acción santificadora. «No penséis»—escribe el Santo a sus discípulos—«que ni vuestro ingreso ni vuestro progreso
en el servicio de Dios sea obra vuestra, sino de un poder divino que siempre os está asistiendo». El Espíritu Santo es quien los llama al combate, «fija el modo de la penitencia en los cuerpos y en las almas», les ilustra acerca de las pasiones y cómo vencerlas, les abre los ojos para que vean cómo la propia santificación es el fin de todo ascetismo. El es «el guía de las almas»; si el monje se deja conducir por él, alcanzará la victoria.

Los escritores del monacato primitivo coinciden asimismo cuando se trata de enseñar cómo prepararse para la recepción del Paráclito, la «fuerza de Dios», el «carisma máximo», el «don del Espíritu». Oigamos a San Ammonas: «Si queréis recibirlo, entregaos al trabajo del cuerpo [ = ascetismo corporal] y al trabajo del corazón [ = ascetismo espiritual]. Y dirigid vuestros pensamientos hacia el cielo noche y día, pidiendo de todo corazón el Espíritu Santo, y se os dará… Yo, que soy vuestro padre, rogaré por vosotros para que lo recibáis…»

Pero esto no será posible sin la perfecta pureza de corazón, sin la extinción completa del espíritu de vanagloria, sin la total abnegación de la propia voluntad y del propio juicio, sin mucho reposo, soledad y silencio en lo recóndito del desierto. «Purificarse de la fealdad adquirida por los vicios, escribe San Basilio, volver a la belleza de la naturaleza, restaurar, por así decirlo, la forma primitiva de la imagen real por la pureza: sólo mediante esta condición es posible acercarse al Paráclito». En una palabra, es necesario haber superado la empinada cuesta de la «vida práctica» tal como la exponen nuestros maestros. La gran ley para llegar a ser «espiritual» la formuló con clásico laconismo uno de los padres del yermo cuando dijo: «Da la sangre y recibe el Espíritu».

Sólo por el martirio de la praxis se obtiene esta calidad inapreciable. Para penetrar en el reino es preciso que preceda una muerte mística: «Si alguien pudiera, ya en esta vida, morir a causa de los trabajos [de la ascesis], se convertiría enteramente en la mansión del Espíritu.

Extraído de pags. 668/9 «El paraíso recobrado» dentro de «Historia del monacato primitivo» de G. Colombás

Enlaces de hoy:

Clase 54° de Filocalía – «La morada del corazón».

Clase 11° de Fenomenología – «La ira, las compulsiones, el testigo ecuánime y otros temas.


4 Comments on “El guía de las almas

  1. Efectivamente, si desaparece el ego entonces aparecerá el Espíritu, aunque el ego siempre aparece. Pero en el seguimiento de Cristo podemos aspirar a que sea “Cristo” y no yo el que habite en mi. Sin duda que es un tema bien interesante.

    • Claro el ego aparece siempre porque tiene una función necesaria parece ser en el plan de la creación. El tema sería ponerlo al servicio del espíritu y alinearlo con la voluntad de Dios. La seguimos poco a poco. Cristo te cuide.

  2. Gracias, ¿cómo se muere misticamente?,¿ que es ser místico? Perdona mi ignorancia, gracias

    • Hola Gimena! Pareciera que cuando los santos y místicos hablan de la muerte mística, aluden a un abandonar el ego, un dejar que la voluntad de Dios guíe las acciones.

      Y aunque hay varias formas de ver el tema, un místico sería el que ve a Dios en todo y todas las cosas, un vivir conscientes de ser sostenidos por Èl en cada momento.

      Es un tema muy bueno! Gracias por plantearlo. Un abrazo fraterno invocando el Santo Nombre.

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