Y un día Dios viene…

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Ya teníamos confianza, por la índole de lo que solíamos conversar. Pero mi cercanía era a la vez distante. Lo admiraba mucho y esto mismo me separaba. Él estaba allá arriba viviendo un ideal inalcanzable y yo acá abajo deseando que alguna de sus virtudes se me quedara adherida. Llegué a pensar que la paz del corazón se transmitía por ósmosis porque a su lado mis problemas se iban y no solo eso, parecían quimeras o pura ilusión.

Él estaba en las alturas pero no por altivo, que bien humilde era, sino por independencia. Desplegaba una paciente autonomía de todo lo que a nosotros nos afecta. Ni el clima, ni la salud, ni el dinero, ni el aprecio o el desprecio lo tocaban. Y no por resbaladizo sino al contrario, a todo lo recibía. Su capacidad de acogida era enorme. Igual con las personas, los animales, las plantas y las situaciones; todo era bienvenido. «Los modos de Dios no se discuten» me decía o frases parecidas, cuando yo planteaba alguna objeción a lo que ocurría.

A medida que pasaba el tiempo me di cuenta que lo amaba. Y entonces se me hacía cercano y me atrevía a preguntarle cosas sobre su vida. Cuando me preguntaba algo no podía mentirle, a lo sumo me quedaba callado o sonreía. Él ya sabía, las preguntas eran un modo amable de hacerme caer en cuenta. Una tarde de mucho frío estuvimos casi todo el día adentro, tomé coraje y le pregunté: ¿Ud. reza todo el tiempo? ¿No se cansa nunca?

«No me canso nunca», me dijo. «Vivir sin Dios me cansa y ya no me lo aguanto». ¿Y qué le dice a Dios? le pregunté. «Depende. Muchas veces cosas del momento, lo entretengo. Y otras veces lo llamo por su nombre cuando no lo veo». Yo sonreí un poco y le pregunté como era eso de entretener a Dios. Y me dijo que siempre se sentía como los discípulos de Emaús, en un paisaje atardecido y que hablaba con Dios para que no se le fuera la percepción de la Presencia. Una vez me dijo riendo que era como un alérgico. Que la oración de Jesús lo había acostumbrado tanto a sentir lo divino, que cuando la mirada se le volvía profana le daba sarpullido.

Y que por eso rezaba, porque le gustaba ver como el mundo se ponía sagrado cuando la oración se hacía profunda. Y que, sinceramente, ya no quería vivir sino de esa manera. Y que no entendía como había podido vivir de la otra, donde todo parecía depender de sus torpes acciones y estar uno sujeto a innumerables peligros, en un mundo plagado de cosas inciertas. De distintos modos, a lo largo de los días, le iba yo tirando de la lengua para que me dijera como hacer para vivir como él vivía. Y también con maneras diferentes me decía siempre lo mismo:

«Necesitas desearlo con todo lo que eres. Cuando no quieres otra cosa sino a Dios, o mejor dicho, cuando adviertes que él es la suma de todos lo bienes, abandonas los otros apetitos. Te vuelves hambriento de Dios y como alguien que no come hace días se la pasaría gritando por un pedazo de pan, así se vuelve uno medio enloquecido de deseo por Dios… Y un día Dios viene y te abraza y ya no te hallas por ninguna parte. Y te das cuenta de pronto, que te llevaba siempre en andas, por donde quisieras y que era solo para darte el gusto. Cuando le das el mando te lleva a casa y se queda a vivir contigo».

Continúa…

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7 Comments on “Y un día Dios viene…

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  2. Cuando le das el mando te lleva a casa y se queda a vivir contigo…

    Cuánta Gracia Señor…cuánto amor.

    Abrazo en Cristo.

  3. …”Vivir sin Dios, me cansa”….
    Simplemente maravilloso, hermano
    Encarna

  4. El constante presente.
    Ser consciente del constante presente.
    Nunca Dios abandona el constante presente.
    Me abandono en el constante presente.
    La Gracia es don.
    Entonces ? …

    • Hola Esteban! Bueno, por privada me explicaste mejor lo que consultabas con ese «entonces?». Por lo que puedo entender nuestro deseo de entregarnos a Dios, nuestro impulso hacernos discípulos de Cristo o esa búsqueda constante del rastro de Dios… son simplemente las manifestaciones más evidentes de la gracia. Me gustó mucho eso que se me dijo en su momento, que Dios nos llevaba de aquí para allá solo para darnos gusto, como uno hace a veces con los niños, sabiendo que se van a cansar de corretear y que finalmente se dormirán en nuestro regazo. Creo que lo compliqué más que aclarar. Un abrazo hermano y gracias por compartir.

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