Introducción a la oración contemplativa

by Equipo de Hesiquia blog en 19 diciembre, 2010

Texto extraído de Espiritualidad Cisterciense

Buenas tardes, primero, si me lo permitís, daros las gracias por venir y felicitaros por haber decidido daros un tiempo para cultivar lo mejor de vosotros mismos, lo mejor de vuestra naturaleza, vuestro espíritu. Al menos lo vamos a intentar, no sé si lo lograremos pero la intención es crear un tiempo y un espacio “sagrados”, es decir, separado de los ámbitos de la prisa, el utilitarismo… poner límites a nuestras tendencias más egocéntricas y crear un ámbito para centrarnos en cultivar nuestra realidad más profunda, cultivar “el ser” para que luego nuestro hacer no sea una forma de alienación, de olvido de lo que somos, sino expresión de lo mejor nuestro.Dar las gracias a Casto y al grupo que habitualmente se reúne aquí para orar y cultivar su vocación al ecumenismo, según creo. Es decir, cultivar una actitud propiciadora de la comunión, de la armonía, de la unificación desde el respeto a la diversidad, una actitud de acogida sin juicio, de diálogo… actitudes profundamente espirituales y, por tanto, que deben cultivarse especialmente mediante la oración, la contemplación, ya que ésta conduce, si es auténtica, a esa experiencia (aunque pueda ser pequeña y limitada) de comunión con todo y con todos en Dios.La espiritualidad es un camino de unificación, de armonización, para poder ser creadores de comunión, de amor; es decir, un camino para vivir nuestra verdadera naturaleza que es imagen y semejanza de Dios, y Dios es Amor, por lo que nosotros también somos amor.El monje es el “unificado” (o el que busca serlo) y todos tenemos algo de monje, todos tenemos una dimensión monástica. Hoy todos estamos llamados a vivir la espiritualidad contemplativa, y especialmente los laicos y laicas que cada vez deben tener más protagonismo en la iglesia según la eclesiología del Concilio Vaticano II. Introducir en un camino de oración contemplativa es lo que vamos a intentar en este encuentro.La espiritualidad cisterciense, siguiendo la antropología cristiana de su época, nos dice que el hombre tiene una pluralidad de dimensiones: la dimensión corporal, la dimensión emocional, la racional y la dimensión espiritual (aquella que está más allá del cuerpo, las emociones y la razón, la que es capaz de percibir que somos más que cuerpo o mente).Sentimos, sin embargo, que estamos fragmentados, divididos. La espiritualidad lo que se plantea como primer objetivo es que nos unifiquemos, lo cual nos hará pacíficos, acogedores, no generadores de tensión, dialogantes y a la escucha de los otros. Nos hará alcanzar de forma siempre limitada la “apatheia”, el equilibrio interno.El que vive la apatheia es capaz de una actitud de paz y acogida. San Bernardo, el mayor difusor de la espiritualidad cisterciense, trabajó mucho en su época, a veces de forma muy firme, para lograr que la Iglesia no cayera en buscar el poder o el dinero, sino que fuera un ámbito acogedor, pacificador, dialogante, espiritual y contemplativo, que ayudara a la sociedad a vivir desde lo mejor de la naturaleza humana. Pienso que este programa sigue siendo válido para hoy, tanto para cada cristiano como para cada comunidad. Un monasterio es, de hecho, hoy una iglesia que acoge sin juzgar, que intenta pacificar y que genera un espacio para vivir y cultivar la unificación y la comunión con uno mismo y entre los hombres. Y creo que eso tiene que ver mucho con el estilo de un grupo ecuménico hoy.Como os decía el camino de la oración busca unificar todas las dimensiones que nos constituyen: el cuerpo, las emociones, la razón y el espíritu.En la experiencia de oración de hoy vamos primero a tomar contacto con nuestro cuerpo para, como dice san Juan de la Cruz; sosegar la casa, relajarnos. También vamos a trabajar nuestras emociones centrándolas en la contemplación de Cristo, a través del pasaje del evangelio que vamos a meditar, a trabajar la razón reflexionando sólo un poco sobre qué significa ese pasaje y a trabajar el espíritu saboreando mediante la contemplación amorosa el pasaje , es decir, mediante la atención amorosa a la huella que nos deje el pasaje.Ahora bien, la espiritualidad contemplativa no es sólo un trabajo individual de unificación, eso podría ser una forma de narcisismo espiritual, de egoísmo. La espiritualidad culmina cuando nos abrimos a toda la realidad, a los otros, al cosmos y a Dios.Nos ha de sacar del egocentramiento para hacernos sentir comunión con Todo y creadores, difusores de esa comunión-armonía entre los que nos rodean. La espiritualidad nos hace sentir que somos personas, no individuos aislados, sino comunión, relación con todo sin fusión, sin dejar de ser quienes somos.No es lo mismo ser persona que ser un individuo, la persona es algo único e irrepetible, tiene un misterio inefable, es una relación única con Todo y con todos, por ello, es comunión, un reflejo del Dios Comunión, del Dios Trinidad, unidad en la pluralidad.El monacato cisterciense es la primera espiritualidad moderna, moderna porque se centra en la persona, pone a la persona como el centro de la realidad, lo más valioso de la realidad. Entendida como comunión. Es un personalismo espiritual, un humanismo. San Bernardo dirá: Magna res homo (¡qué gran cosa es el hombre!). la espiritualidad nos humaniza y nos hace descubrir la entraña humanista del cristianismo.La experiencia espiritual no debe quedar centrada en mí, debe llevarnos a la realidad, al Otro con mayúscula y a los otros, dar la mano a los otros al descubrir que no sólo estamos en relación con ellos, sino que somos relación con ellos y sin ellos no seríamos quienes somos.Como cristianos descubrimos que somos relación y comunión al encontrarnos con Cristo, comunión de la humanidad y el misterio, y Dios, manifestación para nosotros de la Trinidad, de la Comunión- Amor que fundamenta la realidad. Así decía Dante que el Amor mueve los astros y las altas estrellas, el cosmos entero.Hoy nos vamos a encontrar a Cristo a través de su Palabra y a través de la Comunidad, de la Iglesia. La palabra de Dios nos transmite la experiencia de las primeras comunidades de encuentro con el Señor, y evoca en nosotros esa experiencia de encuentro con Cristo. Experiencia que está más allá de las palabras y que por lo tanto necesita ser transmitida también por osmosis, de corazón a corazón, mediante el encuentro con otros que nos dejan una huella, que va transformando el corazón y abriéndolo a la Palabra, a Cristo.En este rato de oración vamos a intentar abrirnos a esa huella, a esa semilla de contemplación a través de la Escritura y de los otros hermanos, de la comunidad. Vamos a intentar ir más allá de las palabras a ese ámbito espiritual nuestro más allá del pensamiento, la emoción, el tiempo o el espacio.Pero la oración no termina aquí, la meta de la oración es que sea continua, no que estemos rezando con palabras todo el tiempo, sino que vivamos la oración en el trabajo, en la vida diaria mediante una actitud de acogida, ternura, diálogo, desde la semilla de comunión que sembramos al orar, que actuemos luego desde nuestra verdadera naturaleza imagen de Dios Amor.Es más, siendo muy positiva y muy beneficiosa la experiencia profunda de oración en silencio, no debe tampoco convertirse para nosotros en una trampa, y es una trampa cuando nos quedamos enganchados en ella.La meta no es estar siempre en la “contemplación” sino lo que los cistercienses llamamos la “pobreza fecunda”, cuando podemos ver el misterio en lo que, para el ego, es lo más feo, lo más pobre, lo más marginal, lo aparentemente más alejado de lo espiritual. Entonces la contemplación no nos aleja de la realidad sino que nos acerca a ella, a toda la realidad, nos realiza (hace reales).De modo que no se queden con mis palabras, olviden aquello que no les diga nada o no les guste, no se queden enganchados en ellas, y ojalá puedan ver algo del misterio a pesar de la pobreza del discurso.

(Conferencia y práctica de oración en la parroquia de san Saturnino, Alcorcón, España)