La paz del corazón
¿Qué mejor ayuno que permanecer junto a ti Señor, en el presente? Haciendo lo que hay que hacer según el deber de cada cual, en cada instante, la vida se hace simple y pierde pretensiones. Dejamos de estar tendidos hacia algo distinto de lo que hay. Esto es un desierto ejemplar. Es liso, llano, sobrio como el agua pura que se bebe por necesidad.
Que cosa buena será atravesar el desierto cuaresmal, ese lugar físico y a la vez simbólico donde tantas batallas se han librado. Allí trascendió Jesús, el Cristo, las tentaciones arquetípicas del hombre; allí miles de monjes y eremitas fortalecieron sus espíritus a través de la vigilancia, de la sobriedad, de la oración pertinaz que se hizo incesante. Allí entregó su vida Charles de Foucauld en el empeño de vivir una coherencia radical con el maestro de Nazaret.
¿Será posible atravesar el desierto cuaresmal en medio de las ciudades tumultuosas, de los espejismos vanos pero atractivos, ir más allá de las promesas de cartón, de los anhelos adquiridos y superficiales? El desierto está ahora mismo si me quedo donde estoy, haciendo lo que toca, dejando las divagaciones y poniendo allí las invocaciones. Persistiré en lo que me das, sin colorearlo de fantasía, de proyectos más allá, de imágenes de mí… desechando el pasado, ignorando ciertamente el futuro, me rendiré al presente que es el otro nombre de tu voluntad.
Invitación:
En el enlace de siempre, aquí abajo:
https://us02web.zoom.us/j/88619724529