La paz del corazón
Sobre la vida contemplativa y sobre la clausura de las monjas
INSTRUCCIÓN
de la Sagrada Congregación para los Religiosos
y los Institutos Seculares
Fragmento
“Venid aparte a un lugar solitario” ( Mc. , 6, 31). Muchos han oído esta invitación y han seguido a Cristo, retirándose a la soledad, para adorar en ella al Padre.
Movidos por este impulso del Espíritu , fundaron institutos consagrados a la sola vida contemplativa, entre los cuales ocupan un lugar destacado los monasterios de monjas.
La Iglesia reservó siempre atenciones solícitas y maternas para ésta que San Cipriano llamó “ilustre porción del rebaño de Cristo” , especialmente tutelando su separación de los asuntos del mundo con numerosas prescripciones relativas a la clausura . De ello se ocupó también el Concilio Vaticano II , y la presente Instrucción se propone proseguir su obra, dictando las normas que regirán en lo sucesivo la clausura de las monjas enteramente dedicadas a la contemplación, exponiendo previamente algunos de los aspectos más importantes de la clausura misma.
I – MISTERIO PASCUAL Y NUEVO ÉXODO
La separación del mundo, para vivir en soledad una más intensa vida de oración, no es otra cosa que un modo peculiar de vivir y expresar el misterio pascual de Cristo, que murió para resucitar.
El éxodo en la historia del pueblo de Dios
Ahora bien, este misterio se presenta en la Sagrada Escritura como un tránsito o éxodo; es decir, el tránsito es el hecho principal de la historia de Israel, fundamento de su fe y de su vida de estrecha unión con Dios ; y en él ve la Iglesia una prefiguración del misterio cristiano de salvación.
Efectivamente, todos saben hasta qué punto la Liturgia y la tradición de los Padres han utilizado el tema bíblico del Éxodo para enunciar y penetrar el misterio cristiano, como a su vez lo habían hecho los apóstoles y evangelistas. Ya en los albores de la historia del Pueblo de Dios se nos presenta a Abrahán invitado a salir de su tierra y a dejar su parentela (cfr. Gén. , 12, 1), y el Apóstol enseña cómo esa invitación fue el comienzo de un largo camino místico hacia la patria que no es terrena.
Misterio y realidad del nuevo éxodo
Lo que así fue figurado en el Antiguo Testamento, es realidad en el Nuevo. El Verbo de Dios, saliendo del Padre y viniendo a este mundo (cfr. Jn. , 16, 28) para elevar al pueblo “que caminaba en las tinieblas” ( Is. , 9, 2; cfr. Mt. , 4, 16), nos arrancó a ese poder de las tinieblas (cfr. Col. , 1, 13), o sea, al pecado, y con su muerte (cfr. Jn. , 13, 1; 16, 28 y Hebr. , 9, 11-12; 10, 19-20), nos atrajo a un movimiento de retorno al Padre, el cual “nos resucitó en Cristo y nos hizo sentar con El en los cielos” ( Ef. , 2, 6; cfr. Col. , 2, 12-13; 3, 1); en esto consiste real y propiamente el misterio pascual de Cristo y de la Iglesia.
Esta muerte de Cristo importa una verdadera soledad, como han afirmado algunos Padres y Doctores de la Iglesia, de acuerdo con el Apóstol. Y ese mismo significado han atribuido a ciertos hechos de la vida de Cristo, al contemplarlo retirado en la soledad o en el desierto para luchar “con el príncipe de este mundo” (cfr. Mt. , 4, 1; Jn. , 12, 31; 14, 30), y sobre todo para orar al Padre, a cuya voluntad El se sometía plenamente. De este modo prefiguró la soledad de su Pasión, presentada por los Evangelistas como un nuevo Exodo.
Por eso, para el cristiano retirarse al desierto equivale a unirse más profundamente a la Pasión de Cristo y participar en manera especial del misterios pascual y del tránsito del Señor de este mundo a la patria celeste. Por esta razón fueron fundados los monasterios, radicados en el corazón mismo del misterio cristiano.
Retiro y contemplación en el misterio de la Iglesia
Es cierto que el cristiano es llamado también a seguir a Cristo en la predicación del Evangelio de salvación, y que a la par tiene que colaborar en la edificación de la ciudad terrena para ser en ella como el fermento que la transforme en familia de Dios; en ese sentido se dice que el cristiano permanece en el mundo (cfr. Jn. , 17, 15).
Sin embargo, esta función no expresa íntegramente todo el misterio de la Iglesia, ya que la Iglesia, fundada para el servicio de Dios y de los hombres, es a la vez y sobre todo, la comunidad de los redimidos, o sea, de quienes por el Bautismo y los otros Sacramentos, han sido ya trasladados de este mundo al Padre.
“Entregada a la acción”, vive a la vez “dedicada a la contemplación”; pero esto de tal suerte que en ella “lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación”. Por eso es justo y conveniente que algunos cristianos expresen con una típica forma de vida esta nota contemplativa de la Iglesia, apartándose de hecho a la soledad, en cuanto ellos han sido incitados por esta gracia del Espíritu Santo a “consagrarse a Dios solo, en asidua oración y ferviente penitencia” ( Perfectae Caritatis )…
Roma, 15 de agosto de 1969, fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María.
HILDEBRANDO ANTONIUTTI
Cardenal
EDUARDO HESTON, C.S.C.
Secretario
Extraído de