La paz del corazón
…No es justo separar las dos etapas siguientes, la de la unificación de la conciencia y del corazón, y la de la transfiguración en la luz Divina.
…La oración de Jesús puede ayudarnos mucho a esta reconstitución de un eje vital bajo el sol del corazón.
Los viejos monjes dicen que no es necesario temer los momentos de plenitud (plérophoria), experimentada en el mismo cuerpo.
Enseñan, en la perspectiva de la resurrección, un uso no-pasional de la alegría de ser. Piden que se «circunscriba lo incorporal en lo corporal» hasta vivir con gratitud una humilde y grave sensación.
Caminar, respirar, alimetarse, tocar la corteza de un árbol, todo puede llegar a ser celebración. El Nombre de Jesús llega a ser una especie de llave que abre el mundo, un instrumento de ofrenda secreta, un colocar el sello divino sobre todo lo que existe. La invocación del Nombre de Jesús es un método de transfiguración del universo.
…Cuanto más conozco a Dios, más se me hace maravillosamente desconocido. Cuanto más conozco al prójimo, más lo reencuentro con la sorpresa de la primera vez. Cuanto más conozco la creación de Dios, más embargado quedo por su misterio…
Esta temporalidad hace aflorar grandes estratos de paz y de luz en la densidad de los seres y de las cosas, en la monotonía de las tareas cotidianas…Esta temporalidad, finalmente, tiene sabor de silencio. No el mal silencio del vacío, el silencio helado de los abandonados, sino el silencio pleno, el silencio divino, «ese lenguaje del mundo por venir», como decía Isaac el sirio.
La invocación debe entonces abrirse sobre el silencio. Primero por breves momentos de silencio intercalados entre los llamados. luego por una especie de planeo interior en el azul del corazón consciente, según una penetración de la interioridad «pneumática» del Nombre de Jesús…
Y cuando el espíritu está presente, no es necesario orar, sino callar en él…La oración de Jesús hace del corazón de cada uno una celda monástica donde se está sólo con el Único en el silencio.
La ascesis néptica enseña a callar. Pero el silencio cristiano es inseparable de una palabra renovada. En un momento dado, el silencioso, el hesicasta, recibe el carisma de la palabra de vida, que va del corazón al corazón…
Uno de los frescos mas notables del Athos representa un monje crucificado, del que brotan llamas. Aquellos que son como él, son «hombres apostólicos», que hablan de lo que experimentan, y su palabra es poderosa con todo el poder del espíritu…
Textos de un Monje de la Iglesia de Oriente y Olivier Clement
pags. 125 -132/33/34 – Ichthys 1981 – Argentina
En medio de cualquier actividad se puede respirar y repetir pausadamente «Jesús, ten piedad». Es un escudo protector. Ayuda a meterse de lleno en el presente y dejar de lado cualquier inquietud por el pasado o el futuro. Vale la pena perseverar incansablemente en su repetición incesante!!!