La paz del corazón
La vida consagrada atraviesa, desde hace tiempo, una profunda crisis en las sociedades occidentales. Los síntomas son claros: incapacidad de abundancia de nuevas vocaciones, paulatino envejecimiento de sus miembros, abandono de un número significativo, y pérdida de intensidad evangélica, o relajamiento de costumbres. Sin embargo, hay motivos para tener esperanza. Lo explica el padre Luis Oviedo, profesor de las Universidades Gregoriana y Antonianum, de Roma:
«Puede sorprender que, en medio de este desierto que atraviesa la vida consagrada, se adviertan algunos oasis en los que la vida consagrada parece regenerarse y conoce expresiones de gran vitalidad. Hace unos meses, invité a unos colegas americanos a visitar una nueva comunidad de religiosas que se han establecido cerca de nuestro convento en Roma. Celebramos con ellas las Vísperas. Fue un momento de intensa oración y de gran belleza.
Al salir, el comentario de una profesora de Sociología de la religión: Esto sí que es nuevo para mí: unas monjas jóvenes, vestidas de monjas, sonrientes, y que rezan con devoción. ¡Una clara expresión de lo que se echa en falta en algunas latitudes respecto de la vida religiosa!
Aparte de las anécdotas, se dan al menos tres tipos de expresiones de mayor vitalidad en esa forma de vida: entidades de Órdenes tradicionales que han renovado su estilo, en especial en ambiente monástico; nuevas fundaciones, que se han expandido en los últimos tiempos; y ciertas expresiones de radicalidad evangélica que nacen de los movimientos eclesiales.
Estos años he visitado muchas de esas comunidades vibrantes, dinámicas y que conocen un discreto crecimiento. He intentado comprender qué tienen de especial; qué les distingue de la mayor parte de la vida consagrada, salvándoles del declive; y qué podemos aprender de ellas los que anhelamos una renovación de nuestras débiles entidades.
Tras tantas experiencias de observación y participación, entrevistas y estudios empíricos, he podido sintetizar los elementos comunes que caracterizan esta nueva efusión del Espíritu y estas expresiones de vitalidad. Se trataba de aprender de la realidad, visitar dichas comunidades, conocerlas directamente. Quería leer en ellas los signos de los tiempos, más allá de las teorías típicas que se publican sobre la vida consagrada. Los rasgos de mayor interés en los consagrados de mayor vitalidad son:
* Una vida decididamente religiosa, que apunta claramente a la trascendencia, que no cede ante las tendencias a la secularización interna que dominan la mayoría de las congregaciones en declive. Para ello, el lenguaje, las expresiones de vida común, las actividades y toda su existencia, asumen un tono que evoca al Dios del amor y la vida. Tanto si se dedican a la educación como a la parroquia, la prioridad la tiene la dimensión religiosa.
* Una actitud claramente liminar respecto de la cultura dominante, de la sociedad. No se busca tanto la encarnación en el mundo o la inculturación, sino abrir un canal alternativo, un espacio diferente en el que encuentran expresión formas de vida, de relaciones y de comunicación ausentes en el mundo secular. Su misión consiste precisamente en abrir dichos espacios, en mantener una forma de vida distinta, conscientemente separada del resto.
* Un espíritu mayor de movilización, sobre todo para evangelizar. Comparando con el ambiente de las Órdenes tradicionales, aquí se respira un aire distinto, las comunidades son dinámicas y vibrantes; tienen una causa por la que empeñarse, y se activan con gran entrega e ilusión para afirmar en medio del mundo que Dios existe y nos ama. Han superado el síndrome de pasividad y los complejos de inferioridad, y no temen proclamar su esperanza; por eso, aman a la Iglesia y al Papa sin reservas.
* Una mayor visibilidad y distinción; una identidad más clara y definida, en contraste con otras opciones o con otros caminos cristianos. En general, se habla de una actitud más identitaria en el modo de vestir, de presentarse o de relacionarse; usan el hábito y habitan en conventos o casas religiosas.
* Un exquisito cuidado de la oración y de la liturgia, que se preparan con esmero y se viven con unción y profundo sentido espiritual. A menudo, dicha oración se realiza de puertas abiertas, y su forma de orar se convierte en toda una proclamación de aquello que llena de alegría sus vidas.
Ciertamente, estamos hablando de un estilo de vida consagrada distinto del que surgió tras el Vaticano II, que hoy constituye el modelo dominante. Ahora bien, estas nuevas expresiones son por ahora las únicas que nos alumbran motivos de esperanza para el futuro de la vida consagrada.
Del Padre franciscano Luis Oviedo
Enviado por Madre Hilda
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Gracias por esta visión esperanzada. Ciertamente el Espíritu Santo está impulsando frondosos oasis donde calmar la sed de los que desean adorar a Cristo, en medio de tanta aridez. Personalmente, tengo la esperanza de que en algún momento el Señor haga surgir, en medio de muchas órdenes religiosas antiguas, nuevos reformadores, como antaño inspiró a Santa Teresa, San Juan de la Cruz, etc. y vuelvan a ser sal de la tierra, mientras la insípida se arroje al fuego y los humildes vuelvan a ser fieles al carisma de sus fundadores.
Excelente reflexión. La Providencia te ha puesto en nuestro camino. Visita por favor la entrada «El llamamiento» del blog «Diario de un joven con vocación religiosa».
Te encomiendo al Sagrado Corazón hermano.