La paz del corazón
En cuanto llegamos al lago, nos reclinamos a la vera y nos vimos los rostros, algo demudados de tanto andar. Nos sentíamos joviales por el logro obtenido luego de tanto camino: estábamos inmersos en el sitio ideal.
Ambiente inimitable, propicio para la meditación, el silencio y el íntimo regocijo; si bien distantes, nos protegían altas montañas coronadas de blanco y nos envolvía muy de cerca el follaje verde azulado de coníferas diversas.
El monje se restregó la cara, se friccionó las cejas ablandando la frente y me miró sonriente. «El único problema con los lugares hermosos es que uno está en medio de ellos…» -me dijo ya en plena carcajada-. Es que me conocía más que yo mismo a veces y podía percibir mi secreta perplejidad.
Mi alma seguía inquieta pese al bello entorno natural, y aunque algo mejorada por la perspectiva, permanecía renuente a la felicidad, se empeñaba en resolver los problemas que la perseguían desde la ciudad.
«Uno siempre lleva su mirada a donde vaya y eso tiñe lo mirado del color del propio sufrimiento…» -dijo mi acompañante, exudando un gozo que no se correspondía a lo que la frase me inspiraba-
«Es que buscas resolver con la mente lo que solo puede arreglar el corazón» -continuó-.
A mi la alegría se me esfumaba como neblina leve, enseguida me ensimismaba y dejaba de apreciar la belleza, el ánimo se me ponía lúgubre. Eran muy recientes ciertos fracasos resonantes en proyectos muy queridos y errores repetidos me golpeaban la propia estima.
«Vives demasiado centrado en tus cosas y no en las mejores, sino en las pequeñas mezquindades» -me dijo- más serio pero con afecto evidente.
«No le des tanta importancia a lo que has hecho o dejado de hacer o a si vas desarrollando o perdiendo aquella otra virtud; te comparas con tu propio pasado en insana e ilusoria competencia, te atas a deberes vanos, rehuyes La Presencia que te abraza y te rodea de manera evidente».
«El lago hace de cuenco al agua, que alimenta las costas haciéndolas fértiles. El verdor resultante tamiza la tierra haciéndola más amable para nuestros pies cansados; los árboles nos dan amparo del sol y sensación de cobijo, el cielo hace un contraste perfecto entre nubes y montañas, provocando una rutina móvil que nos resulta inatrapable».
«¡Es todo tan perfecto!
El viento nos reúne y entrelaza unificándonos a todos con su toque. Aquí estamos girando sin advertirlo sostenidos por la fuerza de un astro hermoso, en medio de colosal vacío que sin embargo está tan lleno de armonías… El Señor está en todas partes… ¡salvo en tus divagaciones!!» -concluyó con fraternal sonrisa-.
La verdad de lo dicho me inundó con calidez repentina y sin dolor pude ir soltando lo que el ego ansioso retenía. No quise ya tener la razón, ni en esto ni en aquello otro, ni tampoco «acomodar» lo sucedido. Me fui abriendo a la percepción punzante de lo sagrado que a través de todo me nutría.
elsantonombre.org
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Amigos de Librería LECTIO:
La Charla correspondiente al mes de Noviembre
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“Sabiduría del Corazón 4: Más allá de la Psicología”
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Los esperamos.
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el Señor esta en todas partes….salvo en tus divagaciones!.
cuantas veces, mejor dicho constantemente nuestro «cotilleo mental» nuestras divagaciones no nos dejan apreciar la perfección de nuestro Señor.
El antidoto a tales divagaciones esta en la oracion de jesus, en la atencion a la repeticion del Santo Nombre.
Hermosa y profunda frase : «Es que buscas resolver con la mente lo que solo puede arreglar el corazón» Creo que en esto reside mucha de la trabazón de los conflictos internos. ¡ah! si escuchara mas a mi corazón…
La resistencia, gran fuente de sufrimiento….
Lo que me ha tocado sobre todo en ese texto, es el humor que se releva en la sentencia del P.Vasiliy.
La imagen de la naturaleza me hace memorizar semejantes imágenes durante mis viajes por regiones en Argentina, una belleza entrañable.