La paz del corazón
Pregunta:
¿Cómo ver a Dios en todo y todos, si parte de eso que se ve está tan alejado de Él? ¿Cómo verlo en aquellos que atentan y torturan a los cristianos? ¿A los que desean el poder absoluto sobre el ser humano para dominarlo? ¿A los que crean guerras y horror para controlar el mundo? ¿A los que han convertido el aborto en un negocio? …
Respuesta:
Por cierto que ver a Dios en todo no es cosa sencilla. Es algo que comienza con un entendimiento por vía intelectual y que poco a poco va extendiéndose a los sentimientos. Pese a ello, esta gracia no se trata de que uno llegue a alegrarse de los males del mundo, sino que, ante el horror, pueda recordarse que finalmente la providencia permite todo lo que sucede.
Es un tema con muchas aristas. Por ejemplo; lo malo o lo espantoso, muchas veces cumple un papel en el plan de salvación que solo puede comprenderse al cabo de muchos años o que nunca llegará nuestra mente a comprender, pero que tiene sentido en el plan universal.
Uno llega a comprender que la luz no podría ser admirada sin la existencia de la oscuridad, que no se disfrutaría el agua sin la sed, que nuestro deseo de Dios no sería posible si no viviéramos a veces, la carencia de Él, en el corazón.
Si el faraón no hubiera tenido endurecido el corazón, ¿cómo podrían haberse manifestado los poderes de Dios y la liberación posterior de Su pueblo? Pero hemos de reconocer que la razón tiene límites y que nunca podrán entenderse por este camino los designios del Señor.
¿Cómo podría una célula comprender su papel en el cuerpo? ¿Con qué elementos podría hacerse una idea de quién es y de para qué sirve su vida? La parte no puede comprender al todo, porque solo este tiene una visión completa. La mente no puede aprehender a Dios, pero puede comprender su imposibilidad de comprenderLe.
Sin embargo, por vía del abandono y la confianza, en las cosas cotidianas, uno empieza a acostumbrarse a «leer» lo que Dios escribe a través de los acontecimientos. Para ello hay algunas claves.
El sufrimiento sicológico, siempre deriva de un error de emplazamiento personal. Es decir, si ante lo que ocurre, en lugar de aceptación y acción necesaria, antepongo resistencia mental, queja o ira, etc., comienzo a sufrir. Esta sensación dolorosa es el fruto de lo mental y evidencia una ubicación incorrecta, una actitud no adecuada.
Recién en el momento en que aceptamos incondicionalmente lo que Dios nos envía en la vida, en cada momento, empezamos a vislumbrar otro significado en lo que ocurre. Mientras existe nuestra resistencia, nuestro «desear que no ocurra lo que está ocurriendo», no nos es posible advertir los significados profundos que se dibujan en los aconteceres. Es un lenguaje que ha de leerse con la mirada limpia de deseo.
Esto, que resulta tan difícil, solo se consigue con una gran dosis de gracia divina y de allí que nuestra oración por ella puede abrir el corazón a semejante don.
El dolor corporal, las enfermedades, pueden servir para recordar o despertar al hecho de que no somos un simple cuerpo de carne y sangre; de que es necesario vivir situados en lo que verdaderamente somos, el espíritu que anima lo corporal. La misma transitoriedad del cuerpo nos va mostrando que no podemos aferrarnos a él.
Pierde quién se apega a la belleza, porque esta caduca inevitablemente. Pierde quién se aferra a la salud porque esta se deteriora más tarde o más temprano. Pierde quién se aferra a los sentidos y a la vida de estos, porque finalmente la muerte le pondrá fin a cualquier deleite.
Vivimos como si fuéramos cuerpo y mente y no como lo que somos (espíritu inmortal, hijos de Dios) y de allí derivan muchos sufrimientos y dolores. ¿Es Dios el que produce los aparentes males o somos nosotros con nuestra identificación errónea, los causantes de nuestros padecimientos?
Es un tema que ha suscitado enormes discusiones y tratados opuestos entre sí. Cumplo al aportarte mi experiencia de vida en esto, más allá de lo opinable que pueda ser:
Todo mal es aparente, todo resulta en bien. El Señor mediante su Providencia expresada hasta en los más mínimos acontecimientos, nos educa, nos llama y finalmente logra llevarnos a Casa, a nuestro hogar real en Su seno.
Si uno vive ya desde este mundo (quizá nuestra verdadera posibilidad de libertad) dándose cuenta de que nuestra verdadera naturaleza es espiritual y no corporal y mental; comienza a advertirse que los dolores van esfumándose, que todo es gracia y la vida se dulcifica. Recordarás los dichos de muchos santos, que hablan de un mundo transfigurado en luz y amor…
Texto propio del blog
Señor Jesucristo, hijo de David ten piedad de mí pecador. Muy linda la página.
LOS SIGNOS DE LOS TIEMPOS!!!! SEÑOR, QUÉ DIFÍCIL….¿ME AYUDAS?
Qué hermosas y certeras palabras: Todo mal es aparente, todo resulta en bien. No siempre se ve, sin embargo. El dolor y la injusticia ofuscan.
Queridos Hnos. En mi actual estado espiritual, ningún intento de explicación o de iluminación que se apoye un poco en la razón me ayuda a la aceptación del dolor en el mundo. Del mal en todas sus formas. y esto me debilita en mi fe y vivencia espiritual en lo cotidiano. Intentos de clarificación como de que de un mal puede venir un bien, que el mal de uno sirva al bien de otro en la comunidad del Cuerpo Místico, la comunidad de los santos, y otros que una sana y recta razón intenta, ya no me ayudan. Una especie de exigencia profunda y radical de todo y sólo bien, hace brotar ante la realidad del mal una sensación de absurdo. Y ante una posible respuesta de que ese todo y sólo bien será luego en el paraíso pero no ahora, lo que hace es despertarme la sensación entonces del absurdo de este «mientras tanto». Sí, ya no encuentro apoyo alguno en la razón. ¿Cómo hacer para aceptar, cuando la razón no me apoya para nada sino por el contrario me hace despertar absurdo y frustración? ¿Es sólo esperar la gracia de Dios y pedirla en la oración o puedo hacer algo más? Gracias. Saludos.
Hola , yo también tropiezo cuando pienso en el mal en el mundo. ¿SI Dios es omnipotente porque permite el sufrimiento? y cosas por el estilo… A parte del hecho de que Dios nos ha hecho libres y eso conlleva el que tengamos la posibilidad de utilizar nuestra libertad para hacernos sufrir y hacer sufrir a los demás, el único pensamiento que me sirve es el de que si existe mal es porque tras el pecado original estamos separados de Dios, que es el único bien. Y Dios no nos ha dejado abandonados en el mal sino que se ha hecho hombre en Jesucristo y ha venido a unirnos de nuevo con Él cargando con todo el peso del kosmos caído y sufriendo en su humanidad infinitamente mas que cualquier otro ser humano. Ademas debemos confiar en la transitoriedad del sufrimiento y en la victoria eterna sobre todo mal de Jesucristo Nuestro Señor en la cruz y para sobrellevar mejor nuestros sufrimientos podemos apoyarnos en la idea de que así como Jesucristo redimió a la humanidad mediante su sufrimiento, nos concede participar, en menor medida, de sus sufrimientos (1 col 1:24) y, de esa manera, nos hace participes a los cristianos en la redención del mundo como esta escrito «y vendrán salvadores al monte Sión» Abd 1:21
Al margen de todo esto, lo unico que encuentro útil es la confianza ciega en Dios aunque parezca que todo va mal… «en la sombra de tus alas me ampararé hasta que pasen los quebrantos.» Sal 57:1
Estoy seguro de que para Dios no hay nada mas Sagrado que el Sufrimiento humano.
Gracias.
Efectivamente, con el corazón y la mente puestos en Dios, estaremos en disposición de interpretar los signos de los tiempos, que son los mensajes de Dios en la actualidad. Ya el Maestro se quejaba de que los hombres descubriesen tantas cosas de la existencia (que constituyen la ciencia) y no supiesen interpretar los signos de los tiempos. Ayer como hoy.