La paz del corazón
Hermanas y hermanos en Cristo Jesús: Os dejamos aquí el texto de un cuento de León Tolstoi, muy relacionado con La Oración de Jesús y las vicisitudes de la vida espiritual. No es un cuento breve, pero creemos que será de utilidad. Cualquier intercambio sobre el mismo será bienvenido. La imagen es un óleo que retrata al escritor de N. Gue. Un abrazo fraterno a todos invocando el Santo Nombre de Jesús.
Cuento completo de León Tolstoi
I
Alrededor del año 1840, en Petersburgo, tuvo lugar un suceso que sorprendió a cuantos de él tuvieron noticias: un oficial de coraceros del regimiento imperial, guapo joven de aristocrática familia en quien todo el mundo veía al futuro ayudante de campo del emperador Nicolás I y a quien todos auguraban una brillantísima carrera, un mes antes de su enlace matrimonial con una hermosa dama tenida en mucha estima por la emperatriz, solicitó ser relevado de sus funciones, rompió su compromiso de matrimonio, cedió sus propiedades, no muy extensas, a una hermana suya, y se retiró a un monasterio, decidido a hacerse monje. El suceso pareció insólito e inexplicable a las personas que desconocían las causas internas que lo provocaron; para el joven aristócrata, Stepán Kasatski, su modo de proceder fue tan natural, que ni siquiera cabía en su imaginación el que hubiera podido obrar de manera distinta.
Stepán Kasatski tenía doce años cuando murió su padre, coronel de la Guardia, retirado, quien dispuso en su testamento que si él faltaba no se retuviera al hijo en su casa, sino que se le hiciera ingresar en el Cuerpo de cadetes. Por doloroso que a la madre le resultara separarse de su hijo, no se atrevió a infringir la voluntad de su difunto esposo, y Stepán entró en el cuerpo indicado. La viuda, empero, decidió trasladarse a Petersburgo junto con su hija Várvara a fin de vivir en la misma ciudad que su hijo y poder tenerlo consigo los días de fiesta.
El muchacho se distinguió por sus brillantes dotes y por su enorme amor propio. Fue el primero en ciencias, sobre todo en matemáticas, por las que sentía notoria preferencia, en instrucción militar y equitación. A pesar de su excesiva estatura, era un joven apuesto y ágil. También por su conducta habría sido un cadete modelo de haber dominado sus arrebatos de ira. No bebía, no llevaba una vida licenciosa y era muy sincero. Lo único que le impedía ser ejemplarmente irreprochable eran sus estallidos de cólera, durante los cuales perdía el dominio de sí mismo y se convertía en una fiera. Un día estuvo a punto de echar por la ventana a un cadete a quien se le había ocurrido burlarse de su colección de minerales. Otra vez por poco se hunde irremisiblemente: arrojó un plato lleno de chuletas a un oficial veedor de la Escuela, y, según dicen, lo abofeteó por haberse retractado éste de sus palabras y haber mentido insolentemente. Sin duda lo habrían degradado si el director no hubiera echado tierra al asunto y no hubiera despedido al veedor.
A los dieciocho años lo destinaron al aristocrático regimiento de la Guardia. El emperador Nikolái Pávlovich había conocido a Stepán Kasatski en la Escuela de cadetes, y después, en el regimiento, siguió haciéndolo objeto de su distinción, por lo cual se pronosticaba que Kasatski sería el ayudante de campo del soberano. Kasatski lo esperaba con toda el alma y no sólo por amor propio, sino ante todo porque desde sus años de cadete quería profundamente, con auténtica pasión, a Nikolái Pávlovich. Cada vez que el emperador visitaba la Escuela -lo cual ocurría con frecuencia-, entraba con paso marcial, alto, vistiendo uniforme militar, abombado el pecho, curva la nariz sobre el bigote, cuidadosamente recortadas las patillas, y saludaba con potente voz a los cadetes, Kasatski sentía la exaltación del enamorado, como la experimentó más tarde al encontrar el objeto de su amor. Pero el entusiasmo que sentía por Nikolái Pávlovich era aún más fuerte: habría querido mostrarle que su fidelidad no tenía límites, habría querido sacrificar algo por él incluso su vida. Nikolái Pávlovich sabía que despertaba semejante fervor y lo estimulaba conscientemente. Participaba en los juegos de los cadetes, alternaba con ellos, los trataba ora con infantil sencillez, ora amistosamente o con solemne majestuosidad. Después del último incidente de Kasatski con el oficial, Nikolái Pávlovich nada dijo al cadete, pero cuando éste se le quiso acercar, lo apartó con un gesto teatral y, frunciendo el seño, lo amenazó con el dedo. Al marcharse dijo:
-No olvides que lo sé todo, pero algunas cosas no quiero saberlas. Sin embargo están aquí.
Y señaló el corazón.
Cuando los cadetes terminaron la Escuela y se presentaron ante el emperador, Nikolái Pávlovich ya no hizo alusión al incidente y dijo, como siempre, que todos ellos podían dirigírsele en persona, que debían servirle fielmente, a él y a la patria, y que siempre seguiría siendo para ellos su mejor amigo. Todos se sintieron emocionados, y Kasatski lloró y se juró entregarse en cuerpo y alma al servicio del adorado zar.
Cuando se incorporó al regimiento, su madre se trasladó a Moscú, acompañada de su hija, y luego a la aldea. Kasatski cedió a su hermana la mitad de su herencia. Con la parte que le quedó estaba en condiciones de hacerle frente a las necesidades que imponía servir en un regimiento de tanto rango como el suyo.
Aparentemente, Kasatski era como cualquier otro oficial del regimiento de la Guardia dispuesto a hacer una brillante carrera; pero en su interior se verificaba un complicado y duro trabajo que dio comienzo, por lo visto, en su propia infancia y tomó formas muy diversas, aunque la esencia era siempre la misma: alcanzar la perfección y el éxito en todas las ocupaciones que requerían su concurso hasta ganarse el aplauso y la admiración de las gentes. Cuando se trató del estudio y de las ciencias, trabajó de firme hasta que lo encomiaron y lo presentaron como ejemplo a los demás. Alcanzando un objetivo, se lanzaba a la consecución de otro. Obteniendo el primer puesto en el estudio, y hallándose todavía en la Escuela de cadetes, creyó notar que hablaba el francés con poca soltura y trabajó hasta dominar este idioma tan perfectamente como el ruso. Más tarde se aficionó al ajedrez, y antes de salir de la Escuela logró jugar magistralmente.
Aparte del objetivo fundamental de su vida, que consistía en servir al zar y a la patria, Kasatski siempre se proponía alcanzar algún otro fin. Por insignificante que éste fuera, se entregaba plenamente a su consecución y hasta haberlo conseguido no vivía para otra cosa. Pero, una vez ganada esta meta, un nuevo fin surgía en su conciencia ocupando el lugar del anterior. Este afán de distinguirse y lograrlo entregándose a la consecución de algún objetivo, llenaban por entero su vida. Cuando ingresó en el regimiento se propuso ser un modelo de perfección en el cumplimiento de sus obligaciones, y al poco tiempo llegó a ser un oficial ejemplar pese a sus arranques de cólera, defecto que también en el regimiento lo llevó a realizar actos reprobables y perjudiciales para el buen éxito de su carrera. Más tarde, conversando con personas de la alta sociedad, entendió que su formación general cojeaba en algunos aspectos, y decidió acabar con ello, lo que logró estudiando tenazmente. Se propuso luego llegar a una posición brillante en la alta sociedad, aprendió a bailar de forma insuperable y al poco tiempo lo invitaban a todos los bailes aristocráticos y a algunas veladas. Sin embargo, no se sintió satisfecho. Estaba acostumbrado a ser el primero en todo y en ese terreno se hallaba muy lejos de haberlo logrado.
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He podido finalmente acabarlo. Y al final uno se queda un poco con ua sensación agridulce pero con la alegría de que al final y tras muchas peripecias encontro su lugar y este era un lugar sencillo en el que poder llevar una vida digna. El deseo de agradar, de ser reconocido, la vanagloria, le llevó a creerse santo pero al final descubrió que la santidad es vivir en la humildad y en la sencillez del momento presente. Hay una frase que me ha resonado especialmente y que más o menos dice que cuento menor es el deseo de ser reconocido por los hombres mayor es la posibilidad de vivir en la presencia de Dios. Me parece importante de cara a una espiritualidad cristiana auténtica.
Tal cual lo dices José. Me gusta la síntesis q haz hecho del cuento. Un abrazo fraterno.
De hecho me ha parecido muy similar a la película de Ostrov, pues la película parte de un hecho cobarde que durante toda la vida le atormenta y acompaña al Padre y hasta el final que recibe el perdón no está tranquilo (por cierto muy interesantes sus últimas palabras al P. Job, “todos pecamos, intenta pecar menos o poco”, ese es su consejo final)
En el cuento también encontramos a un Padre, el P. Sergio, atormentado por la motivación de sus oraciones y entrega. Al final viendo que todo es amor a los hombres más que a Dios, se va a pedir el perdón de una compañera suya del pueblo de la que se reía de niño junto con los demás, y recibe el perdón sin problema además de comida y alojamiento y es allí en donde cambia su vida y podríamos decir que “renace” de nuevo, dejando al antiguo “Padre” y convirtiéndose en agricultor.
Me parece muy paralelo.
Saludos.
Así es Sergio, muy similar el espíritu y el trasfondo desde el cual se ha hecho «Ostrov» y el cuento de León Tolstoi que por cierto aportó mucho al rejuvenecimiento de la espiritualidad ortodoxa en su época, pese a los problemas que él mismo tenía en su vida y sus dificultades personales. Y el tema de las motivaciones claro, que se pone como un indicador para saber «desde donde» parten las acciones que realizamos. Un saludo fraterno hermano, invocando a Cristo.
Me ha impresionado el cuento. Siempre he pensado en primera persona una vida como la del padre Sergio, además de que da la casualidad de que me llamo también Sergio, pero efectivamente hay gente que vive consagrada, pero vive para los hombres y busca su aprobación y su aceptación, se vuelven complacientes y desean la gloria en la tierra mediante los aplausos. Qué difícil quitarse el placer de las buenas palabras humanas hacia nosotros.
Pero luego también hay gente que vive entre los hombres sin aplausos y sin ser destacada y sin embargo tienen a Dios más cerca.
«Ahora veo claro el significado de mi sueño. Páshenka es precisamente lo que yo tenía que ser y no fui. Yo vivía para los hombres con el pretexto de vivir para Dios. Ella vive para Dios imaginándose que vive para los hombres. Una buena palabra, un vaso de agua dado sin pensar en la recompensa, tiene más valor que todo cuanto he hecho yo para favorecer a la gente. Sin embargo, ¿no había un deseo sincero de servir a Dios?», esa pregunta queda abierta, y sobre todo puede cambiar la respuesta en el tiempo dado en adelante por la vida hasta su fin.
Me ha gustado mucho el cuento, no lo conocía. Muy interesante. Muchas gracias
Pues sí, María Jesús. Tiene «mucha tela para cortar» como dice el refrán. Hay mucho para sacar de allí. Particularmente destaco como una suma de acontecimientos lo va llevando a su lugar, a su función vocacional y también como esta no tiene muchas etiquetas sino un modo de vida humilde sin pretensiones. Me ha gustado mucho. Saludos fraternos en Cristo.