La Virgen de Vladimir

Icono de la Virgen de Vladimir

INTRODUCCIÓN

Para entender el sentido de los iconos es necesario comprender la complementariedad entre la Palabra de Dios y la imagen sagrada: lo que la palabra lleva al oído, la imagen lo lleva a los ojos, haciendo accesible el misterio de una forma humana.

Cristo es a la vez Palabra del Padre e Imagen del Padre. El Evangelio es palabra, pero refiere unos episodios que pueden ser representados, porque el cristiano tiene oídos para escuchar la palabra de Dios, pero también ojos para contemplar el misterio e interiorizarlo.

Ante nuestros ojos la imagen es como una ventana que se nos abre, para entrar en comunión con Cristo, con la Madre de Dios y con los santos. La imagen es recuerdo y lugar de encuentro de miradas y presencias que nos invita a la contemplación y también a la imitación, a realizar en nuestra vida lo que vemos, a revivirlo interiormente.

En la oración ante una imagen de Cristo o de la Virgen no sólo miramos, sino que nos sentimos mirados por Alguien que nos ama. La contemplación es en este caso una forma de contemplar lo Invisible, para que contemplando las cosas visiblemente, seamos llevados al amor de lo invisible.

EL ICONO DE NUESTRA SEÑORA DE VLADIMIR

Esta representación de la Madre de Dios es uno de los iconos más populares, difundidos y reproducidos en todo el mundo. Procede de Constantinopla, y está vinculado a la historia de Rusia. Ante el era coronado el Zar y consagrados los Patriarcas, y desde el siglo XIV se venera esta imagen de la Virgen como “Madre de Rusia”.

Dentro de la iconografía mariana existen muchos y distintos modos de representar a la Madre de Dios. El icono de Vladimir pertenece al tipo Eleousa, es decir, de la ternura, y al de la Hodigitria, la que muestra el camino. La Virgen lleva al Niño sobre el brazo izquierdo y lo señala con la mano derecha a la vez que lo estrecha en su seno, resaltando el aspecto materno de la Virgen y mostrando al Hijo, camino que ha de seguirse.

Los ojos de la Virgen son melancólicos y parecen que expresan la tristeza del mundo y el sufrimiento terreno de María; su mano derecha muestra el camino hacia el Padre a la vez que intercede ante Cristo; las tres estrellas del manto son signo de la santificación de la Trinidad, como Madre de Dios, y de su triple virginidad; los labios son finos y pálidos, que callan ante el Misterio de Dios; el manto representa el modo de vestir propio de las mujeres desposadas en tiempos de Jesús. El rostro del Niño es serio, pero no muestra severidad sino seguridad. De esta manera se encuentran la turbación y la confusión de lo creado, representado en la Virgen, y la seguridad y dulzura del Creador, representado en el Niño.

Este icono rebosa, pues, de amor del Señor hacia nosotros y tiene un profundo sentido cristológico, porque María es el camino que conduce a Cristo.

Por Luis Silvestre Casas
Capuchino

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