Synergía

 

Resolución personal y gracia divina

La humildad asume, resume y es la culminación de todas las demás virtudes y prácticas de los monjes.

Juan Clímaco dice: «No he ayunado, no he velado, no he dormido sobre tierra. Pero me he humillado. Y, en poco tiempo, me he salvado». Esta humildad del corazón, «que es una cosa muy alta y divina» convoca a todas las demás virtudes y engendra otras todavía más perfectas.

Esta humildad, que es fuente de todo conocimiento, sólo adviene como don del Espíritu, como acertadamente lo recuerda Simeón el Nuevo Teólogo: «Somos incapaces de ser humildes por nosotros mismos. Y sin la humildad nadie puede estar unido al Espíritu Santo. Y el que no está unido al Espíritu por la purificación no puede alcanzar ni la contemplación ni el conocimiento de Dios, ni puede ser instruido secretamente por las virtudes de la humildad»

He aquí el círculo paradójico de la doctrina filocálica y de toda espiritualidad: por un lado, la humildad es un don y una condición para alcanzar el conocimiento y la unión con el Espíritu de Dios; y, por otro lado, este don no se da sin nuestro trabajo de purificación.

En la espiritualidad occidental, esta paradoja está perfectamente expresada en una frase atribuida a San Ignacio de Loyola: «Hacer todas las cosas como si sólo dependieran de nosotros, mas sabiendo que todas dependen de Dios».

En Oriente, esta aparente contradicción se aclara con la doctrina de la synergía: la colaboración de las dos energías, la humana y la divina, la divina y la humana, tal como sucede en el misterio de la doble naturaleza de Cristo.

Es decir, la acción del hombre y la acción de Dios se necesitan mutuamente: Dios lo ofrece todo, pero compete a la libertad humana acoger esta participación del Espíritu en nuestras vidas. De lo contrario, el Espíritu no puede actuar.

Efectivamente, para todos los Padres «la virtud está tejida de resolución y de gracia»

El camino hacia el país de la humildad es el siguiente:

El hombre se libera del círculo vicioso del amor de sí gracias al acto de fe en Dios. He ahí el origen de su conversión, es decir, de la nueva dirección que ha emprendido con todo su ser. Y el primer peldaño con que se encuentra es el dolor del arrepentimiento.

Pedro Damasceno afirma categóricamente: «El espíritu no se puede purificar al margen de este dolor». Dicho de otro modo por él mismo: «No hay nada mejor que conocer la propia debilidad y la propia ignorancia».

Nicetas Stéthatos abunda en este sentido: «Conócete a ti mismo. Tal es la verdadera humildad, la que enseña a ser humilde interiormente, la que quebranta el corazón». Y Calixto e Ignacio Xanthopouloi escriben: «Feliz el hombre que conoce su propia debilidad.

Este conocimiento es el fundamento, la raíz, el inicio de toda bondad. En efecto, cuando se ha experimentado la propia debilidad, el alma queda protegida de toda posible vanidad, de esa vanidad que oscurece el conocimiento».

Y también: «El hombre que ha conseguido conocer su propia debilidad, ha alcanzado la perfección de la humildad».

Así pues, la escalera del conocimiento espiritual tiene su primer peldaño en la dura experiencia de conocerse a sí mismo, de afrontar la propia verdad. Porque no podemos tener conocimiento de las cosas de Dios si previamente no tenemos conciencia de la viga que tenemos en nuestro propio ojo (Lc 6,41).

Extraído de un texto de Javier Melloni

Aportado por Adrián José

de Meditación Parroquias

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5 Comments on “Synergía

  1. Dios está siempre a nuestro lado, pero somos nosotros los que tenemos que hacer el camino.

    Me gusta la frase de S. Ignacio de Loyola. Es muy cierta.

  2. «Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,20).

    ¿Hay una sinergia más evidente?

    Dios les bendiga 🙂

  3. Es una sinergia de enorme valor. Dios, ser infinitamente perfecto y misericordioso entabla relación con el hombre finito y limitado para que en esa dimensión adquiera consciencia de haber sido creado por amor de Dios y estar destinado para la salvación. Gracias por la explicación de la palabra humildad.

  4. Etimológicamente la palabra humildad viene de «humus» ,del barro con el que fuimos creados,por eso ser humildes significa tomar conciencia de nuestra materialidad e imperfección de la carne.
    Pero,también es cierto que,estamos hechos a imagen de Dios,y es por esta dimensión espiritual por la que participamos de la Vida Eterna.
    La conciencia de pecado nos empuja a valorar y a cuidar mas nuestra realidad de hijos de Dios,facilitando el don de contemlación.
    Dios os bendiga

    • Si así es hermano. Me gusta mucho también la correspondencia entre la palabra humildad y la raíz indoeuropea que derivó en la palabra suelo (humus) y la relación entre esta última y la fertilidad. Humus, es propiamente suelo fértil y en ese sentido, me parece que la humildad, cuando es verdadera genera frutos y hace al hombre fértil. Gracias por participar y a todos los lectores. Lamento muchas veces no poder responder los mensajes de tantos amigos, pero todos son leídos y llevados a la oración. Un abrazo invocando a Cristo!

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