La paz del corazón
«Espíritu Santo Paráclito,
perfecciona en nosotros la obra iniciada por Jesús:
Haz fuerte y continua la plegaria que elevamos en nombre del mundo entero.
Acelera para cada uno de nosotros los tiempos de una profunda vida interior.
Da impulso a nuestro apostolado, que quiere llegar a todos los hombres y a todos los pueblos, todos redimidos por la sangre de Cristo y todos herencia suya.
Mortifica en nosotros la natural presunción y levántanos a las regiones de la anta humildad, del verdadero temor de Dios, del ánimo generoso.
Que ninguna atadura terrena nos impida hacer honor a nuestra vocación.
Que ningún interés, por negligencia nuestra, mortifique las exigencias de la justicia.
Que ningún cálculo reduzca los espacios inmensos de la caridad a la estreches de los pequeños egoísmos.
Que todo sea grande en nosotros: la búsqueda y el culto de la verdad, la prontitud para el sacrificio hasta la cruz y la muerte.
Que todo, finalmente, corresponda a la última plegaria del Hijo al Padre celestial, y a esa efusión que de ti, Santo Espíritu de Amor, quisieron el Padre y el Hijo sobre la Iglesia y sus instituciones, sobre cada una de las almas y sobre los pueblos.»
San Juan XXII, PP
Paz y bien!
Así es, que ningún interés, por negligencia nuestra, mortifique las exigencias de la justicia.