La aflicción que produce alegría

Fragmentos del libro «Terapéutica de las enfermedades espirituales» de Jean Claude Larchet

«Un efecto característico de la tristeza según Dios es su suavidad consoladora que, paradójicamente, les quita al duelo y a la aflicción su carácter doloroso, y se muestra como un signo manifiesto del auxilio divino y de la presencia de la gracia en el alma. Por eso san Juan Crisóstomo hace observar: «Grande es el fruto de los gemidos, grande es su suavidad persuasiva y consoladora…»

Y san Juan Clímaco escribe: «El abismo de la aflicción ve el consuelo… El auxilio divino es una renovación del alma abatida por la pena que, de una manera maravillosa, vuelve indoloras las lágrimas dolorosas». Esto concuerda perfectamente con la enseñanza de Cristo: «Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados» (Mt 5,5)

En efecto, lo que Dios concede al hombre afligido no es solo el consuelo, sino la alegría espiritual, que es el efecto más característico del duelo, de la compunción y de las lágrimas, como el propio Cristo indica: «Lloraréis y os lamentaréis.., estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría». (Jn 16, 20)

San Juan Clímaco que no duda en titular el grado VII de su Scala paradisi: «de la aflicción que produce alegría», subraya la paradoja: «Cuando considero la naturaleza de la compunción, me lleno de asombro: ¿Cómo lo que llamamos aflicción y tristeza puede contener oculta en su seno tanta dicha y alegría?; y se ve obligado a constatar que «el que se aventura en una continua aflicción según Dios, pasa cada día de su vida en una fiesta espiritual».

San Juan Crisóstomo dice: que la alegría (Flp 4, 4) «Lejos de ser contraria a las lágrimas, se engendra en su fuente pura y fecunda. Llorar nuestras verdaderas miserias y confesarlas es crearnos alegría y felicidad».

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