La paz del corazón
«Alégrense en la esperanza, sean pacientes en la tribulación y perseverantes en la oración».
sobre el Adviento – Fragmentos II
«Tengo que descubrir lo que yo soy, sin condiciones de ningún tipo… tengo que despejar los elementos espurios que me impiden descubrir lo que yo soy y entonces, descubrir eso como don…»
«El don que yo he recibido es la fe, la esperanza y el amor… en germen..; el don de la esperanza esta soportado por una virtud… la paciencia… «
«Esta paciencia se refuerza con la oración; nuestra oración es un despertar, un estar vigilantes… despertar la energía que está en nosotros mediante la oración».
Cuando nos abandonamos en las manos de Dios, es frecuente que Él permita que saboreemos el dolor, la soledad, las contradicciones, las calumnias, las difamaciones, las burlas, por dentro y por fuera: porque quiere conformarnos a su imagen y semejanza, y tolera también que nos llamen locos y que nos tomen por necios. Al admirar y al amar de veras la Humanidad Santísima de Jesús, descubriremos una a una sus Llagas. Y en esos tiempos de purgación pasiva, penosos, fuertes, de lágrimas dulces y amargas que procuramos esconder, necesitaremos meternos dentro de cada una de aquellas Santísimas Heridas: para purificarnos, para gozarnos con esa Sangre redentora, para fortalecernos.
En ese momento sobran las palabras, porque la lengua no logra expresarse; ya el entendimiento se aquieta. No se discurre, Ąse mira! Y el alma rompe otra vez a cantar con cantar nuevo, porque se siente y se sabe también mirada amorosamente por Dios, a todas horas. Con esta entrega, el celo apostólico se enciende, aumenta cada día pegando esta ansia a los otros, porque el bien es difusivo. No es posible que nuestra pobre naturaleza, tan cerca de Dios, no arda en hambres de sembrar en el mundo entero la alegría y la paz, de regar todo con las aguas redentoras que brotan del Costado abierto de Cristo, de empezar y acabar todas las tareas por Amor «He venido a prender fuego a la tierra; y Ącómo desearía que ya estuviese ardiendo!» (Lc 12-49) – Pepa
Como bien decia Santa Teresa, la paciencia todo lo alcanza. En un mundo regido por la prisa, es necesario parar y reflexionar