La paz del corazón
Aquel día me convencí de la importancia que tiene la cosmovisión personal. Lo que crees del mundo, de la vida y de todo en general. Esto es por lejos, lo que más influye en nosotros. Este “sistema de creencias” que en realidad debiera decirse “sistema de experiencias”, es como una matriz básica en la cual vamos encajando sin saberlo, todo lo que vamos viviendo.
Un viejo aforismo proveniente de la filosofía dice algo así como que, “lo importante es como tomamos las cosas que suceden y no los sucesos mismos”. Me pareció interesante en un principio, eso de poner el acento en la actitud con que recibimos los hechos y no en lo que ocurre. Pero con el tiempo llegué a comprender algo más.
Los acontecimientos vienen incompletos, son como una especie de propuesta; la actitud y el significado con los cuales acoja esos aconteceres son la parte que falta. Las cosas que ocurren se terminan de completar cuando las recibo. No están predeterminadas. Lo digo más fácil: soy cocreador de todo lo que sucede. Al menos de aquel campo del cual soy consciente. Esto requiere una cierta explicación, parece un simplismo, pero no lo es. Todo lo que vemos, escuchamos, sentimos y demás a través de los sentidos es de naturaleza espiritual no material. Vale decir, lo material es una manifestación de lo espiritual. Hay algo invisible que es lo verdaderamente real y eso invisible va configurando en dinámica constante lo visible.
Cuando ves una flor con atención… ¿has visto que te parece percibir su espíritu? Como si ella tuviera un cierto ánimo o como si dijera algo con su particular modo de ser flor. No es lo mismo una flor que otra; puedes intuir que el aroma, el color y la forma conque se estira hacia el sol «dicen» algo de su ser íntimo. Así es con todo, con las personas, los hechos y contigo mismo. Admitir la espiritualidad del mundo y manejarse en consecuencia provoca cambios importantes en nuestra vida.
Si Dios lo permite seguiremos con este tema, que abordamos en el último retiro de Ávila, hasta profundizarlo bastante. La necesaria compunción que deriva de la consciencia del mal que se produjo a través nuestro durante la vida, la conversión que se produce al descubrir como cada acción moldea la forma de nuestro espíritu y en cierto modo la de los demás; la visión de todas las personas como proceso espiritual… todo ello puede hacer parte de nuestra cuaresma interior, de esa preparación que la gracia nos hace hacia la Pascua del corazón.
3º Domingo de Cuaresma en el blog del padre José Antonio