En torno a la meditación y el silencio

–          ¿Qué entiendes por meditación silenciosa o meditación en silencio?

Entiendo por meditación todo intento por interiorizar la mirada.

En este ir hacia lo profundo, concentrando el interés en busca de cierta unificación interior, suele darse el acceso a un espacio tiempo de silencio, el cual resiste toda descripción; pero que sin embargo pudiera traducirse como “aquel lugar en el que todo se comprende, en el que los opuestos se ven conciliados y en donde la Presencia de Dios se hace claramente perceptual”.

–          ¿Por qué resulta tan difícil silenciarse?

Las más de las veces porque no se intenta lo suficiente o con el debido método; en general suelen abordarse estas prácticas con cierta precipitación, que termina grabando un recuerdo negativo, desalentando posteriores intentos.

Otra causa de fracaso suele ser el ponerse a buscar el silencio cuando debiera antes irse generando una actitud de unificación interior; hay cierto trabajo sobre uno mismo que puede hacerse para irse silenciando. Porque el silencio al que se puede acceder en un momento puntual de meditación no es igual al “fondo de silencio” en el cual puede vivirse lo cotidiano.

–          ¿A qué trabajo específico te refieres sobre uno mismo?

El silenciamiento es un proceso, un camino que se puede ir transitando en la vida, que va abarcando distintas áreas o aspectos de nuestra actividad. Este silenciamiento progresivo, que no por ser paulatino debe necesariamente llevar mucho tiempo, tiene que ver con un creciente dominio de aquello que nos controla mas allá de nuestra intención profunda.

Es un ir haciéndose dueño de lo que se llaman “las pasiones”. Esto es todo un problema en la época cultural actual, donde precisamente el -ser pasional- o -lo pasional- está bien visto y muy valorado. Lo pasional es lo que se padece, lo que ocurre superando la propia intencionalidad, lo que a mi pesar me sucede.

Se ha producido un cambio de significado con la palabra y también una mezcla de modelos arquetípicos. Se puede ser muy decidido, muy resuelto y determinado sin caer en la pasión. En su sentido originario, la pasión es algo que escapa a la propia voluntad, algo que va más allá del recto deseo. Es en este sentido que –lo pasional- es ruido y aleja del silencio. Es lo que perturba, lo que agita, aquello que saca del centro y del recuerdo de Dios y de Su presencia.

–          Se me aparece como algo muy frío y aburrido ese tipo de modelos de conducta, eso que se menciona de la impasibilidad. Creo que esa es la principal oposición que encuentro en mí hacia la oración de Jesús; esto de que la tengo relacionada con esa imagen de soledad y aburrimiento.

Claro, lo entiendo. La impasibilidad no es aburrida, por el contrario, es el no padecer. El no ser perturbado por los estímulos cambiantes de dentro y de fuera de uno mismo; el permanecer en un estado de contento y tranquilidad activa, no somnolienta.

Aburrido es necesitar siempre de algo para estar bien y tener que salir a buscarlo aquí y allá y al perderse eso, caer nuevamente en la tristeza o en la depresión. Da somnolencia el no percibir que se tiene la fuente del gozo en el interior de uno mismo, esto es: Dios en el corazón.

Muchos santos que se conocen a lo largo de la historia, fueron personas de gran valentía y vigor que se enfrentaron a difíciles circunstancias, venciendo el temor y sus propias pasiones; concentrando toda la fuerza de su espiritualidad, en seguir lo que percibían como la voluntad de Dios para ellos. Eso no tiene nada de aburrido, ni de frialdad.

–          Volviendo al tema inicial. Cuando he intentado sentarme para hacer lo que me indicaban como meditación en silencio, me agarra una especie de inquietud que no me parece nada agradable. ¿Qué debo hacer? ¿Solo aguantar y persistir?

No, no debes aguantar y persistir así como lo dices, porque eso te produciría una memoria negativa que haría que luego, en el futuro, no quieras ni oír hablar de meditación. Lo primero que te debes preguntar es porque estás allí, en situación de ponerte a meditar aspirando al silencio. Es decir, se supone que te sientes llamado o atraído a ese tipo de actividad y no que es algo que te has impuesto o te han impuesto.

Si esto es así, una cosa que puedes hacer al sentir esta inquietud que dices, es atenderla. Te pones interiormente a atender a la fuente de esta inquietud. Que estará localizada en algún punto de tu cuerpo como una tensión, un picor, una molestia de algún tipo. Y también muy probablemente encuentres en el origen de la inquietud algún tema, algo que te preocupa o que no está en acuerdo en tu sicología, en tu interioridad. El desacuerdo con uno mismo es una de las principales fuentes de inquietud.

Esto de atender a aquello que te inquieta no te lleva a la meditación silenciosa, pero puede ser necesario si te encuentras en un estado de cierta alteración. Puede ser una necesidad previa, un imperativo de la situación. No estoy hablando de caer en una cuestión de introspección sicologista en donde a modo de sicoanálisis se empieza a discurrir en torno a los propios problemas e incluso a conversar con otros respecto de ellos. Eso es otro tipo de actividad, no muy aconsejable para quienes se sienten llamados al silencio.

Estoy más bien diciendo que no todas las personas pueden ponerse a meditar en silencio o aspirando a un estado de silencio. Quizás si en un paso posterior. Pero hay gente a la que puede serle más útil empezar por otro lado.

–          ¿Cómo sería entonces?

Suele ser necesario un trabajo de unificación personal. Un cierto desmalezamiento del interior de uno mismo. Esto deja el panorama despejado y se sitúa la persona en un lugar más tranquilo, más predispuesto a la meditación y el silencio.

Esta unificación o separación interior del trigo y la cizaña, vendría a ser el ponerse de acuerdo con uno mismo. Este ponerse de acuerdo es muy útil y necesario para todos, pero mucho más si uno pretende meditar accediendo al silencio.

–          ¿Puedes ser más específico respecto de que cosa sería hacer este trabajo de unificación interior o limpieza? ¿Quizás dando un ejemplo?

Si. Daré un ejemplo grueso. Una persona es cristiana, practicante de su fe y además tiene la intención de ser cada vez más fiel a la enseñanza de Cristo. Mientras esto ocurre en su interior, sucede que en su vida cotidiana es un empresario que mal paga a sus empleados; casi un explotador, paga menos de lo que debería según incluso sus propios criterios.

Es decir esa persona está viviendo con una objeción en su mente, en su corazón. Eso es motivo de gran inquietud. No va a poder silenciarse esa persona, hasta que acuerde en su interior ligar su moral religiosa con su práctica de vida empresarial.

Esta especie de breve reflexión puede ser necesaria, de manera que cada uno se trace un mínimo plan de corrección en su vida que aumente la coherencia entre el Evangelio y la cotidianeidad.

Este ya proponerse con claridad metas de cambio, produce un acuerdo aún cuando todavía no se lo haya llevado a cabo. Es la tranquilidad que produce el “saber lo que tengo que hacer”. Esta claridad, es cierta unificación y facilita la oración y la meditación, que es también para nosotros un modo de oración.

–          ¿Dónde entra la oración de Jesús en todo esto? ¿Antes, después?

Antes, durante y después. La oración de Jesús se puede hacer en cualquier momento o estado interno. La oración de Jesús es para todos en todas las situaciones.

Si estoy disperso y con inquietudes, repetirla suavemente me va concentrando y unificando en torno a la fe en Jesús. Me voy poniendo en presencia de mi propia fe, que estaba pero olvidada, medio al costado y al fondo de mi vida.

Si en cambio estoy en acuerdo creciente conmigo mismo, si estoy de algún modo unificado, la oración de Jesús me conduce paulatinamente al silencio mental y corporal, a una situación benéfica de aquietamiento de las pasiones, que es la antesala del silencio.

Si me encuentro fortalecido en la fe, si mi vida diaria es una creciente convivencia con Cristo y su presencia redentora, en mí y en los demás; la oración de Jesús es simplemente la llave que me abre la puerta al espacio tiempo de silencio místico. Y digo místico, porque es un silencio sobre el cual no puede decirse mucho, en ese sentido es misterioso. Es para vivir, no para decir.

–          ¿O sea que lo ves como etapas de unificación, aquietamiento y meditación hacia el silencio?

Es algo muy esquemático como lo dices y las cosas nunca son así con la vida y las personas. Pero si es por esquematizar para facilitar de algún modo la comprensión de estas cosas, si.

Yo diría que primero se impone una mínima reflexión, a modo de examen de conciencia respecto de la coherencia en las grandes áreas de mi vida.

Al detectar contradicciones, se puede hacer un plan para revertirlas y esto necesariamente son conductas. La única forma en que el empresario deje de explotar a sus empleados va a ser pagándoles más, aumentándoles el sueldo, según el ejemplo que veíamos.

Luego, una práctica sostenida de la oración de Jesús facilitará y ayudará los posteriores trabajos de meditación hacia el silencio.

Notas de conversaciones con mi padre espiritual

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