La paz del corazón
Cada vez que uno se acuerde, respirar con profundidad, distendiendo el cuerpo, volver a la invocación del Nombre.
Esta invocación es una nueva afirmación del propósito de vivir en la Presencia; aunque una y otra vez olvidemos la Presencia, somos obstinados, queremos volver a encontrarla.
Queremos vivir entre los hechos y las cosas ofrendando, agradeciendo, sirviendo. Queremos hacer despacio, con atención y cierta reverencia.
No queremos que nuestra vida sea una mera precipitación, un gesto apresurado; queremos hacerla liturgia, acto de entrega, un esfuerzo gustoso de elevación.
La repetición cuidadosa y tranquila del Nombre de Jesús nos impulsa hacia el corazón del Padre.
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