La paz del corazón
«En la primera carta, el hermano Esteban de Emaús decía:
La jaculatoria “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador! además de ser la forma tradicional ofrece ventajas que en otro momento trataremos…
Me gustaría conocer esas ventajas porque, esta es la forma de invocación que utilizo, sin embargo he leído:«
Esta última forma –el Nombre de Jesús sólo- es la más antigua forma de invocación del Nombre. Es la más corta, la más simple y, a nuestro juicio, la más fácil. Por tanto, sin despreciar las otras fórmulas, se recomienda el uso de la palabra “Jesús” a solas. (Padre Lev Guillet conocido por muchos de sus escritos como “un monje de la Iglesia de Oriente”).
Me surge también la duda de si utilizo demasiadas inspiraciones y espiraciones para decir la jaculatoria completa, porque si la reparto entre una inspiración y una espiración, tengo que aumentar la velocidad de la frase y según tengo entendido hay que recitarla lentamente.«
Estimado Hermano: En cuanto a la frase tradicional que se usa para la oración de Jesús, los Padres suelen hablar de que reúne en sí varias expresiones que llevan al alma por distintos estados, todos útiles para acercarse al sentimiento de comunión con la sagrada Presencia.
Así, la expresión “Señor Jesucristo…” reconoce el carácter de enviado y de salvador de Jesús, el que es ungido para oficiar como liberador de los hombres, según se trasladen las expresiones desde su origen arameo, hebreo o griego.
En esa frase, se lo reconoce como Hijo de Dios, se lo reconoce como Dios y como parte de la Santísima Trinidad, se le invoca pidiendo misericordia, que en su acepción etimológica más pura significa – acercamiento al corazón – (que Dios venga a mi corazón misero) y finalmente se admite la propia condición de pecador, necesitado del perdón.
Al parecer, la repetición consciente de esta oración, es decir, seguida en su sentido al pronunciarla, lleva a que el alma se vaya asimilando a lo que se dice y moldeando la actitud de reconocimiento del Señorío de Dios sobre nosotros, la aceptación de Jesús como nuestro salvador y el pedido de que venga a inhabitar nuestro corazón, que está tomado por el pecado.
Es muy común en los que se inician, que comenten las resistencias y el desagrado que surgen al repetir la palabra pecador para referirse a sí mismos. Suele argumentarse que semejante jaculatoria hace las veces de “elemento depresivo” del ánimo. Cómo si adherir a esta forma de oración fuera una forma de pesimismo.
Por el contrario, la oración del peregrino, la oración de Jesús, es optimista porque permite si se la practica con frecuencia una experiencia bienaventurada de la vida en este mundo y una estabilización de la persona en cierto contento del ánimo.
Sin embargo, el reconocimiento de la propia condición caída es el paso inicial del mencionado ascenso. Sin conciencia del pecado no puede haber verdadera acogida de la gracia y de la transformación del corazón.
La frase completa también resulta útil al principiante porque le obliga a cierto grado de atención en el hilvanado de la oración; ante su falta de costumbre, la sola repetición del Nombre podría efectuarla con mayor distracción.
La oración monológica en cambio – aquella en la que solo se repite el nombre de Jesús o Jesucristo, según preferencia del orante – tiene la virtud de favorecer la concentración de la mente en un único punto, librándola del movimiento que significa seguir el sentido de la frase anterior.
La forma que convenga dependerá del momento de proceso que atraviese nuestro espíritu.
A algunas personas, seguir el sentido de la frase completa las lleva a estar mas atentas, les obliga a prestar atención, en cambio a otras las dispersa. A estas últimas les sirve la monología, el rítmico repetir del sonido que evoca la persona del salvador.
Lo que no debe faltar es el Nombre de Jesús, que trae la presencia de aquel que se invoca.
Muy en general, a lo largo de la historia del hesicasmo, se ha considerado a la oración de solo el Nombre como propia de un estado más avanzado del practicante. Como un momento previo al silencio místico, en el cual por haberse hecho presente la divinidad en el corazón del que reza, se hace ya innecesario continuar con cualquier tipo de oración.
Se entraría así en “la nube del no saber”, en aquel lugar secreto de diálogo silente entre el Padre y el hijo que somos. Sería ya un momento de “Theosis” donde comienza a divinizarse el corazón.
En cuanto al tema de la respiración que mencionas, recuerda esto: Lo importante es que el modo de respirar sirva a que te concentres, a que la oración vaya ocupando todo el espacio mental. La respiración y la mente se sincronizan rápidamente, por lo cual a una respiración calmada le sucederá una mente pacífica en poco rato.
Si tienes en cuenta que este es el sentido de las diferentes sugerencias en cuanto al uso de la inhalación y la exhalación, encontrarás tu propio criterio para encaminar la práctica.
Lo mismo ocurre con la postura, con el mirar un icono o permanecer con los ojos cerrados, con el uso de luminarias o de la total oscuridad. ¿Que me ayuda más a permanecer interiorizado y en estado de unción reverente?
En la respuesta estará claro lo que te conviene usar, no hay que atarse a prescripciones sino a lo que facilita el contacto con Dios.
Y si no lo sabemos probar es el camino. Te mando un abrazo invocando a Cristo.
Elsantonombre.org