La paz del corazón
…esta tarea sagrada, de reproducir sobre madera y merced a materiales diversos una representación interior, no es de poca monta. Sucede que la transformación del alma en reservorio de la gracia se acrecienta mediante el desarrollo de esta particular maestría.
Precisa un amplio espacio de tiempo para desplegarse y una específica actitud relacionante entre aquello que se ejecuta con las manos y lo que va viviendo el corazón.
La oración de Jesús ha de ser el fondo de la tarea. La búsqueda de la pulcritud y de la armonía en los movimientos el contenido del oficio; la sistematización de los procedimientos la norma permanente y el tono atencional, el marco en el que todo ello se desenvuelve.
Antes de comenzar la escritura de un icono es necesario imbuirse del espíritu que nos transmite la imagen que nos sirve de referencia. Conocer acerca de aquel que se va a inscribir en la madera es elemento imprescindible; amarlo, un acto devocional que permite la unción, vehículo a través del cual se conecta lo humano a lo divino.
Luego de la mímesis entre el significado de la imagen en la que se basará nuestro icono y nuestro propio ánimo, puede empezar recién la labor sobre la madera que servirá de base y la preparación de todos los elementos que serán necesarios para llevar la obra hasta el final.
Es importante reconocer las diferencias de color y matiz que imprimiríamos nosotros respecto de la imagen que nos sirve de pauta y luego de cierta reflexión, permitirnos las variaciones que mejor transparenten el impacto que aquella produce en el alma.
También puede ser necesario suspender por algún tiempo, la escritura de un icono con el cual no acertamos a encontrar una resonancia interior adecuada, debido a especiales circunstancias de nuestro momento vital.
El talento personal no tiene importancia relevante en este oficio santo. El objetivo del mismo no está en la producción de cierta estética determinada sino en la asimilación del oficiante con el espíritu de la imagen. Si esto se logra, cualquiera que se acerque al icono en actitud orante, podrá percibir el significado básico que el diseño original ha querido conferirle.
La imagen es un recurso para acrecentar la profundidad de la oración en el que mira. El icono deviene ancla de la mirada, soporte perceptual del acto de fe, manifestación exterior del amor mutuo entre Dios y el hombre.
Porque no podríamos reverenciar lo que evoca una imagen, si antes, Aquel que está más allá de toda forma, no se hubiera hecho carne para mostrar la gracia de un modo nuevo.
“El mismo Dios que dijo Brille la luz del seno de las tinieblas, la ha encendido en nuestros corazones, haciendo resplandecer el conocimiento de la gloria de Dios, reflejada en el rostro del Mesías”. (2 Corintios 4, 6)
…sería bueno que fueras acostumbrándote al ejercicio de la iconografía, un momento al día. Podrá ser este tiempo más breve o más extenso dependiendo de la situación que atravieses, pero si te habitúas a él como a un espacio de oración, se te hará fácil ubicarte en la disposición adecuada a la escritura.
En ocasiones, podrá suceder que este rato de iconografía sea solo un estarse en el ámbito, limpiando los pinceles, acomodando los recipientes que contienen los brillos, puliendo las maderas. Algún otro día quizás sientas la inspiración para acometer un avance en el icono ya comenzado. También podría suceder que te llegues al taller solo para orar un rato invocando un himno que te fuera preparando.
Aquí lo decisivo es la decisión que has tomado de utilizar este oficio como método de interiorización de particulares virtudes; camino complementario de la oración de Jesús que conduce igualmente al silencioso templo del corazón.
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