La paz del corazón
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Jesucristo, verdadero hombre, tiene el máximo grado de humildad. Él no se atribuye a sí mismo los bienes que ha recibido de Dios: “Todo me ha sido dado por mi Padre” (Mt 11, 27). Ni se cree que puede hacer todo por sus méritos: “Nada puedo hacer por mí mismo” (Jn 5, 30). Ni se jacta: “Yo no busco mi gloria” (Jn 8,50). Tampoco desea parecer como único poseedor de tales bienes, con desprecio de los demás: “Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago y aun mayores” (Jn 14, 21).
Jesucristo, verdadero hombre, cumple los grados más altos de humildad: El temor de Dios en las respuestas al demonio en las tentaciones del desierto y el recuerdo de los mandamientos de Dios. No quiere seguir la propia voluntad: “Lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió (Jn 5, 30). Se somete al Padre hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Y mostrándonos el camino hacia Dios nos dice: “Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio” (Mt 11, 29).
Aporte deTine en la oración matutina del 8 de enero de 2022 en el segundo día del retiro virtual
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Aquí el texto sobre la vocación personal enviado por Candelas
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