Misericordia

Estimados lectores:

Comparto nuevamente con ustedes este texto posteado en su oportunidad. Me parece interesante y adecuado para terminar este mes. Un saludo a todos/as en el amor de Cristo .

—————————————————

A la gracia la vemos por todas partes. En cambio con la voluntad personal se nos ha dificultado. Es que vemos la acción de Su misericordia en cada etapa de la historia de nuestra vida.

Por supuesto no negamos la posibilidad de la libertad del hombre, el papel que juega su voluntad. Solo que se nos ha hecho difícil detectarla mediante reflexión.

En cambio, en la experiencia personal de la oración de Jesús, hemos venido a descubrir un hálito breve y fragmentario, un pequeño gesto de adoración, precisamente en el espacio mínimo y silencioso  entre cada exclamación.

Entre una y otra jaculatoria existe una leve suspensión del ánimo y en este pequeño reducto alienta un acto de asombrada adoración por la existencia misma.

Curiosamente, encontramos en ello restos de lo que podríamos llamar humana libertad.

Ir al texto completo

Sobre la oración

Grafía de San Nilo, el Asceta

Fragmentos

31. No reces para que tu voluntad sea cumplida, ya que posiblemente no concuerde del todo con la voluntad de Dios.

Debes rezar tal como te fuera enseñado, diciendo: Hágase tu voluntad en mí. Y en toda situación pide siempre la misma cosa, que se haga tu voluntad. Porque Él quiere el bien y lo que beneficia a tu alma. Tú, sin embargo, no deseas esto para nada.

32. A menudo, rezando, pedí que me sucediera lo que me pareció bien, insistiendo en mi pedido tontamente, ejerciendo violencia sobre la voluntad de Dos, y no permitiendo que Él me administrara lo que sabía era bueno para mí.

Y a veces, después de haber obtenido (lo que yo deseaba), tuve que sobrellevar lo recibido con mucha pena, pues no pedí que se hiciera la voluntad de Dios. En efecto, lo que me sucedió, no fue como yo lo hube pensado.

33. ¿Qué otro bien sino Dios? Dejémosle a Él todo lo que nos concierne y eso estará bien para nosotros. Pues Aquel que es absolutamente bueno es el que nos provee de buenos regalos.

34. No te sientas dolorido si no recibes enseguida de Dios lo que le pides. Él te quiere hacer un bien aún mas grande, mientras perseveras en permanecer junto a Él en la oración.

Pues, ¿qué hay de mas alto que conversar con Dios y estar distraído (de todo) al estar en su compañía?

38. Reza antes que nada para ser purificado de las pasiones; en segundo lugar, para ser liberado de la ignorancia y del olvido; en tercer lugar, de toda tentación y abandono (por parte de Dios).

89. No quieras que tus cosas vayan como te parece bien a ti, sino como gustan a Dios. En tu oración te encontrarás sin turbación y lleno de gratitud.

149. La atención que busca la oración, encontrará la oración. En efecto, ninguna otra cosa sigue a la oración mas que la atención, por lo que debemos estar siempre celantes.

152. Mientras tu atiendas a la conveniencia de tu cuerpo, y tu inteligencia se interese en las cosas agradables de «tu tienda», no habrás ubicado aún el lugar de la plegaria, y la vía bendita de esta se encontrará aún lejana de ti.

«Discurso sobre la oración»

Nilo, el Asceta – Filocalia

Ed. Lumen -Tomo I  –

Pags. 279/292 

Links Recomendados:

Carta «Sobre la Fe»

Experiencias del encuentro

Haz click aquí para comentar

en Lectio

Mi alma canta la grandeza del Señor..!

———————————————————————————————————————-

Conferencia:

Hacia la sabiduría del corazón

«El Padre que ve en lo secreto»

Dr. Fray Alberto E. Justo

—–

Viernes 30 de Julio de 2010 – 20:15 Hs.

en Librería LECTIO – Paseo Sto. Domingo –

Córdoba – Argentina

———————————————————————————————————————-

La mujer vestida de sol

This content is password protected. To view it please enter your password below:

Aportes 26 de julio

This content is password protected. To view it please enter your password below:

Sobre la caridad

Icono de San Máximo el confesor

Fragmentos

70. Si Cristo habita en nuestros corazones mediante la fe como dice el apóstol Pablo, y en El «están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia», entonces todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en nuestros corazones.

Y se revelan al corazón en la medida de la purificación alcanzada por cada uno mediante los mandamientos.

71. Este es el tesoro escondido en el campo de tu corazón, que aún no has encontrado por tu pereza. Si lo hubieras encontrado, ya habrías vendido todo y comprado este campo.

77. …Pero si somos perezosos y negligentes y no nos purificamos de las pasiones que nos manchan y que ofuscan nuestro intelecto, para que podamos ver mas claras que el sol las razones de estas cosas, debemos acusarnos a nosotros mismos, y no, en cambio, negar la presencia de la gracia.

78. Dios, que te ha prometido los bienes eternos y que te ha dado la prenda del Espíritu en el corazón, te ha mandado cuidar de tu vida, para que el hombre interior, liberado de las pasiones, empiece desde ahora a gozar de los bienes futuros.

80. Frena con amor la parte irascible del alma y mortifica con la continencia su parte concupiscible. Y a la racional, proporciónale alas con la oración. Y verás que nunca se ofuscará la luz de tu intelecto.

82. Esfuérzate cuanto puedas en amar a cada hombre, y si no lo logras, al menos, no odies a nadie. Pero ni siquiera esto puedes hacer sino desprecias las cosas del mundo.

84. Cristo no quieres que tu tengas odio hacia ningún hombre, ni tristeza, ira o rencor, de ningún modo y por ninguna cosa temporal. Esto proclaman en todas partes los cuatro Evangelios.

91. Los mandamientos del Señor nos enseñan a usar razonablemente las cosas indiferentes. Ahora, el uso razonable de estas cosas purifica el estado del alma, y el estado de pureza produce la impasibilidad, de la que se genera la caridad perfecta.

Ahora, en cambio, dejado el campo, te cuidas solamente de lo que está alrededor de él, donde no se pueden encontrar mas que espinas y abrojos.

de «Sobre la Caridad» – Cuarta centuria –

Máximo el Confesor

Pags. 110/113 tomo II, Filocalia,

Ed. Lumen – 2003

Links:

Oracion de quietud

Sobre Máximo el Confesor

Santa Misa y conferencia

Haz click aquí para comentar


————————————————————————————————————————————————

MARTES 27 DE JULIO DE 2010 a las 19:30 hs

SANTA MISA -Tradicional-

a las 20:30 hs CONFERENCIA:

“TEOLOGIA Y MISTICA EN LA MISA TRADICIONAL”

a cargo del R.P. Raúl Olazabal

(Instituto Cristo Rey Sumo Sacerdote)

Capilla de la Sagrada Familia

-Humberto Primo 230- Córdoba – Argentina

————————————————————————————————————————————————


Metanoia

Jesús cura al ciego de Jericó

“Este mundo – decía San Isaac el Sirio-, no es el mundo de Dios sino la ilusión de los hombres; este mundo es una expresión que engloba aquello que llamamos las pasiones».

Las «pasiones» en el sentido ascético, son la desnaturalización de ese impulso de adoración que constituye la naturaleza profunda del hombre.

Si ese impulso no encontrara en Dios su cumplimiento, irá a devastar las realidades contingentes, idolatrándolas y odiándolas simultáneamente, pues espera la revelación de lo absoluto, que ellas no podrían aportarle, duraderamente al menos…

El hombre quiere esperarlo todo de una clase, de una nación, de una ideología, del arte, del amor humano. Quiere olvidar la nada que actualmente lo sumerge todo, ampliando su prisión por la voluntad de poder, por una ternura desesperada, las drogas, las técnicas de éxtasis.

Se desplaza furiosamente en la inmanencia, cambiando de tierra prometida, terminando por gritar ¡Viva la muerte, desdoblándose, disgregándose, en un juego fatal de espejos, hasta que surja, como en las novelas de Dostoievsky, el alter ego diabólico, el «doble» luciferino.

El hombre se convierte en «idólatra de sí mismo», dice san Andrés de Creta en su canon penitencial: y en el fondo de esta idolatría, está el odio de sí, la nostalgia del aniquilamiento, el vértigo helado del suicida.

Es lo que Máximo el Confesor llama la philautia, «principio y madre» de todas las pasiones… replegamiento del mundo y de los otros hacia sí, curvatura del mundo alrededor de sí, dilatación de la propia finitud en la inmanencia, hasta que el odio y la muerte tengan la última palabra, ciclos sin fin de deseo, o Eros ligado en parte con Thanatos. Impulso de ser que hace surgir la nada. Título banal de la crónica judiciaria: «La amaba demasiado y la asesiné».

La métanoia es la revolución copernicana que hace que en adelante el mundo gire, no ya alrededor de mí y de la nada, sino de Dios Amor, del Dios hecho hombre, que me pide, que me permite, «amar al prójimo como a mí mismo».

La metanoia me hace tomar consciencia de las ramificaciones del árbol de la nada, en mi propia vida como en la historia íntegra de los hombres.
No se trata de una culpabilización mórbida alrededor de una concepción farisaica del pecado, sino de una toma de conciencia de ese estado de separación, de «vida muerta», de exacerbación de la nada, estado en el cual somos realmente «culpables por todo y por todos».
Entonces comprendo lo que han sido, en todo su alcance largo tiempo insospechado, mis verdaderos pecados.

«En las condiciones de la vida moderna, bajo el peso del surmenage y de la usura nerviosa, la sensibilidad cambia. La medicina protege y prolonga la vida, pero al mismo tiempo, disminuye la resistencia al sufrimiento y a las privaciones.

La ascesis cristiana, que no es más que método al servicio de la vida, buscará entonces adaptarse a las nuevas necesidades. La Thébaida heroica imponía ayunos extremos y molestias: el combate se desplaza actualmente.

El hombre no necesita un dolor suplementario que produciría el riesgo de quebrarlo inútilmente. La mortificación consistirá en la liberación de toda necesidad de «dopping», velocidad, ruido, excitantes, alcohol de todo tipo.

La ascesis será, más vale, el reposo impuesto, la disciplina de calma y de silencio, periódica y regular, en la que el hombre reencuentra la facultad de detenerse para la oración y la contemplación, incluso en medio de todos los ruidos del mundo. El ayuno será el renunciamiento a lo superfluo, el compartir con los pobres, un equilibrio sonriente».

Haz click aquí para acceder al texto completo

Links:

Metanoia

Clerus

Haz click aquí para comentar


San Pablo, ermitaño

San Pablo, primer ermitaño

La aparición de Pablo en el escenario de la vida puede compararse a la de un meteoro cuyo paso es señalado únicamente por medios potentes de captación. En su larga carrera mortal pasó San Pablo desapercibido a los ojos del común de los mortales, y sólo la mirada de águila de San Jerónimo logró captar los destellos de virtud que irradiaba su personalidad desde las fragosidades del desierto de la Tebaida.

Pero hubo un tiempo en que este testimonio de San Jerónimo sobre la vida y virtudes de San Pablo se puso en tela de juicio, y se dudó incluso de la originalidad de su información sobre el santo ermitaño. En efecto, en nombre de la crítica histórica se lanzó la hipótesis de que el Santo Doctor se inspiró en su obra en una versión griega anterior. El famoso padre Juan Bolando afirmó que la redacción latina jeronimiana no era original. Amelineau encontró un texto copto de la vida de San Pablo conteniendo restos de una narración compuesta por un discípulo de San Antonio Abad y utilizada por San Jerónimo. Actualmente se admite que los escritos griegos en torno a la vida de San Pablo dependen del texto jeronimiano. De esta manera la critica histórica, después de dimes y diretes, ha confirmado la solidez histórica de unos brevísimos datos que San Jerónimo ha recogido de fuentes autorizadas, para que sirvieran de ejemplo a los mortales que aspiran a una vida perfecta. Como San Antonio Abad encontró en San Atanasio un digno biógrafo, le fue dado también a San Pablo contar con la pluma autorizadísima de un gran doctor de la Iglesia.

Se cree que nació San Pablo hacia el año 228. Su casa natal apenas se diferenciaba de las de sus conciudadanos menos favorecidos por la fortuna, obradas con adobes de limo del Nilo, secados al sol. Sus padres eran ricos y hacendados. No sabemos cuáles eran las relaciones de la familia con los poderes de ocupación. Desde hacía casi dos siglos Egipto había perdido su independencia para incorporarse, al igual que otros pueblos de Africa y Asia, al vasto Imperio romano. Las órdenes de los césares romanos cruzaban el mar y llegaban a Egipto a través de los funcionarios imperiales. Pero sucedía muchas veces que, a pesar de las promesas de los emperadores, y en contra de su voluntad, no se hacia justicia al pueblo que enviaba sus barcos cargados de víveres a la capital del Imperio y alimentaba a funcionarios y soldados estacionados en su suelo. La familia de Pablo estaba obligada, como cualquier otra, a pagar los gastos de las tropas de ocupación y a contribuir con su tributo al erario imperial.

La familia de Pablo era cristiana, pero no sabemos cuándo la fe de Cristo se adueñó de aquel hogar y en qué grado había arraigado en el corazón de los padres del santo ermitaño. Por largos años gozó el cristianismo de paz dentro del Imperio romano y gracias a la misma fueron muchos los cristianos que escalaron puestos de responsabilidad civil y militar. En Egipto la fe cristiana se instaló en primer lugar en las ciudades de la costa mediterránea y de allí fue remontando paulatinamente hacia el interior, creándose pequeñas comunidades cristianas junto a las riberas del Nilo e incluso en los oasis del desierto. Sin embargo, el favor de que gozaba la religión cristiana, el roce continuado con los paganos. la penuria de clero docto, los obstáculos naturales que entorpecían el contacto con la jerarquía eclesiástica fueron causa de que se cultivara una fe superficial, y de que reinara en algunos lugares cierto sincretismo religioso y de que la ignorancia en materias de religión fuera espantosa. Esta fe vacilante podía desaparecer tan pronto como soplaran los vientos de la persecución. Y ésta llegó con el emperador Decio.

En octubre del año 249 Decio quedó dueño absoluto del Imperio. Enardecido por un celo fanático, llegó al convencimiento de que la veneración de los dioses era la base para la prosperidad del Imperio romano. A los cristianos hacia responsables del divorcio existente entre los dioses.

En Egipto, como en otras partes, se exigió el cumplimiento escrupuloso del edicto imperial. ante el cual los cristianos reaccionaron diversamente. Como tónica general cabe señalar que los efectos del edicto fueron lamentables; el número de apóstatas sobrepujó toda previsión. Nunca la Iglesia tuvo que deplorar tanta defección. Unos renegaban de su fe públicamente, otros huían y se refugiaban en la clandestinidad. Familias, grupos enteros llegaban al cercano desierto. Individuos aislados se ocultaban en los bosques, en los cañaverales de los pantanos, en tumbas y en grutas, cuando no en la vivienda de algún pagano (Queffélec). Pero no faltaron quienes se mantuvieron valientes a pesar de las amenazas y suplicios a que se los sometía. Las recias y santas columnas de la Iglesia, dice Eusebio, fortalecidas por él y sacando de su probada fe una dignidad, vigor y potencia proporcionados, fueron admirables testimonios de su reinado. San Jerónimo, en su vida de San Pablo, primer ermitaño, cuenta el caso de un joven cristiano que, solicitado por una mujer de mala vida y no teniendo otros medios para deshacerse de ella, tuvo el arrojo de morder su lengua, partirla en dos y escupir uno de los pedazos sobre el rostro impúdico de la que le besaba.

La persecución de Decio decidió el rumbo que tomaría en el futuro la vida de San Pablo. Contaba a la sazón unos veinte años cumplidos. El edicto imperial le ponía en la alternativa de apostatar de su fe o de morir en defensa de la misma. Sus padres habían muerto y el joven vivía en compañía de una hermana casada. Además de una rica hacienda, sus padres le dejaron en herencia una educación refinada y una cultura humanística que abarcaba el conocimiento perfecto de las letras griegas y egipcias. Si renegaba de Cristo, podía seguir al frente de sus propiedades y disfrutar de una vida apacible en el hogar; pero si decidía perseverar en la fe debía afrontar los males que caerían sobre él, incluso la muerte.

Imitando el ejemplo de muchos de sus conciudadanos también cristianos, tomó la decisión de ausentarse del pueblo natal por algún tiempo, esperando a que cediera la vehemencia de la persecución. Poniendo en práctica sus proyectos se marchó a un pueblo lejano, con la esperanza de pasar allí totalmente desapercibido. Pero fallaron sus cálculos, por cuanto su cuñado, que debía velar por la vida de Pablo, le amenazó con delatarle a la autoridad. ¿Era o no cristiano el cuñado? ¿Había acaso renegado de la fe y quería vengarse ahora de un valiente soldado de Cristo que le confundía con su ejemplo? ¿Fue el interés el móvil que empujó al cuñado a perseguir a Pablo? No lo sabemos. De nada sirvieron los ruegos y las lágrimas de la hermana; tampoco los lazos de la sangre fueron capaces de ablandar el corazón del cuñado. Puesto Pablo al corriente de las maquinaciones de aquél, marchóse a unos montes desiertos esperando a que amainara el temporal desencadenado por Decio contra los cristianos.

También en esta ocasión se frustraron las esperanzas de Pablo, por cuanto, a la muerte de Decio, sucedióle Valeriano, aclamado emperador por sus tropas el año 253. Favorable en un tiempo a los cristianos, no tardó mucho en convertirse en perseguidor de los mismos. Por su edicto del otoño del año 257 amenazó con pena de muerte a los que asistieran a reuniones sagradas y visitaran los cementerios, exigiendo además a todos el reconocimiento del culto oficial del Imperio romano. De vez en cuando regresaba Pablo al poblado en busca de provisiones y para informarse de la marcha de los acontecimientos político – religiosos del Imperio, y otras tantas veces debía internarse en la inmensidad del desierto.

En una de las ocasiones en que volvía a su guarida, adentrándose hasta el mismo corazón del desierto, tropezó con un monte pedregoso en cuya falda divisó la entrada a una caverna medio obstruida por una grande piedra. Movido por la curiosidad penetró dentro de la cavidad y se halló frente a un vestíbulo espacioso, a cielo abierto, cubierto por las ramas de una vieja palmera. Divisó así mismo, allí un manantial de aguas purísimas que tras de un brevísimo curso desaparecían en el suelo. Por la pendiente del monte existían otras muchas cuevas más pequeñas dentro de las cuales había restos de yunques, martillos y otros instrumentos que sirvieron, en los tiempos de Antonio y Cleopatra, para acuñar moneda.

Prendóse Pablo de aquel lugar y decidió instalarse allí para siempre. La palmera se encargaría de suministrarle los alimentos que hasta entonces traía de su casa con peligro de su vida; el agua del manantial apagaría su sed. El desierto, que había sido para él más humano que sus hermanos los hombres, continuaría protegiéndole de las emboscadas de los enemigos de su fe. El mundo quedaba lejos y únicamente la carne y el demonio le siguieron hasta su escondite, amenazando de continuo la paz de su alma. Pero no era el desierto de la Tebaida un feudo de los espíritus diabólicos, porque también allí imperaba Dios sobre ellos. En otro tiempo, el demonio asmoneo huyó al Egipto superior, donde fue atado por un ángel (Tob. 8,3). Los babilonios y los antiguos pueblos árabes creían ciegamente que el desierto estaba poblado por Djins, o sea espíritus diabólicos. Estos seres, según ellos, visitaban los lugares habitados en otro tiempo y los cementerios. En todas partes se les podía encontrar, al roturar un campo, al excavar un pozo, al levantar una casa o una choza. Ellos se encarnan en los animales salvajes, en las aves de rapiña, serpientes, lagartos, etc. A veces se aparecen bajo el aspecto de seres híbridos, cubiertos de pelo. Según San Jerónimo, cuando Antonio abad caminaba por el desierto en busca de un ermitaño misterioso de que se le había hablado en una visión, tropezó con hipocentauros, de aspecto terrible y repugnante, pero inofensivos para todo hombre que sirviera a Dios fielmente. A ellos se juntó el coro de otros monstruos «que los gentiles llaman sátiros», cuya misión era atemorizar a Antonio y obligarle a que regresara a su monasterio. Ya antes San Antonio tuvo que mantener una prolongada y descomunal lucha contra tales monstruos, encarnación del diablo.

Por otra parte, el Dios de Israel asentó su morada visible en el desierto del Sinaí y atrajo a aquel lugar a su pueblo predilecto con el fin de hablarle allí confidencialmente al corazón. El contacto con la civilización de Egipto y de Canaán había contribuido a su progreso técnico y material, pero habían enfriado el espíritu. Israel fue adoctrinado directamente por Dios en la soledad del desierto (Os. 2,16) y nunca, en el curso de su historia, olvidó totalmente estos cursos catequísticos divinos. Los profetas recuerdan con nostalgia los días de la peregrinación de Israel por el desierto, días en que se celebraron sus desposorios con Yahvé.

Como hemos visto, en el desierto montan guardia los ángeles, prontos a encadenar al demonio y a servir a los que triunfan de él en el combate. San Pablo sabía que además de la compañía de animales salvajes y aves de rapiña, podía contar con la de los ángeles, invisibles a su vista, pero muy cercanos a su persona, atentos siempre a protegerle contra las potestades tenebrosas y listos para presentar al trono de Dios los méritos acumulados con sus penitencias y oraciones. Con él estaba Dios. que trabajaba a su gusto el corazón de Pablo. Nunca sabremos lo que Pablo y Dios se dijeron en la intimidad del desierto; pero aquellos prolongados coloquios de corazón a corazón llevaron al ermitaño a la cima de la santidad.

Pasaron los años. Pablo se arrastraba penosamente encorvado por el peso de sus ciento trece años. Hacía unos noventa que había muerto al mundo y pensaba morir sin volver a ver el rostro de un ser humano. Cualquier día su corazón dejaría de latir; sus carnes se pudrirían en el fondo de la cueva o serían pasto de animales y aves de rapiña. Unos huesos descarnados legarían a la posteridad el recuerdo del paso de un hombre mortal en el corazón del desierto de la Tebaida. San Pablo, en este supuesto, habría vivido para sí, desconocido, sin dejar rastro de su paso por el mundo. Pero no quiso Dios que quedaran bajo el celemín los ejemplos de su larga vida de penitencias y abnegaciones y, por lo mismo, aprovechó la coyuntura de que, al asaltar a otro viejo ermitaño el pensamiento de que no había en el desierto otro monje que le igualara en santidad, le reveló en sueños que en las honduras del desierto vivía uno mucho más perfecto que él, dándole el encargo de visitarle.

El abad Antonio esperó a que amaneciera para emprender el viaje en busca de su émulo. Con un nudoso bastón en sus manos emprendió de madrugada su viaje hacia un lugar desconocido. Contaba entonces noventa años de edad. Anduvo toda la mañana. Llegado el mediodía sin avistar alguna huella humana, se decía: «Espero que Dios me enviará el lugar donde mora su consiervo de que me habló en una visión».

Refiere San Jerónimo que el intrépido viajero tropezó en pleno desierto con monstruos que trataban de atajarle. Pero San Antonio no se arredró por cuanto sabía que el diablo tomaba tales apariencias monstruosas furioso de ver a su viejo enemigo pasearse por el desierto. Dos días y dos noches siguió andando, guiado solamente por inspiración divina. Pero he aquí que entre dos luces divisó cómo una loba sedienta corría hacia el pie de un monte. San Antonio siguió con la vista los pasos de la fiera, y cuando ésta hubo desaparecido en el anchuroso desierto, se acercó al lugar, oteó en el interior de la cueva, todavía envuelta en tinieblas, avanzó cuidadosamente, reteniendo el aliento y aplicando el oído para captar cualquier ruido proveniente del interior. Acostumbrados sus ojos a la oscuridad, trató de acelerar el paso cuando, inopinadamente, tropezaron sus pies con una piedra. Al oír aquél estrépito el ermitaño, temiendo acaso que una fiera se introdujera en su guarida, se abalanzó hacia la entrada y la taponó con una grande piedra.

Descorazonado Antonio ante aquel inesperado recibimiento, se acurrucó junto a la puerta pidiendo insistentemente y durante largas horas que le franqueara la entrada, diciendo: «Sabes quién soy y de dónde vengo. Bien sé que no soy digno de aparecer ante tu presencia; pero no me volveré hasta haberte visto. Tú que recibes a las bestias del campo. ¿por qué rehusas conceder audiencia a un hombre? Busqué anhelosamente tu morada y di con ella; ahora llamo para que me llames. Si no alcanzo lo que deseo moriré en el umbral de tu mansión y tendrás que sacarme de aquí cadáver».

Por fin, el huraño ermitaño, sonriente, abrió la puerta y se echó en brazos de Antonio, saludándose los dos, sin haberse conocido antes, con sus respectivos nombres, y ambos dieron gracias a Dios. Repuesto Pablo de la emoción primera, se desató su lengua, diciendo: «He aquí al que buscaste con tantos afanes, estropeado por los años y en vísperas de que sus carnes sean pasto de los gusanos». De repente cambió el tono jeremíaco de su voz y abrumó a Antonio con preguntas relacionadas con el mundo que había abandonado hacía años: «¿Cómo va el mundo? ¿Se levantan nuevas construcciones en las viejas ciudades? ¿Cuál es el imperio que rige el mundo? ¿Quedan todavía individuos víctimas de los engaños diabólicos?» Muchas otras preguntas dirigió Pablo a su huésped, a las que éste contestaba complaciente.

El emocionante encuentro y el coloquio que le siguió habían hecho olvidar a los dos ancianos la comida material. pero no los había desamparado Dios, ya que todavía enzarzados en animada conversación, vieron que revoloteaba un cuervo sobre sus cabezas llevando un pan prendido de su pico, que depositó luego a los pies de los dos ermitaños. Ante la extrañeza de Antonio, díjole el ermitaño Pablo: «He aquí que el misericordioso Dios nos envía la comida. Por espacio de sesenta y más años me enviaba por el mismo recadero medio pan, pero con tu llegada se ha duplicado la ración». Los dos, según San Jerónimo, dieron gracias a Dios y se sentaron cabe al manantial de aguas cristalinas. Pero se entabló una amigable discusión sobre quién de los dos partiría el pan, prolongándose la misma hasta la noche. Alegaba Pablo el privilegio de la hospitalidad, Antonio oponía el de la edad. Decidieron por fin tomar cada cual el pan por un aparte, tirando hacia sí y reservándose el trozo que les quedara en la mano. Después, inclinados sobre el arroyo, bebieron un poco de agua, ofreciendo a Dios un sacrificio de alabanzas y pasaron la noche velando (Queffélec).

Un nuevo día amaneció en el desierto y con él un cambio de tono en el diálogo entre Antonio y Pablo. Sabía éste que sus días tocaban al fin y quiso aprovechar la presencia de su amigo para disponer su sepultura. «Ha llegado el momento tan deseado, dijo Pablo, de despojarme de este cuerpo de carne para ir a recibir de manos de mi Dios la corona de justicia. A ti te ha enviado Dios para que cubras mi cuerpo con tierra, o mejor, para que entierres lo que es tierra.» Al oír Antonio aquellas palabras rompió en llanto, rogando entre sollozos a Pablo que le llevara consigo en el viaje hacia la eternidad. «No, contestó Pablo, porque tus hermanos necesitan todavía de tu ejemplo.» Te ruego ahora, si no te es molesto, que vayas a tu monasterio y traigas el manto que te legó el obispo Atanasio, para envolver con él mi cadáver. Se admiró Antonio de que Pablo supiera lo del manto de Atanasio, infiriendo de ello que Dios se lo había revelado. Viendo, pues, que Pablo era un gran siervo de Dios, bajó la cabeza y marchó a su monasterio en busca del mencionado manto. Le era igual a Pablo, comenta San Jerónimo, que su cuerpo se pudriera estando al descubierto u oculto bajo una prenda de vestir; lo que pretendía con lo del palio era ahorrar a Antonio el dolor de verle morir.

Antes de llegar al monasterio saliéronle al encuentro dos monjes, quienes, admirados, le preguntaron dónde había estado tanto tiempo. El Santo no supo decir otra cosa que el haber encontrado en pleno desierto a un santo en comparación del cual era él un pecador. Dicho esto entró rápido en el monasterio y, sin probar alimento, salió de nuevo en dirección al desierto, acelerando su paso por miedo a que, en su ausencia, entregara Pablo su alma a Dios. Sus temores cumpliéronse desgraciadamente, por cuanto, faltando todavía unas tres horas para llegar a la meta, vio una visión, el alma resplandeciente de Pablo entre los coros de los santos. Antonio postró su rostro en tierra, quejándose dulcemente con estas palabras: «¿Por qué me abandonas, Pablo? ¿Por qué te vas sin decirme adiós? ¡Tan tarde te conocí y tan pronto te perdí!»

Refería más tarde San Antonio que, vencida la primera impresión, se incorporó de nuevo y emprendió veloz marcha hacia la cueva de Pablo. Entrando dentro de la cavidad encontró al Santo postrado de rodillas, la frente alta, extendidos los brazos hacia lo alto y el cuerpo exánime. Creyó al primer momento que estaba en oración, pero al no oírle ningún suspiro convencióse de que su amigo había traspasado los umbrales de la eternidad.

Antonio amortajó el cuerpo de Pablo con el palio de San Atanasio. Pero, llegado el momento de darle sepultura, no encontró a mano instrumento alguno para cavar la fosa. ¿Qué hacer? Ir al monasterio en su busca era imposible por la distancia del trayecto, calculado en cuatro días de viaje, dos de ida y otros dos de vuelta. Entonces se le escaparon las palabras: «Moriré, Señor, junto a tu siervo Pablo». Ocupado en estos pensamientos, vio surgir de las profundidades del desierto a dos leones que con paso veloz avanzaban en dirección a él. Durante unos momentos sintió la sensación del miedo, pero pronto se repuso al ver que, una vez junto al cadáver de Pablo, movían los leones suavemente sus colas y lanzaban al aire dolorosos quejidos, asociándose, a su manera, al dolor que embargaba el corazón de Antonio. Luego empezaron ambos a excavar la tierra con sus garras hasta abrir una zanja capaz de contener el cadáver de un hombre. Terminada aquella tarea se acercaron a Antonio cabizbajos, lamiendo sus manos y pies y esperando a que les diera su bendición y autorización para regresar a sus antros.

Antonio perdía a un amigo y la humanidad un santo. Transido de dolor su corazón ejerció para con su amigo Pablo la obra de caridad de enterrar su cadáver. Una vez terminada la lúgubre ceremonia resolvió Antonio regresar a su monasterio. Como recuerdo inolvidable cargó con la túnica tejida con hojas de palmera que usaba Pablo para cubrir sus desnudeces y que usó Antonio en lo venidero en las solemnidades de Pascua y Pentecostés.

San Jerónimo acaba la vida de Pablo con las palabras: «Si el Señor me diera a escoger, no titubearía en elegir la túnica de Pablo con sus méritos, más que las púrpuras de los reyes con sus penas».

A San Jerónimo debemos los pocos datos históricos sobre la vida y virtudes de San Pablo, del cual dice que fue en realidad el creador del monaquismo. Es posible que San Jerónimo al escribir la vida de Pablo diera en algunas cosas rienda suelta a su imaginación, tratando de embellecer con descripciones poéticas los datos escuetos de la historia. No es posible trazar una línea divisoria entre la leyenda y la historia, pero podemos decir que no ha inventado Jerónimo a Pablo el ermitaño ni su túnica de hojas de palmera. Que entre Antonio y Pablo haya habido contactos es más que posible; como lo es que ambos hayan alabado conjuntamente a Dios en el corazón del desierto, y que ambos compartieran allí el pan de la caridad, cualquiera que fuera su procedencia. Lo cierto es que Pablo, con una vida callada en las inmensidades del desierto, ha influido en el ánimo de muchos que han buscado a Dios en la soledad y se han santificado en una atmósfera de silencio y de olvido total del mundo, atentos solamente a la voz del Maestro divino, que habla al corazón.

de Luis Arnaldich, O. F. M.

Extraído de: Mercaba

Links:

Paulini

Church forum

Óleo


Aportes 19 de Julio

This content is password protected. To view it please enter your password below:

En las manos del Padre

En las manos del Padre

Fragmento:

Cuando vivas el abandono, recuerda siempre que Dios es Padre, pero no dejes de pensar que es Dios, el Dios misterio de fe, misterio de vida.

Recuerdo cómo me impresionó leer el testimonio de un monje cartujo que después de cerca de sesenta años de vida monástica manifestaba que los había vivido en el más silencioso abandono por parte de Dios. Podemos también leer en los escritos autobiográficos de Teresa del Niño Jesús la clara certificación de este misterio de fe:

«En los alegres días de Pascua Jesús me hizo comprender que hay almas que no tienen fe, que por los abusos de la gracia han perdido este hermoso tesoro, fuente de la única alegría pura y verdadera. Él permitió que mi alma fuese invadida por las tinieblas más espesas y que el pensamiento del cielo, tan dulce para mí, se convirtiera en objeto de lucha y de tormento. Esta prueba duró, no sólo algunos días, o algunas horas, o algunas semanas, sino que se extiende hasta la hora que Dios tiene designada, y esta hora no ha llegado todavía.

Quisiera poder expresar lo que siento, pero creo que es imposible. Se ha de haber viajado bajo un túnel sombrío para comprender lo que es la oscuridad. La aridez más absoluta y el abandono fueron mi patrimonio. Jesús, como siempre, continuaba dormido en mi barca. Puede ser que no despierte hasta mi gran retiro de la eternidad. Pero esto, en lugar de entristecerme, me causa un grandísimo consuelo».

Hasta aquí las palabras de Teresa de Lisieux. Piensa, hermano, que el abandono tiene sus dimensiones de ternura inigualable por parte de Dios, pero tiene también sus exigencias de fe y de prueba. Tú, que has decidido buscar a Dios; tú, que quieres consagrar tu vida al Señor, has de aceptar por amor y por fidelidad esta dimensión de cruz del abandono.

Porque el abandono es creer en el amor, dejarse llevar por el amor, hacerlo todo por amor. Y este amor ha de tener siempre forma de cruz. Con una mano, la de la fe y de la oración, alcanzas a Dios. Con la otra sirves con amor a los hermanos.
Abandonarse en Dios te exigirá aceptar vivir a la intemperie, a no tener nada definitivo, a morir a todo lo que sea comodidad o instalación espiritual.

Dice Jesús: «Las raposas tienen cuevas, los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza». Por ello, comprenderás que el abandono es una constante invitación a vivir la pobreza de alma y el camino de la infancia espiritual.
Abandonarte consiste en una disposición del corazón que te hace humilde y pequeño en los brazos de Dios, consciente de tu debilidad y confiado, con audacia, en la bondad amorosa del Padre.

El proceso espiritual de tu abandono será un camino de humildad y de pequeñez que te hará cada día más dependiente del Padre, más gozosamente en sus manos, más en su amor.

Dice Teresa del Niño Jesús «Ser pequeño es reconocer la propia nada, esperarlo todo de Dios como un niño lo espera todo de su Padre. No inquietarse por nada, no pretender nada», como dice también el salmo 131.
Deseo recordarte unas hermosas palabras de Unamuno que expresan una súplica que puedes hacer también tú:

Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar.

La hiciste para los niños; yo he crecido, a mi pesar.

Si no me agrandas la puerta achícame, por piedad.

Vuélveme a la edad aquélla en que vivir era soñar.

El abandono se concreta, finalmente, en adoración. Una adoración silenciosa y constante del Padre en unión con Jesús, el que adora en espíritu y verdad. Y vívelo todo, las pequeñas y las grandes cosas, como un gesto constante y continuado de adoración abandonada en amor…

de «Yo te llevo en mis manos de Padre» Jaume Boada i Rafí O.P.

extraído de «La Celda» en Frat. Monástica Virtual

Aporte Hno. Gabriel

Links de Hoy:

The Carmelites

16 Carmelitas

Nuestra Señora del Carmen

Haz click aquí para comentar


Humilitas

Invierno en el Monasterio

Fragmento:

En la espiritualidad desde abajo se trata sobre todo de conseguir abrirse a las relaciones personales con Dios en el punto preciso en que se agotan y cierran todas las posibilidades humanas. La auténtica oración, dicen los monjes, brota de las profundidades de nuestras miserias y no de las cumbres de nuestras virtudes.

Jean Lafrance describe la auténtica oración cristiana como una oración que brota de lo profundo, pero necesitó él mismo largos años de fracasos para llegar a esta clase de oración. Escribe:

«Los esfuerzos que hacemos en la oración y ejercicios ascéticos para llegar a la posesión de Dios van en dirección equivocada. Nos parecemos a Prometeo en su vano intento de robar el fuego del cielo. Tiene suma importancia comprobar en qué medida induce este esquema de perfección a entrar por un camino contrario al enseñado por Jesús en el evangelio.

Jesús no puso una escala de perfección por la que se sube peldaño tras peldaño hasta llegar a Dios. No, Jesús enseñó un camino de descenso a los fondos de la humildad. Al encontrarnos en el cruce debemos, por tanto, elegir para ir a Dios entre el camino que sube y el que baja. Según mis experiencias desearía adelantar algo ya desde ahora:

Si para ir a Dios elige usted el camino del heroísmo en la práctica de las virtudes, eso es cosa suya, tiene usted todo el derecho de hacerlo. Pero quisiera prevenirle del peligro de darse contra la pared. Si, por el contrario, prefiere usted el camino de la humildad, debe usted ser sincero en su deseo y no tiene por qué tener miedo de las profundidades de sus miserias.»*

La espiritualidad desde abajo intenta responder a la pregunta sobre qué se debe hacer cuando parece que todo sale torcido y cómo se deben colocar los fragmentos de nuestra vida rota para formar con ellos una figura nueva.

La espiritualidad desde abajo prefiere el camino de la humildad aunque esta palabra nos resulte hoy un tanto incómoda. La humildad descrita por san Benito en su regla como el camino espiritual del monje, es evaluada por Drewermann como un típico ejemplo de imposición desde fuera. Sin embargo, si damos un repaso a la literatura espiritual del cristianismo y de otras religiones, constatamos que en todas ellas se considera la humildad como la actitud fundamental de toda auténtica religiosidad.

Pero la humildad no debe entenderse como una virtud que el hombre consigue por el mero hecho de humillarse y hacerse pequeño ante los demás. La humildad no es fundamentalmente una virtud social sino religiosa. La palabra latina de humildad, humilitas, se relaciona con la palabra humus, tierra. La humildad es reconciliación con nuestra terrenalidad, con el lastre de lo terrenal, con el mundo de nuestros impulsos, con todo cuanto de negativo existe en nosotros.

Humildad es valor para aceptar la propia verdad. Los griegos distinguen entre tapeinosis, disminución, envilecimiento, pobreza y tapeinophrosyne, descripción de los comportamientos de los pobres, actitud de humildad y pobreza espiritual. La humildad designa nuestra conducta ante Dios y es virtud religiosa.

Es en todas las religiones criterio de toda auténtica espiritualidad. Es el lugar profundo donde puedo encontrarme con el verdadero Dios y donde pueden comenzar a dejarse oír los gemidos de la verdadera oración.

Extraído de: «Una espiritualidad desde abajo»

– Anselm Grün y Meinrad Dufner

Links de hoy:

* La oración incesante

Invierno en el Monasterio

Frailes menores del Corazón…

Haz click para dejar un comentario

Aportes 12 de Julio

This content is password protected. To view it please enter your password below:

Padre de Monjes

San Benito

Fragmento:

Debemos, pues, preguntarnos cuál es el aspecto específico de la experiencia de Dios hecha por el monje. Este aspecto específico consiste en lo siguiente:

la experiencia de Dios es para el monje su mayor

y su casi exclusiva preocupación.

La institución monástica, partiendo de esta experiencia cristiana de Dios sacramental y litúrgica, alrededor de la cual gravitan todas las otras experiencias de Dios, quiere permitirle alcanzar su máximo desarrollo, proponiéndola como el fin mismo de una vida. Lo que comúnmente llamamos “vida espiritual” no es otra cosa.

El cristiano en el mundo, puede conducir esta vida espiritual a través de sus diversas ocupaciones. Algunos, y son la mayoría, realizan la experiencia de Dios viviendo su unión en el matrimonio.

El monje, en cambio, quiere hacer de toda su vida la realización de esta experiencia, con la intensidad de lo absoluto, de manera exclusiva y directa, librándose de todo aquello que podría retardar o reducir la amplitud de esta experiencia.

No se siente limitado por un sentimiento egoísta, sino que se siente sostenido por la convicción de que esta experiencia es un beneficio para el mundo y para el pueblo cristiano.

Esta experiencia, en efecto, entraña un testimonio, si bien es un testimonio mudo: el monje es en el mundo un testigo de la posibilidad de vivir en forma absoluta esta experiencia de Dios…

Ir al texto completo

de Adrien Nocent OSB –

Cuadernos Monásticos XIII – Junio 1970 –

Links:

Monasterio Nstra. Señora de la Paz

Orden de San Benito

Abadia de Silos

La Regla de los Monjes

de la interpretación de una regla monástica

Constituciones para monjes y monjas… en el siglo XXI


Haz click aquí para comentar

Sobre el martirio

"Ámense los unos a los otros, como yo los he amado".

Fragmentos

…Y ése es, precisamente, el significado de la palabra mártir: testigo, que afirma un testimonio de máxima certeza, dando su propia vida por aquello que afirma. La palabra misma, con toda la fuerza de su significación, no se halla antes del cristianismo; tampoco en el Antiguo Testamento. Es preciso llegar a Jesucristo para encontrar el pensamiento, la voluntad declarada de hacer de los hombres testigos y como fiadores de una religión. (1)

En el documento central, en concreto en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, donde el Concilio Vaticano II «intenta exponer con precisión a sus fieles y a todo el mundo su naturaleza y misión universal» (2), declara también el papel del martirio en la Iglesia.

En el capitulo V, «La vocación universal a la santidad en la Iglesia» (3), leemos: «Jesús, el Hijo de Dios, mostró su amor dando su vida por nosotros. Por eso, nadie tiene mayor amor que el que da su vida por Él y por sus hermanos (4). Algunos cristianos, pues, ya desde el primer momento fueron llamados, y estarán llamados siempre los cristianos a dar este máximo testimonio de amor delante de todos, sobre todo de los perseguidores.

Por el martirio, el discípulo se hace semejante a su Maestro, que aceptó libremente la muerte para la salvación del mundo, y se identifica con Él derramando su sangre. Por eso la Iglesia considera siempre el martirio como el don por excelencia y como la prueba suprema del amor. Aunque se conceda a pocos,todos, sin embargo, deben estar dispuestos a confesar a Cristo ante los   hombres y a seguirlo en el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca le faltan a la Iglesia» (4)

«Esta es la ley del martirio. El cristiano no debe exponerse a persecución sin necesidad, en primer lugar para no dar a los perseguidores la oportunidad de cometer un crimen, y luego porque un cristiano debe tener en cuenta su propia debilidad. Sin embargo, cuando nos encontremos cara a cara con la lucha no debemos dar la espalda. Sería demasiado frívolo hacerse víctima por sí mismo, y, al contrario, sería pusilánime rechazar el don del mart i r i o » (6).

«La Iglesia propone el ejemplo de numerosos santos y santas, hombres y mujeres, que prefirieron la muerte antes que cometer un solo pecado mortal: traicionar el secreto de confesión o fornicar. Elevándolos al honor de los altares, la Iglesia ha canonizado su testimonio y declaró verdadero su juicio, según el cual el amor implica obligatoriamente el respeto de sus mandamientos, incluso en las circunstancias más graves, y el rechazo de traicionarlos, aunque fuera con la intención de salvar la propia vida» (7)

LaIglesia vive esta verdad también en el martirio, ofrenda de los mártires. Realmente la Iglesia vive esa verdad en todos sus fieles, en los que llevan su cruz tras Jesucristo cada día, en los que llevan estigmas de Jesús escondidos en lo cotidiano.

Por esto, la crucifixión de la Iglesia se repite constantemente hasta el fin del mundo. El signo visible y el testimonio firme de esta realidad de la Iglesia es el constante martirio »(8)

En el Evangelio según san Mateo leemos: «Mas cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros» .

Según E. Peterson, hay que subrayar este aspecto del martirio porque con frecuencia no se perciben las palabras del mártir desde esta óptica. Sin embargo, la Iglesia reconoce que en las palabras soy cristiano, pronunciadas por un mártir ante sus perseguidores, se encuentra la profundidad del Espíritu Santo. (10)

P. Cherubin Kozik – Mártir Camaldulense

P. Alojzy Maciej Poprawa – Mártir Camaldulense


Textos útiles sobre el Martirio:

El martirio y la Iglesia

Diez lecciones sobre el martirio

Catequesis sobre el martirio de Santiago el menor

Haz click aquí para comentar

Notas:

(1) Diez lecciones sobre el martirio – Paul Allard

(2) Lumen Gentium 1
(3) Lumen Gentim 39-42
(4) 1 Jn 3, 16; Jn 15, 13
(5) Lumen Gentium, 42
(6) San Gregorio Nacianceno – Oratio XLIII
(7) Veritatis Splendor – 91 d
(8) Quaestiones disputatae –  2 –  Freiburg- Basel-Wien 1961
(9) Mt 10, 19-20
(10) El martirio y la Iglesia – Adam Kubis

Beato Enrique Susso

Fragmentos:

“Con mi mirada interior reparaba en mí mismo entero, tal como soy: mi cuerpo, mi alma y todas mis potencias, y situaba en torno a mí a todas las criaturas creadas por Dios en el cielo y en los cuatro elementos, cada una en particular, con su nombre:

Los pájaros del cielo, los animales del bosque, los peces del agua, las plantas y la hierba de la tierra, los incontables granos de la arena del mar y las partículas de polvo que brillan en los rayos del sol, y todas las gotitas de agua del rocío, de la nieve o de la lluvia que jamás han caído ni llegarán a caer; y deseaba que cada una de estas cosas tuviera un juego de cuerdas suaves y penetrantes que yo pudiera tocar [como las de la cítara], fluyendo de la esencia más íntima de mi corazón, y que así se elevara una nueva y noble alabanza al amable y tierno Dios, por toda la eternidad.

Y acontinuación, misteriosamente, los brazos de mi alma se abrían y se extendían, llenos de amor hacia todas las criaturas con la intención de hacerlas cantar alegremente…

…En mis pensamientos acogía a mi corazón y al corazón de todos los hombres y consideraba qué gozo, qué alegría, qué amor y paz comparten aquellos que entregan su corazón entero a Dios y, por el contrario, las perturbaciones y sufrimientos, penas e inquietudes que padecen los que se atan al amor efímero.

Y, con gran deseo de mi corazón, gritaba a esos corazones, allí donde estuvieran, en cualquier parte del mundo: ¡Ánimo, corazones prisioneros, salid de los estrechos lazos del amor efímero! ¡Ánimo, corazones dormidos, salid de la muerte del pecado! ¡Ánimo, corazones vanos, salid de la tibieza de vuestra vida perezosa y blanda! Volveos hacia el Dios de amor, con una conversión libre y total: ¡Sursumcorda!”

Haz click para ir al texto de la vida del Beato Enrique Susso

Aquí Algunos textos del Beato


Escala mística

San Juan de la Cruz

Fragmentos:

…cuán secreto y diferente del saber del hombre es este camino y subida para Dios. Lo cual se ve bien, pues que ordinariamente lo que en él es de mas provecho, que es irse perdiendo y aniquilando a sí mismo, tiene por peor; y lo que menos vale, que es hallar su consuelo y gusto, en que ordinariamente antes pierde que gana, eso lo tiene por mejor…

1. Decimos, pues, que los grados de esta escala de amor por donde el alma de uno en otro va subiendo a Dios, son diez:

El primer grado de amor hace enfermar al alma provechosamente…pero esta enfermedad no es de muerte, sino para gloria de Dios, porque en esta enfermedad desfallece el alma al pecado y a todas las cosas que no son de Dios…

Porque así como el enfermo pierde el apetito y gusto de todos los manjares y muda el color primero, así también en este grado de amor pierde el alma el gusto y apetito de todas las cosas…

…en ninguna cosa puede hallar gusto, arrimo, ni consuelo ni asiento. Por lo cual de este grado luego va comenzando a subir al segundo grado.

2. El segundo grado hace al alma buscar sin cesar a Dios…María Magdalena ni aún en los ángeles del sepulcro reparó. Aquí en este grado, tan solícita anda el alma, que en todas las cosas busca al Amado…cuando come, cuando duerme, cuando vela, cuando hace cualquier cosa, todo su cuidado es en el Amado, según arriba queda dicho en las ansias de amor.

3. El tercer grado de la escala amorosa es el que hace al alma obrar y le pone calor para no faltar…en este grado las obras grandes por el Amado tiene por pequeñas,  las muchas por pocas, el largo tiempo en que le sirve por corto, por el incendio de amor en que ya va ardiendo.

4. El cuarto grado de esta escala de amores en el cual se causa en el alma, por razón del amado, un ordinario sufrir sin fatigarse… el espíritu aquí tiene tanta fuerza, que tiene tan sujeta a la carne y la tiene en tan poco, como el árbol a una de sus hojas.

En ninguna manera aquí el alma busca su consuelo ni gusto, ni en Dios, ni en otra cosa, ni anda deseando ni pretendiendo pedir mercedes a Dios, porque ve claro que hartas las tiene hechas…

Noche oscura, Libro segundo, cap. XVIII –

de «Obras de San Juan de La Cruz»

«El Monte Carmelo» – Madrid –Pags. 461/2 /3/4 – 1931

Links:

Obras Completas

Carmelitas descalzos

Carmelo Seglar

Haz click para dejar un comentario

Aportes del 5 de Julio

This content is password protected. To view it please enter your password below:

La 8° carta

"Eremita" de Albert Henry Payne - (1900 aprox.)

La voluntad de Dios

Estimadas amigas y amigos de la oración de Jesús.

Espero se encuentren bien, perseverando en la tarea de reemplazar la divagación por la oración y templando el cuerpo con sobriedad creciente, a fin de permitir la presencia de Cristo en nuestras actividades.

Continúo la relación epistolar con ustedes a partir de las consultas que me llegan y de entre ellas, eligiendo las que puedan servir a todos.

Acerca  del tema de la voluntad de Dios mucho es lo que se ha dicho y escrito en la historia de la espiritualidad; pese a ello, permanecen dificultades de discernimiento en cuanto a la voluntad de Dios para con uno mismo como persona particular y en las situaciones precisas en que lo cotidiano se desenvuelve.

¿Qué he de hacer ante esto o aquello y cómo saber que no es mi propia voluntad la que se disfraza de tarea sagrada? Menuda pregunta tenemos entre manos, trataremos de aportar algo en base a nuestra experiencia.

Antes que nada nos ha resultado útil ser conscientes de que la imperfección es inseparable de lo humano. Nos es propio lo imperfecto  del mismo modo que respirar es inherente a nuestra vida.   Y esta cierta in-completitud, palpable en todos nuestros actos y sentimientos, configura mucho de nuestra riqueza, porque gracias a esa permanente incertidumbre es que tendemos a Dios, la suma de la perfección y la certeza.

En nuestras obras puede observarse lo hecho y también lo que hemos querido hacer. Existe siempre algún grado de separación entre lo querido y lo encontrado. Es que somos seres en tránsito, peregrinos rumbo al santuario y esta misma condición itinerante pone el límite de lo provisorio a todo emprendimiento.

Nuestras construcciones, de cualquier índole, son temporales. Se producen dentro del  tiempo, son finitas,  pero buscando la eternidad. Aspiramos a lo perfecto y a lo eterno, queremos las cosas bien hechas y para siempre y en esta intención se encuentra la chispa que nos impulsa a lo divino.

Entonces, tener presente esta situación básica de la existencia, nos permite recordar la necesidad de la misericordia en cada momento y nos predispone a buscar la voluntad de Dios para nosotros, sabedores de que solo podremos “traducir” la misma, desde nuestro estado espiritual, siempre imperfecto.

Desde allí surgen ciertos criterios generales, que podemos utilizar para discernir en la vida de cada día, lo que se acerca o se aleja de la voluntad del Señor; dar en el blanco es otra cosa.

1. El criterio de la violencia.

“Si mi acción es violenta en cualquier forma, no es acorde a la voluntad de Dios.”

Si en nuestra acción concreta o como resultado de ella, se produce violencia en cualquier forma de manifestación, podemos saber que estamos más cerca del enemigo que de Dios.

Es que la violencia más violencia genera y en espiral destructiva se termina muy lejos de lo que se quería defender.

En el campo de lo social hay sobradas muestras de cómo las guerras o lo impuesto por la fuerza, decanta más tarde o más temprano, en lo contrario de lo que se pretendía.

En el terreno de lo personal la violencia suele expresarse no sólo en su forma más evidente de agresión física, sino como diferentes tipos de forzamiento y manipulación, de imposición de lo propio sobre lo ajeno.

2. El criterio de la Presencia.

“Actúa en todo teniendo en cuenta lo que a Dios agradaría”.

Este consejo que siempre repetía mi Padre espiritual, resulta muy efectivo si se lo antepone a toda acción. El enfatizaba luego, condescendiente con mis posturas filosóficas, que si bien era muy probable que Dios se encontrara más allá de agrados y desagrados, resultaba muy útil tener presente esto como modo de evaluar las propias conductas.

En lo práctico, uno debe preguntarse: ¿Haría esto si El Señor estuviera aquí conmigo?

Pues bien, el hecho es que El Señor está. Con el tiempo uno empieza a percibir esa presencia de manera no condicional sino real y hasta se hace innecesaria la pregunta.

3. El criterio de la motivación.

“Y esto que voy a hacer, ¿para qué lo hago?, ¿Qué busco mediante esta acción?

Porque resulta claro que existe lo que se ve de nuestra acción por fuera y lo que la informa por dentro. La verdadera acción no es lo que se nota de ella sino la intención que la motiva.

Recuerdo graciosamente ahora como fui sorprendido por esta enseñanza en su momento. Mucho de lo que hacía se me reveló con motivaciones torcidas, tendientes a la gloria personal o a la revancha con frustraciones pasadas. La búsqueda de la pureza del corazón se hizo importante (Salmo 50, 12)

Lo que se ha de buscar es siempre el bien de los demás junto al propio bien. Difícilmente sea de Dios algo que perjudique a una de las partes. Si esto no se produce, conviene retardar la acción en pos de mayor reflexión.

A veces uno se apasiona en la acción y se olvida de la reflexión necesaria. Debemos evitar que nuestro hacer resulte una mera reacción, porque en ese caso la motivación es muy dudosa. Poner una distancia entre el suceso y la respuesta al mismo, es imprescindible si pretendemos  actuar con la intención adecuada.

4. El criterio de la paz.

“Si la acción es acorde a Su voluntad, resulta en paz interior perdurable”

Hacer la voluntad de Dios, hacer lo que sentimos que nos pide, siempre nos deja en paz. Se produce un acuerdo en nuestro interior al quedar alineados con su plan.

Esto es así aún cuando hacer Su voluntad implique esfuerzo, trabajo e incluso en ocasiones, cierta pena. Se hacen distinguibles la inquietud y el desasosiego que son el fruto de nuestra voluntad personal guiada por el egoísmo. Esta sensación de estar haciendo lo debido es lo que brinda la paz, más allá del resultado de la acción.

¿Y cómo hacer para saber si me dará la paz determinada conducta, si aún no la he realizado? Es preciso detenerse e imaginarla con precisión antes.  Este imaginar previo también nos brinda una sensación nítida, pacífica o tumultuosa.

La práctica de la oración de Jesús nos permite ser coherentes con el mandamiento principal que enseña el Evangelio, porque este recuerdo continuo no se produce sino lo amamos a Él más que a todas las cosas.

Los saludo invocando el Nombre de Jesucristo, nuestro señor y redentor.

Esteban de Emaús

Lecturas recomendadas:

San Marcos. 12, 28-31  –  San Lucas 6, 27-31  –  Salmo 50, 12  –  Eclesiástico 32, 14 -24*

*Aquí según las traducciones más eruditas, temor ha de ser entendido en el sentido de reverencia o unción.

Links de hoy:

Como en el locutorio

Quaerere Deum

Sta. Teresa de los Andes


Haz click para comentar


Manos a la obra

"¡Cantaré al Señor toda mi vida...!"

“¡Manos a la obra!.

Porque Yo estoy con ustedes”

¡¡¡Con esta certeza se comenzó Su Obra…!!!

Ni la lluvia, ni el frío, ni el viento de este invierno pudieron impedir que emprendiéramos la construcción, poniendo los primeros cimientos de la nueva Fundación.

Sabiendo que “Si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles…” (Sal 126,1), cada día nos sentimos impulsadas a dejarlo todo en Sus Manos, para que sea él quien guíe y lleve a buen término este comienzo.

En nuestra Fraternidad vivimos en una continua gratitud y en un gozo permanente, al hacer experiencia de la Providencia del Padre, manifestada en nuestros hermanos chilenos, quienes con tanto cariño esperan nuestra llegada.

Reconociendo que el tiempo no nos pertenece y que en  Él, ya todo está dispuesto seguimos caminando tras Sus Huellas, siendo canales de su querer, para todos sus hijos.

Lo primero que se empezó a edificar fue la hospedería, lugar donde acogeremos a nuestros hermanos en la oración y para la oración.

Ésta cuenta con una pequeña Capilla circular, en la que Jesús como centro, atraiga nuestras miradas y vuelva nuestros corazones hacia lo Único necesario.

Nuestras primeras hermanas estarán partiendo en Agosto y se quedarán un tiempo prudencial para seguir conociendo y amando a la gente,  su cultura, sus costumbres… nos confiamos a sus oraciones para que juntos podamos clamar Abba, en nuestro querido Kawellucó, Pucón, sur de Chile.

Haz click aquí para ver fotos de la construcción

Portada de la Web del Monasterio

Haz click aquí para comentar

————————————————————————————————————————–

Hesiquía blog está a disposición de todos para la difusión de los diversos carismas monásticos que dan vida a La Iglesia,

solicitar difusión al mail de contacto. Esto es gratuito y sin ningún costo.

————————————————————————————————————————–


Aportes del 29 de Junio

Estimadas Hnas. y Hermanos, Cristo nos cuide.

Se ha actualizado la sección «La Celda» en el blog de la Fraternidad en base a un envío de Hna. Angela de Jesús Resucitado.

Contamos con un nuevo libro: «Sentencias de los Padre del desierto» enviado por Hno. Gabriel.

Les recomiendo esta entrevista al director de la película «La última cima».

Eso es todo por hoy. Actualmente hay mas de 150 miembros adheridos al blog, cualquier noticia, invitación o novedad que quieran comunicar la iremos participando para bien de todos los que amamos la vida monástica en diversidad de carismas.

Les saludo al pie de La Cruz

mario de Cristo Salvador

Acerca del tiempo

de San Agustín

A fin de defender su concepción de la eternidad, Agustín ha de argumentar que el tiempo es irreal.

«¿Qué es el tiempo? – se pregunta -. Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicárselo a uno que me lo pregunta, no lo sé. »

El tiempo consta de pasado, presente y futuro. Pero sólo el presente existe, pues el pasado ya no está y el futuro no está todavía. Pero un presente que es solo presente no es tiempo, sino eternidad. Hablamos de tiempos mas largos y mas cortos, pero ¿cómo podemos medir el tiempo?

Supongamos que decimos de un período pasado que fue largo: ¿Queremos decir con ello que era largo cuando era pasado o que era largo cuando era presente? Sólo lo segundo tiene sentido, pero ¿como puedo nada ser largo en el presente, si lo que es presente es instantáneo? Ninguna colección de instantes puede llegar a sumar mas que un instante.

Las etapas de un período de tiempo nunca co existen; ¿Cómo pueden , entonces, sumarse para formar un todo? Cualquier medición que hagamos debe hacerse en el presente: ¡cómo podemos, pues, medir lo que ya ha desaparecido o lo que todavía no está ahí?

La solución de Agustín a estas paradojas es decir que el tiempo solo existe realmente en la mente. El pasado no existe, pero lo conservo en el presente porque está, en este momento, en mi memoria. El futuro no existe; todo lo que hay de él es nuestra previsión presente.

En lugar de decir que hay tres tiempos, pasado, presente y futuro, deberíamos decir que hay un presente de las cosas pasadas (que es la memoria, un presente de las cosas presentes (que es la percepción) y un presente de las cosas futuras (que es la expectativa).

Una longitud de tiempo no es realmente tal, sino una longitud de memoria o una longitud de expectativa.

«Breve historia de la filosofía occidental»

de Anthony Kenny

pgs. 158/9 – Ed. Paidós – Bs. As. 2009

Link Relacionado:

Osanet.org

Agustinos.es

La Última Cima

Os dejo mi paz...

“No era pederasta, ni mujeriego, ni ladrón, tampoco era misionero en la selva, ni el fundador de una nueva institución de la Iglesia”, explica Cotelo en la película.

El reto es contar la historia de, simplemente, un cura bueno. Un cura que impactó en mucha gente: al funeral de Dominguez, decano de filosofía en la Facultad de San Dámaso de Madrid, acudieron unas 3.000 personas y más de 20 obispos.

A Cotelo no le gusta usar la “voz en off”. Se pone delante de la cámara y con toda sinceridad cuenta lo que le parece. Después coge la cámara y sale a la calle a preguntar a los viandantes.

“Descubrí que 8 de cada 10 personas que pregunté tenía buena opinión de los curas, decían que era gente humilde, o muy espiritual, que les había hecho pensar; no es lo que suelen mostrar los medios”.

Luego hace otra pregunta: “¿cuánto tiempo de tu vida has dedicado a hablar con un cura?” El mismo Cotelo admite que “ni siquiera sé como se llama mi párroco, de verdad, y desde aquí ahora mismo le pido perdón; deberíamos conocer a nuestros sacerdotes”.

El cineasta no quería hacer el documental sobre Pablo Domínguez, pero a medida que iba conociendo gente tocada por el sacerdote admitió que “aquí había una historia que contar”. “Me hubiera encantado encontrar algo malo en Pablo, lo habría incluído en el documental, pero es que no lo hay.

Su confesor me dijo que, simplemente, era alguien buenísimo, con un alma de niño”, afirma durante la presentación del filme.

Texto extraído de: Cinema


Excelente video entrevista sobre «La última cima»

Página oficial de la película

Trailer de la película

Crítica de cinemanet

Información aportada  por:

Hno. Gabriel de Frat. Monástica Virtual

Haz click aquí para comentar


San Juan, el bautista

Icono de Juan El Bautista

La nueva profecía de Juan el Bautista

Volviendo a Juan el Bautista, él nos puede iluminar sobre cómo llevar a cabo nuestra tarea profética en el mundo de hoy. Jesús define a Juan el Bautista como «más que un profeta», pero ¿dónde está la profecía en su caso? Los profetas anunciaban una salvación futura; pero el Precursor no es alguien que anuncia una salvación futura; él indica a uno que está presente. Entonces, ¿en qué sentido se puede llamar profeta? Isaías, Jeremías, Ezequiel ayudaban al pueblo a superar la barrera del tiempo; Juan el Bautista ayuda al pueblo a superar la barrera, aún más gruesa, de las apariencias contrarias, del escándalo, de la banalidad y la pobreza con que la hora fatídica se manifiesta.

Es fácil creer en algo grandioso, divino, cuando se plantea en un futuro indefinido: «en aquellos días», «en los últimos días», en un marco cósmico, con los cielos destilando dulzura y la tierra abriéndose para que germine el Salvador. Es más difícil cuando se debe decir: «¡Helo aquí! ¡Está aquí! ¡Es Él!».

Con las palabras: «¡En medio de vosotros hay uno a quien no conocéis!» (Jn 1,26), Juan el Bautista inauguró la nueva profecía, la del tiempo de la Iglesia, que no consiste en anunciar una salvación futura y lejana, sino en revelar la presencia escondida de Cristo en el mundo. En arrancar el velo de los ojos de la gente, sacudirle la indiferencia, repitiendo con Isaías: «Existe algo nuevo: ya está en marcha; ¿no lo reconocéis?» (Is 43,19).

Es verdad que han pasado veinte siglos y que sabemos, sobre Jesús, mucho más que Juan. Pero el escándalo no ha desaparecido. En tiempos de Juan el escándalo derivaba del cuerpo físico de Jesús, de su carne tan similar a la nuestra, excepto en el pecado. También hoy es su cuerpo, su carne, la que crea dificultades y escandaliza: su cuerpo místico, tan parecido al resto de la humanidad, sin excluir, lamentablemente, ni siquiera el pecado.

«El testimonio de Jesús -se lee en el Apocalipsis– es el espíritu de profecía» (Ap 19,10), esto es, para dar testimonio de Jesús se requiere espíritu de profecía. ¿Existe este espíritu de profecía en la Iglesia? ¿Se cultiva? ¿Se alienta? ¿O se cree, tácitamente, que se puede prescindir de él, apuntando más hacia medios y recursos humanos?

Juan el Bautista nos enseña que para ser profetas no se necesita una gran doctrina o elocuencia. Él no es un gran teólogo; tiene una cristología bastante pobre y rudimentaria. No conoce todavía los títulos más elevados de Jesús: Hijo de Dios, Verbo, ni siquiera el de Hijo del hombre. Pero ¡cómo logra hacer oír la grandeza y unicidad de Cristo! Usa imágenes sencillísimas, de campesino: «No soy digno de desatar las correas de sus sandalias». El mundo y la humanidad aparecen, por sus palabras, dentro de un tamiz que Él, el Mesías, sostiene y agita con sus manos. Ante Él se decida quién permanece y quién cae, quién es grano bueno y quién paja que se lleva el viento.

En 1992 se celebró un retiro sacerdotal en Monterrey, México, con ocasión de los 500 años de la primera evangelización de América Latina. Estaban presentes 1.700 sacerdotes y unos sesenta obispos. Durante la homilía de la Misa conclusiva hablé de la necesidad urgente que la Iglesia tiene de profecía. Después de la comunión se oró por un nuevo Pentecostés en pequeños grupos distribuidos por la gran basílica. Me había quedado en el presbiterio. En cierto momento un joven sacerdote se acercó en silencio, se me arrodilló delante y con una mirada que jamás olvidaré dijo: «Bendígame, padre; ¡quiero ser profeta de Dios!». Me estremecí porque veía que evidentemente le movía la gracia.

Con humildad podríamos hacer nuestro el deseo de aquel sacerdote: «Quiero ser un profeta para Dios». Pequeño, desconocido de todos, no importa; pero uno que, como decía Pablo VI, tenga «fuego en el corazón, palabra en los labios, profecía en la mirada».

P. Raniero Cantalamessa
Adviento 2007 en la Casa Pontificia

Texto completo en:

Benedicto

Fervor interior

EREMITAS EN EL YERMO DE SAN GERONIMO, PERUGIA (ITALIA

El pasado 19 de Junio, día de San Romualdo, cumplió dos años de existencia la Fraternidad de Laicos Camaldulenses de Montecorona. Este post es el pequeño tributo de Hesiquía blog para ellos y los Eremitas Camaldulenses, quienes perseveran firmes en su  vocación particular.

Fragmentos:

“El alma no sabe (de ser reducida a nada) cuando le ocurre que un grandísimo amor a Dios la transforma totalmente en Dios, tanto de no poder amar más a sí misma en sí misma, ni sí misma en Dios, ni Dios en sí misma, sino que solamente Dios en Dios; ella no se reconoce más ni en sí misma ni en Dios, ella no reconoce más a Dios en sí misma, sino que solamente a Dios en Dios”.

Leclercq constata: “La enseñanza del Beato Pablo, en este campo más que en otros, deriva de su personal experiencia y se manifiesta en largas elevaciones que escapan a todo análisis y aunque si se lograse resumir con precisión no se alcanzaría a traducir el fervor interno que la invade”.

En el cristianismo, la entrega absoluta a Dios, de lo que ya he hablado, se manifiesta sobre todo en la donación a Cristo Señor. Esto vale también para el proceso espiritual a través del cual pasa el fundador de una familia religiosa.

El fundador es sobre todo un creyente que se ha donado en “alma y cuerpo” al Señor Jesús, un hombre “aferrado de Cristo” como decía San Pablo.

Antes de llamarlo a iniciar una obra en la Iglesia, el Espíritu de Dios conforma su vida a la vida de Jesús, lo hace penetrar profundamente en el misterio de Cristo. Hombres y mujeres como Benito, Romualdo, Francisco de Asís, Teresa de Ávila, fueron Padres y Madres de nuevas familias solamente en un segundo momento de su vida. Primero y sobre todo fueron generosos seguidores de Cristo.

Fundamentalmente percibieron su vocación como una vocación a donarse totalmente al señor Jesús. La obra por ellos cumplida en la Iglesia vino después, como una realización concreta de su amor por Jesús, como una manifestación pública de su seguimiento interior de Cristo.

Se sienten, aunque indignos, “amigos del Esposo” como el Bautista, y “siervos de Cristo Jesús” como Pablo, y solo por esto quieren dar a conocer al mundo a su Señor y cooperar en la difusión de su reino llamando a otros para este fin y dando así inicio a una familia religiosa.

Escribe un teólogo “Cada Fundador cautivado por la persona de Cristo, ha aceptado seguirlo, igual que los discípulos. No ha sido llamado por el Espíritu a seguir una virtud, como la pobreza, la obediencia, la misericordia; o una actividad, la educación de los jóvenes, la predicación, el cuidado de los enfermos. Aunque todo esto entra a formar parte de su vida y de su fundación como algo esencial, él primero y fundamentalmente es llamado a seguir a una Persona”.

Desde el monacato primitivo, que con Antonio “decía a todos que no debían anteponer nada de cuanto hay en el mundo al amor de Cristo”, hasta las formas modernas de vida consagrada, que con Carlos de Foucauld repite: “Hay un único modelo: Jesús. No buscar otro”, “Cristo permanece como el objeto principal de toda llamada al servicio exclusivo de Dios” (Fabio Ciardi).

de DON LANFRANCO LONGHI, EC
PADRE MAYOR

Ir al texto completo

Vida de San Romualdo

Fraternidad de Laicos Camaldulenses

Contacto:

fjonrubia@inicia.es

Haz click aquí para comentar


Siguiendo a San Antonio

Icono de San Antonio Abad

Interesante vídeo de sobre la experiencia de soledad

en el desierto

Parte 1

Parte 2

Parte 3

Parte 4

Parte 5

Parte 6


Aportes 23 de Junio

This content is password protected. To view it please enter your password below:

La oración contemplativa

Extraído de Monasterio de las Batuecas

Fragmentos

La oración contemplativa es, en cierto modo, simplemente la preferencia por el desierto, el vacío, la pobreza. Cuando uno ha conocido el sentido de la contemplación, intuitiva y espontáneamente busca el sendero oscuro y desconocido de la aridez con preferencia a ningún otro.

El contemplativo es el que más bien desconoce que conoce, más bien no goza que goza, y el que más bien no tiene pruebas de que Dios le ama. Acepta el amor de Dios en fe, en desafío a toda evidencia aparente. Ésta es una condición necesaria, y muy paradójica, para la experiencia mística de la realidad de la presencia de Dios y de su amor para con nosotros.

Sólo cuando somos capaces de «dejar que salgan» todas las cosas de nuestro interior, todos los deseos de ver, saber, gustar y experimentar la presencia de Dios, entonces es cuando realmente nos hacemos capaces de experimentar la presencia con una convicción y una realidad abrumadoras, que revolucionan toda nuestra vida interior.

Walter Hilton, un místico inglés del siglo catorce dice en su Scale of Perfection:

«Es mucho mejor ser separado de la visión del mundo en esta noche oscura, por muy penoso que eso pueda resultar, que morar fuera, ocupado en los falsos placeres del mundo… Porque cuando estás en esa noche, te encuentras mucho más cerca de Jerusalén que cuando estás en la falsa luz. Abre tu corazón al movimiento de la gracia y acostúmbrate a residir en esta oscuridad, intenta familiarizarte con ella y encontrarás rápidamente que la paz, y la verdadera luz de la comprensión espiritual inundarán tu alma…»

La contemplación es esencialmente una escucha en el silencio, una expectación. Y también, en cierto sentido, debemos empezar a escuchar a Dios cuando hemos terminado de escuchar. ¿Cuál es la explicación de esta paradoja?

Quizá que hay una clase de escucha más elevada, que no es una atención a la longitud de cierta onda, una receptividad para cierto mensaje, sino un vacío que espera realizar la plenitud del mensaje de Dios dentro de su aparente vacío.

En otras palabras, el verdadero contemplativo no es el que prepara su mente para un mensaje particular, que él quiere o espera escuchar, sino el que permanece vacío porque sabe que nunca puede esperar o anticipar la palabra que transformará su oscuridad en luz.

Ni siquiera llega a anticipar una clase especial de transformación. No pide la luz en vez de la oscuridad. Espera la Palabra de Dios en silencio, y cuando es «respondido», no es tanto por una palabra que brota del silencio. Es por su silencio mismo cuando de repente, inexplicablemente revelándose a él como la palabra de máximo poder, llena de la voz de Dios.

El camino de la contemplación no es, de hecho, camino alguno. Cristo es el único camino, y él es invisible. El «desierto» de la contemplación es sencillamente una metáfora para explicar el estado de vacío que experimentamos cuando hemos abandonado todos los caminos, nos hemos olvidado de nosotros mismos y hemos tomado a Cristo invisible como nuestro camino. Como dice san Juan de la Cruz:

«Y así grandemente se estorba un alma para venir a este alto estado de unión con Dios, cuando se ase a algún entender, o sentir, o imaginar, o parecer, o voluntad, o modo suyo, o cualquiera otra obra o cosa propia, no sabiéndose desasir y desnudar de todo ello… Por tanto, en este camino, el entrar en camino es dejar su camino; o por mejor decir, es pasar al término y dejar su modo, es entrar en lo que no tiene modo, que es Dios. Porque el alma que a este estado llega, ya no tiene modos, ni maneras, ni menos se ase ni puede asir a ellos… aunque en sí encierra todos los modos, al modo del que no tiene nada, que lo tiene todo.»

Capítulo XV del libro LA ORACIÓN CONTEMPLATIVA

Editorial PPC. Madrid 1996. Págs. 117-125

Aquí el texto completo del Cap. XV

Extraído de: Abandono

Haz click aquí para comentar

—————————————————————————————————————————————————-

Links de hoy:

El rincón del anacoreta

Diez lecturas recomendadas

Misioneros de la caridad

—————————————————————————————————————————————————-

Visita a monjes coptos y apotegmas

This content is password protected. To view it please enter your password below:

Un año de Hesiquía Blog

¡Grande eres Señor, fuente de toda inmensidad..!

1 Reyes 19, 11-12

Haz click aquí para comentar

San Serafín de Sarov

San Serafín de Sarov El Hombre El 19 de julio de 1759, un niño nació en la familia del mercader Isidoro Mochnine, en Kursk, y recibió el nombre de Prokhore. Kursk era una ciudad de provincia como había muchas en Rusia, con las casas bajas flanqueadas por empalizadas que bordeaban calles mal pavimentadas, pero a menudo sombreadas por bellos árboles. Isabel, hija de Pedro el Grande, reinaba entonces sobre un país que se recuperaba lentamente de las sacudidas terribles … Read More

via Vidas místicas

Beato Charles de Foucauld

Beato Charles de Foucauld Beato Charles de Foucauld Soldado, geógrafo, Trapense, lingüista, Ermitaño, sacerdote diocesano (1858 Estrasburgo – 1916 Hoggar)   Un joven entra en un confesionario de la iglesia de San Agustín, en París, se inclina ante el sacerdote y dice: «Señor párroco, no tengo fe; vengo a pedirle que me instruya». El sacerdote lo examina con l … Read More

via Vidas místicas

Santa Catalina de Siena

Santa Catalina de Siena Vida de Santa Catalina de Siena    Primera parte Capítulo I   De los padres de Catalina y su condición social  Vivía en la ciudad de Siena, en Toscana, un hombre llamado Jácomo, descendiente de la familia de los Benencasa, un hombre sencillo, leal, temeroso de Dios y cuya alma no estaba contaminada por ningún vicio. Después de haber perdido a sus padres casó con una aldeana llamada Lapa, mujer que no tenía ninguno de esos defectos tan com … Read More

via Vidas místicas

Aportes 17 de Junio

This content is password protected. To view it please enter your password below:

El lugar de la Presencia

eremo di San Colombano

– Anexo a la 6° carta sobre la oración de Jesús –

Es muy frecuente en el camino espiritual el ascenso y la caída. En continua alternancia se suceden, variando apenas la intensidad y frecuencia de los períodos. En momentos de determinación parece apelarse a la voluntad personal y en momentos de mediocridad se recuerda con frecuencia el papel de la gracia.

La relación entre gracia y libertad, entre lo destinado y el libre albedrío, ha sido siempre tema controvertido. Diferentes corrientes de pensamiento, en distintas épocas, han enfatizado uno u otro aspecto del asunto. Pero en la praxis cotidiana del imitar a Cristo, el fiel sufre una lucha entre opuestos aparentes.

Si el creyente se eleva poniendo en práctica los mandamientos y si siente que crece hacia la ciudad celestial, se envanece, por lo cual se le recuerda que ese pretendido ascenso es obra de la gracia. Es decir, que Dios ha querido darle el don de ir mejorando. Y si antepone el hecho de los esfuerzos realizados para mejorarse y su lucha personal contra el pecado, se le dice que también esos esfuerzos han sido provocados por la gracia. Así, voluntad y ascenso son obra de Dios.

Pero cuando caído y débil se arrastra en el desánimo y la falta de coherencia, se le dice que es por su voluntad débil, por su personal inclinación al mal. Se supone que debería haber podido evitar la caída, al parecer independientemente de la gracia. Al debatirse culpable en el fango; se le alienta, diciendo que la caída es fruto de la condición originaria del hombre y que pagamos lo hecho por Adán. Y se le exhorta a pedir la gracia para salir adelante y el fiel se queda pensando si este “pedir la gracia” será fruto de la intención personal o gracia también.

Este ir y venir de los argumentos, mucho más extensos y variados que el breve resumen antedicho, suelen dejar estas cosas en un cierto campo de confusión u oscuridad del entendimiento. De esta suerte las personas van inclinándose de acuerdo a sus particulares tendencias; algunos apoyándose en la actividad y otros en el dejamiento con todos sus matices.

Pero hay algo que viene a barrer con todas las disquisiciones. Algo que libera del ascenso y la caída y que constituye propiamente un nuevo nacimiento. Es la experiencia personal de Cristo en el corazón.

Ante la experiencia mística profunda, los opuestos se concilian y apartándose, dejan el lugar a un conocimiento directo de lo que, a partir de allí, se vive como la verdad del ser y las cosas.

A esta particular vivencia se la ha llamado también el descenso del Espíritu Santo, plenitud de la Gracia y de otras maneras. Pero la persona que la vive sabe que en su vida se ha formado una línea divisoria, se asiste a una conversión personal e íntima. Ha cambiado la mirada, el modo, las sensaciones, lo que se pretende, lo que se creía ha sido reemplazado por lo que se sabe, a ciencia cierta y de modo indiscutible.

Esta certeza es del interior del alma, surgiendo del Espíritu inunda el ser de uno y como tal no puede explicarse adecuadamente ya que es tan única como cada individuo. Es el modo en que Dios se ha revelado a esa persona particular. Pese a ello, los místicos han tratado de traducir lo vivido para los demás creyentes, intentando con ello acercar a la fe en la existencia de esa experiencia cumbre.

Quién participa de ese estado; quién vive en Cristo con la fuerza del Espíritu Santo, ve al Padre en todas las personas y las cosas. Ya no lucha por ascender o para no caer, se halla situado “en otro lugar”.

En esa nueva tierra del corazón, que ha sido nombrada también como “la celda interior”, la noción de esfuerzo y gracia se pierden, dejando el lugar a un estarse en la Presencia.

Allí, la acción personal, no se vive como desvinculada de la acción de Dios. Los movimientos, emociones y pensamientos se revelan como formas, mediante las cuales El Señor se expresa libremente en el mundo de lo creado.

Aquí, la lucha contra el deseo de la carne pierde vigencia, porque habiéndose encontrado “la perla” y gozando de su belleza continuamente, los que anteriormente parecían placeres apetecibles, son vistos ahora como sombra leve del gozo al que es posible acceder.

Igualmente, la antigua lucha contra el yo o ego que tiende a la vanagloria y a la soberbia desaparece, fundida en la clara conciencia de la inmortalidad del alma y de su unión con Aquél que la engendró.

Para quién ha vivido esta experiencia trascendente, el sentido de la vida humana en el mundo resulta claro.  Se siente la necesidad de comunicar a los demás, que sufren la inmanencia del dolor; la real existencia de este Espíritu Santo siempre disponible en el corazón de Cristo.

Te mando un abrazo hermanados en la invocación del Santo Nombre

de Carta de Esteban para Adrian.

Links:

al eremo di San Colombano

Ilusiones perdidas

Hesiquía en Blogger

Haz click aquí para comentar


Pax

Estimadas amigas/os de Hesiquía blog
Este es otro de los post que más me han gustado en el primer año de Hesiquía.
Les dejo también tres enlaces habituales en el blog.
Cristo los cuide.

Pax Querida hija, consagrada a Cristo. Quiera el Señor darte cobijo y dejarte sentir Su presencia. El invierno se presenta duro y dificulto que pueda visitar vuestro monasterio hasta bien entrada la primavera. Pero a no menguar la fe, que la distancia es solo corporal, y al crecer esta parecieran acercarse nuestras almas. No me detendré sino muy breve … Read More

via Hesiquía

Ecclesia Primus

Espiritualidad Cisterciense

Estoy a tu lado

Haz click para dejar un comentario


Signos de esperanza

¡Venid adoradores...!

La vida consagrada hoy:

Signos de vitalidad y esperanza


La vida consagrada atraviesa, desde hace tiempo, una profunda crisis en las sociedades occidentales. Los síntomas son claros: incapacidad de abundancia de nuevas vocaciones, paulatino envejecimiento de sus miembros, abandono de un número significativo, y pérdida de intensidad evangélica, o relajamiento de costumbres. Sin embargo, hay motivos para tener esperanza. Lo explica el padre Luis Oviedo, profesor de las Universidades Gregoriana y Antonianum, de Roma:

«Puede sorprender que, en medio de este desierto que atraviesa la vida consagrada, se adviertan algunos oasis en los que la vida consagrada parece regenerarse y conoce expresiones de gran vitalidad. Hace unos meses, invité a unos colegas americanos a visitar una nueva comunidad de religiosas que se han establecido cerca de nuestro convento en Roma. Celebramos con ellas las Vísperas. Fue un momento de intensa oración y de gran belleza.

Al salir, el comentario de una profesora de Sociología de la religión: Esto sí que es nuevo para mí: unas monjas jóvenes, vestidas de monjas, sonrientes, y que rezan con devoción. ¡Una clara expresión de lo que se echa en falta en algunas latitudes respecto de la vida religiosa!

Aparte de las anécdotas, se dan al menos tres tipos de expresiones de mayor vitalidad en esa forma de vida: entidades de Órdenes tradicionales que han renovado su estilo, en especial en ambiente monástico; nuevas fundaciones, que se han expandido en los últimos tiempos; y ciertas expresiones de radicalidad evangélica que nacen de los movimientos eclesiales.

Estos años he visitado muchas de esas comunidades vibrantes, dinámicas y que conocen un discreto crecimiento. He intentado comprender qué tienen de especial; qué les distingue de la mayor parte de la vida consagrada, salvándoles del declive; y qué podemos aprender de ellas los que anhelamos una renovación de nuestras débiles entidades.

Tras tantas experiencias de observación y participación, entrevistas y estudios empíricos, he podido sintetizar los elementos comunes que caracterizan esta nueva efusión del Espíritu y estas expresiones de vitalidad. Se trataba de aprender de la realidad, visitar dichas comunidades, conocerlas directamente. Quería leer en ellas los signos de los tiempos, más allá de las teorías típicas que se publican sobre la vida consagrada. Los rasgos de mayor interés en los consagrados de mayor vitalidad son:

* Una vida decididamente religiosa, que apunta claramente a la trascendencia, que no cede ante las tendencias a la secularización interna que dominan la mayoría de las congregaciones en declive. Para ello, el lenguaje, las expresiones de vida común, las actividades y toda su existencia, asumen un tono que evoca al Dios del amor y la vida. Tanto si se dedican a la educación como a la parroquia, la prioridad la tiene la dimensión religiosa.

* Una actitud claramente liminar respecto de la cultura dominante, de la sociedad. No se busca tanto la encarnación en el mundo o la inculturación, sino abrir un canal alternativo, un espacio diferente en el que encuentran expresión formas de vida, de relaciones y de comunicación ausentes en el mundo secular. Su misión consiste precisamente en abrir dichos espacios, en mantener una forma de vida distinta, conscientemente separada del resto.

* Un espíritu mayor de movilización, sobre todo para evangelizar. Comparando con el ambiente de las Órdenes tradicionales, aquí se respira un aire distinto, las comunidades son dinámicas y vibrantes; tienen una causa por la que empeñarse, y se activan con gran entrega e ilusión para afirmar en medio del mundo que Dios existe y nos ama. Han superado el síndrome de pasividad y los complejos de inferioridad, y no temen proclamar su esperanza; por eso, aman a la Iglesia y al Papa sin reservas.

* Una mayor visibilidad y distinción; una identidad más clara y definida, en contraste con otras opciones o con otros caminos cristianos. En general, se habla de una actitud más identitaria en el modo de vestir, de presentarse o de relacionarse; usan el hábito y habitan en conventos o casas religiosas.

* Un exquisito cuidado de la oración y de la liturgia, que se preparan con esmero y se viven con unción y profundo sentido espiritual. A menudo, dicha oración se realiza de puertas abiertas, y su forma de orar se convierte en toda una proclamación de aquello que llena de alegría sus vidas.

Ciertamente, estamos hablando de un estilo de vida consagrada distinto del que surgió tras el Vaticano II, que hoy constituye el modelo dominante. Ahora bien, estas nuevas expresiones son por ahora las únicas que nos alumbran motivos de esperanza para el futuro de la vida consagrada.

Del Padre franciscano Luis Oviedo

Enviado por Madre Hilda

del Monasterio Abba Padre

Links de hoy:

Pro Orantibus

Cignatus

Haz click para dejar un comentario

Video, carta e invitación

This content is password protected. To view it please enter your password below:

Sobre la oración continua

Estimadas amigas/os de Hesiquía blog.

Este post de Julio del año pasado me ha parecido muy instructivo y lo recuerdo con especial cariño. Aquí está de nuevo, espero sirva de provecho. Les hago debajo un link a la 5° carta de Esteban sobre aspectos varios de la oración de Jesús y a dos blogs amigos.

Sobre la Oración continua Era la tarde mas fría del año. Apenas llegué Padre Vasily puso un jarro con agua al fuego y me hizo un café. Me trató como siempre lo hace. Cordial, sereno, contento. Quiero decir que me recibe con el corazón abierto, exudando paz y feliz de la vida. Ahora que los escribo me parecen estados simples, fáciles de adquirir y de estabilizar y as … Read More

via Hesiquía

5° Carta de Esteban sobre la oración

Flor en el desierto

Ermitaño urbano

Haz click aquí para comentar

Iconografía interior

Estimadas amigas/os de Hesiquía blog.

El próximo 19 de Junio se cumplirá un año desde que iniciáramos el blog.
Estamos reposteando algunos contenidos, de lo que mas nos ha gustado, al tiempo que preparamos los nuevos para el segundo año. Quiero pedirles que envíen cualquier sugerencia que consideren para mejorar la página en esta segunda etapa que llevaremos adelante si nos ayuda El Señor.

Un saludo fraterno en el amor a Cristo. (mario de Cristo Salvador)

Iconografía interior I Al alba, la oración matutina es salmodia de lenta cadencia. Sentidas y penetrantes, las palabras me develan significados nuevos. Terminando ya la alabanza, prorrumpen a coro luego de un introito individual, con el ¡Señor Jesucristo, hijo de Dios, ten piedad de nosotros, pecadores! Repiten la oración una y otra vez, no supe cuantas, per … Read More

via Hesiquía

Links de hoy:

Camino misionero

Vocation-station

Conventos-clausura

Haz click aquí para comentar

Vivir en Dios

This content is password protected. To view it please enter your password below:

de la Disolución de los apetitos

de la Disolución de los apetitos Estimado Joaquín: La paz de Cristo sea contigo. Como sabes, según tu pedido, me propongo escribirte, partiendo de mi experiencia, sobre la disolución de los apetitos, en cuanto y hasta donde he podido llegar en ello por Su misericordia. Pero para eso, debo iniciar acordando contigo acerca de lo que entiendo por tal. Y no podré avanzar en el estudio de … Read More

via Hesiquía

Estimados lectores de Hesiquía blog, los saludo fraternalmente. En breve regresa Mario de sus ocupaciones y estará nuevamente con ustedes. Les ofrezo hoy otra de las entradas que mas me han gustado del año pasado. Los saludo invocando a Cristo y María Virgen. (Hno. Cristóbal)

Links de hoy:

En saco nuevo

Estoy a tu lado

Oración y silencio

Haz clik aquí para comentar

Consejos del solitario

Estoy administrando temporalmente el blog y he querido volver a poner aquellos posts que mas me han gustado y edificado interiormente. (Hno. Cristóbal)

Consejos del solitario Fundamentos de la jornada –          Al despertar, lo primero que debes hacer es invocar al Señor Jesucristo, del modo que puedas, con devoción o sin ella; simplemente tenerlo en la boca, repetir su nombre, mientras te higienizas y vistes preparándote para el día. –          Ignora todo sentimiento o pensamiento negativo que pueda sobrevenirte … Read More

via Hesiquía

Link a la 4° carta de Esteban de Emaús

Carta de un misionero uruguayo al New York Times

Querido hermano y hermana periodista:

Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero.

Me da un gran dolor por el profundo mal que personas que deberían de ser señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no puede estar, sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la dignidad de los niños será siempre una prioridad absoluta.

Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico la ampliación del tema en forma morbosa, investigando en detalles la vida de algún sacerdote pedófilo. Así aparece uno de una ciudad de USA, de la década del 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente, otros casos recientes… Ciertamente todo condenable! Se ven algunas presentaciones periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de preconceptos y hasta odio.

¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que se consumen por millones de niños, por los adolescentes y los más desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo! Pienso que a vuestro medio de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas; que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a más de 110.000 niños…

No es de interés que con otros sacerdotes hayamos tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU. No es noticia que un sacerdote de 75 años, el P. Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para que se desintoxiquen de la gasolina, que alfabeticen cientos de presos; que otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan casas de pasaje para los chicos que son golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio.

Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando los enfermos y desesperados. No es noticia que más de 60.000 de los 400.000 sacerdotes, y religiosos hayan dejado su tierra y su familia para servir a sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados, orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de formación profesional, en centros de atención a cero positivos… o sobretodo, en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.

No es noticia que mi amigo, el P. Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y volviendo a su misión haya sido ametrallado en el camino; que el hermano Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que decenas de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina, visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los primeros sacerdotes que llegaron a la región…Ninguno pasa los 40 años.

No es noticia acompañar la vida de un Sacerdote “normal” en su día a día, en sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la comunidad que sirve.

La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua. Hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece.

No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su humanidad busca seguir a Jesús y servir sus hermanos. Hay miserias, pobrezas y fragilidades como en cada ser humano; y también belleza y bondad como en cada criatura…

Insistir en forma obsesionada y persecutoria en un tema perdiendo la visión de conjunto crea verdaderamente caricaturas ofensivas del sacerdocio católico en la cual me siento ofendido.

Sólo le pido amigo periodista, busque la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso lo hará noble en su profesión.

En Cristo,

P.  Martín Lasarte sdb

domboscolwena@hotmail.com

Angola

Enviado por Hno. Gabriel

de Frat. Monástica Virtual

Otras referencias:

Fray Nelson

Diácono Jorge Novoa


La voz interior del amor

El regreso del hijo pródigo

Fragmentos

… Entregarte a los demas sin esperar nada a cambio solo es posible cuando has sido plenamente recibido. Cada vez que descubres que esperas algo a cambio de lo que has dado o te desilusionas cuando no se te retribuye nada, vas tomando conciencia de que aun no has sido plenamente recibido.

Únicamente cuando te sabes incondicionalmente amado (es decir, plenamente recibido) por Dios, puedes dar en forma gratuita. Dar sin esperar nada a cambio es confiar en que todas tus necesidades seran cubiertas por Aquel que te ama incondicionalmente. Es confiar en que no necesitas proteger tu propia seguridad, sino que  puedes entregarte completamente al servicio de los demas.

La fe es, precisamente, confiar en que tu, que das en forma gratuita, recibirás en forma gratuita, pero no necesariamente de la persona a quien te entregaste. El riesgo radica en que te entregues a los demás con la ilusión de que ellos te recibirán plenamente. Pronto te sentiras como si los demás se estuvieran alejando con partes tuyas.

No puedes entregarte a los demas si no eres dueño de ti mismo, y solo puedes ser verdaderamente dueño de ti mismo cuando se te ha recibido plenamente en un amor incondicional. Gran parte del dar y recibir tiene una característica violenta, porque quienes dan y quienes reciben actúan mas desde la necesidad que desde la confianza.

Lo que parece generosidad es en realidad manipulación, lo que parece amor es en verdad un grito en busca de afecto o apoyo. Cuando te sepas plenamente amado, podras dar de acuerdo con la capacidad de recibir del otro, y podrás recibir de acuerdo con la capacidad de dar del otro. Estarás agradecido por lo que se te de, sin aferrarte a ello, y dichoso porlo que puedas dar, sin jactarte de ello. Seras una persona libre, libre para amar.

Te preguntas si es bueno compartir tus esfuerzos con los demás, especialmente con quienes estas llamado a atender. Se te hace difícil no mencionar tus propios dolores y penas ante aquellos a quienes estas tratando de ayudar. Sientes que lo que pertenece al corazon de tu humanidad no tendria que ocultarse; quieres ser un compañero de viaje y no un guía distante.

La pregunta fundamental es: “¿ Eres dueño de tu dolor?” Mientras no seas dueño de tu dolor (es decir, mientras no integres tu dolor a tu manera de estar en el mundo), existe el peligro de que uses al otro para buscar la sanación para ti mismo.

Cuando les hablas a los demás del dolor sin ser del todo dueño de el, esperas de ellos algo que no pueden dar. Como resultado de ello, te sentirás frustrado, y aquellos a quienes querías ayudar se sentirán confundidos, desilusionados o, inclusive, mas sobrecargados.

Pero, cuando eres del todo dueño de tu dolor y no esperas de aquellos a quienes atiendes que lo alivien, puedes hablar de el con verdadera libertad. Entonces, compartir tus esfuerzos se puede transformar en un servicio; entonces, tu apertura puede ofrecer a los demás coraje y esperanza. Para que puedas compartir tus esfuerzos como un servicio, tambien es esencial que tengas a quienes recurrir con tus propias necesidades.

Siempre precisarás gente confiable ante la cual puedas desplegar tu corazón. Siempre necesitarás gente que no te necesite, sino que pueda recibirte y hacerte volver a ti mismo. Siempre necesitarás gente que pueda ayudarte a ser dueño de tu dolor y a afirmar tus esfuerzos.

Así, la pregunta central de tu misión es: “¿ Está el compartir mis esfuerzos al servicio de quien busca mi ayuda?”. Esta pregunta unicamente se puede responder en forma afirmativa cuando uno verdaderamente es dueño de su dolor y no espera nada de aquellos que buscan su ayuda.

Aportado por Hna. Angela de Jesús Resucitado de Frat. Mon. Virtual

Extraído de  «La voz interior del amor»

de H e n r i   N o u w e n


Links:

El regreso del hijo_pródigo

La última Cima

El lirio del yermo


Haz click aquí para comentar

El templo interior

Amarle es el todo de nuestra voluntad, ávida de bien.

Fragmento:


…Nunca leerá el Ermitaño sin un alborozado estremecimiento las siguientes afirmaciones de San Pablo: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? El templo de Dios es sagrado, y ese templo sois vosotros” (1 Corintios 3,16-17).

¿ No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habita en vosotros y le habéis recibido de Dios?… Glorificad, pues, a Dios en vuestros cuerpos” (ib. 6,19-20).

No busques a Dios ni en un lugar ni en el espacio. Cierra los ojos del cuerpo, ata tu Imaginación y baja dentro de ti mismo: estas en el Santo de los Santos donde habita la Santísima Trinidad.

En el instante de tu Bautismo has quedado hecho templo de Dios: “Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. En el acto, “el amor de Dios fue derramado en tu corazón por el Espíritu Santo que te fue dado” (cf. Romanos 5, 5), y se realizó la promesa de Jesús: “Si alguien me ama, esto es, si tiene la caridad, si se halla en estado de gracia, mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra mansión” (Juan 14,23).

Sabes lo que significa esa presencia: algo totalmente distinto de la del Creador en su criatura. Por ella contraes una amistad divina que te introduce en la intimidad de la Trinidad. Huésped de tu alma.
El Ermitaño ve en esa inhabitación de Dios la razón específica personal de su retirada al desierto. Viene a vivir, con exclusión de toda otra ocupación, esa sublime verdad.
Desde ese ángulo sobre todo, su vocación es escatológica: comienza en la tierra en las sombras de la fe y la luz del amor lo que hará en la eternidad, donde sólo habrá un templo: Dios mismo.

¿ Acaso no está más él en Dios que Dios en él por su accesión gratuita al misterio tan secreto de las relaciones entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo? El hombre es contemplativo por destinación y por estructura: “La vida eterna está en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo” (Juan 17,3), mas con un conocimiento que participa del de Dios mismo, viéndole cara a cara en el fervor del amor beatífico.
Conocerle es el objeto supremo de nuestra inteligencia. Amarle es el todo de nuestra voluntad, ávida de bien.

Nuestra condición terrestre interpone entre Dios y nosotros toda una gama de verdades parciales y de bienes fragmentarios que deberían ayudarnos a remontar el vuelo hasta su fuente, pero que con harta frecuencia nos apartan de ella en razón de la sobreestima que les damos.
¿No es extraño que el hombre, organizado para alcanzar su pleno desarrollo en la contemplación, que le dilata a la medida de Dios, prefiera la acción, que le repliega sobre sí mismo en su voluntad de vencer?

Es más fácil actuar que hacer oración. En ésta la iniciativa pertenece a Dios, en aquélla a nosotros, y no nos gusta enajenar nuestra libertad aunque sea en provecho del Señor. Para la fe es una especie de enigma que la mayoría tengan aversión a la contemplación, que viene a ser para ellos como el lujo de los cristianos ociosos.

El Ermitaño lo ha dejado todo para afincarse en esa “Presencia”. Cerradas todas las avenidas del lado de la tierra, se siente con ánimos de ser “conciudadano de los santos” (Efesios 2,19). Su cualidad de cristiano y la vocación formal que le llama a la soledad fundamentan su pretensión. Si comprende bien el sentido de su vocación, entonces todo él, cuerpo y alma, es un templo.

La disciplina de sus sentidos y la “esclavitud de su carne” cobrarán un significado más profundo: no serán tan solo un esfuerzo laborioso por mantener el señorío. El cuerpo, por su parte, es una piedra escogida que hay que labrar y pulir para la iglesia que se construye (Dedicación).

Lejos de execrarlo, el Ermitaño lo rodea de respeto con miras al papel que le asigna la Liturgia. Esta tiene para con el cuerpo un ritual minucioso que regula y ennoblece las actitudes y funciones de cada miembro en la participación que le brinda en la oración y el sacrificio.Le viene su dignidad sobre todo del alma que lo anima, y que en gracia a su unión sustancial se lo asocia en el honor de ser morada del Altísimo.

Esta teología del cuerpo rectamente entendida no autoriza ya más respecto del mismo el trato sórdido que le infligían los ermitaños primitivos. El Bautismo lo ha lavado en la lustración purificadora; el sacerdote lo ha signado con la Cruz, ungido con el Santo Crisma; la Comunión eucarística lo transforma en copón viviente. Después de la muerte, la Iglesia lo inciensa y lo lleva en triunfo. ¿No era el templo del Espíritu Santo?

Esmérate por que él también venga a ser lo que es. Gracias a él y al funcionamiento satisfactorio de sus órganos es como tu alma podrá gozar conscientemente de la presencia de Dios en ella. Guárdate de que una severidad indiscreta te incapacite para sostener un coloquio prolongado con el Huésped interior.

Si María hubiera padecido jaqueca, la entrevista de Betania perdiera de su colorido. No puedes, sin alegrarte, pensar en lo que pasa en el fondo de ti mismo… En el instante en que tomas alimento, recreo o sueño, el Padre, en tu alma, engendra a su divino Hijo. Su Palabra es de una actualidad incesante: “Yo, hoy, te he engendrado” (Salmo 2,7).

Trata de percibir con la fe algo de esos intercambios de amor y alabanza entre las divinas Personas, que son la vida de la Trinidad, su gloria que irradia en tu alma. El Gloria Patri… que jalona tu salmodia es sólo un eco, si bien el más fiel, de la alabanza que se tributan mutuamente “los TRES”.

Extraído de «El Eremitorio» de Dom Esteben Chevevière

Links de hoy:

Monasterio Nstra. Señora de La Paz

Monasterio Sancti Spiritus

Haz clik para comentar

Oración en acción

Silencio y recogimiento

3° Carta

Espero se encuentren bien, hermanados en el Espíritu y afianzados en el hábito de la repetición del Santo Nombre.

Anteriormente vimos la necesidad de ir reemplazando divagación por oración, unificando la mente en torno a este centro estable. También, la urgencia de poner el cuerpo al servicio del crecimiento espiritual si es que se pretende avanzar hacia la contemplación. Hacernos dueños de cuerpo y mente, herramientas dadas para elevarnos a Dios ya desde este mundo.

Quisiera contarles hoy brevemente acerca de un particular modo de hacer. Es una manera de abordar las tareas que nos trae lo cotidiano. Una posición que se asume, que también al hacerse costumbre, nos transforma. Este modo de estarse en la acción, es oración y permite la serena vivencia de los acontecimientos exteriores. Uno deja de anhelar esta o aquella situación, porque encuentra en todos los instantes la misma satisfacción.

Esta manera de actuar se caracteriza por la suma atención que pone en ella quién la ejecuta. Este, consciente de la Presencia de Dios en todo y en todas las cosas actúa como el oficiante en la liturgia. Con reverencia, concentrado, poniendo lo mejor de sí. “En Él vivimos, nos movemos y existimos…” (Hechos 17, 26-28) Conscientes de lo que dice el apóstol, es preciso abandonar la creencia de que aquél otro momento es más importante que este, en el que nos encontramos. Dejar de valorar en función de las expectativas. Asumir que la vida toda es un misterio mediante el cual Dios nos enseña y nos llama a Su presencia.

Esas valoraciones que efectuamos en base a nuestras expectaciones e inquietudes no tienen asidero. Es tan importante este sitio como el otro al igual que el trayecto entre ambos. La vida es un continuo y estamos siempre moviéndonos en “Su casa”. Hay un modo de ponerse mental y corporalmente que facilita la percepción de la gracia actuante en nosotros y lo que nos rodea. Es un modo sin apuro, que dispone ordenadamente los elementos necesarios para la acción que se va a efectuar. Que desarrolla cada paso con la misma intensidad. Se lo percibe como un hacer armónico. Se logra teniendo confianza en que esta tarea que tengo delante es parte de lo que El Señor me pide hacer en esta vida y confianza en que poniendo mi necesario esfuerzo Él llevará las cosas a buen término.

Es un hacer desde el Espíritu, usando el cuerpo y la mente según la función de servicio para la que fueron creados. Es una acción desde adentro y no alienados en el afuera. Esta cualidad en la acción constituye oración y al hacerse continua nos unifica. Mi Padre espiritual consciente de mi apego a ciertas formas de oración en particular, me mandaba barrer con lentitud grandes extensiones de tierra alrededor del sitio donde nos hallábamos retirados. Me decía, que si no encontraba yo el mismo gusto y devoción en ambas tareas por igual, caía en cierta forma de idolatría. Me aconsejaba barrer con unción, con devoción por la tarea, tratando de darle al Señor lo mejor aún en tareas que podía mi mente considerar humildes.

Con el tiempo llegamos a comprender y experimentar que el gozo no está en esto o en aquello sino que se encuentra en uno mismo y que puede derramarse sobre las actividades y las cosas. Esa práctica de tomar cada actividad como una forma de oración crece y se afirma si empezamos a “teñir” todo lo que hacemos con la oración de Jesús. Un hermano decía que se podía ir por el mundo bendiciéndolo todo al cubrirlo con el Nombre de Jesucristo. Si vemos un hecho desagradable lo integramos bajo el manto protector de la oración del Nombre del Señor. Ante lo bueno agradecemos con la misma oración.

Tanto en nuestras caídas como al descubrir nuestros progresos, volvemos a la frase elegida, que se convierte en nuestra forma de adherir a la vida, nuestro asentimiento a la acción de Su voluntad. Es conveniente elegir una o dos actividades que realicemos con cierta frecuencia y ejercitarnos en poner allí esta actitud devocional, esta apertura del corazón a la vivencia. Es buena materia también para el examen diario de la conciencia, revisar como se ha trabajado esta nueva actitud que se busca.

Hace falta determinación, una actitud decidida de acercarse al Señor, el resto a Él le atañe. Recuerdo ahora mis titubeos y dudas cuando me iniciaba en este camino y como vino a ser una enfermedad la que me ayudara a consolidar el hábito de la oración de Jesús. Es que no se sabía entonces si lo que padecía era muy grave o no, hubo unos días de espera para saberlo. Claro, lo que había sido un tibio acercamiento a la oración del Santo Nombre, se convirtió en fervor y piedad que no había conocido antes en mí. El temor a la muerte vino a servirme de gran ayuda y rápido encontré razones para pedir misericordia.

Pero quién no atraviese ese trance… ¿Cómo hará para motivarse y disponerse con firme decisión a practicar esta oración? Quizás porque siente un llamado claro o una evidente inclinación hacia esto. Quizás algún otro se sienta interesado porque le aseguramos una bienaventuranza plena luego de algún tiempo de práctica. Ojalá que así sea; la perla escondida está a la mano, propiamente se ha hablado bien cuando se dijo que El reino de Dios está aquí, entre nosotros. (Lc. 17, 20-21) Según nuestra experiencia, se encuentra en el mismo Nombre de Jesucristo, que actualiza la redención en el momento mismo que se lo pronuncia.

Los saludo con afecto fraterno

Esteban de Emaús

Meditación en Parroquias

Links de Hoy:

Guía de Películas religiosas

Liturgia horarum

Luz del Este

Haz clik aquí para comentar

——————————————————————————————————————————————————————-

“Caminos del hombre interior”

por el Dr. Fray Alberto E. Justo

28 de Mayo – 20:15 Hs.

Librería “Lectio”

Paseo Santo Domingo – Córdoba – Arg.

La Virgen de Vladimir

Icono de la Virgen de Vladimir

INTRODUCCIÓN

Para entender el sentido de los iconos es necesario comprender la complementariedad entre la Palabra de Dios y la imagen sagrada: lo que la palabra lleva al oído, la imagen lo lleva a los ojos, haciendo accesible el misterio de una forma humana.

Cristo es a la vez Palabra del Padre e Imagen del Padre. El Evangelio es palabra, pero refiere unos episodios que pueden ser representados, porque el cristiano tiene oídos para escuchar la palabra de Dios, pero también ojos para contemplar el misterio e interiorizarlo.

Ante nuestros ojos la imagen es como una ventana que se nos abre, para entrar en comunión con Cristo, con la Madre de Dios y con los santos. La imagen es recuerdo y lugar de encuentro de miradas y presencias que nos invita a la contemplación y también a la imitación, a realizar en nuestra vida lo que vemos, a revivirlo interiormente.

En la oración ante una imagen de Cristo o de la Virgen no sólo miramos, sino que nos sentimos mirados por Alguien que nos ama. La contemplación es en este caso una forma de contemplar lo Invisible, para que contemplando las cosas visiblemente, seamos llevados al amor de lo invisible.

EL ICONO DE NUESTRA SEÑORA DE VLADIMIR

Esta representación de la Madre de Dios es uno de los iconos más populares, difundidos y reproducidos en todo el mundo. Procede de Constantinopla, y está vinculado a la historia de Rusia. Ante el era coronado el Zar y consagrados los Patriarcas, y desde el siglo XIV se venera esta imagen de la Virgen como “Madre de Rusia”.

Dentro de la iconografía mariana existen muchos y distintos modos de representar a la Madre de Dios. El icono de Vladimir pertenece al tipo Eleousa, es decir, de la ternura, y al de la Hodigitria, la que muestra el camino. La Virgen lleva al Niño sobre el brazo izquierdo y lo señala con la mano derecha a la vez que lo estrecha en su seno, resaltando el aspecto materno de la Virgen y mostrando al Hijo, camino que ha de seguirse.

Los ojos de la Virgen son melancólicos y parecen que expresan la tristeza del mundo y el sufrimiento terreno de María; su mano derecha muestra el camino hacia el Padre a la vez que intercede ante Cristo; las tres estrellas del manto son signo de la santificación de la Trinidad, como Madre de Dios, y de su triple virginidad; los labios son finos y pálidos, que callan ante el Misterio de Dios; el manto representa el modo de vestir propio de las mujeres desposadas en tiempos de Jesús. El rostro del Niño es serio, pero no muestra severidad sino seguridad. De esta manera se encuentran la turbación y la confusión de lo creado, representado en la Virgen, y la seguridad y dulzura del Creador, representado en el Niño.

Este icono rebosa, pues, de amor del Señor hacia nosotros y tiene un profundo sentido cristológico, porque María es el camino que conduce a Cristo.

Por Luis Silvestre Casas
Capuchino

Alguna información sobre la Virgen de Vladimir

Mas información II

Iconos Ortodoxos

Retorno al origen

El Espíritu ora en nosotros...

La historia del salmón


Pocos ignoran el sorprendente trayecto vital del salmón, ese gran pez de los ríos y de los mares cuya epopeya ascensional evoca sin duda uno de los arquetipos más profundos de la realidad: la orientación y referencia innata de la criatura al Creador, inscrita en la estructura del corazón humano y aun en el inconsciente universal de todas las criaturas.

Había nacido en las fuentes originales de los ríos, situadas en las altas montañas, en un paraíso incontaminado de rocas vírgenes y aguas de cristal. Allí transcurrió la primera etapa de su vida, en la felicidad inconsciente de la infancia, totalmente fusionado con la Madre Naturaleza, que le acogía en su seno cubriendo todas sus necesidades, como una imagen creada de la providencia infinita de Dios. Poco a poco fue creciendo, y su identidad personal empezó a desarrollarse.

La vida se le ofrecía entonces como un campo abierto, colmado de futuro y de posibilidades inéditas, sin más límite a las mismas que su capacidad soñadora. Hasta que un día, buscando su propia realización, se lanzó río abajo por la pendiente deslizante, alejándose para siempre de la infancia y del nido que le vio nacer, sumergiéndose en el gran océano, en las anchas aguas del mundo. Hasta aquí, su vida no ofrece ningún misterio y es una ilustración más del paso, que en todos se verifica, de la infancia a la adolescencia, y de ésta a la edad adulta.

En adelante, según dicen, su vida se desarrolla en el mar de los Sargazos, ese inmenso entramado de algas situado en el corazón del Atlántico norte, que evoca la complejidad de nuestro mundo, con su tupida red de relaciones e intereses, a veces confesados y tantas veces inconfesables. Poco importa si su existencia era hasta entonces feliz o desgraciada; poco importa si en su memoria anidaba o no una vaga nostalgia de los días de su niñez.

Lo cierto es que, en un momento dado, algo ocurre y hace «clic» en su interior, cambiando de orientación la brújula interna de su alma. Algo se enciende: una luz, un despertar, una toma de conciencia. Algo que se parece mucho a una conversión. Y con ello un impulso irreprimible de partir, de retomar al origen absoluto del que había surgido.

A partir de ese momento inicia una de las aventuras más admirables que podamos hallar en el libro de la naturaleza. Siguiendo un certero instinto, y a través de un viaje de miles de kilómetros, recorre en sentido inverso las aguas del océano hasta encontrar la desembocadura del mismo río por el que años antes se había deslizado alegremente.

Sin vacilar, se adentra en él y empieza a remontarlo. Según asciende, la corriente contraria le va oponiendo una mayor resistencia; pero la fuerza de su deseo es más grande que cualquier adversidad. Y este deseo lo tiene clavado en un único fin: las fuentes de las aguas, a las que debe llegar por encima de todo.

Con tenacidad indestructible, sin retroceder jamás ni rendirse un instante, va ganando terreno al río palmo a palmo, en una batalla encarnizada contra la corriente y los obstáculos que van saliendo a su paso. Unas veces son las cascadas de agua, alzándose como muros infranqueables; otras, los pescadores de la ribera lanzando sus anzuelos tentadores, con los que tratan de frustrar su marcha ascensional. 0 los osos del bosque, que en las partes altas del río salen en busca de una presa fácil, aprovechando la escasa profundidad de las aguas y el evidente agotamiento que por entonces muestra el menguado número de ejemplares que va logrando acceder a esos niveles.

Muchos dejarán la vida a lo largo del camino. Sólo los que tienen la suerte de alcanzar el fin, poco menos que exhaustos y casi con la mitad de su peso perdida por el tremendo esfuerzo, pueden asistir al último acto que corona la odisea: el baile nupcial, el desposorio y, tras éste último, la muerte… La muerte en el lugar mismo del origen.

El poder simbólico de esta odisea se revela en cada una de sus etapas. En primer lugar, hay que resaltar la fuerza de la llamada interior y la atracción irresistible ejercida por el origen en el fondo del alma. Imposible no escuchar, no partir y volver a las fuentes primordiales, al lugar donde nace y se consuma la vida. Donde nace y se consuma, y no sólo donde nace, porque el retomo al origen que llama y atrae es al mismo tiempo, y de modo misterioso, un viaje hacia la consumación y el destino último de la existencia.

El origen: el Origen divino, del que todo surge, es al mismo tiempo el Fin al que todo tiende y aspira a llegar para completar su realización. Todo sale de Dios como Padre y Origen, y a Él retorna como Destino y Fin. Salida y retorno, egresus et regressus, expansión y contracción, constituyen un movimiento fundamental inscrito en la estructura del espíritu humano y, de modo general, en la de todo el cosmos.

Ahora bien, si origen y fin son lo mismo, no lo son de la misma manera. Entre ellos media la distancia que se da entre lo embrionario y lo plenamente desarrollado. En el Origen, el ser es creado; en el Fin es consumado.

De hecho, el salmón no aspira en modo alguno a regresar al «paraíso original» de la infancia feliz, ni su objetivo es retroceder en el tiempo buscando introducirse otra vez en aquella placidez inconsciente que, según dicen, todos experimentamos en el claustro materno. Salió como niño, regresa como adulto. La infancia queda atrás para siempre, y en adelante al hombre sólo le es posible completar su ser desarrollando sus estructuras más plenamente humanas de conocimiento y de amor.

Y éstas no aspiran, desde luego, a autorrealizarse en una fusión impersonal y difusa con la Madre Tierra, sino que ascienden hacia otra unidad más elevada, de carácter esponsal, con quien ahora es percibido como Esposo, y Amado. Por eso, al llegar a la cumbre, los salmones se aparean, plantan la semilla de una nueva generación… y mueren, después de entregar el último jugo de su ser.

Desposarse y morir. Ése era el objetivo final del deseo que la voz suscitó en el alma, y el último acto que corona la gran odisea. Una muerte, por supuesto, cargada de fecundidad, que evoca ese morir a sí mismo en el otro característico del amor, y que es la única muerte de la que sale vida, por ser la expresión suprema del don de sí. Muerte mística también, si se quiere, pues morir a sí mismo en Dios es el sacrificio de amor más elevado que la criatura puede realizar.

Un amor que es al tiempo cruz desgarradora y crisis de todo el ser, pero en cuyo centro está depositada la semilla de la vida. «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24).«El que pierda su vida por mí, la encontrará para siempre» (Mt 10,39). De otro modo, cuando uno no quiere dar su vida, tarde o temprano se la arrancan, y entonces es la debacle del ser. Pero cuando la da, entonces se desposa y recibe la vida de aquel en quien ha muerto.

Extraído de: Monasterio de Las Escalonias

Enviado por Hno. Gabriel

de Frat. Monástica Virtual

Haz clik aquí para el texto completo

Links de hoy:

En la Escuela del Espíritu Santo

Creer para ver

Santa Maria Reina


Haz clik aquí para comentar



Formación monástica

This content is password protected. To view it please enter your password below:

Aportes

This content is password protected. To view it please enter your password below:

de Doroteo de Gaza

Cuanto más se está unido al prójimo, más unido se está a Dios. Para que comprendáis el sentido de esta frase os voy a poner una imagen sacada de los Padres:

Suponed un círculo trazado sobre la tierra, es decir, una línea redonda dibujada con un compás, y un centro. Precisamente se llama centro el punto más interior del círculo. Poned atención con vuestro espíritu a lo que os voy a decir.

Imaginaos que el círculo es el mundo, el centro Dios, y los radios los diferentes caminos o maneras de vivir que tienen los hombres. Cuando los santos, deseando acercarse a Dios, caminan hacia el centro del círculo, tanto cuanto más penetran en el interior, se acercan los unos a los otros y al mismo tiempo de Dios. Cuanto más se acercan a Dios, tanto más se acercan los unos de los otros; y cuanto más se acercan los unos de los otros, más se acercan a Dios.

Y ya comprendéis que igual ocurre en sentido inverso: cuanto más uno se aleja de Dios para retirarse hacia lo exterior, es evidente que cuando uno se aleja de Dios, más se aleja de los demás, y cuanto más uno se aleja de los demás, más se aleja también de Dios. Así es la naturaleza de la caridad.

En la medida en que estamos en lo exterior y que no amamos a Dios, en esa misma medida nos alejamos cada uno del prójimo. Pero si amamos a Dios, tanto nos acercamos a Dios a través de la caridad para con él, tanto estamos en comunión de caridad con el prójimo; y tanto estamos unidos al prójimo cuanto lo estamos de Dios.

Extraído de: Cignatus

Recomendamos:

Conferencias de Doroteo

Vida de Doroteo

——————————————————————————————————————————————————————-

La humildad

¡Grande eres Señor, fuente de toda inmensidad!

Fragmentos:

Cuando hablan del conocimiento de sí mismo, los autores ascéticos lo asocian con la virtud de la humildad. El gran doctor de esta virtud es, sin duda, san Agustín que, tras experimentar la debilidad del hombre en la virtud, después tuvo que combatir la autosuficiencia de los pelagianos.

San Agustín afirma que la humildad es una virtud típicamente cristiana y que los paganos no la conocían. Clemente de Alejandría y Orígenes no piensan lo mismo. Platón y otros sabios griegos señalan los peligros de la soberbia y los aspectos ridículos de la vanagloria. Recomiendan la metriótes, el sentido de la justa medida en todas las cosas.

El hombre sabio no es ni vanidoso ni pusilánime ni deprimido. Orígenes, comentando el Magníficat, dice que lo que la Escritura llama tapeínosis es lo que los sabios antiguos llamaban atypía, no hincharse. En la Biblia, tiene un sentido positivo. Es una triste experiencia de la debilidad social. Humilde es el humillado en una sociedad inhóspita. ¿De quién es la culpa? Primero hay que buscarla en el propio individuo. El que es perezoso y negligente será siempre pobre. No hay que extrañarse, pues, de que sea despreciado por los otros más diligentes.

Más tarde, sobre todo en tiempo de los profetas, la situación cambia. Hay muchos pobres que son inocentes. La culpa recae entonces sobre la injusticia de los ricos. Esos pobres, aunque sean despreciados por los hombres, encontrarán un protector inesperado: Dios mismo. Desde ese momento, serán afortunados a pesar de su pobreza y sus debilidades.Estos humildes del Antiguo Testamento, pobres de Yavé, son símbolo de la actitud cristiana fundamental que expresa la virtud de la humildad.

No es la metriótes de los filósofos, la situación media entre una exagerada grandeza y un insincero abatimiento. La humildad cristiana une dos extremos: la debilidad del hombre y el poder de la gracia divina. Según el pensamiento de san Agustín, la humildad cristiana se asemeja a un árbol que hunde sus raíces en profundidad para crecer más alto. El cristiano humilde es el constructor de su propia casa. Cuanto más alta vaya a ser, más habrá que ahondar los cimientos.

Al ser una virtud que encierra una antinomia, es difícil expresar lo que es la humildad con términos profanos. Hay en ella algo de divino, de misterioso, de inexplicable, sobre todo en la humildad de los santos. Según Juan Clímaco, «con la humildad sucede como con el sol: nunca sabremos definir claramente su virtud y su sustancia…la juzgamos por sus diversos efectos y cualidades».

Los Padres son unánimes en hacer de Cristo el modelo de humildad. Por eso llaman a esta virtud «imitadora de Cristo», quien, por una parte, es Hijo unigénito del Padre que está en los cielos, heredero del universo, y, por otra, se ha humillado hasta la muerte de cruz (Flp 2,8). Por eso, el cristiano debe reconocer su grandeza de hijo adoptivo de Dios. «El hombre es una gran cosa», exclama san Basilio. Para Dios, dice Clemente de Alejandría, «es mucho más querido el hombre, el viviente, que todas las demás cosas creadas por Él».

«¿Hay algún otro habitante de la tierra que haya sido hecho a imagen del Creador?», se pregunta Basilio, y él mismo responde: «Tú has recibido un alma inteligente… Todos los animales terrestres son esclavos tuyos… Por ti Dios está en medio de los hombres y el Espíritu Santo derrama su liberalidad». Además el hombre tiene una gran capacidad de hacer el bien por la gracia divina. Son maravillosos también los dones naturales de conocer, trabajar, crear y transformar la tierra. Quien desprecia estos dones deshonra al Dador, dice san Juan Crisóstomo.

Pero, al mismo tiempo, hay que ver el otro aspecto de la antinomia. Se advierte la debilidad humana sobre todo en tres aspectos. El soberbio se atribuye a sí mismo sus grandes cualidades, olvidando al Dador. Es imagen de Dios pero se transforma en ídolo. El vanidoso cae en otro defecto. Considera grandes las cosas que, a los ojos de Dios y desde la perspectiva de la eternidad, no tienen valor, como, por ejemplo, los éxitos mundanos y los encantos carnales.

Pero la prueba más segura de humildad es la de saber reconocer el propio pecado. Condenar la propia maldad, reconocerse pecador, es el principio de la sabiduría espiritual, repiten a menudo los Padres del desierto. Todos somos capaces de parecer humildes, pero la humildad sincera depende del grado de la propia perfección espiritual. Sólo los santos son capaces de considerarse los mayores pecadores del mundo.

Por eso, el abad Isaías incita a no exagerar las confesiones demasiado humildes y a ejercitarse en cosas sencillas: no juzgar al prójimo, no censurarlo, no tratar de dominarlo, no contradecir a los superiores, dedicarse al trabajo. Ése es el camino cristiano que conduce al conocimiento de sí mismo y a dar gloria a Dios por la grandeza de los dones que nos concede.

Extraído de «El camino del Espíritu»

de Tomas Spidlik

Links de hoy:

Evangelio y Zen

Sacred Space

2° Carta de Esteban de Emaús

Deja aquí tu comentario

Hija de la misericordia

Una forma de manifestarse el amor Divino

Se llama Perla (nombre ficticio), tiene 29 años, se prostituye en un bar y está embarazada. Llegó a la oficina. Traía de la mano a un niño pequeño, de dos años.

Empeñada en abortar, desesperada; ya se había hecho dos abortos anteriores, que más daba otro.

Hablo con ella, le presento los recursos audiovisuales con que contamos. Sigo hablando. Algo se va manifestando, lo siento dentro de mí pero no lo identifico. Pienso que se trata de la inquietud de siempre, cuando atiendo a las mujeres con intención de aborto.

Le ofrezco el apoyo del albergue, la atención médica gratuita, dar en adopción a su hijo. No sabe quien es el padre de su criatura. Le cuesta mucho trabajo mantener oculto su embarazo, pronto perderá su “trabajo” en el bar, si no aborta. Esta es su única solución. Sigo hablando con ella. De repente pregunta algo acerca de mí, yo le respondo (tal vez pensando: y tú ¿por qué me hablas así?).

Terminamos la entrevista; quedó en llamar, después de pensar un poco. Antes de salir, me mostró sus pies (traía pantalones), estaban muy hinchados. Me comenta que le duelen mucho sobre todo porque tiene que usar tacones altos para su trabajo de toda la noche.

“¿Quien te cuida al niño?”

“Pago a una persona para que lo haga”

Nos despedimos. Yo no pude evitar representar una escena en mi imaginación. Esa noche pedí a nuestro Señor y a mi Madre Santísima por Perla.

Dos días después, por la tarde, me llama:

“Estoy en la calle con mis maletas y mi hijo, no tengo donde ir”

“vete a la oficina, yo voy también para allá”

Dentro de mí, me alegro; me encomiendo a nuestro Señor. Hay algún inconveniente: es domingo y el traslado de Perla al albergue tomará más de dos horas, pero su criatura no morirá abortada. En nombre sea de Jesús, mi Señor.

Llamo al albergue, ahí la esperarán.

Mientras esperamos la hora de salida del autobús, volvemos a hablar.

“¿Es que nunca te han dicho que Dios te ama?”

Prácticamente se derrumbó en mis brazos llorando. Era como un pajarito con las alas cortadas, indefensa.

El pequeño Pepe, su hijito, le miraba con sus ojitos llenos de lágrimas.

Yo la abracé y lloramos juntas, no dejaba de repetirle “Dios te ama, no tengas miedo, todo va a salir bien”.

Acaricié sus mejillas, le dí un beso en la frente y le de dije “mi corazón está contigo, cuenta conmigo”

Llegada la hora de la despedida, le dí la bendición, como lo hago con mis hijos y nietos. Le repetí: “no olvides que Dios te ama”.

“¿Usted va a estar pendiente de mí? ¿me va a llamar?”

“Claro, y vamos a rezar, tú por mí y yo por ti ¿te acuerdas de alguna oración? Bueno pues entonces vamos a rezar.

Ya en casa, avanzada la noche, volví a llorar. Busqué que mis lágrimas se fuesen hacia adentro, que se volvieran una súplica “Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecadora”.

Me dí cuenta que el día de la entrevista con Perla, hablaba mi corazón. Las palabras que salían de mi boca, no eran tanto los argumentos razonados y razonables que nos enseñaron cuando la capacitación para este servicio (que, desde luego, son válidos), sino que yo los decía desde mi corazón. Perla me estaba doliendo y mi corazón estaba rogando por ella dentro de mí. Me di cuenta hasta dos días después, cuando lloramos abrazadas.

En ese abrazo a Perla, algo cambió dentro de mí, no sé qué, no entiendo, pero algo pasó; como si un pedazo de mi corazón se hubiera abierto o se hubiera limpiado.

Al final, ese abrazo ha sido un regalo para mí. La cuaresma pasada le pedía a mi Jesús que me permitiera abrazar su Cuerpo lastimado para consolarle un poco siquiera. ¡Vaya que me lo ha concedido! Abrazar a Perla, ha sido abrazar a Cristo doliente.

Escrito por: Hna. Magdalena de Jesús

Miembro del Camino Neocatecumenal

y de la Fraternidad Monástica Virtual

Haz click aquí para comentar

————————————————————————————————————————————————————-

12. Una discriminación fundada sobre los diversos períodos de la vida no se justifica más que otra discriminación cualquiera. El derecho a la vida permanece íntegro en un anciano, por muy reducido de capacidad que esté; un enfermo incurable no lo ha perdido. No es menos legítimo en un niño que acaba de nacer que en un hombre maduro. En realidad el respeto a la vida humana se impone desde que comienza el proceso de la generación. Desde el momento de la fecundación del óvulo, queda inaugurada una vida que no es ni la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. No llegará a ser nunca humano si no lo es ya entonces.

Extraído de: Declaración sobre el aborto

Links de Hoy:

Ecclesia primus

Novabella

Zambullida

Santa Teodora Guérin

Santa Teodora Guerín - Fundadora

«¡Qué fortaleza adquiere el alma en la plegaria! En medio de la tormenta, ¡qué dulce es la calma que la plegaria halla en el corazón de Jesús! Pero… ¿qué consuelo queda para aquéllos que no rezan? ». Estas palabras, escritas por la Madre Teodora Guerin tras sobrevivir una violenta tormenta en alta mar, quizás sean las que mejor ejemplifiquen su vida y su ministerio. Por cierto, la Madre Teodora obtuvo fuerzas en la oración, en su diálogo con Dios, con Jesús y con la Sagrada Virgen María. A lo largo de su vida, la Madre Teodora difundió la oración compartiendo su amor a Dios con gentes de todas partes.

La Madre Teodora, Ana  Teresa Guérin, nació el 2 de octubre de 1798 en la aldea de Etables, Francia. Su devoción a Dios y a la Iglesia Católica Romana se manifestó siendo aún niña. Se le permitió tomar la primera Comunión con apenas diez años de edad y, en esa ocasión, expresó al párroco su intención de algún día tomar los hábitos de monja.

La pequeña Ana Teresa a menudo buscaba la soledad de las costas rocosas próximas a su hogar, lugar donde dedicaba muchas horas a la meditación, la reflexión y la oración. Fue educada por su madre, Isabel Guerin, que centralizó su enseñanza en la religión y las Escrituras, inspirando así el amor de la niña hacia Dios. Laurencio, padre de Ana Teresa, prestaba servicios en la Armada de Napoleón y a menudo debía permanecer lejos de su hogar por períodos de varios años. Cuando Ana Teresa tenía 15 años de edad, su padre fue asesinado por bandidos mientras retornaba a su hogar para visitar a su familia. La pérdida de su esposo casi abrumó a Isabel y, durante muchos años, la responsabilidad de cuidar de su madre y de su pequeña hermana recayó sobre Ana Teresa, quien además debía atender el hogar y la huerta de la familia.

A lo largo de esos años de penurias y sacrificios —en realidad, durante toda su vida—, la fe en Dios de la Madre Teodora nunca vaciló, jamás titubeó. En lo más profundo de su alma, sabía que Dios estaba con ella, que siempre estaría con ella, como una compañía constante.

Ana Teresa tenía casi 25 años de edad cuando ingresó a las Hermanas de la Providencia de Ruillé-sur-Loire, una joven comunidad de religiosas que servían a Dios brindando oportunidades para la educación de los niños y cuidando a pobres, enfermos y moribundos.

Mientras enseñaba y cuidaba enfermos en Francia, la Madre Teodora, conocida en aquel entonces como Hermana Santa Teodora, fue requerida para encabezar un pequeño grupo misionero de Hermanas de la Providencia en los Estados Unidos. El propósito consistía en establecer un convento, fundar escuelas y compartir el amor a Dios con los pioneros de la Diócesis de Vincennes, en el Estado de Indiana. Piadosa y propensa a la humildad, la Madre Teodora jamás imaginó que era la persona más apropiada para la misión. Su salud era frágil. Durante su noviciado con las Hermanas de la Providencia, había enfermado gravemente. Las medicinas habían aplacado la enfermedad, pero también habían dañado gravemente su sistema digestivo, al punto que durante el resto de su vida sólo pudo consumir alimentos y líquidos suaves y blandos. Su mala condición física se sumaba a sus dudas sobre si aceptar o rechazar la misión. Sin embargo, tras muchas horas de oración y prolongadas consultas con sus superioras, aceptó la misión, temiendo que si no lo hacía, ninguna otra religiosa se atrevería a aventurarse a una región tan agreste para difundir el amor a Dios.

Equipada con poco más que su resuelto deseo de servir a Dios, la Madre Teodora y otras cinco Hermanas de la Providencia arribaron a la sede de su misión en Saint Mary-of-the-Woods, Indiana, la tarde del 22 de octubre de 1840. Inmediatamente apresuraron el paso a lo largo de la angosta y fangosa senda que conducía hacia la pequeña cabaña de troncos que hacía las veces de capilla. Allí, las hermanas se postraron en oración frente al Sagrado Sacramento, para agradecer a Dios el haber culminado su viaje sanas y salvas, y rogarle la bendición de la nueva misión.

Allí, en esa tierra montañosa cortada por barrancos y densamente arbolada, la Madre Teodora establecería un convento, una escuela y un legado de amor, misericordia y justicia que perdura hasta el presente.

A través de años de padecimiento y años de paz, la Madre Teodora confió en la Providencia de Dios y en su propia franqueza y su fe para obtener consejo y guía, urgiendo a las Hermanas de la Providencia a «entregarse por entero a las manos de la Providencia ». En sus cartas a Francia, decía: «Pero nuestra esperanza reside en la Providencia de Dios, que nos ha protegido hasta el presente y que, de una u otra manera, proveerá para nuestras necesidades futuras».

En el otoño de 1840, la misión de Saint Mary-of-the-Woods consistía apenas en una capilla —una diminuta cabaña de troncos que también oficiaba de alojamiento para un sacerdote— y una granja de pequeña estructura donde residían la Madre Teodora, las hermanas francesas y varias postulantes. Al llegar el primer invierno, soplaron fuertes vientos del norte que sacudieron la pequeña granja. Las hermanas a menudo sentían frío y frecuentemente padecían hambre. Pronto convirtieron la galería en una capilla y, en ese humilde convento, hallaron sosiego en la presencia del Sagrado Sacramento. La Madre Teodora solía decir: «Con Jesús, ¿qué podemos temer»?

Durante sus primeros años en Saint Mary-of-the-Woods, la Madre Teodora debió soportar numerosas peripecias: el prejuicio hacia los católicos, especialmente hacia las religiosas; traiciones; malentendidos; la ruptura de las Congregaciones de Indiana y de Ruillé; un devastador incendio que destruyó una cosecha completa, dejando a las hermanas desprovistas y hambrientas; frecuentes enfermedades mortales. Empero, la hermana perseveró, manifestando que « en todas las cosas y en todo lugar se debe cumplir el deseo de Dios ». En cartas a sus amistades, la Madre Teodora reconocía sus tribulaciones: «Si alguna vez esta pobre y pequeña comunidad logra asentarse definitivamente, lo hará sobre la Cruz; eso me infunde confianza y me brinda esperanza, aún frente al desamparo».

Menos de un año después de su llegada a Saint Mary-of-t he- Woods, la Madre Teodora fundó la primera Academia de la Congregación y, en 1842, estableció escuelas en Jasper, Indiana y St. Francisville, Illinois. Al momento de su muerte, el 14 de mayo de 1856, la Madre Teodora ya había abierto escuelas en varias ciudades de toda Indiana y la Congregación de las Hermanas de la Providencia era un institución sólida, viable y respetada. La Madre Teodora siempre atribuyó el crecimiento y el éxito de las Hermanas de la Providencia a Dios y a María, la Madre de Jesús, a quienes dedicó el ministerio de Saint Mary-of-the-Woods.

La beatitud de la Madre Teodora fue evidente para quienes la conocieron, la cual muchos describieron simplemente como « santidad ». Tenía la rara habilidad de hacer florecer las mejores virtudes en las personas, para permitirles ir más allá de lo que aparentemente era posible. El amor de la Madre Teodora fue una de sus grandes virtudes. Amaba a Dios, al pueblo de Dios, a las Hermanas de la Providencia, a la Iglesia Católica Romana y a las personas a quienes servía. Jamás excluyó a ninguna persona de sus ministerios y oraciones, pues dedicó su vida a ayudar a todos a conocer a Dios y a vivir una vida mejor.

La Madre Teodora sabía que, por sí sola, nada podía hacer, pero confiaba en que con Dios, todo era posible. Aceptó en su vida numerosos contratiempos, problemas y ocasiones en las que fue tratada injustamente. En medio de la adversidad, la Madre Teodora fue siempre una verdadera mujer de Dios.

La Madre Teodora falleció dieciséis años después de su llegada a Saint Mary-of-the-Woods. Durante esos años fugaces, acarició una innumerable cantidad de vidas —y aún hoy continúa haciéndolo. El legado que entrega a las generaciones que la suceden, es su vida: un modelo de beatitud, virtud, amor y fe.

Extraído de: Church Forum

Mas información:

Santopedia.com

Archindy

Iniciación a la oración de Jesús

¡Señor Jesucristo ten misericordia de mí!

La mente vagabunda


Muy estimadas amigas y amigos de la oración de Jesús.

Comienzo mi relación epistolar con ustedes tratando sobre un incesante devenir, un diálogo constante, una permanente oscilación. Es nuestra mente vagabunda que se mueve como tamo llevado por el viento.

Es necesario darse cuenta del estado de nuestra mente, de qué modo no la manejamos, cuán esclavos somos de sus vaivenes.

Es que en ella se refleja el movimiento de los humores del cuerpo. A cada proceso digestivo, al ritmo respiratorio, al estado de los órganos, a cada tensión muscular, se corresponde inmediatamente y sin que nos anoticiemos, una agitación mental. Lo que llamamos pensamientos. Pero sería más preciso hablar de divagaciones, porque el pensamiento es algo ordenado y fruto de la intención.

Una aguda observación nos muestra que son escasos los pensamientos juiciosos y que en general se forman en base a las ansias que nos encadenan a diversos apetitos.

La oración de Jesús es un camino largo y profundo que sin embargo no tarda en mostrar sus efectos. Pero para ello es preciso tener claro el primer objetivo: Reemplazar la divagación por la oración.

Aunque no parezca, ese permanente rumor de fondo que constituyen los diálogos internos puede ser acallado en no mucho tiempo mediante la repetición del Santo Nombre de Jesucristo. Luego de que la oración se ha hecho un hábito mental, será el momento de nuevas etapas de profundización, adoración, silencio y contemplación.

Pero para adquirir esta santa costumbre es necesario hacer el acto interior de renuncia a la charlatanería mental. El silencio de la boca es útil siempre y cuando resulte del silencio mental. De otro modo, quién calla por fuera grita por dentro.

Hay quienes creen que la oración de Jesús, también llamada oración del corazón es un método en cuanto a su acepción de “camino” y no está mal pensarlo así. Pero aquellos que la practican con asiduidad y por largo tiempo se han convencido que es mucho más. Es una forma de vivir en la Presencia del Señor y llega a modificar de raíz la vida del practicante.

Quién llega a adentrarse en ella no puede volver atrás. Es necesario reflexionar. Produce un aumento de la propia conciencia, de tal manera que el saberse pequeño, necesitado en extremo de la ayuda divina y presa de innúmeras debilidades se hace patente.

Desde el punto de vista de la psiquis el que esta oración abraza ha de irse despidiendo de los pensamientos. La principal dificultad no es acostumbrarse a la oración sino renegar de ellos. Y esto, porque solemos identificar este discurrir de la mente con nosotros mismos.

Esto no es así, pero lleva un tiempo descubrirlo. No somos eso que habla a cada momento, no soy el que piensa eso de aquello; no soy esa opinión o juicio o creencia sobre eso otro de mas allá. Se llega a descubrir por propia experiencia y no por dichos o lecturas, que en el corazón habita Cristo como luminaria continua. Y a la luz de ese hermoso fulgor llegará a develarse el propio rostro del buscador sincero que eligió Su Nombre como herramienta, bandera y objeto de devoción.

No debería iniciar este camino quién esté muy apegado a sus pensamientos. Tampoco quién esté conforme con su vida espiritual. Es para quienes no han encontrado a Dios todavía, para quienes no se sienten satisfechos con sus progresos, para quienes a veces, sienten que fracasan de continuo en todo lo que emprenden. Y esto último no porque las cosas les vayan mal en el mundo necesariamente sino porque no se sienten completos en ninguna actividad.

El Señor nos llama por diversos caminos y todos ellos son adecuados para distintas personas. A esta vía también se es llamado. Suele manifestarse como una inclinación del corazón hacia lo simple. Como un deseo de silencio y de ausencia de complicaciones. También como un creciente amor a la persona de Jesucristo, una profunda admiración por él.

Por eso, lo primero es acostumbrar la mente a la oración. Hay quienes toman papel y lápiz y la escriben como se estilaba antiguo en los colegios, repetir la escritura de una frase. Hay quienes salen a caminar y la llevan en sus pasos como acompañando el ritmo. Otros, la pronuncian con la boca cada vez que pueden y hasta la cantan. También he visto a los que sentados en quietud buscan la lenta espiración del Nombre. El que se inicia debe encontrar su puerta de ingreso. El Padre del cielo nos hizo diversos.

En general, algo puede servir a todos:

Al despertarse, apenas se toma conciencia del inicio de un nuevo día, pronunciar la oración de Jesús, una y muchas veces, con tranquilidad, con la boca o la mente, mientras uno se viste y se prepara para la jornada.

En cada momento de soledad o de pausa en el frenesí cotidiano. Sea que uno esté en un ascensor, esperando el transporte o simplemente yendo al lavabo.

Cada vez que uno se descubre inquieto o angustiado o fuera de centro. Allí, apelar con profundidad de sentimiento a la frase elegida.

Al acostarse, mientras se desviste, al cobijarse, entrar en el sueño reparador confiando en la misericordia de Aquél a quién nombramos.

Respecto de la frase de la oración de Jesús.

La jaculatoria “¡Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador! además de ser la forma tradicional ofrece ventajas que en otro momento trataremos. Hay quienes reemplazan la palabra piedad por misericordia entendiendo con ello que apelan más al acercamiento del Señor al propio corazón.

Puede acortarse sin problemas según la sensación que el orante perciba más adecuada. Incluso muchos, llegan a pronunciar solo¡Jesucristo!… ¡Jesucristo!… como adoración continua.

Estad atentos a decirla con sentimiento. Enfatizando con la emoción las palabras sean mentales o vocales. Pero no os desalentéis si llegáis a decirla sin haberla considerado o incluso sin conciencia en algún momento. Importa que ella se vaya esculpiendo en todo el templo interior y ella misma os hará acordar de que la estabas diciendo sin sentirla. Pero vale más repetir Su Nombre sin ser aún consciente de ello, que divagar en la misma inconsciencia en torno a cualquier viento.

En algún otro momento trataremos el misterio develado de que el mismo Nombre trae la presencia de Aquél que se nombra.

Los saludo invocando a Jesucristo fuente de todas las misericordias.

Lecturas bíblicas recomendadas: Rom.7,12-25; 8,5-17

Carta de Esteban de Emaús a grupos de la oración de Jesús

Extraído de: Meditación en parroquias

Links de hoy:

Meditación en parroquias

Iniciación a la oración de Jesús

Monjes Católicos Bizantinos


Haz click aquí para comentar


Llamado a lo contemplativo

Santuario de contemplación

Y finalmente, en esta obra, tu único y ardiente deseo debe ser este: el ansia de experimentar sólo a Dios.

Es cierto que al principio te dije que cubrieras y vistieras la conciencia de tu Dios con la conciencia de tu propio yo, pero sólo porque eras todavía espiritualmente desmañado y sin desbastar.

Con perseverancia en esta práctica, esperaba que crecieras incesantemente en la soledad del corazón hasta que estuvieras dispuesto a despojar, destruir y desnudar totalmente la conciencia personal de todas las cosas, incluso la conciencia elemental de tu propio ser, a fin de que puedas vestirte nuevamente con la graciosa y radiante experiencia de Dios tal como es en sí mismo.

Tal es el proceder de todo verdadero amor. El amante se despojará plenamente de todo, aun de su mismo ser, por aquel a quien ama. No puede consentir vestirse con algo si no es del pensamiento de su amado. Y no es un capricho pasajero. No, desea siempre y para siempre permanecer desnudo en un olvido total y definitivo de sí mismo.

Esta es la tarea del amor, si bien sólo el que lo experimente lo podrá entender realmente. Tal es el significado de las palabras de nuestro Señor: «El que quiera amarme, niéguese a si mismo». Es como si dijera: «El hombre ha de despojarse de su mismo yo, si es que quiere sinceramente ser vestido de mi, pues yo soy el vestido que fluye del amor eterno y sin fin».

No entiendas mal mis palabras. No dije que debas desear no-ser, pues eso sería locura y blasfemia contra Dios. Dije que debes desear perder el conocimiento y la experiencia del yo.

Esto es esencial, si quieres llegar a experimentar el amor de Dios tanto como es posible en esta vida. Has de comprender y experimentar por ti mismo que si no pierdes tu yo, no alcanzarás nunca tu meta.

Pues dondequiera que estés, en cualquier cosa que hagas, o de cualquier modo que lo intentes, esa elemental sensación de tu propio ser ciego quedará entre ti y tu Dios. Es posible, por supuesto, que Dios pueda intervenir a veces, llenándote con una experiencia pasajera de él mismo.

Pero fuera de estos momentos esta desnuda conciencia de tu ciego ser te pesará y será como una barrera entre ti y tu Dios, lo mismo que al principio de esta obra los variados detalles de tu ser fueron como una barrera para la conciencia directa de tu yo.

Entonces te darás cuenta de lo pesado y doloroso que es el peso del yo. Que Jesús te ayude en esa hora, pues tendrás gran necesidad de él.

«Dime, por favor, ¿hay uno o más signos que me ayuden a discernir este creciente deseo que siento por la oración contemplativa, y este embriagador entusiasmo que se apodera de mi siempre que oigo hablar o leo sobre él?

¿Es Dios realmente el que me llama a través de ellos a una vida más intensa de gracia tal como la has descrito en este libro, o es que los da como un simple alimento y fuerza para mi espíritu, de forma que pueda esperar sosegadamente y trabajar en esa gracia ordinaria que tú llamas la puerta y la entrada común para todos los cristianos?».

Contestaré lo mejor que pueda.

Ante todo, advertirás que te he dado dos clases de pruebas para discernir si Dios te llama o no espiritualmente a la contemplación. Una era interior y la otra exterior. Mi convicción es que para discernir un llamamiento a la contemplación, ninguna de las dos, por si sola, es prueba suficiente. Han de ir juntas, indicando las dos la misma cosa, antes de que puedas confiar en ellas sin miedo de equivocarte.

La señal interior es ese deseo creciente por la contemplación que se mete constantemente en tus devociones diarias. Y puedo decirte además lo siguiente sobre este deseo. Es un ciego anhelo del espíritu y, sin embargo, viene acompañado de una especie de visión espiritual que persiste después de él, y que renueva el deseo y lo acrecienta.

Así, pues, observa cuidadosamente tus devociones diarias y fíjate en lo que sucede. Si están llenas del recuerdo de tus propios pecados, de consideraciones de la Pasión de Cristo o de otra cosa cualquiera perteneciente a la forma ordinaria de oración cristiana que he descrito anteriormente, has de saber que la intuición espiritual que acompaña y sigue a este ciego deseo es fruto de la gracia ordinaria.

Y esta es una señal segura de que Dios todavía no te mueve ni te llama a una vida más intensa de gracia. Te da, más bien, este deseo como alimento y fuerza para seguir esperando tranquilamente y actuando con la gracia ordinaria.

La segunda señal es exterior y se manifiesta como un entusiasmo gozoso que mana desde tu interior, siempre que oyes o lees sobre contemplación. La llamo exterior, porque se origina fuera de ti y entra en tu mente a través de las ventanas de tus sentidos corporales (tus ojos y tus oídos), cuando lees.

Por lo que respecta al discernimiento de esta señal, fíjate en si persiste este gozoso entusiasmo, quedando contigo cuando has dejado tu lectura. Si desaparece inmediatamente o poco después y no te persigue en todo lo que haces, sábete que no es un toque especial de la gracia. Si no está contigo cuando vas a dormir y al levantarte, y si no va delante de ti, introduciéndose en todo lo que haces, encendiendo y robando tu deseo, no es la llamada de Dios a una vida más intensa de gracia, más allá de lo que llamo la puerta común y la entrada para todos los cristianos.

En mi opinión, su misma transitoriedad demuestra que es simplemente la alegría natural que todo cristiano siente cuando lee u oye sobre la verdad y más especialmente una verdad como esta, que tan profunda y sutilmente habla de Dios y de la perfección del espíritu humano.

Fragmentos del «Libro de la orientación particular»

Links de hoy:

Nuestra Madre

Carmelite hermits

Haz click aquí para comentar

Sobre la aceptación

Monje en adoración

Fragmentos de diálogo

–          Querido hermano: Me siento más que nunca llamado al silencio interior y a una vida de recogimiento y sin embargo siento que el mundo no me deja, que cada vez hay un nuevo reclamo que me perturba. Sufro tirones de una y otra parte en forma de obligaciones o de pedidos o incluso a raíz de los deseos que no terminan de morir en mí. Siempre hay algo que viene a impedir la paz. Dígame por favor lo que puedo hacer.

–          Es un tema largo, porque requiere antes de la correcta acción de una cierta comprensión, veré de hacerlo breve. Muchas veces cuando El Señor aparta los ruidos, el presunto buscador de silencio sale despavorido a buscar el movimiento y el tumulto. Pero no se anima a reconocer esto, entonces culpa al mundo de su desespero.

Digo presunto buscador, porque una cosa es buscar el silencio y el recogimiento y otra querer verse a sí mismo como un contemplativo o asceta que vive apartado. Una cosa es ser y otra parecer, aún cuando este parecer vaya dirigido hacia nosotros mismos. Ese es un caso.

Pero vamos a lo específico que me planteas. Es preciso reconocer algo muy difícil de aceptar: Que la falta de tiempo o las obligaciones que se tienen, resultan de las opciones que se han tomado en algún momento. Hay que asumir, que las propias elecciones anteriores han generado las circunstancias actuales de las que uno se queja. Lo que hoy me perturba es el fruto de mi perturbación en el pasado y de las decisiones que desde esa inquietud he tomado.

Lo que hoy elijo se plasma en una situación determinada mañana. Hay que obrar desde la interioridad, desde “el adentro” de uno con motivaciones puras. Eso construye rápidamente una situación favorable a tu búsqueda.

–          ¿Qué sería obrar desde “el afuera” o desde la exterioridad?

–          Obrar desde afuera es actuar buscando determinada reacción. Es hacer esto para que me digan aquello por ejemplo. Es un hacer especulativo. Debo hacer según lo que creo que está bien hacer y aceptar que el resultado no está en las propias manos, dejarlo en manos de Dios. Es la vieja y poco aplicada enseñanza de que se debe actuar según el deber, según lo que uno siente profundamente como su deber. Hecho eso, la paz queda en el corazón, porque es preciso aceptar que no tenemos a nuestro cargo el mundo, ni las reacciones ni las intenciones ajenas.

–          ¿Cómo concilio esto con lo que usted me decía el otro día de la aceptación necesaria?

–          Veámoslo con detenimiento. El Señor me va dando y yo voy haciendo algo con aquello que me da. La existencia se te ha dado. Es un don gratuito, un regalo. Este existir tiene un marco de condiciones. En cierto momento, a cierta edad variable, vas tomando conciencia de ti mismo y te encuentras con ciertos hechos y circunstancias que te rodean, que forman tu vida y que tampoco has elegido.

Esto que te ha sido dado debe ser aceptado. Antes que nada. Aceptar el regalo. Para jugar la partida, no tienes sino que aceptar las cartas como han sido barajadas. En base a esas cartas verás cómo actuar mejor. Luego del darse cuenta debe venir la aceptación de las condiciones. Con el tiempo verás que eran las mejores para tu desarrollo. La Providencia no falla. Por algo ocurre todo lo que ocurre.

Aceptar trae paz y quietud interior. Rechazar solo dolor. Aceptar es disponerse a tratar con ello, con lo que está ahí delante de ti o con lo que descubres en tu interior. Por eso,  es importante aclararlo, aceptar no es necesariamente pasividad. A veces implica mucha actividad. Pero aceptar es reconocer que lo que sucede está permitido por El Señor con alguna finalidad en su plan Providencial, aún cuando no comprendamos.

Aceptar es no quejarse, es disponerse a bien actuar ante esto o aquello que sucede. ¿Y porque habría de aceptar?  Porque he recibido el don de la vida y todo lo que con ella viene. Pero cuidado, hay que estar atentos: Con la vida viene el gozo y el dolor, pero la mayoría de las veces, este dolor resulta de nuestra forma equivocada de actuar ante lo que se nos presenta.

Entonces por un lado debes considerar que muchos de los que llamas reclamos del mundo y tirones que te hacen las circunstancias alejándote del silencio, son el resultado de tus opciones anteriores. Lo que debes hacer es cambiar en el presente lo que eliges, para que te resulte un mañana acorde a tus búsquedas profundas. Acepta también esto, lo que te ha pasado, tus elecciones equivocadas, e incorpora la enseñanza.

El Hermano Valentín, me decía siempre, que vivir era tratar de continuo con El Señor que nos enseñaba a cada momento. El decía: “Vivir es la preparación necesaria para ser capaces de ver a Dios cara a cara. Cada cosa que nos pasa es una venida del Señor y lo que hacemos, nuestra respuesta a su enseñanza”.

Por eso es necesario aprender de los errores. ¿Te sientes encadenado ahora por esto o aquello? No vuelvas a elegir del mismo modo. Jesucristo nos enseña cómo debemos actuar, es un modelo perfecto. Pero claro hay que leer el evangelio con profundidad, no dándolo por sabido.

Valentín decía que cada nuevo día era una palabra del Señor, un mandato que nos daba. Entonces el actuaba así, como en un coloquio íntimo, haciendo lo mejor que podía para recibir al otro día una enseñanza nueva.

elsantonombre.org

 

Links de hoy:

Video Testimonial

700 gramos y un día

Sacerdotes sin fronteras

Haz click aquí para comentar

 

 

Oración de Jesús

Señor Jesucristo, ten misericordia de mi…!

Haz click aquí para ir al blog

sobre la oración de Jesús

 

San Buenaventura

San Buenaventura

Tesis doctoral de Ratzinger teólogo

Sobre San Buenaventura y la teología de la historia

Después de la publicación de mis escritos sobre la liturgia sigue ahora en la edición general de mis obras un libro con estudios sobre la teología del gran franciscano y doctor de la Iglesia Buenaventura Fidanza. Desde el inicio ha sido evidente que esta obra habría contenido también mis estudios sobre el concepto de Revelación en el santo doctor, conducidos junto a la interpretación de su teología de la historia, en los años 1953-1955, hasta ahora inéditos.

Para completar todo este trabajo el manuscrito debería haber sido revisado y corregido según las modernas modalidades editoriales, cosa que yo no me he sentido en grado de hacer. La profesora Marianne Schlosser de Viena, profunda conocedora de la teología medieval y en particular de las obras de san Buenaventura, ha dignado ofrecerse a desarrollar tal trabajo necesario y ciertamente no fácil. Por esto no puedo sino agradecerle de todo corazón. Discutiendo sobre el proyecto hemos estado de acuerdo en que no se intentaría reelaborar el libro desde el punto de vista de los contenidos poniendo al día la investigación al estado actual. Con más de medio siglo de haber sido redactado el texto, esto habría significado, en la práctica, escribir un nuevo libro. Además deseaba que fuera una edición «histórica», que ofreciese así como era un texto concebido en un pasado lejano, dejando a la investigación la posibilidad de extraerle algo útil también hoy. La introducción de la profesora Schlosser trata de la cura editorial que se ha hecho, quien con sus colaboradores ha invertido mucho tiempo y mucho esfuerzo dedicado a preparar una edición histórica del texto, confiando en el hecho de que teológicamente e históricamente valiese la pena hacerlo accesible por entero a todos.

En la segunda parte del libro se presenta nuevamente «La teología de la historia de san Buenaventura» como fue publicada en 1959. Los ensayos que siguen son tomados, con pocas excepciones, del estudio sobre la interpretación de la Revelación y de la teología de la historia. En algunos casos han sido adaptados para poder constituir un texto en sí completo, modificándolos ligeramente según el contexto.

La idea de poner al día el manuscrito y presentarlo como libro al público debí abandonarla temporalmente junto al proyecto de un estudio comentado del «Hexameron», porque la actividad de experto conciliar y las exigencias de mi docencia académica eran tan exigentes que hacían impensable la investigación medieval. En el periodo postconciliar la situación teológicamente cambiada y la nueva situación en la universidad alemana me absorbieron tanto que pospuse el trabajo sobre Buenaventura al periodo posterior a la jubilación. Mientras tanto el Señor me ha conducido a lo largo de otros caminos y así el libro fue publicado ahora en su forma presente. Espero que otros puedan desarrollar la tarea de comentar el «Hexameron».

En un primer momento la exposición del tema de la obra podría parecer sorprendente y de hecho lo es. Después de mi tesis sobre el concepto de Iglesia de san Agustín, mi maestro Gottlieb Söhngen me propuso dedicarme al medioevo y en particular a la figura de san Buenaventura, que fue el más significativo representante de la corriente agustiniana en la teología medieval.

En cuanto se refiere al contenido, he querido afrontar la segunda importante cuestión de la que se ocupa la teología fundamental, o sea el tema de la Revelación. En aquel tiempo, en particular por motivo de la célebre ópera de Oscar Cullman «Christus und die Zeit [Cristo y el tiempo]» (Zurich, 1946), el tema de la historia de la salvación, especialmente su relación con la metafísica, se había vuelto el foco de interés teológico. Si la Revelación en la teología neoescolástica había sido entendida esencialmente como transmisión divina de misterios, que permanecen inaccesibles al intelecto humano, hoy la Revelación es considerada una manifestación de sí por parte de Dios en una acción histórica y la historia de la salvación es vista como elemento central de la Revelación. Mi tarea era la de buscar descubrir cómo Buenaventura hubiese entendido la Revelación y si para él existiese algo similar a una idea de «historia de la salvación».

Haz click aquí para el texto completo

Mas información


Oración incesante

Monje Trapense

Fragmentos escogidos

» Una vez, cuando estábamos conversando en el jardín con el anciano monje, me dijo: «Sergei Nicolaievich, la actividad mas importante en la vida es la oración incesante. Debemos orar siempre: Cuando nos levantamos, caminamos, comemos, siempre, en toda ocasión.

Y debemos orar con atención y sentimiento. Para orar debemos decir en nuestro interior: «Mi corazón está listo». Y no debemos dejar de orar hasta que nuestra hambre sea saciada. Toda nuestra vida debe ser una oración continua. Porque hay un tiempo apropiado para cada actividad, pero el tiempo de la oración es siempre como nuestra respiración.

Nuestra oración y nuestra respiración deben unirse: cada aliento es una oración. Me estoy refiriendo a la oración del corazón de la que el Padre Isaías ya te ha hablado…»

… cuando nuestra mente se distrae con pensamientos extraños, debemos volver sin enojo o depresión, a las palabras de la oración: la integración de la mente viene despacio, no cuando queremos, sino cuando nos volvemos humildes y cuando Dios nos la da. No lograremos la oración sin distracciones por el tiempo que oremos o el número de oraciones que repitamos, como supone la gente, sino por un corazón humilde, por el esfuerzo continuo de rezar adecuadamente y por la gracia.

…cuando ese estado de la mente se hace perpetuo, como si fuera natural, constituye la unión de la mente con el corazón. Esta es realmente la oración incesante, sin palabras o imágenes. En este estado la mente no desea vagabundear y si las ocupaciones o la mucha conversación le impiden morar en el corazón, vuelve irresistiblemente a sí misma y a continuar construyendo la celda interior…

…entonces una luz espiritual incomprensible ilumina al asceta y baña su interior con luz. Todo lo que piense o haga, lo hace con entera conciencia y atención. Es una transfiguración… la contemplación sobreviene cuando el corazón está purificado por completo. En ese momento el asceta toma conciencia de su profunda insignificancia ante Dios y tiene continuamente ante su vista su propia debilidad y mediocridad…

… los caminos de la Providencia son incomprensibles para nosotros. Muy a menudo, cosas que nos parecen deseables y útiles no lo son realmente, mientras otras que detestamos, son verdaderamente necesarias para nuestro crecimiento. Es un hecho muy frecuente que sirvamos a nuestros propios deseos y comodidades, imaginándonos llevar una vida santa y caminar por el camino correcto. Nos creemos que todo esta bien cuando en realidad avanzamos rápido hacia la perdición… nadie es buen juez de sí mismo, por eso es tan útil un staretz (confesor o guía espiritual)

…Necesitamos ser pacientes y no precipitados. Si nuestra ocupación viene de Dios, terminará por ser correcta en sí misma. Pero si es simplemente ilusión propia, nuestros esfuerzos terminarán en la nada.

Extraído de: «En busca de la verdadera sabiduría»

de Bolshakoff y Pennington– Ed. Narcea – Madrid 1990 –

Link de hoy:

Océanos de Dios

——————————————————————————————————————————-

Haz click aquí para comentar

La vocación

La vocación se escucha en lo profundo del alma. Suele diferenciarse de un simple gusto o inclinación porque nace suavemente, se profundiza casi imperceptible y luego, con el tiempo, toma por entero el corazón.

Es una invitación de Dios a desplegar en la vida aquel don particular que nos ha brindado. Se nos llama a un hacer específico que nos involucra en la raíz de lo que somos.

Aceptar el llamado permite que nuestra profundidad se expanda en el mundo de los demás, que lo que somos realmente se lleve a cabo; empieza a consumarse en nosotros el Plan Divino.

Pero escuchar el llamado no es fácil, por el ruido interior y exterior en que estamos inmersos y menos aún atreverse a decir Sí, entregarse por entero en las manos de Aquel que nos creó y nos conoce más que nadie.

Una vocación particularísima es la del sacerdocio, porque implica la función de puente, de nexo entre lo humano y lo celeste. El puente no está hecho para destacar, nadie se detiene en el medio. Todos buscamos la otra orilla, el llegar a destino. Transitamos por el puente inadvertidamente.

Por eso el sacerdocio cotidiano suele ser un trabajo sin estridencias, lejos de “la gloria del mundo”, una paciente artesanía de las almas, un servicio dedicado, humilde y sentido.

En medio del tumulto y de la agitación del mundo actual, cobran especial relevancia testimonios de fidelidad y entrega a la palabra dada. Ejemplos de vida perseverante, que atravesando la cultura de lo efímero, manifiestan el misterio de la vocación personal.

Queremos rendir nuestro pequeño homenaje a un sacerdote íntegro, a un pastor ejemplar. En más de cincuenta años de sacerdocio, Padre Donato ha sido fiel a aquella voz que lo llamó a ser apóstol.

Quienes lo conocen más de cerca cuentan que en el confesionario se destacan su delicadeza y disponibilidad, su celo por cuidar el alma que busca el perdón. Mediante su atenta escucha se transparenta el abrazo misericordioso de un Dios que es siempre Padre.

Este sacramento le ha permitido conocer de cerca el dolor del alma humana, su caída y su miseria, pero también su anhelo de redención y la elevación que resulta del arrepentimiento sincero. Tal vez ese conocimiento íntimo del misterio de la salvación es el que pone en su mirada ese brillo especial, esa calidez y apertura.

Asistir a la Eucaristía por él celebrada es presenciar el secreto de la familiaridad con Cristo. La devoción con que oficia el sagrado misterio enciende y aviva en el propio corazón el amor por Jesús. En sus movimientos pausados, en la unción con que toma los objetos sagrados, en la sencillez y profundidad de sus homilías se hace presente la serenidad y la paz de quien vive por y para Dios.

Su fidelidad se expresa también con los amigos. Cada año suele pasar unos días con otros sacerdotes cultivando la amistad espiritual que los une desde la época del seminario.

Hace pocas horas Padre Donato ha cumplido 80 años. Su vida nos muestra que es posible responder con valentía el llamado a la santidad que como cristianos tenemos.

«Ser sacerdote, hijo mío, es ser otro Cristo.

Para ser otro Cristo no hay más que un camino: El del calvario.

Comprométase sin desaliento. Él le ayudará.» *

——————————————————————————————————————————————————————-

Pequeño homenaje de Hesiquía Blog a Padre Donato,

realizado con la ayuda de las Monjas del Abba Padre

——————————————————————————————————————————————————————-

Links:

Año Sacerdotal

Diócesis de Cruz del Eje

Monasterio Abba Padre

Haz click aquí para comentar


Dios es

Dios es

Fragmentos escogidos

– Esta experiencia que acabo de pasar me ha enseñado – dijo Rufino – que fácil es hacerse ilusión sobre uno mismo. Y cómo se puede , sin enrojecer, tomar por inspiración del Señor lo que no es más que un impulso de nuestra naturaleza.

– Sí la ilusión es muy fácil -dijo Francisco-, por eso es tan frecuente. Hay, sin embargo, una señal que permite desenmascararla con toda seguridad.

– ¿Cuál? – preguntó Rufino.

La turbación del alma -respondió Francisco-. Cuando un agua se pone turbia, es claro que no es muy pura. Pasa lo mismo en el hombre. Un hombre a quién invade la turbación deja ver que la fuente de inspiración de sus actos no es pura, está mezclada.

Ese hombre está empujado por algo distinto del espíritu del Señor. Mientras que un hombre tiene todo lo que desea, no puede saber si es verdaderamente el espíritu de Dios el que le conduce.

Es tan fácil elevar sus vicios a la altura de virtudes, y buscarse a sí mismo bajo apariencia de fines nobles y desinteresados. Y eso con la mayor inconsciencia. Pero cuando llega la ocasión en que el hombre que así se miente a sí mismo se ve contradecido y contrariado, entonces cae la máscara. Se turba y se irrita.

Detrás del hombre «espiritual», que no era más que un personaje prestado, aparece el hombre «carnal». Vivo, con todas sus uñas, defendiéndose. Esa turbación y esa agresividad revelan que el hombre es llevado por otros fondos que los del espíritu del Señor.

Sonó la campana de la ermita. Era la hora del Oficio. Francisco y Rufino se levantaron y se dirigieron a la capilla. Iban allí tranquilamente, como hombres libres. De repente, Francisco tomo del brazo a Rufino y lo paró.

– Escucha, hermano, es preciso que te diga una cosa. Se calló un momento con la mirada baja hacia el suelo. Parecía dudar. Después mirando a Rufino bien a la cara, le dijo gravemente:

– Con la ayuda del Señor, has vencido tu voluntad de dominio y de prestigio. Pero no sólo una vez, sino diez, veinte, cien veces tendrás que vencerla.

– Me das miedo, padre -dijo Rufino-, no me siento hecho para sostener una lucha así.

– No llegarás a ello luchando, sino adorando -replicó dulcemente Francisco-. El hombre que adora a Dios reconoce que no hay otro Todopoderoso más que Él solo. Lo reconoce y lo acepta. Profundamente, cordialmente. Se goza en que Dios sea Dios. Dios es, eso le basta. Y eso le hace libre. ¿Comprendes?

– Sí, padre, comprendo -respondió Rufino-. Habían vuelto a caminar mientras hablaban. Estaban ya a unos pasos del oratorio.

– Si supiéramos adorar -dijo entonces Francisco-, nada podría verdaderametne turbarnos: atravesaríamos el mundo con la tranquilidad de los grandes ríos.

Extraído de «Sabiduría de un pobre» de Eloi Leclerc

– Agape libros – pags. 97, 98 y 99 – 2007, Bs. As.

Links de hoy:

Nova Bella

Punta de Lanza

Ya te lo dije

Deja aquí un comentario


Conferencia

El próximo viernes 30 de Abril a las 20:15 horas, en Librería Lectio (Paseo Sto. Domingo – Córdoba, Capital) se realizará la primera conferencia del ciclo 2010 acerca de «Mística y contemplación».

Se titula: «Quaerere deum: Fe y Cultura» y se refiere a Comentarios al Discurso de Benedicto XVI en el Collège des Bernardins. Estará a cargo del Hermano Edmundo Gómez de la Orden de San Benito.

Link de hoy:

Una Voce Cordoba

……………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..

Internet y recogimiento

El Cristo de San Juan de La Cruz

Párrafos de carta personal

– Padre…deme algunos consejos para manejarme en la Internet. Unas pocas palabras que me permitan mantenerme centrado aún en medio de ese tumulto que es la red.

– Tener un plan de acción y atenerse a él.

El mundo en general y mucho mas la internet es un campo con gran cantidad de estímulos. Si te dejas llevar por ellos, cuanto menos terminarás disperso, agotado, habiendo dejado un poco de tus fuerzas aquí y allá. Esto sucede aún con la mejor de las intenciones, sino tomas la firme determinación de mantenerte dentro de lo trazado. Del mismo modo que cuando sales a la ciudad llevas unas notas con lo que debes hacer y tratas de ser fiel a ese esquema.

La facilidad que da la navegación por la red es tal que a uno le parece que no cuesta nada ir un momento a este sitio y luego un momento a aquél otro lugar. Esto no es así, no debe serlo y menos para quién como tu busca el servicio de Cristo y el recogimiento en el corazón. Si te encuentras con una novedad que te parece importante para tu tarea, la marcas en tu agenda para el día siguiente. Verás que muchos estímulos que parecían importantes en el apresuramiento no lo parecen tanto luego de unas horas.

También decide en que horario efectuarás tu tarea y no lo modifiques. Inclúyelo en la regla de vida que llevas. No salpiques tu día con actividad ocasional o divagatoria. Entras en la web en el horario fijado, haces lo planeado y te sales confiado en la acción del Señor. Lo que Él no haga, ningún desmedido esfuerzo lo alcanzará.

– Hacer de la navegación una oración.

Acondiciona tu lugar de trabajo en la web como un ámbito de oración. Ten a mano la Cruz en el escritorio, un icono bien a la vista si es posible encima de la pantalla. Tú sabes que la misma facilidad que se tiene para contactar con comunidades diversas y con hermanos de afinidad espiritual también se produce para quedar bajo la influencia de gente enferma o presa de cualquier alienación. Haz lo tuyo invocando a Cristo y cada tanto apaga un momento la pantalla y efectúa una oración concentrada, exclusiva. Pide la asistencia de la gracia para hacer mejor tu apostolado y protección de las influencias negativas y de tu misma naturaleza caída.

– Da testimonio con tu conducta.

En el momento actual, más que nunca, es preciso dar testimonio de lo que significa seguir a Cristo y su mensaje. La mansedumbre debe ser una virtud a la que atiendas particularmente. Expresar el evangelio recordando a cada paso las bienaventuranzas y permanecer abierto a la inspiración que el Espíritu pueda suscitar en ti. No hagas proselitismo como si la Iglesia se tratara de un partido político en busca de afiliados, buscando sumar adeptos en el propio interés. No impongas a Cristo, solo navega con Él en el corazón que eso irradiará.

– Establece prioridades.

Nuestras fuerzas y nuestro tiempo nunca serán suficientes para todo lo que hay que hacer. Hemos de aceptar que como seres limitados solo podemos contribuir, no resolver. Es que no está en nuestras manos. Sí, el justo esfuerzo, el empeño de acuerdo a tu condición y vocación. Entonces ante inmensa tarea inabarcable, trata de ver con claridad cuál es el talento particular que El Señor te dio y limítate a cultivarlo y expandirlo. Haz lo tuyo cada vez mejor. Acepta tus límites.

Trata al correo electrónico como se trataba al correo postal. Lee despacio las cartas que te llegan. No las contestes de inmediato. Responde según la urgencia real, dando a cada persona la misma importancia, no discrimines, no juzgues y lleva la dirección de tus tiempos para responder. Si te agreden no respondas con violencia, poner la otra mejilla en estos tiempos te identificará como cristiano, de Cristo, a Él pertenecemos y sus enseñanzas seguimos.

Te agradezco tu pedido de orientación, que me sirve para conectarme con lo profundo, tú sabes que cuando se intenta enseñar es uno el que aprende. Te diría finalmente, que siempre que vayas a efectuar este apostolado tan útil y particular que realizas lo hagas en estado de gracia. Internet llega a miles de personas, que sea la gracia del corazón la que pase a través del teclado e inunde el mundo.

Sabes que cuentas con mis oraciones y mi afecto incondicional.

de correspondencia con el Padre Espiritual

Deja aquí tu comentario

…………………………………………………………………………………………………………………………………………………………………..

Anunciar a Cristo en Internet

Al recibir este mediodía (hora local) a los participantes del congreso nacional “Testimonios digitales. Rostros y lenguajes en la era digital”, promovido por la Conferencia Episcopal Italiana, el Papa Benedicto XVI resaltó que la misión irrenunciable de la Iglesia también es anunciar a Cristo en Internet, mostrando a todos la verdadera dignidad de la persona creada por Dios para que con Él llegue a su plenitud.

Al iniciar su discurso en italiano, el Santo Padre hizo un breve diagnóstico sobre las nuevas realidades virtuales, en medio de las cuales “aumentan los peligros de homologación y control, de relativismo intelectual y moral” y expresó su deseo de que este congreso apunte a “reconocer los rostros, supere esas dinámicas colectivas que pueden hacer desaparecer la percepción de la profundidad de las personas y quedarse en su superficie: cuando esto sucede, se convierten en cuerpos sin alma, objetos de cambio y de consumo”.

Al hablar luego del camino de humanización, Benedicto XVI recordó su encíclica Caritas in veritate en la que señala la necesidad de que los medios estén centrados en “la promoción de la dignidad de las personas y los pueblos, estén animados por la caridad y puestos al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y sobrenatural”.

De Benedicto XVI

Extraído de: ACI Prensa

Click aquí para el texto completo

Los ojos de María

Protección y compañia

Fragmentos de diálogo

–          A veces me ocurre que estando en oración no me siento en la presencia. Otras, que en medio de cualquier actividad viene a irrumpir la sensación de comunión con la providencia. ¿Cómo saber, como favorecer, como estabilizarme en esa saciedad que por sí misma brinda contento y familiaridad con lo sagrado?

–          Cuando uno se encuentra junto al Señor o por mejor decir, cuando uno mantiene la atención junto a la Presencia de Cristo en el corazón, hay claras señales de ello que a manera de indicadores nos marcan el acierto o desacierto respecto de la actitud asumida.

¿El cuerpo permanece tenso o distenso? Porque en él se hacen evidentes las posesiones   de la mente. Si quiero atrapar, conseguir, aquello lograr… si quiero retener, abarcar, dominar, poseer… se manifestará en lo corporal como crispación, tensión en los músculos, incomodidad postural, desasosiego general.

La jornada de cada quién está jalonada por los cambios de actividad. Estamos haciendo esto y ahora nos ponemos a hacer aquello otro, luego lo de más allá. Una vía interesante para aproximarse a la actitud devocional en lo cotidiano es la de relajar el cuerpo antes de cada nueva acción que vamos a emprender.

Suena a poco, a cuestión secundaria, pero no es así. Debes asumir que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo y que  es preciso disponerlo adecuadamente del mismo modo que preparas la capilla para la liturgia. Si lo que hagamos va a ser ofrenda debemos preparar el instrumento que se nos ha dado para ello.

La actitud de entrega, la confianza en la providencia del Padre, la búsqueda continua de la ejecución de Su voluntad, se manifiesta en un sosiego corporal, en un modo de hacer concentrado y preciso, en una manera fluida que va conforme a la distensión lograda. El modo de hacer es una sola cosa con la actitud de la mente y con el modo de situar el corazón.

Durante los primeros meses en la celda asistí a una experiencia simple que me fue de mucha utilidad posterior. La efectuaba al amanecer y al anochecer. Consistía en mirar el bosque a través de la ventana. Me detenía y observaba un momento…y lo que veía me reflejaba y me mostraba mi grado de cercanía.

Alguna mañana me parecía asistir a la configuración del paraíso. Los sonidos, los colores, los aromas, los leves movimientos de las hojas, la atmósfera… todo me hablaba del amoroso encuentro entre el Creador y sus criaturas. El supremo amor se había quitado el velo, su abrazo me envolvía.

Quizás el mismo día pero a la tarde, o un día o dos después, sucedía lo opuesto. Y no te hablo de cambios meteorológicos, sino en la mirada. Asistía azorado a las variaciones del estado en mi alma. Los árboles que habían sido morada del silencio perenne y que rebosaban plenos de vidas minúsculas se tornaban amenazantes y los colores surgían mustios, opacados.

¿Los sonidos…? Me parecían ausentes o burdos, sin atractivo. La brisa me hacía pensar en el frío de la noche y en lugar de expandirme respirando me contraía. Esto me molestaba mucho, porque sentía que escapaba a mi manejo. ¡No te vayas Señor!.. era mi frase más habitual.

Luego fui alumbrando la comprensión profunda de que no era el bosque sino mi estado interior el que veía a través de la ventana. Me fui convenciendo de que la mirada iba moldeando el mundo y que lo percibido era en buena medida mi propio rostro.

En aquel entonces nos hicimos con algunos compañeros el propósito de vivir lo cotidiano a la manera de liturgia, buscando la actitud sagrada ceremonial en todos los actos por nimios o insignificantes que nos parecieran. La jornada un altar, el cuerpo y las acciones la ofrenda, los pensamientos el incienso que se elevara en adoración.

Por supuesto que te hablo de un ideal que nos trazamos como norte, como guía de orientación y no como algo que se lograra fácilmente, pero si nos marcó una actitud y nos permitía evaluar lo vivido de acuerdo a una norma precisa que nos era muy querida: Hacer de la vida una ceremonia de alabanza. Creo que desde esa época nos quedó el hábito de movernos con tanta lentitud.

–  Pero ¿Usted no pierde nunca esa actitud, ese modo de estar?

– Claro que si.

– ¿Y cómo hace para volver a la posición correcta?

– Ah bueno…eso será cosa de cada uno. Por mi parte dejo de hacer lo que estoy haciendo. Cuando caigo en cuenta de la pérdida del centro en Cristo, abandono cualquier tarea, porque sé que se ha tornado vana y ajena a la intención de servirle. Abandono y me dirijo al icono de de María. Me tomo un instante para mirar los ojos de María en el icono. No pasa mucho tiempo hasta que se me ablande nuevamente el corazón.

Sucede que con María me es sencillo regresar a mi origen, al recuerdo de cuando niño me cobijaba en los brazos de mi madre terrenal. Recuerdo la sensación de amor envolvente y pleno que emanaba de sus brazos protectores y de su perfume inigualable. Recuerdo con alegría como curaba mis heridas, como me arreglaba la ropa y me mandaba de nuevo a jugar. Entonces al recordar de donde vengo me afirmo en la certeza de que no he cambiado. Sigo siendo el mismo aunque con un cuerpo avejentado.

Pero el corazón sigue teniendo la misma necesidad de protección, de cobijo, ese deseo de entregarse al abrazo de infinita bondad. Aunque maduros o viejos ante el universo majestuoso solo podemos maravillarnos y asombrados alabar. Uno no sabe nada. Si te aburres o te engríes o te pones fastidioso vuelve al corazón. No falsas hombrías, somos todos niños de pecho necesitados de la gracia.

elsantonombre.org

 

Links de hoy:

Consultorio teologico litúrgico

Carta a las comunidades orantes

En el corazón de Cristo Jesus

Haz click aquí para comentar

Inquietud

Anticipo de la Resurrección

Click para agrandar la imagen

Fragmentos de diálogo

–        No es infrecuente que caiga en la inquietud. Es un estado en el que prima cierto apresuramiento, como si tuviera que salir pronto de viaje a un país lejano y debiera acondicionar incontables pertrechos.

Se produce en cualquier momento y sin razón aparente; caigo en cuenta por los febriles movimientos de las manos o por la agitación del pecho siguiendo la respiración o por los pensamientos veloces que algo enajenados dialogan entre sí discurriendo entre nadidades.

Querido Padre, ¿cuál es la causa de semejante alteración del ánimo? Y, ¿cómo ponerle pronto y definitivo remedio?

–        Dios me asista porque preguntas por una causa raíz y es sabido que si se quita la raíz no vuelve la mala hierba.

La inquietud es la manifestación del deseo. El deseo la exteriorización de la carencia. La carencia el vacío dejado al ausentarse el Señor. Ahora… ¿Por qué habría El Señor de ausentarse siendo que en él somos, nos movemos y existimos?

Se trata más bien de haber nosotros desalojado la percepción de Su presencia, de haber conducido la atención en otra dirección. Se ha producido una sutil elección: De entre todas las sensaciones que llegan a nuestros sentidos, hemos elegido las más fuertes y por su calidad burdas. Es la opción por lo fácil.

Antes que aplicarnos a saborear el genuino gusto de los alimentos, nos hemos dedicado a condimentarlos, para que esta nueva intensidad nos libre del tener que ejecutar una más sutil degustación. Antes que los sonidos naturales hemos preferido los artificiales, nos inclinamos por lo veloz antes que por lo tranquilo, en lugar de contemplar nos intoxicamos.

En la desnudez de lo simple esta plena la Presencia y en ella yacen las sutilezas de Su amor por lo general olvidado. Examinemos juntos el problema:

Hay algo que quieres y como no lo tienes te inquietas. Este movimiento aparenta acercarte a lo deseado. Como si al ir dejando atrás cosas y actividades pendientes sortearas obstáculos hacia el objeto de tus anhelos. Deseas porque no aceptas lo que tienes, lo que es.  Y este ir en pos de algo, que ha sido considerado germen de todo progreso, resulta en causa de sufrimiento porque deriva del rechazo a lo que nos ha sido dado. Es la no aceptación.

Y sucede que si primero aceptamos, luego discurren cambios operados a través nuestro o de nuestros semejantes, que son de buen fruto y como fases sucesivas de una misma bonanza. Si uno acepta y se acepta, las transformaciones acaecidas en ese campo de conformidad, se muestran estables y favorables al desarrollo del alma.

Todas esas prisas y ajetreos emergen al olvidarte que no vas a ningún lado. No hay adonde ir, excepto hacia la interioridad. Si te diriges a metas exteriores sin antes consolidar fortalezas interiores, todo resulta a la larga o a la corta en fracaso y dolor. Pero si te afirmas en lo no dependiente y te sitúas en el centro de tu ciudad espiritual, verás que no tendrás necesidad de muchas agitaciones en lo de fuera.

Este mundo aparentemente exterior tiende también a serenarse, descubriéndose así que hay pocas cosas importantes. Todos nosotros, sea cual sea la condición en que nos hallemos, nos encaminamos hacia el momento decisivo de la muerte. Hacia ese umbral para el que todo lo vivido nos prepara. Y esto y aquello y lo de más allá…pero finalmente estaremos junto al paso del trance, debiendo dar el salto que importa.

En ese instante, asimilable al momento cumbre de La Cruz de Cristo, ¿nos entregaremos confiados o nos aferraremos a las ilusiones atesoradas por la vida de los sentidos? Es preciso vivir ahora como muriendo, sin contrariarnos en inútiles sujeciones. Aquí estamos, con un plazo definido aunque ignorado, pero transitorios…esto no es definitivo. ¿A que tanto afán? Atento, el significado cierto está más allá, del otro lado.

¿Te impulso a la negligencia, al abandono laxo hacia la dejadez de la indolencia? No. Por el contrario. Digo que vivamos con intensidad en Presencia del Señor. Pero esto es posible cuando situados en lo que importa nos conducimos según estas prioridades.

¿Vives descontento o inquieto? ¿Sufres? ¿Tu vida no es cómo quisieras? No lo resuelvas por la vía equivocada. No está la solución en la modificación de la situación exterior que vives sino en lo interior, de lo cual ha derivado la circunstancia. ¿A qué te aplicas? ¿En qué actividades se consumen tus horas? Si vives radicado en lo secundario no es de extrañar que luego ante lo decisivo te encuentres indefenso.

Acepta la situación en que te hallas, te la dio la Providencia aunque lo adjudiques a otras causas. Es herramienta para tu aprendizaje. ¿Qué has hecho para llegar a la existencia? Es puro don. ¿Cómo reprochar un regalo? Es aceptando las cartas que te han tocado como podrás esbozar una táctica para el juego, no renegando de ellas.

Si te descubres inquieto, en medio de lo cotidiano, detente. Haz un alto de inmediato. Pon tu esfuerzo en cesar la actividad en que te hallas. Hecho esto, reflexiona. Respira. Invoca al Señor Jesucristo. Di en tu interior: ¿adónde voy? ¿Qué estoy persiguiendo en esta acción? Verás que la prisa siempre se ancla en el ego, aunque puede disfrazarse con esmero. Es algo que buscas para ti mismo lo que te apura.

Busca el hacer con cualidad. Hay un modo de actuar que es intenso pero sereno. Vivo pero aplomado. Resulta del que busca la perfección en la acción como ofrenda por la gratuidad de la existencia recibida. Es un hacer pulcro, atento, dedicado. Es una conducta que busca lo perfecto aunque sabe que le es inalcanzable. Es el gusto del esmero, del bien hacer.

Es un desplegarnos ante Su mirada sabedores de su misericordia y de Su amor infatigable.

elsantonombre.org

Links:

Haz click aquí para comentar

Ayudas a la devoción

Click para agrandar la imagen

De nueve cosas que ayudan a alcanzar la devoción

Las cosas, pues, que ayudan a la devoción son muchas; porque primeramente hace mucho al caso tomar estos santos ejercicios muy de veras y muy a pechos, con un corazón muy determinado y ofrecido a todo lo que fuere necesario para alcanzar esta preciosa margarita, por arduo y dificultoso que sea, porque es cierto que ninguna cosa grande hay que no sea dificultosa, y así también lo es ésta, a lo menos a los principios.

Ayuda también la guarda del corazón, de todo género de pensamientos ociosos y vanos, y de todos los afectos y amores, peregrinos, y de todas las turbaciones y movimientos apasionados, pues está claro que cada cosa de estas impide la devoción y que no menos conviene tener el corazón templado para orar y meditar que la vihuela para tañer.

Ayuda también la guarda de los sentidos, especialmente de los ojos y de los oídos y de la lengua, porque por la lengua se derrama el corazón, y por los ojos y oídos se hinche de diversas imaginaciones, de cosas con que se perturba la paz y sosiego del ánima.

Por donde con razón se dice que el contemplativo ha de ser sordo, ciego y mudo, porque cuanto menos se derrama por de fuera, tanto más recogido estará de dentro.

Ayuda para esto mismo la soledad, porque no solo quita las ocasiones de distraimiento a los sentidos y al corazón y las ocasiones de los pecados, sino también convida al hombre a que more dentro de sí mismo y trate con Dios y consigo, movido con la oportunidad del lugar, que no admite otra compañía que ésta.

Ayuda, otrosí, la lección de los libros espirituales y devotos, porque dan materia de consideración y recogen el corazón y despiertan la devoción y hacen  que el hombre de buena gana piense en aquello que lo supo dulcemente; mas antes siempre se representa la memoria lo que abunda en el corazón.

Ayuda la memoria continua de Dios, y el andar siempre en su presencia, y el uso de aquellas breves oraciones que San Agustín llama jaculatorias, porque éstas guardan la casa del corazón y conservan el calor de la devoción, como arriba se platicó.

Y así se halla el hombre a cada hora pronto para llegarse a la oración. Este es uno de los principales documentos de la vida espiritual, y uno de los mayores remedios para aquellos que ni tienen tiempo ni lugar para darse a la oración, y el que trajere siempre este cuidado, en poco tiempo aprovechará muy mucho.

Ayuda también  la continuación y perseverancia en los buenos ejercicios en sus tiempos y lugares ordenados, mayormente a la noche o a la madrugada, que son los tiempos más convenibles para la oración, como toda la escritura nos enseña.

Ayudan las asperezas y abstinencias corporales: la mesa pobre, la cama dura, el cilicio y la disciplina(1) y otras cosas semejantes, porque todas estas cosas, así como nacen de devoción, así también despiertan, conservan y acrecientan la raíz de donde nacen.

Ayudan, finalmente, las obras de misericordia, porque nos dan confianza para padecer delante de Dios y acompañan nuestras oraciones con servicios, porque no se pueden llamar del todo ruegos secos, y merecen que sea misericordiosamente recibida la oración, pues procede de misericordioso corazón.

«Tratado de la oración y la meditación»

de San Pedro de Alcántara

Ediciones Rialp – 1991 – Madrid

(1)  Quizás en nuestra época podríamos decir: Toda aquella actividad o renuncia que nos haga dueños del propio cuerpo para tenerlo a nuestro servicio y no a la inversa.

Links de hoy:

Salve Regina

Vocation-station

Monasterio de las batuecas

Haz click aquí para comentar

—————————————————————————————————————————————————

de Homilía del Santo Padre Benedicto XVI en la Vigilia Pascual

…La verdadera hierba medicinal contra la muerte debería ser diversa. No debería llevar sólo a prolongar indefinidamente esta vida actual. Debería más bien transformar nuestra vida desde dentro.

Crear en nosotros una vida nueva, verdaderamente capaz de eternidad, transformarnos de tal manera que no se acabara con la muerte, sino que comenzara en plenitud sólo con ella.

Lo nuevo y emocionante del mensaje cristiano, del Evangelio de Jesucristo era, y lo es aún, esto que se nos dice: sí, esta hierba medicinal contra la muerte, este fármaco de inmortalidad existe…

…En la Iglesia antigua, el bautizando era a continuación desvestido realmente de sus ropas. Descendía en la fuente bautismal y se le sumergía tres veces; era un símbolo de la muerte que expresa toda la radicalidad de dicho despojo y del cambio de vestiduras. Esta vida, que en todo caso está destinada a la muerte, el bautizando la entrega a la muerte, junto con Cristo, y se deja llevar y levantar por Él a la vida nueva que lo transforma para la eternidad…

Click aquí para el texto completo


Santa Inés de Montepulciano

Santa Inés

Historia
La santidad nunca es, en la Iglesia, un fenómeno aislado. Su vitalidad es regida por la ley de una ósmosis misteriosa, pero infaliblemente cierta.

Los santos nunca aparecen como hechos solitarios en el curso de la Historia. Otra santidad, otras santidades anteriores, habrán contribuido en tensar su voluntad y en sobrenaturalizar su vida. Y a la vez será inevitable su influencia elevadora para otras almas que les seguirán.

Debe ser necesariamente así, habida cuenta de la constitución íntima del organismo sobrenatural de la Iglesia. Es un «cuerpo» social con una vida. Y la vida tiene manifestaciones múltiples, variadísimas en sus miembros, según su misión personal y la coyuntura histórica en que debe desarrollarse. Hay una influencia interna, oculta: la de la vitalidad interior de todos los cristianos entre sí, en la unidad del Cristo místico, trascendiendo las fronteras del espacio y del tiempo.

Mas hay también una influencia más palpable. Por afinidad de vocación, de talante espiritual, por cercanía, aun accidental en apariencia, la santidad concreta de un alma puede tener un influjo evidente en la santidad bien concreta de otras almas contemporáneas o posteriores. Es la clave de la floración de las familias religiosas cuando viven en el fervor de la observancia.

Los santos, se ha dicho, aparecen en la historia de la Iglesia en racimo. Junto a un santo puede buscarse, sin miedo a la decepción, a otro u otros santos. En el firmamento de la santidad no hay astros errantes; hay constelaciones de santos.

Santa Inés de Montepulciano aparece también en una constelación. Entre las monjas del «saco», primero, luego en su vocación a la Orden dominicana, que lleva el sello de lo sobrenatural. La Orden de Santo Domingo fue el árbol en el que su injerto prendió fecunda, esplendorosamente. Y en torno a ella, sobre el fondo de fervor y de fama de virtud del monasterio de Montepulciano, fulguran Santa Catalina de Siena y el Beato Raimundo de Capua, biógrafo de ambas, y buena parte de la escuela de caterinati. Sus vidas llenan de luz casi todo el siglo XIV, tan pródigo, por otra parte, en claroscuros morales.

Por la influencia en los demás nos es dado medir, con criterio de hombres, la santidad de personas no conocidas personalmente por nosotros. Fijamos más atentamente nuestros ojos en Santa Catalina de Siena cuando oímos decir a nuestra Santa Teresa que, «después de Dios, debía a la Santa Catalina muy singularmente la dirección y progreso de su alma en el camino del cielo», o al Padre Granada afirmar que «puedo confesar que, después del inefable misterio de la Encarnación, nada he leído que me haya ofrecido prueba mayor de la bondad y caridad divinas como los hechos de esta virgen y los singulares privilegios que Dios le concedió».

A la vez, volvemos la mirada a Santa Inés de Montepulciano, la considerarnos con mayor atención y cariño cuando descubrimos la parte importantísima que ocupa en la vida y en la santidad personal de la gran Santa de Siena y la devota admiración que por ella manifiesta el ponderado y prudente director de la misma, el Beato Raimundo de Capua.

¡Biógrafos excepcionales los de la dominica Santa Inés! Excepcionales testigos del ambiente de santidad y del halo divino que en la historia de la Iglesia en el siglo XIV y siglos posteriores circunda la figura humanamente sencilla de esta hija de los Segni, acomodados propietarios de Graciano en el término de Montepulciano.

Nació, según los cálculos más probables, en 1274.
La trama de los acontecimientos exteriores de sus cuarenta y tres años terrenos es simplicísima. Sobre ella se urde el doble prodigio de su virtud heroica y de los asombrosos dones extraordinarios de Dios. Santa Catalina habla principalmente del primero. Raimundo de Capua pone especialmente de relieve el segundo.

A los nueve años Inés consigue de los suyos el permiso para vestir el escapulario de «saco» de las monjas de un convento de Montepulciano, llamadas justamente «del saco». Seis años más tarde, con su maestra en la vida conventual, llamada Margarita, fundan un monasterio en Proceno, junto a Orvieto, a 22 millas de Montepulciano, Al poco de la fundación la madurez de sus quince años mueven al obispo del que dependía el monasterio a ponerla en él como abadesa. Sabemos de un viaje de la Santa a Roma, durante los dieciséis años que gobernó el monasterio de Proceno, para poner, por medio de los privilegios de la Sede Apostólica, a salvo de ambiciones y de usurpaciones el monasterio que acababan de fundar, y de otro, brevísimo por motivos de caridad, que Dios bendijo con un milagro en Acquapendente.

Los familiares y amigos de Montepulciano apremian en el ánimo de Inés para que funde un monasterio que irradie en la comarca de Montepulciano la transformación espiritual en los jóvenes y en el pueblo, que ha promovido el de Proceno. Se lanzó a ello cuando se hubo convencido de que aquélla era la voluntad de Dios.

Desde muy joven ayunaba casi todos los días y dormía en el duro suelo y tenía por almohada una piedra. Después la salud se le resintió y por orden del médico tuvo que suavizar esas mortificaciones. San Raimundo cuenta que Dios le permitía visiones celestiales, que un día logró ver cómo era Jesús cuando era Niño. Otra vez estando la despensa del convento desprovista y no habiendo alimentos para las monjas, ella rezó con fe y la despensa apareció llena de comestibles. La veían levantada por los aires mientras le llegaban los éxtasis de la oración. Un ángel se le apareció ofreciéndole un cáliz de amargura y le dijo: «Como Jesús, en esta tierra tendrás que beber el cáliz de la amargura, pero para la eternidad te espera la corona de gloria que nunca se marchita».

Hacía sus treinta y un años y, buscando una regla de santidad para el monasterio que iba a suplantar en la cumbre del Poliziano (de aquí el nombre de Montepulciano de la ciudad) a las casas de mal vivir que la poblaban, viene la llamada divina, a seguir las huellas y el magisterio de Santo Domingo.

Extraído de:

Curia.op

Links relacionados:

Dominicos.net

Santa_Agnese

No juzgarás II

Cristo venció a la muerte


Estimado hermano le formulo unas pocas preguntas a propósito de temas que me interesan personalmente y a otros hermanos y amigos:

¿Es posible no juzgar a los demás? Porque lo que suele suceder es que aunque exteriormente uno intenta  comportarse con aceptación y respeto, en el interior se emiten juicios casi involuntariamente.

–          Comprendo.  Juzgar a los demás puede suceder como automatismo de la mente, es cierto. Pero no viene mal revisar el origen de esta rutina que por alguna razón se ha gestado. Practicando un poco de auto observación, advertí que siempre que se producen juicios hacia la conducta de los demás, estoy ubicado interiormente, por encima del prójimo.

Es una posición sicológica claro. Me ubico como observador y por encima, como ejerciendo un derecho que me fuera propio. Como si conociera la interioridad completa de ese semejante y por lo tanto tuviera yo los elementos para calificar su conducta. Es una especie de ojo censor, que anda por el mundo diciendo quién hace bien y quién hace mal.

Esto tiene consecuencias. Una que he visto en mi propia experiencia es que ya el relacionarme con los demás queda condicionado a estos juicios que se han emitido interiormente. Entablo relación para hacer que el otro cambie o para criticarlo o con el corazón cerrado.

Entiendo Hermano. Pero es imposible que algo en uno no formule alguna consideración ante lo que los demás hacen.

–          Quizás…pero es posible no adherir desde el corazón a esos juicios automáticos. Si uno se acuerda de la enseñanza acerca de la viga en el propio ojo o de aquella donde se insta a arrojar la primera piedra al que estuviera libre de pecado, tiende a no creerse los juicios que la mente hace sobre el prójimo, tiende a mirarse a sí mismo con mayor humildad, es decir con mas verdad y por lo tanto se genera una comprensión de la conducta de la otra persona antes que una calificación moral.

El alma humana es muy compleja y los procesos interiores que nos llevan a obrar de un modo u otro son inabarcables desde fuera. Uno nunca puede ubicarse en la subjetividad ajena. En sus motivos profundos, en la acción de la gracia, en las consecuencias de los pecados, en los senderos de purificación, en las ramificaciones de lo que cada quién ha vivido.

Solo Dios, que nos ha creado y que nos conoce desde antes del vientre materno puede vernos en su totalidad. Su mirada es la verdad, no la nuestra. Por eso es bueno dejar siempre los juicios para Dios.

Y si algo nos parece injusto, inadmisible, si no soportamos ciertos hechos tenemos dos herramientas básicas: Que nuestra propia conducta se adecúe a lo que consideramos que está bien y la confianza interior en que Aquél que ha creado todo lo existente y que hace salir el sol para todo ser viviente  tiene una providencia infinita que ordena finalmente las cosas según Su plan. Dejar la justicia para Dios.

Además es muy interesante tener en cuenta, que muchas veces lo que criticamos en los demás es nuestro propio reflejo. Es muy común que  hagamos sin darnos cuenta lo mismo que criticamos. Por eso, cotejar diariamente nuestra propia conducta según el Evangelio es  esencial para mantenernos en nuestro lugar. En cierta humildad. Porque quién se mira a sí mismo con verdad se vuelve humilde. ¿No es verdad?

Aceptar siempre la posibilidad de estar equivocado. Aún en la convicción, tratar de mantener una actitud de apertura a otras posibilidades que aquellas que uno considera. No abarcamos toda la realidad, no sabemos todas las cosas, poco en realidad.

En general vivimos olvidados de la propia muerte, de esta posibilidad cierta y de que todas nuestras opiniones y demás serán pronto cuestión del pasado. El amor es lo que cuenta. Y si no puedo amar a alguien, pedir esa gracia y un corazón capaz de perdonar.

No afirmarse en el odio, no buscar motivos. Dejar incluso las valederas razones que creo tener.

Cobijarme en Dios, pedirle que sea Él quién actúe, confiarle todo. Estarse tranquilo, haciendo lo propio que resulta de la vocación y ofrendar todo en la oración y la Eucaristía…

———————————————————————————————————————————————-

No debemos juzgar al prójimo

de Abba Doroteo de Gaza

Fragmentos – Conferencia VI

Hermanos, si recordamos bien los dichos de los santos Ancianos y los meditamos sin cesar, nos será difícil pecar, nos será difícil descuidarnos. Si como ellos nos dicen, no menospreciamos lo pequeño, aquello que juzgamos insignificante, no caeremos en faltas graves.

Se lo repetiré siempre, por las cosas pequeñas, el preguntarse por ejemplo: ¿Qué es esto? ¿Qué es aquello?, nacerá en el alma un hábito nocivo y nos pondremos a subestimar incluso las cosas importantes. ¿Se dan cuenta de qué pecado tan grande cometemos cuando juzgamos al prójimo? En efecto, ¿qué puede haber más grave? ¿Existe algo que Dios deteste más y ante lo cual se aparte con más horror?.

Los Padres han dicho: “No existe nada peor que el juzgar” . Y sin embargo, es por aquellas cosas que llamamos de poca importancia por lo que llegamos a un mal tan grande. Si aceptamos cualquier leve sospecha sobre nuestro prójimo, comenzamos a pensar: ” ¿Qué importancia tiene el escuchar lo que dice tal hermano? ¿Y si yo lo dijera también? ¿Qué importa si observo lo que este hermano o este extraño va a hacer? “. Y el espíritu comienza a olvidarse de sus propios pecados y a ocuparse del prójimo…

Ir al post original

Haz click aquí para comentar

Abba Padre

El rostro vuelto hacia el Padre

«Quiero decirte Padre, como Jesús…»

Una ermita en el Monasterio

Lo último agregado:

Profesión perpetua

Invitación de Navidad

__________________________________________

Ir al Primer post en Hesiquía

Manos a la obra!

Consagración de vida

Misterio de amor

Artículo sobre la fundación en Chile 

Nuevo monasterio

Haz click aquí para comentar

__________________________________________

Pulsa aquí para descargar los comentarios

hasta octubre 2012

Abbá Padre

Diócesis de Cruz del Eje


Monjas del Abba Padre

Monja del Abba en oración solitaria

Como Jesús, vivimos la soledad para permanecer en el Amor y en intimidad con el Padre.

Jesús vive la soledad de un amor al Padre vivido en lo secreto y en el gozo de hacerlo todo, solo para su Padre. Y esta es la soledad que como monjas buscamos…

Es un don inmenso del Padre, el sentir en el alma la nostalgia de Dios. El desear contemplar su rostro y el emprender el camino necesario para encontrarlo. Y cuando lleguemos al final de nuestra búsqueda podamos decir todas :

«Cansada de buscar ya nombres, me limito a llamarlo ¡Abba! ¡Padre!

Monjas del Abba Padre

Breve crónica…

El Monasterio esta al pie de las sierras, rodeado de una naturaleza exuberante, brinda lozano testimonio de la presencia viva del Espíritu en la Iglesia de hoy.

La Eucaristía y la adoración al Santísimo marcan junto a laudes y vísperas el ritmo comunitario de la oración. Vueltas hacia el rostro del Padre todas las actividades devienen ofrenda y acción de gracias.

Así, las artesanías religiosas, el trabajo iconográfico, los tejidos, la labor en la huerta, los cuidados en la producción del vivero y hasta la cocina y la limpieza son oportunidades para la oración del corazón. El clima fraterno, el contento del alma y la buena disposición saltan a la vista testimoniando la resurrección de Cristo.

La pequeña capilla esta presidida por el icono de la Trinidad. En ella, los cánticos melodiosos, el incienso, las metanías, los hábitos monásticos y cada gesto litúrgico sirven de ayuda para elevar el alma y depositar las intenciones en el seno del Padre.

En el parque, entre numerosos árboles, están las ermitas, reductos de la oración solitaria y silenciosa. Mas cerca de la calle se erige una gran carpa de oración, destinada a ceremonias mas amplias de acogida a los hermanos.

Aquí, en la hospedería, junto a la puerta de mi cuarto, dos palomitas han venido buscando migas. Yo doy gracias al Señor por la amistad espiritual y el vínculo de fraternidad.

¡ABBA!

Como Jesús vivimos una comunión de vida en la oración y para la oración…

Al enseñarnos a decir Padre Nuestro, Jesús nos mostró el estrecho y sólido vínculo que esta única paternidad establece entre nosotros y nos reúne en una comunidad de amor…

Correo del Monasterio:

monasterioabba@yahoo.com.ar

Página Web en construcción:

Monjas Abba Padre


Escudo Episcopal

Haz click aquí para comentar

Certeza íntima

Óleo sobre Cartujos

Fragmento de

«La oración del corazón»

por un Cartujo


Cuando me pongo a rezar no me dirijo al Dios de los filósofos,  ni siquiera, en un cierto sentido, al Dios de los teólogos. Me dirijo a mi Padre o mejor dicho a nuestro Padre.

Aun más exactamente me dirijo a quien Jesús en plena intimidad llamaba: Abba. Cuando los discípulos pidieron al Señor que les enseñara a rezar, él les dijo sencillamente: “Cuando oréis, decid: Abba.” Llamar así a Dios significa tener la certeza de que nos quiere. Una certeza que no forma parte de ideas muy sabias, sino de una convicción muy íntima.

Tenemos la impresión de haber llegado a esta certeza, a la fe, al término de una serie de reflexiones, meditaciones y voces interiores pero, al fin y a cabo, esta certeza es un don. Creemos en el amor en nuestro corazón porque es el mismo Padre quien ha enviado a su Espíritu y desde entonces su Hijo está glorificado. Porque el Padre me ama, yo puedo dirigirme a él con plena seguridad y confianza.

No me presento respaldado por mis méritos o razones sino que confío en la ternura infinita del Abba de Jesús por su Hijo que es también mi Abba. Él es el Padre. ¿Qué significa esto? Que da la vida. Pero no la da como un objeto diferente de él mismo. La da entregándose a sí mismo.

El único regalo que puede hacer es su propia persona y el resultado de este regalo es su Hijo, un hijo al que quiere infinitamente, por el cual siente ternura y a quien el Hijo en respuesta también siente lo mismo por su padre.

Ese es el Abba a quien me dirijo yo. El único que me puede dar una vida que es copia exacta de la suya; él me exige que sea su propia imagen y semejanza en este momento y no por una cierta apariencia exterior a mi mismo sino porque él me ha engendrado a partir de su propia subsistencia. Eso es lo que quiero decir cuando le pido: “Santificado sea tu nombre, Abba”.

Que seas tú mismo, Abba, dentro de mí. Que tu nombre de Padre se realice a la perfección en la relación que se establece entre nosotros. Abba, te pido que seas mi Padre, que me engendres a tu imagen y semejanza por puro amor para que yo en respuesta pueda llegar a ser, por pura gratuidad tuya, ternura hacia ti.

La oración del corazón consiste simplemente en encontrar el camino que me permita tener respecto al Padre una actitud gracias a la cual él mismo pueda santificar su nombre en mí. En mi y en todos sus hijos.

En su único hijo compuesto de sí mismo y de todos sus hermanos. Rezar es acoger al Padre, participar en esta vida que él nos da por gracia. Acoger al Padre es permitirle engendrar al Hijo y hacer nacer su reino en mi corazón. De esta manera, el Espíritu podrá establecer entre yo y el Padre lazos que no se pueden destruir, relaciones de unidad que se extenderán a todos mis hermanos…

Imagen de: Sancta Missa

Texto de:  Abandono


Click aquí para el texto completo

Links:

La Admiración

El Anacoreta

Contemplativos en el mundo

Haz clik aquí para comentar

La noche misteriosa

Cristo en Emaús

La gente inunda la iglesia, se derrama por el atrio y llega hasta la vereda.  La calle junto a la plaza esta ocupada por los autos y un policía con su linterna intenta ordenar el tránsito hacia una calle lateral.

Todo está en tinieblas, dentro del templo y fuera. No sé si por casualidad o comedimiento, las luces de la calle están también apagadas. A tientas, guiado por la luz de la luna detrás de las nubes, ingreso a la capilla buscando acercarme al altar.

La oscuridad favorece el silencio, todo está mas callado que de costumbre. Oigo apenas el quejido de la madera en algún banco. Detrás, principia a llorar un niño rápidamente consolado. La luz del sagrario envuelve el altar y el atril permitiendo ver los rostros vivaces y expectantes de los jóvenes que cantarán.

Un desperfecto en el micrófono impide que escuchemos fuerte la voz del sacerdote que afuera inicia el fuego santo y bendice el cirio pascual. Todos escuchamos doblemente concentrados:

«Cristo ayer y hoy, Principio y Fin, Alfa y Omega. Suyo es el tiempo. Y la eternidad. A él la gloria y el poder. Por los siglos de los siglos. Amén».

Otro momento de silencio mientras algo de viento ingresa por la ventana y nos acaricia con su fresco.

«La Luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu».

El ingreso del cirio encendido ilumina de belleza los rostros y el instante. Recibir el fuego y verlo brillar en cada mano me emociona. “Esta es la luz de Cristo… yo la haré brillar…” entonan en el coro y el canto se hace eco en nosotros y en cada corazón.

Luego, todo es luz. Las lecturas y los salmos cantados. La creación del mundo, la fe de Abraham, el paso del mar Rojo, Ezequiel y el corazón de piedra transmutado en carne… cada lectura devela un rasgo de la historia sagrada que ha vivido la humanidad, lo que ha sido debajo del velo de las cosas aparentes, el modo en que va irrumpiendo Dios en la vida de los hombres.

La emoción va y viene, creciendo se expande y al difundirse por el cuerpo le cambia el tono a la mirada generando una respiración distinta.  En las pausas, mientras nos sentamos, mi mente relaciona esto que ocurre aquí, en el barrio, con lo que ocurre allá en los medios del mundo. Me asombra la enorme distancia entre lo que se dice y lo que es. Recuerdo lo que se ve desde fuera y me maravilla lo que veo ahora desde adentro.

La liturgia avanza, la solemnidad tiene la medida justa, la renovación de las promesas bautismales nos enciende el fervor. “¿ Renuncian a Satanás, es decir, al pecado, como negación de Dios; al mal, como signo del pecado en el mundo; al error, como ofuscación de la verdad; a la violencia, como contraria a la caridad; al egoísmo, como falta de testimonio del amor?…¡Sí renunciamos..! ¿Renuncian a envidias y odios; perezas e indiferencias; cobardías y complejos; tristezas y desconfianzas; injusticias y favoritismos; materialismos y sensualidades; faltas de fe, esperanza y caridad?…¡Sí renunciamos..!

No es poca cosa ser simple cristiano dice un pensamiento peregrino juzgando el tenor de aquello que se deja.

Es tan hermoso el aleluya cuando surge del sentimiento. La alegría genuina acompasa las voces y nos permite cantar fuerte a todos, nos dejamos ir en la exultación por la resurrección. Es que al transcurrir el año y las vicisitudes a veces olvidamos y caemos y llegamos a creer en la existencia de la muerte.

Cuando distraídamente permitimos que esta sombra oscurezca nuestra dicha se nos oculta el sentido y los actos languidecen perdiendo significado.  Porque la muerte es mero tránsito, un paso hacia la bienaventuranza y por eso es también una pascua personal.

Y esto puede surgir desde la fe pero también de la experiencia íntima de la trascendencia que suele mostrarse en las emociones profundas, cobijando una certeza no demostrable para el entendimiento.

El momento de la paz libera la fraternidad, el afecto personal, la agradecida compañía. Como mínimo la buena vecindad. Uno de los cantos aludía al fin de las guerras y al ver los abrazos nublados por las lágrimas se me presenta el mundo cargado de esperanza.

Comulgar es gozo y compromiso. ¿Dejo que habites en mí? “Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, mi Dios. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente”. Mientras mas te conozco mas te quiero y mas te deseo. Eres un agua que mientras sacia aviva la sed.

Jesucristo ha resucitado, es el acertijo de la recreación del corazón, de la purificación del alma, es un enigma y a la vez un secreto a voces. Mi religión es hermosa y misteriosa, saca frutos de los dolores y al trono lo asienta en una cruz, los males tornan bienes y es toda ella una rebelión contra la muerte.

El Regina Caeli surge de pronto entonado por el sacerdote, nos enlaza con la maternidad, la protección y el hondo regocijo.

El regreso pausado acuna el contento. La llovizna hace fresca la noche y los rodados mojados  huellan el asfalto por un breve intervalo. Ayer, en la televisión, emitían un documental que con aires doctorales se preguntaba si era histórica la resurrección de Cristo. Me sonrío pensando si debería avisarles que no solo es histórica sino actual y que ha ocurrido aquí en mi barrio.

Relato breve de la Vigilia Pascual

Equipo de Hesiquía

Links de hoy:

Comunidad San Juan

Fraternidad de Betania

Sisters of Mary

Haz click aquí para comentar

Beato Pablo Giustiniani

Icono del Beato Pablo Giustiniani

El día 15 de septiembre de 1520, el B. Pablo salía del Yermo de Camaldoli para ir a vivir en las Grutas de Monte Cucco, en búsqueda de una mayor soledad. De este “Éxodo” nace nuestro Instituto, llamado originalmente “Compañía de los Eremitas de San Romualdo”.

Por lo tanto, este año (1995)  se conmemora el 475 aniversario del nacimiento (en el sentido ya dicho) de la Congregación de Montecorona. Considero por eso que es un deber para todos nosotros detenernos un momento a reflexionar sobre la persona de nuestro Fundador, para comprender mejor su ánimo, sus intenciones, toda la riqueza espiritual que lo animaba.

Sobre todo algunas preguntas: ¿Podemos llamar al Beato Pablo nuestro Padre?, ¿Qué novedad o diversidad, ha traído nuestro Fundador en relación a la espiritualidad vivida por siglos en Camaldoli? Soy muy consciente que estas preguntas presentan problemas a los que hoy, con los conocimientos que poseemos, no es posible dar una respuesta exhaustiva. Sin embargo, me parece que sobre algunos puntos podemos coincidir.

a) En el sentido pleno de la palabra, “Padre y guía de los Camaldulenses” es San Romualdo. A él Dios ha inspirado la forma de vida semi-eremítica que inició en Camaldoli, Él es el Padre de los “Eremiti razionali” como dijo San Pedro Damián. Nuestras raíces profundas están en Camaldoli, se hunden en aquel terreno cultivado por San Romualdo. La paternidad fundamental, si se puede decir así, pertenecen al Santo Eremita de Rávena.

b) Y, sin embargo, lo que tuvo inicio después del 15 de septiembrede 1520 no es cualquier cosa secundaria o marginal para nosotros, porque, como decía antes, nuestra Familia religiosa ha iniciado, pues, su vida, ciertamente en germen, después que el Beato Pablo dejó Camaldoli. Y donde se inicia una vida hay necesariamente un Padre. Por esto podemos y debemos considerar al Beato Pablo como nuestro verdadero Padre, aunque su paternidad esté subordinada a aquella de SanRomualdo.

Es nuestro Padre porque es nuestro Fundador. Ciertamente él no tenía en mente nuestro Instituto cuando tomó la decisión de dejar el Yermo de Camaldoli, como San Francisco no pensaba en los Hermanos Menores, ni San Ignacio en la Compañía de Jesús, cuando iniciaron su “aventura espiritual”. Probablemente el hermano Pablo pensaba solo en vivir el espíritu camaldulense en una forma más plena y simple. Pero es un hecho que de la elección que él hizo ese día, nace nuestra Congregación. En el transcurso de pocos años él se convirtió en Padre de una Familia religiosa… (continúa)

Este texto de Don Lanfranco Longhi, ec, Padre Mayor —Superior— de la Congregación de Eremitas Camaldulenses de Montecorona, fue publicado originalmente en italiano en “Carta a los Cohermanos”, nums. 10 (31-XII-1995) y 11 (28-VI-1996). La traducción ha sido hecha por un eremita camaldulense del Yermo de Nuestra Señora de Herrera, en Miranda de Ebro (Burgos). Madrid, Cuaresma de 2010.

Continúe leyendo haciendo clik aquí

Yermo  Camaldulense

yo Te amaré Señor

Toma de Hábito de un Eremita Camaldulense de Montecorona

Nuestro Fundador el Beato Pablo Giustiniani

Fragmentos de un texto sobre su vida

“…Feliz el alma aniquilada en sí misma, convertida enteramente a Dios, que no vive más en sí sino en Cristo, toda absorta en su amor. Más feliz aún el alma licuada al fuego del amor, aniquilada a sí misma y a Cristo, que no vive ni siquiera en Cristo, sino que vive solo porque Cristo vive en ella”. “¿Cómo podrías permitir, oh Señor que yo no te ame?».

«…Si me das la paz interior y exterior yo te amaré, si me das la guerra interior y exterior yo te amaré, si me consuelas interiormente y exteriormente yo te amaré, si me dejas en las tribulaciones, sin consolación, en la angustia, creo que aún te amaré… oh Señor, si solo eres tú a quien amo y no a mí mismo, tú que eres mi bien y mi único amor, yo no me preocuparé de nada de lo que me pueda suceder, porque hago tu voluntad y que se cumpla en mí, sobre mí y por mí, todo tu santo querer”.

“…Debes saber que nosotros no estimamos en nada estos bienes como verdaderos bienes. Nosotros no amamos nada las riquezas de la tierra que por amor aCristo hemos abandonado para siempre, no buscamos ganancias de este tipo. Nosotros queremos permanecer pobres… siguiendolas huellas de Cristo pobre y desnudo”.

Eremita Camaldulense de Montecorona en el huerto de su celda

«…la búsqueda apasionada de la soledad, no para escapar del consorcio humano, ni tampoco de la comunidad de los hermanos, sino para poner a Dios en el centro de la vida y de la atención. El Espíritu de Dios ha suscitado la vida religiosa ante todo en la forma anacorética para que fuese bien visible en la Iglesia este hecho:

La vida religiosa consiste fundamentalmente en poner a Dios como centro absoluto de cada uno y de la comunidad. Sin esto, no hay vida religiosa y no hay comunidad cristiana. Por esto, en su dimensión más profunda, solitarios como Antonio, Arsenio o Simón Estilita serán siempre los modelos supremos de todo religioso, y paradigmas con los cuales debe confrontarse quien se quiera consagrar al Señor.

También nuestro Fundador, llegado a la madurez espiritual, sigue el camino de estos grandes santos; también él es un enamorado de Dios, un místico de la oración incesante que el 7 de agosto de 1524, en el Yermo de las Grutas de Massaccio (Cupramontana, en Italia), durante la celebración de la santa Misa, hizo la experiencia de su “disolverse” en Dios como una gota de agua en el vino consagrado.»

Imagen en Herrera de Burgos

“…ten en mente que en tu oración, es decir, cuando estés en oración, el método mejor es aquel de no tener ningún método, y que la forma mejor de la oración es aquella de no tener ninguna forma”. A propósito de las “siete palabras”, es decir de los siete sentimientos que deben animar la oración, dice: “Frecuentemente, en una sola oración, esta mi pobre mente pasa en examen todas y cada una de las siete palabras; frecuentemente emplea muchos días en una sola palabra…»

«Nuestro fundador querría que todos sus hijos alcanzaran a estas formas deoración, como las ha practicado él mismo. Estoy convencido que él haría suyas las palabras de Sor Nazarena, la monja Camaldulenserecluida por casi cincuenta años: “En una orden contemplativa como la nuestra, no debería suceder que los contemplativos sean la excepción a la regla.»

«…Muy frecuentemente somos unas tímidas palomas que no vuelan más alto que un metro, mientras que hemos sido enviados a mirar la cara al sol…»

Fragmentos extraídos de: Cuadernillo de Don Lanfranco

Aquí el texto completo

Yermo Camaldulense

Deja aquí un comentario


Lista de mails

This content is password protected. To view it please enter your password below:

Sobre la Santa Misa – Encuesta

Eucaristía

Estimado Amigos/as:

Les participo el resultado de la Encuesta sobre la Santa Misa.

Han votado 321 personas.

– El 41 % lo hizo en favor de la Misa Tridentina.

– El 20 % lo hizo en favor de la Misa Posconciliar.

– El 32 % lo hizo en favor de la coexistencia de ambas formas.

– El 6 % lo hizo en favor de una nueva reforma litúrgica.

– El 1 % lo hizo respondiendo de otro modo.

Por supuesto, las respuestas solo muestran una tendencia de los lectores de Hesiquía blog y no necesariamente una tendencia en la Iglesia.

Los comentarios en la entrada correspondiente seguirán abiertos indefinidamente.

El software que elegimos permite que a cada IP (número que identifica la propia computadora)le corresponda un voto solamente. Lo que implica que aunque alguien votara reiteradamente desde su máquina, solo se computara un voto.

Que El Señor Jesucristo resucite en nuestros corazones!

Haz click aquí para ver el post original y los comentarios de entonces

Haz clik aquí para comentar

Una particular ascesis II

Vía Crucis – El Greco –

Fragmentos…

–          Si, un tema muy importante en el desarrollo espiritual, me parece tiene que ver con este no reaccionar, este no actuar de manera refleja ante los acontecimientos. Este no permitirse ir detrás de los estímulos que nos van impulsando de aquí para allá. Uno debe tener un centro, una meta clara y priorizar eso, lo demás luego.

Si tienes oración o tienes planeada esa tarea, permanecer en ello. Atenerse al plan que tienes trazado o que te han fijado si fuera el caso de seguir a un director espiritual. Que solo cuestiones muy importantes, que realmente lo merecen, te alejen de lo que tienes propuesto.

–          Usted me habló también Padre, el otro día de la actitud positiva, de la coherencia y del hacer enfocado, concentrado, ¿podría referirse un poco a esos puntos?

–          Claro, primero la actitud. ¿Qué es la actitud? Es la manera en que estoy plantado, el modo en que recibo los hechos que acontecen y la forma en que voy hacia las cosas, personas o tareas. La actitud es la forma en que me ubico. Supongamos… que viene un amigo, tira la taza con té que le has servido, se derrama todo sobre los papeles que estabas ordenando, se hace un pequeño desastre.

Si estás emplazado en actitud positiva, de inmediato proporcionas las cosas, adviertes que no es el fin del mundo, que nada grave sucedió. Te lo tomas bien, limpias rápidamente y sin fastidio, alivias a tu amigo diciéndole que no se preocupe, que no ha sido nada, etc. En cambio la actitud negativa la conocemos más ¿verdad? Es ese fijarse solo en uno y estar tan metido en lo que a uno le importa que cualquier contratiempo nos saca de quicio y nos fastidiamos o encolerizamos con lo que ocurre que sea imprevisto.

La actitud es un modo de ponerse, un modo de estar ante todo y debe ser positiva. Implica un cierto contento, una alegría de trasfondo en el transcurrir de uno. La actitud positiva consiste a mi modo de ver en encontrarle a todo lo que tiene de útil y en proporcionar adecuadamente las cosas. Desde esa mirada, la taza y el té derramado vienen a ser una oportunidad para fortalecerte en la paciencia y en la caridad hacia el amigo.

Que todo lo que suceda, al llegar hasta mi, reciba un aire de mejoría, de servicio, de bondad. Es el que se llamaba buen talante en alguna época y creo que en los Evangelios vendría a ser la mansedumbre.

Ahora claro, para mantenerse en esa actitud y que sea algo espontáneo y no un rol que uno se dispone a ejercer, es imprescindible la fe profunda en la voluntad de Dios. Uno debe hacerse consciente de que Su voluntad está tejiendo las hebras de los sucesos, de que todo hecho por extraño o inútil que parezca viene a cumplir una función en su plan de redención. Uno debe estar entregado a Él y desde esa entrega, el humor pacífico, sereno, el contento y la mansedumbre no son difíciles.

–          Está muy claro. Vamos con aquello de la coherencia, entiendo la palabra, pero usted ¿a qué se refería?

–          Todos tenemos lo que se ha llamado la voz de la conciencia. Sabemos lo que en nuestra vida, está ajustado a ella y lo que no. Tenemos áreas en las cuales no nos sentimos coherentes. Me refería a que sobre cada temática tengo una idea de lo que sería mi deber o lo que estaría correcto que hiciera. Ser coherente es hacer lo que pienso y siento que estaría bien hacer. No contradecir con mis actividades, con mis conductas, lo que creo que debe hacerse.

Ser coherente es unificarse. Es tener una línea, mantenerse fiel. Esta claro que uno se equivocará, que habrá errores y caídas, pero la coherencia no es solo un acuerdo interior es también una búsqueda. A veces sale bien a veces no, pero quiero ser coherente y eso ya me va llevando.

En nuestro caso, la buena nueva contenida en los Evangelios, el mensaje de Cristo nos dice claramente a que normativa ajustar nuestra vida y a que espíritu imitar. No nos dice solo lo que debe ser hecho sino desde donde, con que intención y espíritu. Ser y hacer lo que uno considera que debe ser y hacer, a la luz que brinda la voz de la propia conciencia.

–          Bien, está sintético y claro. Simple de entender no sé si de hacer.

–          Depende mucho del deseo que tenga uno de ser fiel al propio corazón y a la propia vocación…respecto del hacer enfocado… me refería a una particular cualidad que en ocasiones tiene la acción personal, que no es indiferente a lo que venimos diciendo, es decir, que la actitud positiva y la coherencia contribuyen sin duda a que se manifieste este nuevo modo de hacer. Este hacer concentrado es algo verdaderamente no reactivo.

Es marcadamente intencional. Sobre todo si se hace práctica constante de vida. Hacer cada cosa que hago poniendo la totalidad de mi atención y mis fuerzas en ello, es hacer como ofrenda, como agradecimiento por la existencia. Es un ponerse íntegro en cada acción, sin mezquinar para uno divagues o especulaciones o tibiezas. Es un hacer total.

–          Dígame algo más, no parece fácil.

–          Es hacer todo ante Su mirada y por lo tanto con sumo esmero. Es darse a la acción por entero, sea esta una oración, un momento de quietud, un apostolado muy activo, un lavar la vajilla, un dialogar… es un estar involucrado completamente en la búsqueda del mejor hacer posible.

Es un no quedarse nunca con la sensación de que podría haberlo hecho mejor. Es un buscar la perfección, sabiendo que esta no es alcanzable en su totalidad; pero si no se la busca con ahínco, la vida de uno tiende a la medianía de lo gris. Es entender la conducta personal como una ofrenda al que nos dio la vida, como una pintura, una escultura, como una forma de abrazarlo desde la pequeñez.

aquí la 1º parte

elsantonombre.org

Links de hoy:

Carmelite Monks

Capellanía Orvalle

Sobre Franciscanos

San Alexander Schmorell

San Alexander Schmorell

Nació en Rusia el 16 de septiembre de 1917. Su padre era alemán, mientras que su madre era rusa. Se traslada a Munich al contraer su padre, ya viudo, segundas nupcias.
Tras el bachillerato se alista en la caballería, participando en la anexión de Austria y en la campaña de los Sudetes. Cuando llega el momento de jurar fidelidad a Hitler pide ser dispensado y se retira del ejército. Por petición de su familia realiza posteriormente el juramento, alegando que ha pasado por una «crisis nerviosa». Después de participar en la campaña de Francia estudia medicina en Munich, donde conoce a Hans Scholl.
A principios del verano de 1942 los dos amigos redactan los primeros cuatro manifiestos de «La Rosa Blanca». El 23 de julio debe partir hacia Rusia llamado por el ejército nazi.
De vuelta a Munich Alexander, que se ha enamorado completamente de Rusia, decide quedarse en Alemania para continuar sus acciones de resistencia.

Participa en la difusión del quinto manifiesto a finales de enero de 1943 por diversas ciudades alemanes y, junto a Hans Scholl y Willi Graf, realiza arriesgadas excursiones nocturnas para escribir en las paredes de las vías públicas, en grandes caracteres, «Libertad» o «Abajo Hitler».

Tras el arresto de Hans y Sophie Scholl en la universidad de Munich intenta huir. Los nazis distribuyen carteles con su efigie. Es reconocido y arrestado. El 19 de abril el tribunal supremo lo condena a muerte junto a Willi Graf y Kurt Huber.

«Dentro de mí, cada día, estoy más tranquilo, incluso alegre y sereno, y mi humor muchas veces es mejor de lo que era cuando estaba libre. ¿Cómo es posible? Quiero contártelo ya: toda esta grave desgracia era necesaria para que alcanzase el camino correcto. […] De hecho, ¿qué sabía hasta ahora de la fe, de la verdadera y profunda fe, de la verdad, de aquella última y única verdad, de Dios? ¡Muy poco!»

San Alexander Schmorell

Extraído de:

San Alexander Schmorell

Links:

La Rosa Blanca

La segunda Guerra




Objetivo y fin del monje

de la primera Conferencia del Abad Moisés

de» Colaciones» de Juan Casiano

II. Todo arte –dijo-, toda profesión tiene su blanco y objetivo, es decir, su destinación particular o, lo que es lo mismo, el fin que le es propio. Todo el que quiera conseguir seriamente ese fin, se lo pone de continuo ante sus ojos. En esta visión sobrelleva todos los trabajos, peligros y pérdidas con gusto y ánimo igual.

Ahí tenéis, por ejemplo, al labrador. Desafía constantemente los rayos de un sol tórrido, hace caso omiso de la escarcha y el hielo, rompe infatigablemente la tierra, y da una y otra vez con la azada sobre la gleba indócil. Fiel a su divisa, corta las zarzas y abrojos, hace desaparecer las malas hierbas y vuelve la tierra, a fuerza de insistir, tan fina y muelle como la arena.

A cambio del sudor de su trabajo, espera alcanzar su fin, que es una cosecha abundante, una mies fecunda, que le permitirá vivir en un futuro próximo al abrigo de toda necesidad, aumentando así sus haberes. Se le ve también vaciar gozoso sus trojes llenas de grano, y tras un trabajo incansable, encomendar la semilla a los surcos de mullida tierra. Y es que la perspectiva de la futura recolección le hace olvidar la pérdida presente.

Mirad también a los comerciantes. No temen arrostrar los azares y riesgos del mar incierto. No se arredran ante ningún peligro. En alas de la esperanza, corren en pos de sus lucros y ganancias: es su fin. Parejamente, los que siguen la carrera de las armas se sienten movidos por la ambición. El brillo lejano de honor y de poderío –que es el fin que se proponen- les hace insensibles a los peligros y a mil muertes que pudieran hallar en su carrera. Ni los sufrimientos ni las guerras del presente son parte para abatirles, puesta la mira en su objetivo, que no es otro que las grandezas que esperan conquistar.

Pues bien, lo mismo acontece en nuestra profesión monástica. También ella tiene su blanco, su objetivo, su fin particular. Para llegar a él sufrimos con tesón los trabajos que encontramos a lo largo del camino, y aún los llevamos con alegría. Ni los ayunos ni el hambre nos fatigan; nos deleita el cansancio de las vigilias; no nos bastan la asiduidad de la lectura y la meditación de las Escrituras, pues constituyen un placer para nosotros; la labor incesante, la desnudez, la privación de todo, el mismo horror que inspira esta vasta soledad, no son motivo para amedrentarnos.

Indudablemente, este fin es el que os ha hecho menospreciar el amor de vuestros padres, el suelo patrio, las delicias del mundo, y cruzar tantos países. Todo ello para poneros en contacto con gente ruda e ignorante, como somos nosotros, perdida en la ruda aspereza del desierto. Y si no, ¿Cuál es, decidme, la intención, cuál el designio que os ha inducido a arrostrar de buen grado todas estas privaciones?

III. Persistiendo él en conocer nuestros sentimientos, acabamos nosotros por contestar a su pregunta, diciendo que habíamos consentido en sufrir todas estas cosas con miras a alcanzar el reino de los cielos.

IV. Perfectamente –contestó él- . Habéis respondido muy bien por lo que atañe al fin. Sin embargo, es preciso que sepáis, ante todo cuál es el medio que nos permitirá alcanzar ese fin, caso de que nos adhiramos a él constantemente. ¿Cuál es?

Aquí confesamos nosotros ingenuamente nuestra ignorancia. Y prosiguió: en todo arte, repito, en toda profesión existe, como condición previa, un blanco, esto es una constante aplicación del alma, una como tensión del espíritu que no nos abandona jamás. Si el hombre no es fiel a ella y no la sigue con todo el ardor y perseverancia de que es capaz, no podrá llegar al fin que desea, ni cosechar el fruto apetecido.

Porque aunque el fin del labrador, como hemos dicho, es el de vivir tranquilamente en la abundancia, gracias a su copiosa cosecha, por eso, precisamente, se le ve de continuo aplicado a su objetivo inmediato, que es el de tener limpio su campo de zarzas y hierbas inútiles. Está persuadido de que no obtendrá la abundancia y el reposo en el bienestar –que es el término de sus afanes-. si no posee de antemano y como en germen, con la esperanza de su trabajo, aquello de que espera él un día gozar realmente.

Lo mismo sucede al comerciante. No se toma punto de reposo en su afán de amontonar riquezas. Este deseo constante es el medio de aumentar su hacienda y forjarse una fortuna. Y en vano pretendería este fin, codiciando pingües ganancias, si antes no apelara a los medios que a ello conducen.

Finalmente, quienes ambicionan los honores del mundo se proponen, en primera línea, cargos y carreras, a los que deberán consagrarse por entero. así podrán labrarse un porvenir y acariciar la esperanza de llegar un día a la dignidad suspirada, esto es, al logro de sus ambiciones.

De igual suerte, nuestra vida se endereza a un fin último, y este fin es el reino de Dios. Pero ¿cuál es el medio que nos lleva a ese fin? Es este un punto que reclama toda nuestra atención. Porque si no logramos conocerlo, nos fatigaremos inútilmente. Quién emprende un viaje y no conoce a punto fijo la trayectoria, tiene el trabajo del camino, pero no adelanta un paso en su marcha hacia la meta.

Viendo el anciano la admiración que nos causaban estas palabras, prosiguió, diciendo: el fin último de nuestra profesión es el reino de Dios o reino de los cielos, es cierto; pero nuestro blanco, o sea, nuestro objetivo inmediato es la pureza del corazón. Sin ella es imposible alcanzar ese fin.

Concentrando , pues, la mirada en ese objetivo primario, corremos derechamente hacia aquél fin último, como por una línea recta netamente determinada. Y si nuestro pensamiento se aparta de esta finalidad previa, aunque no sea mas que por unos instantes, debemos volver de nuevo a ella y corregir por ella nuestros desvíos, como por medio de una regla rectísima. Así, conjugando todos nuestros esfuerzos y haciéndolos converger en ese punto único, no dejaremos de advertir al instante nuestro olvido, por poco que nuestro espíritu haya perdido la dirección que se había propuesto.

Continúa…

NEBLI

«Clásicos de Espiritualidad»

Ediciones Rialp – Madrid – 1998

Pags. 33 a 37

Miseria y misterio

Al acecho

El fondo del barranco es multiforme. Habitado por animales varios tiene su centro en el riacho sucio que lo divide. Pululan las bolsas de basura malolientes y restos orgánicos que mejor ni saber.

Los arbustos y las matas tienen colores mustios y languidecen como todo en el entorno. Bien arriba, en un costado, la autopista hace el papel de cielo, siempre quieta e inmóvil. Desde allí cae de vez en cuando algún desecho aprovechable.

Yendo hacia el otro lado, metiéndose un poco en lo que sería un montecito  enmarañado, están las cuevas. Pequeños hoyos generados por el agua de lluvias fuertes o simples desprendimientos de la tierra arcillosa, que deja concavidades útiles, para quienes no teniendo cobijo alguno lo buscan allí.

Son una prole llamativa de viejos que respiran ronco y casi no se mueven, quejándose bajo continuamente; están sumergidos por el vaho del alcohol, la enfermedad y el abandono. Curiosamente no hay generaciones medias por allí, si los niños pobres, curtidos, que metiéndose por cualquier sitio continúan sus andanzas provenientes de la villa cercana.

Hace calor siempre y aún nublado nos agobia el sol, todo es sucio, gastado, mal encajado; no se entiende a cuento de que viene a existir un lugar así, mas propio de las páginas del Dante. Sin embargo, mas allá de cualquier interrogante ellos se despliegan diariamente sin azoramiento.

Un pequeño ejército de religiosos, monjes y monjas de hábitos simples, raídos pero limpios, aparecen siempre algo antes del mediodía.  Se distinguen por sus ropas, por unas cruces grandes colgadas del cuello, pero también debido al aire de alegría que respiran, como si encontraran algo en la vida que los demás no. Viven en el mismo barranco, pero más allá, junto a la subida.

Se la pasan con los moribundos, trayéndoles agua, algo de comida y bendiciones. Los chicos los siguen un rato y charlan animados. Después se sumergen en la favela. Tienen el paso libre, los respetan incluso los traficantes. Curan como pueden, calman rencillas y hasta apuran un trago ofrecido al acaso para no despreciar.

Hacia media tarde enfilan para la casucha de Clyde. Es la parte central del barrio. La mejoría se nota porque las viviendas tienen mas lata que cartón y algúna pared de ladrillo también puede encontrarse. La música suena estridente y alteradamente alegre, rimbombante. Supongo que intenta disipar la miseria. Los muros  coincidentes con el ritmo, son azules vibrantes, verdes y hasta de rosa subido.

La misa se oficia un poco dentro del comedor y un poco debajo de la parra que ofrece sombra. Pese a todo resulta un ambiente acogedor. No son muchos los asistentes, algo más de veinte. Cuatro madres, dos abuelas, una bisabuela que no llega a los cincuenta. Niñitos muy chicos y los enfermos. José  sigue la misa desde su pieza que tiene la puerta abierta. Le veo los ojos brillantes en medio de la penumbra.

Es como si por aquí aleteara el misterio. Curiosa forma de manifestarse lo sagrado en el mundo.

Llegan por ahí oleadas de aromas indescriptibles y en la mesa que hace de altar cubierta por una sábana blanca, se dice…»por Cristo, con Él y en Él…» y todos levantamos la mirada siguiendo las manos oficiantes que elevan las especies.

Al momento de darse la paz me conmociona lo genuino del abrazo, de la sonrisa, el desembarazo en la plena transparencia. Antes que nadie comulga José, en su lecho, luego todos los demás. En ese momento el silencio nos cubre, nos ponemos de rodillas, la unción surge y nos atraviesa.

Al cerrar los ojos, luego de comulgar, la mirada interna se me disloca y me parece ascender verticalmente. Veo las casillas de la miseria, la autovía monumental, los barrios mejorados y hasta el parque de golf mas allá. Veo el centro cosmopolita cargado de autos y de shoppings. Me alejo tanto que ya diviso otras ciudades y luego el continente.

Ahora el planeta es una gota brillante, una perla hermosa, una maravilla sin par. Y al volver la visión en torno hacia la miríada de estrellas infinitas, siento de golpe una abrazo enorme, un hálito envolvente que tomando las galaxias y envolviendo los astros, recoge miserias y riquezas dándole forma de Cruz.

Pequeño homenaje a los Hermanos de Jesús

Equipo de Hesiquía

Links de hoy:

Hermanitas

Petits freres evangile

Piccoli fratelli di Gesu

Nazaret Bolivia

Haz clik aquí para comentar

——————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————————–

En pocas horas cierra la encuesta sobre La Santa Misa.

Puedes votar y comentar en la entrada correspondiente.

Encuesta

—————————————————————————————————————————————————-

Perfiles de los Miembros

This content is password protected. To view it please enter your password below:

Recuerdos del seminario

Juan Pablo II cuando joven

No solo recuerdos del seminario…sino también del contexto, de lo que ayudó a ingresar al seminario y también memorias de lo que me alejó de allí…y del dolor posterior, muchos años después, al encontrar el motivo del permanente extravío.

Porque ese no encajar en ningún sitio, ese estado extraño en el cual ningún lugar se siente como hogar, tiene mucho que ver con no seguir la propia vocación. Me parece luego de todo lo vivido, que si uno no hace aquí en este mundo aquello a lo que ha sido llamado, no puede hacer mucho.

Es que a lo que soy llamado es en cierto modo lo que soy y si no despliego lo que soy, no me encuentro nunca conmigo y menos con Dios.

Así que volviendo a los recuerdos… mucho tuvo que ver con mi ingreso al seminario la muerte de Pablo VI. En mi casa de entonces, con mis padres, no era tema importante, pero apareció por allí una revista de actualidad con fotos grandes, que mostraba a los cardenales entrando al cónclave. Leí el artículo, mas sorprendido de las fotos que de otra cosa. Yo tenía doce años y leía lo que venía. Desde las etiquetas de los productos, hasta la colección completa de Aghata Christie.

A los pocos días encontré otra revista, pero con el rostro sonriente en la tapa de Juan Pablo I.

Me cayó bien, me gustó su sonrisa y algo de cobertura hubo en la televisión. Pero cuando murió a los pocos días e incluso se sospechó que fuera un crimen, el tema se pareció a los libros policiales a los que era tan aficionado. Me sumergí de lleno en el tema.

Nuevo cónclave, incógnita, expectativa y así fue como conocí a Juan Pablo II. Apenas elegido se publicaban sus biografías y se ponían fotos de su vida. Había una foto de él sorteando rápidos en su kayak en un río de Polonia, otras mientras era arrestado por el régimen por defender su fe, fotos dando charlas con un rostro tenaz a la par que bondadoso.

Empecé a admirarlo. El modelo de conducta empezó a deslizarse sutilmente. Ya no admiraba tanto a Sherlock Holmes o a Hercules Poirot, me quería parecer al joven valiente que había sido Karol Wojtila. Intrépido, vencedor de sus propios miedos, capaz de dar la vida por la causa justa…todo lo que yo no era ni soy. Pero los modelos de conducta influyen, nos hacen hacer una cosa u otra. Y al año siguiente estaba yo en el seminario menor.

Las emociones vividas y el contento darían para un libro, pero no podía creer lo bien que me sentía. Eramos un montón y por nuestras edades se parecía mas a un secundario de jornada completa que a un seminario pero bastó para conocer la liturgia, para vivenciar la vida de los sacerdotes que estaban con nosotros. El rector era un actual Obispo (que no menciono por no haberle pedido permiso).

Cuando hacíamos desastres (romper vidrios de un pelotazo o descolgarnos del tercer piso con sogas hacia el gabinete de física o irnos al pueblo cercano a ver una película) él nos penalizaba. En lugar de retos o medidas academicas, nos hacía hacer gimnasia. Y mientras estábamos haciendo sentadillas o flexiones de brazos nos repetía con tranquilidad una frase del evangelio. A veces eran las tres de la madrugada y terminábamos conversando sobre el Cristo de Kazantzakis.

Eso fue el seminario menor, un hacer amigos, conociendo a Cristo y viéndolo actuar a través de sus sacerdotes.

Después el seminario mayor. Era otra cosa. Vivenciar por primera vez la devoción, el calor del amor a Cristo en el corazón, los cantos, la fraternidad y la alegría profunda… estaba entre los míos, me descubría hermano, par, me sentía parte indisoluble. Salir a la calle por alguna tarea con la sotana negra… ser mirado como un extraño, a veces ridiculizado, sentirse entonces mas cerca de la Cruz.

Las charlas con el director espiritual…vivenciar lo que era tener un Padre, prometer obediencia, los primeros combates del alma. Allí empecé a amar a la Iglesia. Es lo que uno siente hacia la madre, puede no gustarnos a veces una cosa u otra y sin embargo es un amor profundo incondicional. ¿Como no amar a quién alumbró nuestra fe? No amar a  la Iglesia sería no amar lo que soy.

Esto se está haciendo extenso y no era el propósito. Después, la tentación, la caída, la negación de la verdad que habitaba en mí mismo, el olvido de todo lo que algún día se alcanzó a comprender… abandonar el seminario.

Mas tarde…lejos,  bien lejos del amor profundo. Búsqueda a tientas, golpes a cada paso. Muchos años pasaron hasta que un día pude caer en cuenta y aceptar con dolor, que todo el problema había sido decirle que no a Aquél, que viniendo a mi orilla me había mirado a los ojos.

Pequeño homenaje del blog

a los seminaristas del mundo.

Links de hoy:

Contemplativos en la ciudad

Splendor Veritatis Missio

Vocation Station

Haz clik aquí para comentar

de Odón de Cantorbery

Sermón de la fiesta de la Asunción[1]

La Madre de Dios, trono de la Sabiduría, es ella misma la “sabiduría de los cristianos” y en este sentido es su “filosofía”.

En el Evangelio se nos describe a Jesús siendo recibido por dos hermanas, una de las cuales le servía mientras la otra se dedicaba a escuchar su palabra (Cf. Lc 10, 38-42). Esto se aplica a la bienaventurada María.

En estas dos mujeres de que nos habla la Escritura se ha acostumbrado a ver el símbolo de las vidas en la Iglesia: Marta representa la vida activa y María la contemplativa. Marta se afanaba en las obras de misericordia, María permanecía mirando. La activa se dedica al amor al prójimo, la contemplativa al amor a Dios. Pero Cristo es Dios y hombre. Y estuvo rodeado por el único amor de la bienaventurada Virgen María, ya sirviera a su humanidad o ya estuviese atenta a la contemplación de su divinidad. Un sabio ha llamado a María la «filosofía de los cristianos», y la primera palabra de esta fórmula quiere decir «amor a la Sabiduría». Y es verdad, por una parte los cristianos deben querer encontrar la verdadera sabiduría en María; por otra parte, en Cristo que es la sabiduría misma de los cristianos, le gustaba a María servir a su humanidad y contemplar su divinidad, a todas las horas y mejor que todos los hombres.

Otros sirven a los miembros de Cristo; María servía a Cristo en persona -a El Hijo de Dios e hijo suyo- y no solamente como Marta, por medio de acciones exteriores, sino por medio de su propia sustancia: ella le ofreció la hospitalidad de su seno. En su tierna infancia ayudó a la debilidad de su humanidad acariciándole, bañándole, cuidándole; ella llevó a Egipto al que huía de la persecución de Herodes y ella le volvió a traer; por fin después de haber hecho los múltiples servicios de Marta permaneció cerca de él mientras moría en la cruz; asistió a su sepelio y entonces sufrió de tal manera que, según la predicción de Simeón, su alma fue traspasada por una espada, por la espada aguda del dolor. ¿Fue así Marta? ¿Quién la podría igualar en el servicio?

También en la contemplación, en la parte de María, es ella superior a todos. ¡Qué contemplativa no sería la que había llevado dentro de sí a la divinidad misma unida a su carne en la persona del Hijo de Dios! A ese Verbo que estaba junto a Dios desde el principio, que era Dios, a ese es a quien ella llevó; después le escuchó, dialogó con El, gozó de El, le contempló. Cristo es el poder y la sabiduría de Dios (1 Co 1, 24), ahora bien, El estaba en María; de este modo, en Ella se encontraba todo el poder y la sabiduría de Dios. En Cristo están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y la ciencia (Col 2, 3); ahora bien, El estaba en María, por eso en ella estaban ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia. Toda la plenitud de la divinidad se encuentra corporalmente en Cristo y El estaba en María; por eso en Ella residía toda la plenitud de la divinidad. Si toda la plenitud de la divinidad está en María, es que el Padre está en María, el Hijo está en María, el Espíritu Santo está en María.

Esta fue María contemplativa, la que contemplaba la gloria de toda la divinidad en el Hijo único de Dios que ella había engendrado en su carne. Cristo muestra cómo la gloria de la divinidad se manifiesta en la contemplación cuando dice: Nadie conoce al Hijo si no es el Padre, como nadie conoce al Padre si no es el Hijo y aquel a quien el Hijo quiere revelarlo (Mt 11, 27). Ahora bien, si el Hijo ha revelado a uno de los mortales a su Padre y a Sí mismo en cuanto Hijo, y al que les es común Espíritu Santo, ¿cuánto más se habrá revelado a Sí mismo, al Padre y al Espíritu Santo a su madre que en razón de su pureza de corazón era más digna de ver a Dios que todos los demás hombres? Quien me ha visto a Mí ha visto al Padre (Jn 14, 9). Nadie ha visto jamás a Dios tan bien como su madre, que le ha criado y engendrado en su carne. Todo lo que he aprendido de mi Padre, dijo a sus apóstoles, os lo he hecho conocer (Jn 15, 15). Y si reveló todo a los apóstoles, ¿habrá ocultado alguna cosa a su madre, la Señora de los Apóstoles, la confidente de la Trinidad? Y puesto que María ha visto mejor que todos los hombres la gloria de la Trinidad en su Hijo, ella ha sido sin duda más sublime que todos en la contemplación.

La que es llamada «filosofía de los cristianos» ha empleado su amor más perfectamente que los demás hombres en el servicio de la humanidad de Cristo y en la contemplación de su divinidad. Se puede pues decir que verdaderamente en ninguna otra persona Marta ha servido tanto, ni María se ha dado tanto a la contemplación.

Enviado por: Pedro Edmundo Gómez, OSB.

Monje Bendictino de La Paz
pedroedmundogomez@yahoo.com.ar


[1] Texto latino en Etudes sur le vocabulaire, pp. 152-154. Tomado de María contemplativa y activa, Miles Immaculatae 3 (1967), pp. 425-429 y recogido en Epílogo, Vida religiosa y vida contemplativa, Mensajero, Bilbao, 1970, pp. 245-247.

Link:

Enciclopedia


No es fácil

"Amor Fraternal" de William a. Bouguereau - 1851

Cada uno de nosotros ha experimentado alguna vez la corrección que alguien nos ha hecho a un acto, palabra o razonamiento. El evangelio nos invita a tener este acto de caridad cuando somos conscientes de la necesidad de enmienda.

Sí, es un acto de amor el poder ayudar a corregir errores, que el ego de cada uno, impide ver. Todos tenemos necesidad de la visión de los demás, ante nuestro obrar. Caminamos frecuentemente, con la certeza de poseer siempre la verdad, el conocimiento real de las cosas, y nos olvidamos de las perspectivas que los demás obtienen.

Para corregir hay que aprender a ser corregido, y nuestra experiencia constata, que no es fácil. Para que esto ocurra, es necesario un valor especial para aceptar rectificar. Pretender corregir a quien no tiene las mismas ideas, no comparte simpatías o antipatías, o no coincide en puntos de vista, puede convertirse en una intromisión a su libertad.

Toda presión, insistencia, querer convencer a otro de lo que es mejor para el es manipulación de conciencia. Acompañar para aprender a ser libre para amar es el camino para responder a la voluntad de Dios.

Antes de hacer comprender al prójimo su desacierto, hay que demostrarle y convencerle de que es amado. La paciencia, la caridad, la misericordia, la sensibilidad, son las luces necesarias a través de las cuales uno puede percibir su error.

Para corregir, además de la caridad, es necesaria la humildad. Humildad ante cualquier muestra de superioridad. El que es corregido debe comprender que quien lo amonesta, está en el mismo nivel para cometer errores. No es lo mismo decir: “Mira lo que has hecho” que “Mira lo que somos capaces de hacer”.

A veces hablamos y gritamos demasiado, porque nuestra conducta no es bastante elocuente. Somos predicadores implacables y moralistas insoportables porque la santidad de nuestra vida no es tal.
Nuestra corrección debe ir acompañada de un sincero sentimiento de amor al prójimo.

Hay que pedir luz al Señor, para que nos haga ver, si realmente queremos prestar un acto de servicio al hermano o alegrarnos en un convencimiento de superioridad. El «Te lo había dicho. ¡Ya te lo había advertido! Peor para ti, si no me has hecho caso», siempre esconde un acto de vanagloria.

No siempre depende de nosotros el buen resultado de la corrección (a pesar de las mejores disposiciones, el otro puede no aceptarla); por el contrario, depende siempre y exclusivamente de nosotros el buen resultado… a la hora de recibir una corrección. No sólo existe el deber de corregir, sino también el deber de dejarse corregir. Y aquí es donde se ve si uno es suficientemente maduro para ejercerlo en los demás.

No digo que sea fácil estar de acuerdo con la corrección. A menudo, cuando ésta llega nos asaltan deseos de excusarnos con palabras de:”pero es que tú no sabes, tu no conoces, he ido de buena fe, lo he hecho con buena intención,”…

La experiencia me está enseñando que debemos aprender a callar y escuchar mas, después reflexionar y por último agradecer. Justificarse a la primera ante un aviso, puede encerrar un gran acto de soberbia. Debemos dejar que quiten las malas hierbas que en nuestro campo crecen, para quitar la de otros.

Que María nos enseñe a preparar nuestro corazón a la hora de ayudar a los demás.

de Angel Sanchez Toledano

Extraido de: Siete en familia

Links de hoy:

Vivir para Dios

Monasterio Sancti Spiritus

Como en el locutorio

Haz clik aquí para comentar

El nombre espiritual

This content is password protected. To view it please enter your password below:

Guillermo de Saint-Thierry

Grafía de Guillermo de Saint-Thierry

«Queridos hermanos y hermanas:

En una catequesis anterior presenté la figura de san Bernardo de Claraval, el «doctor de la dulzura», gran protagonista del siglo XII. Su biógrafo —amigo y admirador— fue Guillermo de Saint-Thierry, sobre el que quiero reflexionar esta mañana.

Guillermo nació en Lieja entre los años 1075 y 1080. De familia noble, dotado de una inteligencia viva y de un innato amor al estudio, se formó en escuelas famosas de la época, como las de su ciudad natal y de Reims, en Francia. También entró en contacto personal con Abelardo, el maestro que aplicaba la filosofía a la teología de manera tan original que creaba desconcierto y oposición. El propio Guillermo manifestó sus dudas, solicitando a su amigo Bernardo que tomara posición respecto a Abelardo. Respondiendo a esa misteriosa e irresistible llamada de Dios que es la vocación a la vida consagrada, Guillermo entró en el monasterio benedictino de Saint-Nicaise de Reims en 1113, y algunos años después llegó a ser abad del monasterio de Saint-Thierry, en la diócesis de Reims.

En aquel tiempo estaba muy difundida la exigencia de purificar y renovar la vida monástica, para que fuera auténticamente evangélica. Guillermo actuó en este sentido dentro de su propio monasterio, y en la Orden benedictina en general. Sin embargo, encontró no pocas resistencias ante sus intentos de reforma; así, a pesar de que se lo desaconsejó su amigo Bernardo, en 1135 dejó la abadía benedictina, renunció al hábito negro y se puso el blanco, para unirse a los cistercienses de Signy. Desde ese momento hasta su muerte, acaecida en 1148, se dedicó a la contemplación orante de los misterios de Dios, desde siempre objeto de sus deseos más profundos, y a la composición de escritos de literatura espiritual, importantes en la historia de la teología monástica.

Una de sus primeras obras se titula De natura et dignitate amoris (La naturaleza y la dignidad del amor). En ella se expresa una de las ideas fundamentales de Guillermo, que vale también para nosotros. La energía principal que mueve al alma humana —dice— es el amor. La naturaleza humana, en su esencia más profunda, consiste en amar. En definitiva, a cada ser humano se le encomienda una sola tarea: aprender a querer, a amar de modo sincero, auténtico y gratuito. Pero sólo en la escuela de Dios se realiza esta tarea y el hombre puede alcanzar el fin para el que ha sido creado. Escribe Guillermo: «El arte de las artes es el arte del amor… El amor es suscitado por el Creador de la naturaleza. El amor es una fuerza del alma, que la conduce como por un peso natural al lugar y al fin que le es propio» (La naturaleza y la dignidad del amor, 1: PL 184, 379). Aprender a amar requiere un camino largo y arduo, que Guillermo articula en cuatro etapas, según las edades del hombre: la infancia, la juventud, la madurez y la vejez. En este itinerario la persona debe imponerse una ascesis eficaz, un fuerte dominio de sí mismo para eliminar todo afecto desordenado, toda concesión al egoísmo, y unificar su vida en Dios, fuente, meta y fuerza del amor, hasta alcanzar la cumbre de la vida espiritual, que Guillermo define como «sabiduría». Al final de este itinerario ascético se experimenta una gran serenidad y dulzura. Todas las facultades del hombre —inteligencia, voluntad y afectos— descansan en Dios, conocido y amado en Cristo.

También en otras obras Guillermo habla de esta vocación radical al amor a Dios, que constituye el secreto de una vida realizada y feliz, que él describe como un deseo incesante y creciente, inspirado por Dios mismo en el corazón del hombre. En una meditación dice que el objeto de este amor es el Amor con «A» mayúscula, es decir, Dios. Es él quien se derrama en el corazón de quien ama y lo capacita para recibirle. Se da hasta que el corazón queda saciado de tal modo que nunca disminuye el deseo de esta saciedad. Este impulso de amor es la plenitud del hombre» (De contemplando Deo 6, passim: SC 61 bis, pp. 79-83). Llama la atención el hecho de que Guillermo, al hablar del amor a Dios, atribuya notable importancia a la dimensión afectiva. En el fondo, queridos amigos, nuestro corazón está hecho de carne, y cuando amamos a Dios, que es el Amor mismo, ¿cómo no expresar en esta relación con el Señor también nuestros sentimientos más humanos, como la ternura, la sensibilidad y la delicadeza? ¡El Señor mismo, al hacerse hombre, quiso amarnos con un corazón de carne!

Según Guillermo, además, el amor tiene otra propiedad importante: ilumina la inteligencia y permite conocer mejor y de manera más profunda a Dios y, en Dios, a las personas y los acontecimientos. El conocimiento que procede de los sentidos y de la inteligencia reduce, pero no elimina, la distancia entre el sujeto y el objeto, entre el yo y el tú. El amor, en cambio, suscita atracción y comunión, hasta el punto de que se produce una transformación y una asimilación entre el sujeto que ama y el objeto amado. Esta reciprocidad de afecto y de simpatía permite un conocimiento mucho más profundo que el que se obtiene sólo con la razón. Así se explica una célebre expresión de Guillermo: «Amor ipse intellectus est», «El amor es en sí mismo principio de conocimiento». Queridos amigos, podemos preguntarnos: ¿no es precisamente esto lo que sucede en nuestra vida? ¿No es verdad que realmente sólo conocemos a quien y lo que amamos? Sin cierta simpatía no se conoce a nadie ni nada. Y esto vale ante todo en el conocimiento de Dios y de sus misterios, que superan la capacidad de comprensión de nuestra inteligencia: ¡A Dios se lo conoce si se lo ama!

Una síntesis del pensamiento de Guillermo de Saint-Thierry se encuentra en una larga carta dirigida a los cartujos de Mont-Dieu, a los que había visitado y quería alentar y consolar. El docto benedictino Jean Mabillon, ya en 1960 dio a esta carta un título significativo: Epistola aurea (Carta de oro). En efecto, las enseñanzas sobre la vida espiritual contenidas en ella son preciosas para todos los que desean crecer en la comunión con Dios, en la santidad. En este tratado Guillermo propone un itinerario en tres etapas. Es necesario —dice él— pasar del hombre «animal» al «racional» para llegar al «espiritual». ¿Qué quiere decir nuestro autor con estas tres expresiones? Al principio una persona acepta con un acto de obediencia y de confianza la visión de la vida inspirada por la fe. Después con un proceso de interiorización, en el que la razón y la voluntad desempeñan un papel muy importante, la fe en Cristo es acogida con profunda convicción y se experimenta una armoniosa correspondencia entre lo que se cree y se espera y las aspiraciones más secretas del alma, nuestra razón y nuestros afectos. Así se llega a la perfección de la vida espiritual, cuando las realidades de la fe son fuente de íntima alegría y de comunión real con Dios, que sacia. Se vive sólo en el amor y para el amor. Guillermo funda este itinerario en una sólida visión del hombre, inspirada en los antiguos Padres griegos —sobre todo en Orígenes—, los cuales, con un lenguaje audaz, habían enseñado que la vocación del hombre es llegar a ser como Dios, que lo creó a su imagen y semejanza. La imagen de Dios presente en el hombre lo impulsa hacia la semejanza, es decir hacia una identidad cada vez más plena entre su propia voluntad y la divina. A esta perfección, que Guillermo llama «unidad de espíritu», no se llega con el esfuerzo personal, aunque sea sincero y generoso, porque hace falta otra cosa. Esta perfección se alcanza por la acción del Espíritu Santo, que habita en el alma, y purifica, absorbe y transforma en caridad todo impulso y todo deseo de amor presente en el hombre. «Hay otra semejanza con Dios», leemos en la Epistola aurea, «que ya no se llama semejanza, sino unidad de espíritu, cuando el hombre llega a ser uno con Dios, un espíritu, no sólo por la unidad de un idéntico querer, sino por no ser capaz de querer otra cosa. De esa manera, el hombre merece llegar a ser no Dios, sino lo que Dios es: el hombre se convierte por gracia en lo que Dios es por naturaleza» (Epistola aurea 262-263: SC 223, pp. 353-355).

Queridos hermanos y hermanas, este autor, que podríamos definir como el «cantor del amor, de la caridad», nos enseña a realizar en nuestra vida la opción de fondo, que da sentido y valor a todas las demás opciones: amar a Dios y, por amor a él, amar a nuestro prójimo; sólo así podremos encontrar la verdadera alegría, anticipación de la felicidad eterna. Sigamos, por tanto, el ejemplo de los santos para aprender a amar de manera auténtica y total, para entrar en este itinerario de nuestro ser. Con una joven santa, doctora de la Iglesia, Teresa del Niño Jesús, digamos también nosotros al Señor que queremos vivir de amor.

Concluyo propiamente con una oración de esta santa: «Yo te amo, y tú lo sabes, Jesús mío. Tu Espíritu de amor me abrasa con su fuego. Amándote yo a ti atraigo al Padre; mi débil corazón se entrega a él sin reserva. ¡Oh augusta Trinidad, eres la prisionera, la santa prisionera de mi amor. (…) Vivir de amor es darse sin medida, sin reclamar salario aquí en la tierra… Cuando se ama no se hacen cálculos. Yo lo he dado todo al Corazón divino, que rebosa ternura. Nada me queda ya… Corro ligera. Ya mi única riqueza es vivir de amor».

AUDIENCIA GENERAL DEL PAPA BENEDICTO XVI
Plaza de San Pedro
Miércoles 2 de Diciembre de 2009

Extraído de:

ss Benedictoxvi

Primeros Cristianos

Fraternidad Monástica virtual

Monks in the Abbey of the Mont st. Michel

La idea básica.

Nace con la intención de ser un vínculo entre Hermanos y Hermanas católicos con vocación monástica.

Un ámbito propicio para todos aquellos que anhelando profundamente la vida del claustro o de la ermita, nos vemos impedidos de abrazarla íntegramente debido a particulares circunstancias. (Edad, familia, salud, etc.)

Es una invitación a la creación de nexos permanentes y asiduos entre quienes sintiéndonos monjes en el corazón, no podemos todavía externalizar esa condición.

Es el intento de aprovechar efectivamente la posibilidad que brinda la tecnología de la internet, para vivir en comunidad espiritual, siguiendo una regla de vida, sirviendo mediante un apostolado concreto y manteniendo viva y al abrigo la vocación monástica; llamada que será respondida de mas y mejores modos en la medida que la vida personal se vaya adecuando al ideal.

La espiritualidad.

Nuestra espiritualidad se articula en torno a la oración de Jesús, camino hacia la oración del corazón, ambiente favorable para establecerse en la hesiquía, en ese centro pacífico e imperturbable donde habita Cristo.

Un progresivo despojamiento de lo innecesario, tanto sicológica como materialmente, permite hacer espacio para el crecimiento del espíritu; arraigando así un silencio fecundo y  una serena alegría, no dependiente de logros o circunstancias.

Además de la Sagrada Escritura, “La Filocalia”, La “Nube del No Saber” y la “Teología mística” de Dionisio son las fuentes en las cuales nos nutrimos en el camino hacia la pureza del corazón. Dos textos mas simples pero en la misma línea, sirven de introducción a esta vía apofatica: “Relatos de un peregrino ruso” y “El breve tratado de oración contemplativa” ambos de autor anónimo.

El apostolado.

Además de aquella actividad apostólica que cada uno quiera realizar en su lugar de residencia, según su particular disposición y posibilidad, nos unifica el servicio a la evangelización a través de Internet, tratando de llevar a este nuevo areópago los frutos que van surgiendo de la oración.

Utilizar los medios masivos para difundir el mensaje de Cristo y la Iglesia, con espíritu fraterno a todos los hombres, es la clave del apostolado que queremos construir.

Servir a la Iglesia mediante el diseño y mantenimiento de sitios web para órdenes y fraternidades monásticas o instituciones religiosas en general, sería lo mas acentuado de un servicio gratuito, que puede incluir la digitalización de materiales, la producción de videos o programas en los medios, generación de boletines o revistas etc.

Por cierto que se brindará la capacitación necesaria a distancia para quienes interesados en esta labor, no tuvieran los conocimientos necesarios.

Las formas de participación.

Una forma básica de participación, útil al acercamiento para un conocimiento progresivo de la espiritualidad de la fraternidad, es la suscripción gratuita mediante mail a un boletín, de carácter semanal, en el cual se tratan temas de interés para el desarrollo de la espiritualidad hesicasta, fortaleciendo la construcción de la celda interior.

Una segunda forma de participación, mas comprometida, implica la aplicación creciente en la vida cotidiana de la regla de vida y la inclusión diaria en un momento de oración e intercambio a través de la internet, que sirve de estímulo orientativo en la aplicación de aquello que se va leyendo e intentado practicar en la jornada.

La tercera forma esbozada de participar, implica además de lo anterior, el hacerse cargo de una tarea concreta dentro del apostolado planteado, sirviendo a alguno de los proyectos webs de los que la fraternidad se haya hecho cargo.

La regla básica de vida.

La Santa Misa.

En la medida de lo posible, asistir a la Eucaristía diariamente, llevando al altar los pedidos de oración encomendados y nutriéndose de los santos dones, encontrar las fuerzas para una dedicación creciente a lo único necesario.

La Oración de Jesús.

Según las enseñanzas de los Santos Padres, ir afianzando el hábito de la oración de Jesús, liberando a la mente de pensamientos vanos, ligándola al corazón en una creciente atención a la Sagrada Presencia. El fortalecimiento de toda la voluntad que la repetición del Santo Nombre produce, permitirá en el futuro abrazar mas intensas prácticas ascéticas, liberar la propia vida de secundariedades e ir generando una ermita interior donde habite el silencio místico.

La Meditación.

Dedicar un momento en cada jornada a la práctica de la oración de quietud, en donde a la paulatina inmovilidad del cuerpo le sigue la concentración de la mirada en el icono, la profundización de la respiración y el gradual ingreso del espíritu en el corazón.  En etapas posteriores de la práctica, a una oración cada vez mas queda, progresivamente libre de conceptos e imágenes, podría sucederle el acceso a una zona interior que ha sido llamada por Dionisio como “tiniebla supra esencial”.

Atentas lecturas, orientación personal y habitual sobre estos temas e intercambio con otros que intentan caminar por la misma senda son requisitos ineludibles para el progreso en la efectiva aplicación de esta regla básica de vida.

La imagen a futuro.

Que esta fraternidad virtual sirva para el sostenimiento de las vocaciones monásticas postergadas, hasta el momento en que cada uno pueda sumarse al monasterio u orden que anhela es para nosotros una meta clara.

También, para los que no son admitidos por diversas razones en ordenes existentes, concebimos la idea de que pudieran reunirse en viviendas comunes o cercanas, a fin de llevar al contacto personal no intermediado por la tecnología, estas formas de trabajo y esta actitud para orar y servir.

Todo ello si la experiencia de fraternidad monástica en el ámbito de lo virtual fuera nutrida, útil y se enriqueciera con un número mínimo de miembros.

Esto está apenas comenzando, toda sugerencia o aporte será valorado. Que Cristo nos de la gracia para hacer algo útil a los demás y que el modelo de María Virgen nos oriente hacia la pureza del corazón.

Hno. mario de Cristo Salvador

Haz clik aquí para comentar

Haz clik aquí para anotarte en la Fraternidad

Fraternidad Monástica Virtual

La idea básica

Nace con la intención de ser un vínculo entre Hermanos y Hermanas católicos con vocación monástica.

Un ámbito propicio para todos aquellos que anhelando profundamente la vida del claustro o de la ermita, nos vemos impedidos de abrazarla íntegramente debido a particulares circunstancias. (Edad, familia, salud, etc.)

Es una invitación a la creación de nexos permanentes y asiduos entre quienes sintiéndonos monjes en el corazón, no podemos todavía externalizar esa condición.

Es el intento de aprovechar efectivamente la posibilidad que brinda la tecnología de la internet, para vivir en comunidad espiritual, siguiendo una regla de vida, sirviendo mediante un apostolado concreto y manteniendo viva y al abrigo la vocación monástica; llamada que será respondida de mas y mejores modos en la medida que la vida personal se vaya adecuando al ideal.

La espiritualidad

Nuestra espiritualidad se articula en torno a la oración de Jesús, camino hacia la oración del corazón, ambiente favorable para establecerse en la hesiquía, en ese centro pacífico e imperturbable donde habita Cristo.

Un progresivo despojamiento de lo innecesario, tanto sicológica como materialmente, permite hacer espacio para el crecimiento del espíritu; arraigando así un silencio fecundo y  una serena alegría, no dependiente de logros o circunstancias.

Además de la Sagrada Escritura, “La Filocalia”, La “Nube del No Saber” y la “Teología mística” de Dionisio son las fuentes en las cuales nos nutrimos en el camino hacia la pureza del corazón. Dos textos mas simples pero en la misma línea, sirven de introducción a esta vía apofatica: “Relatos de un peregrino ruso” y “El breve tratado de oración contemplativa” ambos de autor anónimo.

El apostolado

Además de aquella actividad apostólica que cada uno quiera realizar en su lugar de residencia, según su particular disposición y posibilidad, nos unifica el servicio a la evangelización a través de Internet, tratando de llevar a este “nuevo areópago” los frutos que van surgiendo de la oración.

Utilizar los medios masivos para difundir el mensaje de Cristo y la Iglesia, con espíritu fraterno a todos los hombres, es la clave del apostolado que queremos construir.

Servir a la Iglesia mediante el diseño y mantenimiento de sitios web para órdenes y fraternidades monásticas o instituciones religiosas en general, sería lo mas acentuado de un servicio gratuito, que puede incluir la digitalización de materiales, la producción de videos o programas en los medios, generación de boletines o revistas etc.

Por cierto que se brindará la capacitación necesaria a distancia para quienes interesados en esta labor, no tuvieran los conocimientos necesarios.

Las formas de participación

Una forma básica de participación, útil al acercamiento para un conocimiento progresivo de la espiritualidad de la fraternidad, es la suscripción gratuita mediante mail a un boletín, de carácter semanal, en el cual se tratan temas de interés para el desarrollo de la espiritualidad hesicasta, fortaleciendo la construcción de la celda interior.

Una segunda forma de participación, mas comprometida, implica la aplicación creciente en la vida cotidiana de la regla de vida y la inclusión diaria en un momento de oración e intercambio a través de la internet, que sirve de estímulo orientativo en la aplicación de aquello que se va leyendo e intentado practicar en la jornada.

La tercera forma esbozada de participar, implica además de lo anterior, el hacerse cargo de una tarea concreta dentro del apostolado planteado, sirviendo a alguno de los proyectos webs de los que la fraternidad se haya hecho cargo.

La regla básica de vida

La Santa Misa.

En la medida de lo posible, asistir a la Eucaristía diariamente, llevando al altar los pedidos de oración encomendados y nutriéndose de los santos dones, encontrar las fuerzas para una dedicación creciente a lo único necesario.

La Oración de Jesús.

Según las enseñanzas de los Santos Padres, ir afianzando el hábito de la oración de Jesús, liberando a la mente de pensamientos vanos, ligándola al corazón en una creciente atención a la Sagrada Presencia. El fortalecimiento de toda la voluntad que la repetición del Santo Nombre produce, permitirá en el futuro abrazar mas intensas prácticas ascéticas, liberar la propia vida de secundariedades e ir generando una ermita interior donde habite el silencio místico.

La Meditación.

Dedicar un momento en cada jornada a la práctica de la oración de quietud, en donde a la paulatina inmovilidad del cuerpo le sigue la concentración de la mirada en el icono, la profundización de la respiración y el gradual ingreso del espíritu en el corazón.  En etapas posteriores de la práctica, a una oración cada vez mas queda, progresivamente libre de conceptos e imágenes, podría sucederle el acceso a una zona interior que ha sido llamada por Dionisio como “tiniebla supra esencial”.

Atentas lecturas, orientación personal y habitual sobre estos temas e intercambio con otros que intentan caminar por la misma senda son requisitos ineludibles para el progreso en la efectiva aplicación de esta regla básica de vida.

La imagen a futuro.

Que esta fraternidad virtual sirva para el sostenimiento de las vocaciones monásticas postergadas, hasta el momento en que cada uno pueda sumarse al monasterio u orden que anhela es para nosotros una meta clara.

También, para los que no son admitidos por diversas razones en ordenes existentes, concebimos la idea de que pudieran reunirse en viviendas comunes o cercanas, a fin de llevar al contacto personal no intermediado por la tecnología, estas formas de trabajo y esta actitud para orar y servir.

Todo ello si la experiencia de fraternidad monástica en el ámbito de lo virtual fuera nutrida, útil y se enriqueciera con un número mínimo de miembros.

Esto está apenas comenzando, toda sugerencia o aporte será valorado. Que Cristo nos de la gracia para hacer algo útil a los demás y que el modelo de María Virgen nos oriente hacia la pureza del corazón.

Mario

La devoción es para toda vocación

Grafía de San Francisco de Sales

En la creación, manda Dios a las plantas que lleven sus frutos, cada una según su especie; de la misma manera que a los cristianos, plantas vivas de la Iglesia, les manda que produzcan frutos de devoción, cada uno según su condición y estado.

De diferente manera han de practicar la devoción el noble y el artesano, el criado y el príncipe, la viuda, la soltera y la casada; y no solamente esto, sino que es menester acomodar la práctica de la devoción a las fuerzas, a los quehaceres y a las obligaciones de cada persona en particular.

Dime, Filotea, ¿sería cosa puesta en razón que el obispo quisiera vivir en la soledad, como los cartujos? Y si los casados nada quisieran allegar, como los capuchinos, y el artesano estuviese todo el día en la iglesia, como los religiosos, y el religioso tratase continuamente con toda clase de personas por el bien del prójimo, como lo hace el obispo, ¿no sería esta devoción ridícula, desordenada e insufrible?

Sin embargo, este desorden es demasiado frecuente, y el mundo que no discierne o no quiere discernir, entre la devoción y la indiscreción de los que se imaginan ser devotos, murmura y censura la devoción, la cual es enteramente inocente de estos desórdenes.

No, Filotea, la devoción nada echa a perder, cuando es verdadera; al contrario, todo lo perfecciona, y, cuando es contraria a la vocación de alguno, es, sin la menor duda, falsa. La abeja, dice Aristóteles, saca su miel de las flores sin dañarlas y las deja frescas y enteras, según las encontró; mas la verdadera devoción todavía hace más, porque no sólo no causa perjuicio a vocación ni negocio alguno, sino, antes bien, los adorna y embellece.

Las piedras preciosas, introducidas en la miel, se vuelven más relucientes, cada una según su propio color; así también cada uno de nosotros se hace más agradable a Dios en su vocación, cuando la acomoda a la devoción: el gobierno de la familia se hace más amoroso; el amor del marido y de la mujer, más sincero; el servicio del príncipe, más fiel; y todas las ocupaciones, más suaves y amables.

San Francisco de Sales

Cap. III – Introd. a la Vida Devota

Haz clik aquí para ir al texto completo

Tratado del amor de Dios

Salesianos


Memorias del desierto

Tu belleza Señor es parte de Tu amor
About image

El sol fatiga, de tanto brillo lastima.

Nuestros pasos se suceden lentos y cadenciosos. A la prisa por la meta le oponemos la reclusión de la mente en el momento.

El fulgor de las dunas nubla el horizonte y rara vez percibimos alguna forma que a manera de sombra desprenden las ruinas.

La oración fluye, viene y se va, se concentra o se diluye según vive en la intención. El Santo Nombre surge a veces del ritmo de la marcha y deslizándose en la respiración termina goteando en la arena junto a las gotas de sudor.

Al abrigo de un pequeño promontorio tomamos agua y oramos las vísperas, salmodiar es un oasis para el corazón. La oscuridad se anuncia con pequeños remolinos repartiendo polvo como llovizna fina.

Aquí se teme la noche tanto como se la desea. Nos acobarda el frío y nos extasían las estrellas. Nos vamos durmiendo arrebujados, mirando joya tras joya del mapa estelar, con ojos fijos en los incontables rostros de Dios.

En algún giro del cuerpo se vuelve a la conciencia en plena madrugada y se observa que no hay brisa, ni sonido, ni tiempo alguno que se mueva. El firmamento anonada, muestra al planeta extraño y parece desconocido.

Carlo reza “Jesucristo, Jesucristo…” pero está dormido, plácido.

Amanece cuando entonamos laudes de cara al sol que todavía no se muestra. No nos falta el vigor y tampoco la pena por la muerte de aquél que nos hizo hermanos. Al rato, divisamos claramente el macizo y las salientes y las varias cuevas bajas junto al espacio de verdor.

Varias horas después llegamos. Nos esperaban animosos. Nos abrazamos en silencio, conmovidos por todo.

Apenas refrescados nos llevan junto al cuerpo, ya preparado, en la pequeña ermita. A cada uno dejó un presente. Para nosotros son reliquias. Un rosario, algunas cruces, tres iconos, dos libros, unas mantas, algunos cuadernos.

Con sorpresa encontramos dos fotos viejas detrás de la Virgen. Es él, de niño, junto a sus padres. La otra lo muestra sonriendo al  lado de un triciclo con gorrita de verano. Todos nos emocionamos mucho y no puede evitarse algún sollozo. Es que nos ha parecido conocerlo ahora por completo.

La misa fue muy sentida y en lugar de homilía se leyó una carta suya, escrita unos meses antes, previendo su final cercano. Ha dicho algo para cada quién haciéndonos sonreír por esa capacidad suya de ir a la médula de nuestros rasgos. También resumió su experiencia de vida en palabras simples que nunca olvidaremos.

Luego, junto al fuego, con los testimonios y las anécdotas logramos situarnos en la alegría. ¡Es que la bondad de Dios se muestra de tantas formas!

Al día siguiente volvemos por donde vinimos. Nunca tan extranjeros y peregrinos.

elsantonombre.org

Links de hoy:

Concepcionistas

Espiritualidad Crística

Saint Blog Parish

 

Haz clik aquí para comentar

Hermano Roger de Taizé

Hermano Roger de Taizé

Todo comenzó en 1940 cuando, a la edad de veinticinco años, el hermano Roger deja su país natal, Suiza, para ir a vivir a Francia, el país de su madre. Había estado inmovilizado durante años por una tuberculosis pulmonar. Durante esta enfermedad había madurado en él la llamada a crear una comunidad.

En el momento en que comienza la Segunda Guerra Mundial, tuvo la certeza de que, al igual que su abuela había hecho durante la Primera Guerra Mundial, tenía que ir sin demora a ayudar a las personas que atravesaban esta ruda prueba. La aldea de Taizé donde se estableció se encontraba muy cerca de la línea de demarcación que dividía a Francia en dos: una buena situación para acoger a refugiados que escapaban de la guerra. Algunos amigos de Lyón comenzaron a dar la dirección de Taizé a aquellos que necesitaban refugio.

En Taizé, gracias a un módico préstamo, el hermano Roger compró una casa abandonada desde hacía años y sus dependencias. Propuso a una de sus hermanas, Geneviève, que viniera a ayudarle en su trabajo de acogida. Entre los refugiados que alojaban había judíos. Contaban con pocos medios. Sin agua corriente, iban a buscar el agua potable a un pozo de la aldea. La comida era modesta, sobre todo sopas hechas con harina de maíz comprada a bajo coste en el molino vecino.

Por discreción hacia aquellos que acogían, el hermano Roger rezaba solo, a menudo salía a cantar lejos de la casa, en el bosque. Con el fin de que algunos refugiados, judíos o agnósticos, no se sintieran incómodos, Geneviève explicaba a cada uno que era mejor que aquellos que quisieran rezar lo hicieran solos en su habitación.

Los padres del hermano Roger, sabiendo que su hijo y su hija se encontraban en una situación de riesgo, pidieron a un amigo de la familia, un oficial francés retirado, que velara por ellos. En el otoño de 1942 les advirtió que habían sido descubiertos y que tenían que partir sin demora. El hermano Roger vivió en Ginebra hasta el final de la guerra y allí comenzó una vida común con los primeros hermanos. Pudieron regresar a Taizé en 1944.

El compromiso de los primeros hermanos

En 1945, un joven jurista de la región creó una asociación para encargarse de niños que la guerra había privado de familia. Propuso a los hermanos acoger a algunos de ellos en Taizé, pero una comunidad de hombres no podía recibir niños, así que el hermano Roger pidió a su hermana que regresara a Taizé para ocuparse de los pequeños y ser una madre para ellos. Los domingos, los hermanos recibían también a los prisioneros de guerra alemanes recluidos en un campo cerca de Taizé.

Poco a poco algunos hombres jóvenes vinieron a unirse a los primeros hermanos y, el día de Pascua de 1949, siete hermanos se comprometieron para toda la vida a guardar el celibato, llevar una vida común y vivir con una gran sencillez.

En el silencio de un largo retiro durante el invierno 1952-1953, el fundador de la comunidad escribió la Regla de Taizé, donde redactó para sus hermanos «lo esencial para permitir la vida en común».

Extraído de: Taizé

Haz Click aquí para continuar leyendo acerca de su vida

Regla de Taizé

Pasión de una entrega

Desde la Clausura

Hermana en su ermita
Imagen(*)

Fragmentos

... Hace ya un mes que estoy en la clausura. La Madre se apiadó de mi debilidad y me deja escribir un poco. Se que estos permisos se irán espaciando. Cada vez me alejaré mas del mundo aunque misteriosamente me lo iré trayendo a la celda.

Me ha impactado el jardín, no puede ser mas bonito. Está cubierto de flores y florcitas por donde vaya la vista. El claustro lo rodea y es como si lo preservara. No me ha tocado todavía pero también lo tendré a mi cuidado. El corazón se me afloja y me vuelvo devota de solo andar por sus senderos. Tiene un árbol alto en cada esquina y un pino hacia el centro que cobija a La Virgen. Allí me voy cada vez que puedo. Es umbroso y a la vez colorido.

No puedo describirte mi contento de estarme en el banco haciendo la lectio en plena siesta, colmada de sombra fresca y con el sol por arriba sin tocarme. Me gustan los bichitos, la humedad de los ladrillos y el rumor de la ciudad que llega sin convertirse en ruido.

Como puedo dar gracias ya no lo sé, no puedo ser mas feliz y hasta siento culpa por tanta dicha que no merezco. Tu sabes como he deseado esto y que algo me ha costado. Estoy en su casa, junto a Él y donde voy lo tengo y su bondad me enamora.

Se que te gustaría la capilla, es amplia, luminosa, austera y muy cuidada. No hay detalle que este al acaso, en todo se pone la devoción. Las hermanas son muy atentas y amables y aunque no se habla me siento acompañada.

Me resulta muy provechosa la oración comunitaria. Eso de recitar a coro y de allanarse al ritmo ya por ellas creado, ni rápido ni lento, nunca nada extremado es la consigna que nos inculca la Madre.

El jueves me tocó orientación y me dijo que eligiera intenciones y que viera que ofrendaba por ellas y me habló de las cruces y de cómo cargar dolores sobre mí para dejar a otros libres de ellos. Me contó como se repartían los pedidos de oración que les llegaban y como se iban cargando con medida para no caer en desconsuelo.

Pero hay tantos por quién pedir y tan poco es lo que puedo ofrendar. Me dijo que no me arrebate que los santos se hacen cada día y no por exagerar.

Me han dado el lustre del piso en el claustro. Lo hago con oración mental y atenta a no divagar. Elena empieza de una punta y yo de la otra y nos vamos acercando hasta encontrarnos en medio. No puedo evitar alegrarme de su cercanía y nos siento un poco niñas cuando sonreímos. Ella está muy contenta también y hasta mi llegada era la única sin velo.

Tengo poco tiempo porque me gasté mucho escribiendo a Mamá. ¡La extraño horrores! pero cada vez que me aprieta la angustia le digo a Jesús que la tome de ofrenda, por ella y por todas las madres. Yo sé que está bien cuidada pero me impacta pensar que ya nunca viviremos juntas.

Que mas contarte…la Eucaristía es el centro de nuestra vida y me ha regocijado ver comulgar a las mas ancianas, porque las veo con unción y para nada adormiladas. Por este mes oficia y confiesa un Padre viejito, da ternura por como camina y con la voz cascada. Pero está muy lúcido y resuelto. José se llama y es diocesano.

Se me olvidaba contarte como me han costado los viernes de ayuno, que aunque lo sabía y me preparaba no me han sido fáciles. Ese saber que nada comería hasta el día siguiente es lo que da hambre, que es mas de la mente que de la barriga. La pasé con el rosario y diciéndole al Señor que viera lo débil que soy que no me hiciera faltar Su misericordia.

Sabes que te quiero mucho y que te guardo en el corazón y que no hay manera que te salgas de allí.

Siempre te recuerdo y te siento junto, a los pies de la Cruz.

Fragmentos de carta personal

Hna. Javiera del Sagrado Corazón

(*) La imagen que encabeza el post no guarda relación con la autora de la carta

Links de hoy:

Capuchin Sisters

Cistercian Nuns

Charles de Foucauld

Haz click aquí para comentar

Cuestión de escalas

La Cruz ilumina el mundo

(Relato breve)

Caminaba yo lento sobre el parquet, mirando sin ver mis pies desplazarse; cuando advertí, me dije entonces que de manera fortuita, un pequeño animalito de cuerpo cóncavo, amarillo, con leves pintas negras y una cabeza tan pequeñita y perfecta que maravillaba.

El insecto caminaba rápido al parecer en dirección precisa, aunque luego pude notar, que su andar tenía algo de errático, exploraba mas bien.

Enfrentó una disyuntiva cuando luego de algunos titubeos, enfiló hacia el dormitorio en desmedro del baño, de piso granítico más frío, pensé yo, atribuyendo al factor térmico la decisión tomada.

Siguiéndolo me hice consciente de mis piernas ciclópeas en relación a él y de la inmensidad del espacio que nos separaba si medía las cosas con su escala.

Veía yo a este minúsculo ser afanarse y pese a desconocer su naturaleza íntima, lo imaginé buscando salida o alimento.

Salida… ¿Hacia dónde?, ¿Querrá ir a la calle?, me pregunté, notando cierto espíritu compasivo surgir en mi apoyado en su tremenda pequeñez. A la calle…y ¿Para qué?, buscará su hábitat murmuró algo en mí. Y ¿Cuál es su ambiente? Volví a interrogarme.

Mientras cavilaba, la vaquita de San Antonio llegó hasta la pata de la cama y giró en torno para luego continuar su periplo hacia la mesa de luz.

Devenido observador omnisciente contaba también con la suma del poder en relación a su destino. De mi dependían su vida y su muerte e incluso podía tomar su cuerpo y en un instante llevarlo a la puerta de entrada, allá donde se bifurcan los caminos entre el comedor y el recibidor.

¿Cómo viviría estos avatares la pequeña vida minúscula? Y ¿A qué factor se los atribuiría? si cupieran estos planteos en su sistema orgánico.

Retrocedí unos años y recordé como solía rescatar hormigas caídas en la pileta del lavadero, casi ahogadas, moribundas. Se aferraban a mi dedo salvador y yo con leve pericia las ponía sobre el piso del patio, sintiendo que pese a mi natural malicia, hacía algo bueno.

Me confortaba en esa época de mis infortunios considerando que si yo, en mi vileza, era capaz de semejante misericordia, no haría menos el Hacedor por mí, criatura sumergida en vastos mares de angustia y confusión.

Sin saber porqué me repuse de mis cabildeos para volver al presente, advirtiendo la ausencia en el campo visual del bichito al que intenté localizar sin éxito bajo la cama y ojeando en los rincones.

Años atrás solía comentar con amigos íntimos, que si uno quería llamar la atención de Dios debería hacer algo no habitual para su especie. Romper los cánones establecidos por su naturaleza actuando lo extraño, alejándose de toda norma y automatismo, siendo verdaderamente audaz.

Charlábamos entonces acerca de que conducta debería adoptar una hormiga para llamar nuestra atención, dioses como nos creíamos ante ellas. Si ansiosa de redención debía ejecutar alguna tarea muy particular para que en ella reparáramos.

Quizás hubiera tenido que salirse de la fila que iba al hormiguero, tomado entre sus patitas delanteras la hoja verde que cargaba y moverla hacia nosotros en sutil compás. Hubiera tenido que brincar luego repetidamente y arrastrando su cuerpo dibujar algún “help” en la tierra.

¿Sería tan deficiente la atención de Dios como la nuestra? ¿Miraría de vez en cuando nuestra vida mínima, en busca de alguna señal que marcara un avance evolutivo? ¿Habría programado un nuevo encuentro cuando alcanzáramos cierto nivel de mística o inteligencia?

Cuestiones pertinentes a mi trabajo me distrajeron del asunto por varias horas. Al día siguiente sufrí una gran sorpresa  cuando al cambiarme de ropa, vi a la vaquita de San Antonio sobre el bolsillo de la chaqueta. Me acerqué despacio, escudriñándola detenidamente verificando que se tratara del mismo insecto.

Más tarde volví a encontrarla junto a mi libreta de notas y al anochecer se posó en el espejo justo cuando empezaba a afeitarme. Estos encuentros se continuaron varios días hasta que no pude seguir atribuyendo todo a la casualidad.

Tuve que asumir que un fenómeno extraordinario me tenía al fin como protagonista cuando el animalito empezó a caminar en círculos frente a mí, en la mesa del comedor, a un costado de la servilleta. Incluso, me pareció luego, que sus movimientos tendían a dibujar letras imprecisas, que había un algo trémulo en sus diminutos ojos que como cuentas mínimas me miraban suplicantes.

¿Había devenido yo, finalmente, un Dios para ella? Y ¿Qué clase de salvación de mi pretendía?

Contra todo pronóstico sensato me acostumbré a tenerla conmigo. En general la llevaba en el bolsillo de la camisa, cobijada entre los pliegues del pañuelo. En casa, la ponía junto a gotas de agua para que bebiera y pequeños trozos de lechuga se me antojaba comería. Sobre mi antebrazo permanecía, quieta, leve, creo que complacida.

Un día amaneció inerte, intacta pero sin vida. Me pregunto si le habrá bastado recibir, en vez de redención, algo de compañía.

elsantonombre.org

Links de hoy:

El Silencio es el idioma…

Henry Nowen

 

Haz clik aqui para comentar

De Juan Casiano

Fresco de Juan Casiano

XXIII.

La petición que sigue después, “Y no nos dejes caer en tentación”, plantea un difícil problema. Si rogamos a Dios que no permita seamos tentados, ¿Qué prueba daremos de nuestra constancia?

Porque está escrito: “Todo hombre que no ha sido tentado, no ha sido por lo mismo probado”. Y también: “Feliz el hombre que sufre la tentación”.

Sin embargo, y a decir verdad, la frase en cuestión no significa “No permitas que seamos tentados jamás”, sino mas bien “no permitas que al ser tentados seamos vencidos”.

Job fue tentado, pero no fue inducido a la tentación. De hecho, no acusó a la Sabiduría divina, ni dirigió sus pasos por la senda de la impiedad y de la blasfemia, hacia la cual quería empujarle el tentador.

Abraham fue tentado; lo fue asimismo José. Ni uno ni otro fue inducido a tentación, porque ninguno de los dos dio su asentimiento al tentador.

Finalmente, la última petición, “mas líbranos del mal”, equivale a decir: “No permitas que seamos tentados por encima de lo que podemos resistir, sino que con la tentación danos también favor para que podamos sufrirla y vencerla”.

Extraído de: Colaciones, Vol. I

Pags. 443/44, Ed. Rialp,

Colección Nebli, Madrid 1998

Links:

El Demonio del mediodía

Mercabá en WordPress

En nuestro blog

La Oración por los demás

Hermana en oración

Estimados amigos/as:

Queremos recomendar la lectura del 7º relato del libro «Relatos de un Peregrino Ruso», particularmente desde la pag. 158 a la 161 del archivo Pdf al que hacemos link en esta entrada y del que citamos fragmentos en el post de hoy.

Allí se dialoga sobre el sentido y el modo de orar por los demás con argumentos sicológicos y evangélicos, que nos parecen muy interesantes. Un saludo a todos invocando a Cristo.

Fragmentos

El espíritu puede darse al espíritu, y actuar beneficiosamente sobre otro, y atraerlo a la oración, a la vigilancia. Puede darle ánimos en el desaliento, apartarle del vicio y despertarle a la acción santa.

Y es así, ayudándose mutuamente, como ellos pueden volverse más piadosos, más enérgicos espiritualmente, más respetuosos. He aquí el secreto de la oración por los demás, que explica la piadosa costumbre entre los cristianos de rezar unos por otros y de pedir las oraciones del hermano.

Y con esto puede verse que no es que Dios esté complacido, como lo están los grandes de este mundo, por los muchos ruegos e intercesiones, sino que el propio espíritu y poder de la oración purifica y despierta al alma por la que la oración es ofrecida, y la dispone para la unión con Dios…

Todo lo que he dicho es una argumentación psicológica, pero si abrimos la Sagrada Escritura podemos verificar su verdad. Jesucristo dice al Apóstol San Pedro: He rogado por ti para que no desfallezca tu fe. Aquí veis que el poder de la oración de Cristo fortifica el espíritu de San Pedro y le da ánimos cuando su fe es probada. Cuando el Apóstol San Pedro estaba en prisión, la Iglesia oraba insistentemente a Dios por él.

Aquí tenemos revelada la ayuda que la oración fraternal aporta en las circunstancias difíciles de la vida. Pero el precepto más claro acerca de la oración por los demás viene dado por el Apóstol Santiago, de este modo: Confesaos, pues, mutuamente vuestras faltas y orad unos por otros…Mucho puede la oración fervorosa del justo.

La oración que se ofrece a Dios, por el motivo que sea, no debe, ni puede, alejarnos de la sensación de la Presencia de Dios, ya que si es un ofrecimiento hecho a Dios ha de ser, naturalmente, en Su Presencia.

En cuanto al método de rezar por los demás, hay que observar que el poder de este tipo de oración consiste en una auténtica simpatía cristiana con nuestro prójimo, y tiene una influencia sobre su alma en la medida de esta simpatía.

Por lo tanto, cuando se dé el caso de que pensemos en él, o en el momento fijado para ello, es bueno traer su imagen mental a la Presencia de Dios y ofrecer una oración de la siguiente forma: «Oh, Dios misericordioso, hágase tu voluntad que quiere que todo hombre sea salvo y acceda al conocimiento de la verdad, salva y socorre a Tu siervo X. Toma este deseo mío como un grito de amor, que Tú has mandado.»

Normalmente, vos repetiréis estas palabras cuando vuestra alma se sienta movida a ello, o bien podéis rezar el rosario con esta oración. He comprobado por experiencia cuán beneficiosamente actúa esta oración sobre aquel por quien se ofrece…

Extraído de: «El Peregrino Ruso»
Pags, 159/60/61

Links de Hoy:

Sociedad Siervos de Jesus

Siervas de María

Munaysongo


Fray Pedro de Alcántara (Santo)

San Pedro de Alcántara

En España, en el siglo xvi, coincidieron muchos santos de primera magnitud: san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús (jesuitas); santa Teresa de Jesús, fundadora de las Carmelitas Descalzas; san Juan de la Cruz, fundador de la rama masculina (Carmelitas Descalzos); santo Tomás de Villanueva, agustino, arzobispo de Valencia; san Juan de Dios, portugués, fundador de la Orden Hospitalaria; san Francisco de Borja, tercer superior de la Compañía de Jesús; san Juan de Ribera, arzobispo de Valencia; san Pascual Bailón, hermano lego franciscano; san Juan de Ávila, sacerdote diocesano y el que nos ocupa, san Pedro de Alcántara, sacerdote franciscano.

Pedro Garabito Villela nace en Alcántara (Cáceres) en 1499. Llegó a ser uno de los grandes caracteres del gran siglo español. No brilló en las letras (aunque algo precioso escribió) ni en las armas ni en la política, pero como incansable buscador de Dios alcanzó la santidad. Su vida fue ejemplo desde la infancia, y aunque no le faltaron grandes combates interiores, su voluntad siempre se mantuvo firme, sin vacilaciones. Nació en cuna noble y rica.

Su padre era gobernador de la región extremeña. La desahogada economía de la familia le permitió estudiar de 1513 a 1515 en Salamanca, después de haber cursado los estudios elementales en Alcántara. A los 15 años había concluido el primer curso de Derecho.

Con su formación humana también se incrementaba su vida espiritual por la oración y los sacramentos. Joven aún definió su orientación de vida al ver pasar por delante de la puerta de su casa a un franciscano descalzo de reciente reforma. Decide entonces, abandonar el hogar y tomar el hábito franciscano… Transcurría el año 1515.

De 1519 a 1522, a pesar de su juventud y de no ser todavía sacerdote, lo nombran guardián del convento de Badajoz. Dos años más tarde fue ordenado de sacerdote y meses después, elegido superior de Robledillo. De allí pasó en 1528 a Plasencia, y desde 1532 a 1535 residió en la Lapa.

Tenía sólo 25 años cuando empieza su vida apostólica por tierras de Extremadura y se hace conocida su aptitud para los distintos cargos de la orden que citamos con anterioridad. Por sus excesivas mortificaciones parecía vivir en un mundo distinto, sin embargo era considerado por muchos un ser superior… ideal.

Era caritativo, humilde, vigilante, atento a los intereses materiales y espirituales, primero como guardián de varias casas, después como consejero provincial, visitador y comisario general. Funda conventos en España y Portugal, viaja constantemente, es excelente director espiritual. Despierta el fervor de sus hermanos franciscanos y crea, dentro de la Orden una nueva rama: los descalzos Alcantarinos, nombre que se le diera en honor a su fundador. El papa Pío IV le confirmó en 1562.

Vivir en la máxima expresión de pobreza era una de las condiciones instituidas por la nueva rama franciscana, la que también establecía que en los conventos no podían coexistir más de ocho miembros; ellos vivirían en celdas pequeñísimas, tendrían una esterilla por lecho y andarían descalzos todo el tiempo. Asimismo tendrían que abstenerse de comer carne, pescado, huevos y tomar vino.

En la época de mayor florecimiento, los Alcantarinos llegaron a tener 20 provincias entre España, Italia, América del Norte y del Sur y Filipinas. Entre los mártires de Nagasaki (1597) estaban seis alcantarinos, los que junto a 16 hermanos más fueron luego beatificados o canonizados. Entre ellos se encuentra san Pascual Bailón (muerto en 1592) y quien es considerado hoy patrono de los congresos y asociaciones eucarísticas.

Cuando el papa León XIII en 1897 decretó la disolución de familias “especiales” en los franciscanos, los alcantarinos quedaron incluidos en los Franciscanos a secas (OFM), a diferencia de los Capuchinos (OFM Cap) y Conventuales (OFM Conv) que permanecieron como ramas independientes de la primera Orden de San Francisco.

No exageramos si decimos que san Pedro de Alcántara fue uno de los grandes promotores del fervor religioso en la España del siglo xvi. Los pueblos escuchaban con lágrimas sus austeros discursos, los nobles se ponían bajo su dirección y muchos se unían a él en el claustro.

El rey de Portugal, Juan III, lo llama a su corte, la que queda embelesada por sus virtudes. El célebre fray Luis de Granada OP comparte su amistad, así como san Francisco de Borja SJ, con quien mantuvo interesante correspondencia. En 1557, el emperador Carlos V (Carlos I de España) retirado en el monasterio Jerónimo de Yuste (Cáceres), entabla con él este diálogo:

— Padre, mi intención y voluntad es que os encarguéis de mi alma y seáis mi confesor.
— Señor –responde el franciscano–, para ese oficio, a otro debe buscar vuestra majestad más digno, que yo no podría soportar las obligaciones de él.
— Haced vos lo que os mando, que yo sé lo que me conviene–, replicó el emperador contrariado.
— Señor, vuestra majestad tenga por bien y se sirva que en este negocio se haga la voluntad de Dios. Si no vuelvo, tenga vuestra majestad por respuesta que no se sirva de ella.

Pedro de Alcántara no volvió a aparecer delante del César.

Las penitencias de nuestro santo son más dignas de admiración que de imitación. Se agotaba con frecuencia, hacía una sola comida cada tres días, dormía sólo hora y media sentado. Su vestido era la túnica y el manto, bajo la túnica tenía un cilicio de hoja de lata… Llevaba siempre, nevara o hiciera sol, los pies desnudos y la cabeza descubierta.
Con todo, Pedro sabía bien que la ascesis cristiana no es un fin en sí misma sino que el fin es la unión con Dios. Y él era profundamente contemplativo. Oraba sin cesar y en todas partes. A veces quedaba en suspenso en el aire.

Dios lo escogió para guiar a santa Teresa de Jesús. Los dos santos se vieron por primera vez en 1560 cuando ella estaba muy turbada, como lo refiere en el siguiente escrito: “Fue el Señor servido remediar gran parte de mi trabajo, y para entonces todo con traer a este bendito Fray Pedro de Alcántara. Es autor de unos libros pequeños de oración, que ahora se tratan mucho, de romance, porque como bien lo había ejercitado, escribió harto provechosamente para los que la tienen”.

Al año siguiente se encuentran de nuevo y en abril de 1562 la santa le expuso las dificultades para establecer en su convento de San José de Ávila una pobreza absoluta.

Pedro le dijo: “En seguir los consejos evangélicos es infidelidad tomar consejo. El consejo de Dios no puede dejar de ser bueno. En casos de conciencia y de pleitos bien están los juristas y los teólogos, y mas en la perfección de la vida, no se ha de tratar sino con los que la viven”. Y añade irónicamente: “Si quiere tomar consejo de letrados sin espíritu, busque harta renta, a ver si le valen ellos, ni ella, más que el carecer de ella por seguir el consejo de Cristo. Creo más a Dios que a mi experiencia. No crea a los que le dijeran lo contrario por falta de luz o por incredulidad, o por no haber gustado cuán suave es el Señor”.

El “Tratado de la oración y meditación “que lleva su nombre, fue traducido a varios idiomas y se reimprimió más de 200 veces, sin embargo en los últimos tiempos ha sido objeto de discusión junto con el “Libro de la oración y meditación” de fray Luis de Granada OP. Pero el problema sigue en pie pues no hay argumentos conclusivos.

Para el último año de su vida (1562) estaba muy agotado y deshecho. Alto, huesudo parecía una de esas figuras que por aquellos días pintaba el Greco en Toledo. Hacía un año que santa Teresa le había avisado de la proximidad de su muerte, lo cual no le impidió seguir vigilando la observancia y visitando los conventos (sobre todo el de Pedroso, donde había surgido la reforma) en calidad de comisario general de los reformados (alcantarinos o descalzos). Murió en Arenas (Ávila).

Santa Teresa en su autobiografía se refiere a él cuando escribe:

“Y, ¡qué bueno nos le llevó Dios ahora en el bendito fray Pedro de Alcántara! No está ya el mundo para sufrir tanta perfección. Dicen que están las saludes más flacas y que no son los tiempos pasados. Este santo hombre de este tiempo era; estaba grueso en el espíritu como en los otros tiempos. Y así tenía el mundo debajo de los pies…

”A mujeres jamás miraba, estos muchos años; decíame que ya no se le daba más ver que no ver. Más era muy viejo cuando le vine a conocer, y tan extrema su flaqueza que no parecía sino hecho de raíces de árboles.

Con toda esta santidad, era muy afable, aunque de pocas palabras, si no era con preguntarlo; en éstas eran muy sabrosos, porque tenía lindo entendimiento… Fue su fin como la vida predicando y amonestando a sus frailes. Como vio ya se acababa, dijo el salmo. ‘Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor’, e, hincado de rodillas, murió”.

Pedro de Alcántara fue beatificado en 1622 y canonizado en 1660. Su fiesta es el 19 de octubre. Se le representa con hábito de la Orden, crucifijo y calavera y zurriago.

por fray Frank DUMOIS, ofm.

Extraído de: Palabra Nueva

Links:

Tratado de la Oración y Meditación

Convento del Palancar

La oración afectiva

Hermano Calixto

Eucaliptos

Dudas no me quedan, en este mundo existe gente muy curiosa, por demás extraña.

Es el caso de el Hermano Calixto, sobre quien os escribo. Le digo Hermano por fraile y no por parentesco, que apenas nos conocemos. Se pasa todo el tiempo en su ermita, el día y la noche.

Aunque siempre fui cristiano nunca muy devoto  y menos de andar liado con curas, pero Carmen me pidió que acudiera, que no se animaba sola y como está muy enferma no pude negarme. Hermana de mi madre, me cuidó desde niño y le debo mil favores.

El asunto es que nos llevó mas de un día entre el bus y la caminata y ella muy dolorida. La casucha esta a buen  resguardo bajo unos árboles frondosos y lejos del camino. Hay que atravesar un pequeño cauce seco y arenoso y se la puede ver como una choza pobre entre pastos altos. Sola como de menesteroso.

Había como una docena de personas esperando. Todas achacosas acompañadas por familiares. Cuando entramos me tranquilicé porque esta bien limpio él y la choza. Tiene unas figuras de la Virgen y un Cristo grandote casi como de Iglesia empotrado en la pared. Tres velas prendidas. Debiera hacer calor por lo pequeño pero está fresco y se respira buen olor.

Abraza a la Carmen como si fueran viejos conocidos. A mi me da la mano y me aprieta fuerte y me muestra un rincón para sentarme. Delante del Cristo tiene unos frasquitos con agua bendita y un rosario no se le cae de las manos.

Se ponen a platicar bajito y a los dos minutos la Carmen llora como si la hubieran azotado. Después me dijo que fue como si la hubieran vaciado, que nunca se había pensado haber lastimado tanto sin saberlo a gente que quería y que él se lo había adivinado.

Luego me ha contado que pide por cada intención que le acercan, que se toma el trabajo de interceder por todos pero afirmándose en la fe que tiene y en su deseo del bien. Y aunque no entiendo muy bien que quiere decir ella con eso, si me doy cuenta que no es de engreído sino porque es totalmente confiado a lo que Dios haga.

Mi tía ha llorado un buen rato y después el monje le ha puesto las manos sobre la mollera y se ha puesto a decir unos Ave María y unos Padre Nuestro y le pedía a Cristo que le tuviera pena. A mi que no soy nada blando me a dado ternura y como flojedad en el cuerpo y me acordé cuando era niño y admiraba los curas y hasta se me había ocurrido serlo.

Luego me ha pedido que me arrodille y me preguntó si quería comulgar, si estaba en condiciones y yo le dije que no, la verdad, no se cuanto ha que no me confieso. Me dijo entonces que bueno que tratara de no ser tan tozudo con mis empleados. La atinó en el punto porque es lo que todos me critican.

No nos cobró nada y nos dio un crucifijo a cada uno y dos frasquitos con agua bendita. Reconozco que me sentí muy raro y que ahora miro la religión de otra manera. Carmen me dijo que no sale nunca, que come muy poco y que no hace curaciones sino que hace confesar los pecados de verdad. Como si saliera lo que tiene que salir de adentro y no lo que nos parece. Y eso sana.

Ella volvió contenta y se la notaba muy derechita y no con la joroba. Por lo que sé sigue de perlas. A mi, aunque no te lo creas, me han dado ganas de ir a misa los domingos y acompañarla. No sé cual milagro es mas grande.

Te mando esta ha pedido de tu hijo que dice que te vendría bien saber de este hombre porque te gusta todo esto. Te mando mis cariños y para todos los tuyos.

Enviado por Paco

Links de hoy;

Site en Familia

Nueva Espiritualidad Monástica

Cielo en la tierra

Haz clik aquí para comentar


de Edith Stein

Sor Benedicta de La Cruz

«¿De dónde viene este ser que la persona experimenta como recibido? Mi ser, en lo que se refiere al modo en que lo encuentro ya dado y por cómo me hallo en él a mi mísmo, es un ser inconsistente. ¡Yo no soy por mí mismo!

Por mí mismo no soy nada, cada instante me encuentro de frente a la nada y tengo que recibir como don, instante tras instante, de nuevo el ser. Y sin embargo este ser inconsistente es ser, y yo en cada instante estoy en contacto con la plenitud del ser.

El devenir y el pasar revelan la idea del ser verdadero, eternamente inmutable. […] En este ser mío mutable percibo algo duradero. […] Es la dulce y feliz seguridad del niño sostenido por un brazo robusto, seguridad que, considerada objetivamente no es menos razonable. ¿O sería razonable el niño que viviera en el temor continuo que la madre lo dejara caer?…

Dios, por boca de los profetas, me dice que me es más fiel que mi padre y que mi madre, que él es el mismo amor. Entonces reconozco lo razonable de mi confianza en el brazo que me sostiene, y la estupidez de mi temor de caer al vacío, a menos que yo mismo no me suelte del brazo que me sostiene

Encuentra

Enlarging the Heart

Gesuiti

Intruso en la familia

Marcos 15, 21-22

(Relato breve de un hecho real)

De rostro adusto, figura voluminosa, voz algo aflautada por la tensión continua,  Eliana no era la cúspide de lo amable en sus maneras.

No era ese tipo de persona que mueve a simpatía, que provoca ganas de pasar el rato, de recrear momentos tejiendo una amistad.

Con aires de suficiencia intentaba bastarse a sí misma en la higiene y la medicación, pero el cáncer que corroía sus pulmones y desgranaba sus huesos se lo dificultaba.

La calvicie en las mujeres, provoca cierta herida en la autoestima que difícilmente los pañuelos de colores podían mitigar. Eliana tenía poco más de cuarenta y algunos kilos de más que los corticoides no contribuían a disimular. Algún rastro de vanidad proyectaba sus afanes en las uñas, pintadas cuidadosamente de rosa subido y en los frecuentes cambios de diseño de los pañuelos, que cubrían su calva reciente.

Tenía dos hijos entrando en la adolescencia, varón y mujer, cálidos, temerosos y doloridos por la situación. Los tres habían vivido solos y juntos desde que el papá se fuera para no volver, hacía más de nueve años.

El cáncer se instaló un día sorpresivamente en el cuerpo de Eliana, en la vida y en la mente de los tres. A los pocos meses no pudo sino internarse en nuestra clínica dejando los niños al cuidado de una tía que designó el juez. Los chicos no querían a la tía y no querían al juez y hubiera sido difícil determinar cuál era más desalmado de los dos.

Cuando volvían a estar juntos, los días de visita, la situación era tan extraña que el desconsuelo los separaba minando la precaria relación. Es que ella, en lo íntimo, se creía responsable de estar enferma por alguna culpa remota – no soy buena persona – me decía a veces. Se ponía a indicarles a los niños lo que debían hacer queriendo asumir nuevamente el papel de madre y negando lo que sucedía les anunciaba su pronta salida. Era todo un clima feo, enrarecido.

Los niños sin poder evitarlo, en algún punto de sus mentes, también la culpaban de la destrucción del mundo que habían tenido. Permanecían mucho tiempo silenciosos mirando la tele, no encontrando qué hacer ni que decirse, con la muerte no explicitada tan cercana.

Estas visitas eran particularmente agónicas para todos, incluidos los que estábamos al cuidado de los pacientes. Sin embargo era obvio que se querían mucho; nosotros, ajenos, no sabíamos bien como ayudar. Cuando llegaba el momento de la despedida instintivamente esquivábamos la habitación.

Empezaban a sentirse los gritos de desesperación, el llanto de los chicos…se mezclaban en un revoltijo de abrazos en el medio del pasillo, formando un centro sufriente,  un conglomerado de dolor.

Cuando llegaba la tía para llevárselos, los llantos se hacían chillidos y ella los seguía hasta la puerta y a mí me parecía que representaba todo lo injusto de la vida y del mundo, me parecía increíble entonces que Dios no se presentara a remediar la situación.

A veces me pasaba, que iba al baño a llorar un poco y mientras lo hacía me daba cuenta que lloraba mi temor y mi espanto a que me pasara lo mismo. Mi mente no podía siquiera concebir como enfrentaría yo una situación similar. Al fin de cuentas, uno siempre llora por uno más que por los demás, me decía un punto de auto-observación anclado a un costado de la conciencia.

Enfermarse e ir muriendo lento es duro trance; pero mientras se muere, ver como los hijos sufren, es mucho más doloroso.

Eliana tardaba un rato largo en calmarse y nada de lo que hacíamos mitigaba su dolor. Ansiosos esperábamos la hora, en que por receta, debíamos darle morfina; el sopor posterior era un bálsamo para todos que nos hundíamos en pesado silencio.

Una tarde la vi intentando vanamente acomodar sus cosas en el placard, quería irse. Nos costó convencerla de que ya no tenía tampoco esa libertad. Se hubiera desmayado a las pocas cuadras y además legalmente no podíamos dejarla salir sin el alta médica.

Un tiempo después la empezó a acosar el miedo a dormir. Temía ya no despertar. Se quedaba entonces largas horas en el sillón, en una esquina del pasillo, mirando fijo la puerta de salida. Por orden de la dirección empezamos a cerrar con llave el acceso a la salida.

Yo, en mi interior le daba derecho a irse, a enfrentar lo que quisiera enfrentar, pero no podía hacer nada, carecía de toda autoridad en la clínica. Una tarde vino y se sentó a merendar con las enfermeras y voluntarios. Fue toda una transgresión que nadie se atrevió a destacar. Era impensado que los enfermos, siempre sospechosos de estar contaminados de algún modo, comieran con nosotros. Rompía todas las normas de bio-seguridad.

Fue su último acto de rebeldía con la enfermedad. Unos días después, perdió la conciencia y ya no la recuperó.

Por supuesto ya no usaba pañuelos para la cabeza, ni se pintaba las uñas y no le importaba que un varón, a veces, le cambiara los pañales. También permaneció ajena a los niños, que dejaron de venir por orden del juez.

Una madrugada dejó de respirar.

En aquel entonces, en todo eso, percibía la ausencia de la sagrada presencia y esto me hizo más viva la búsqueda del sentido, el deseo de encontrar la función del dolor, componente primario de un mundo que no comprendía.

Se me hizo costumbre en los momentos de descanso sentarme en la capilla. Iluminada solo por la pequeña luz que anunciaba al Santísimo en el sagrario, se veía la cruz de madera labrada con el Cristo colgado. Fijando en Él la mirada desconcertada por lo vivido, principió a alumbrar cierto significado.

elsantonombre.org


Ancilla-invisibilium

Fraternidad de San Pablo

Fraternidad de Tiberíades

Haz clik aquí para comentar