Un fuego que devora

del día 22 –

«La invocación del Nombre de Jesús empieza por la lengua, tratando de sumar a ella el sentimiento del corazón.

Lo primero es que la boca pronuncie la invocación y casi en el mismo acto, que el corazón adhiera, que haya una afectividad referida a lo que se esta diciendo e invocando.

Esta emoción ha de ser intensa, surgir desde lo entrañable. Esa es en definitiva la verdadera invocación que llama, el estremecimiento del corazón que palpita por Dios como el amado del alma.

La oración de Jesús se alimenta del deseo, de un fuego de amor.

Existe en lo profundo del hombre una llama devoradora que limpia toda intención ajena, que barre con cualquier cosa que no sea Dios. 

Esta pasión por lo último, por aquello innombrable que supera toda comprensión; este enamoramiento de la trascendencia que solo puede dar lo divino, es la semilla de la oración de Jesús.

Si leemos con detenimiento los relatos de un peregrino ruso a su padre espiritual, veremos que lo que lo guía y conduce por las desoladas y solitarias llanuras rusas es un impulso de tipo obsesivo. El vive la mejor de las obsesiones, quiere unirse con Dios a toda costa.

Esto es necesario, este calor se precisa para que la oración se haga una con el corazón; este corazón que es físico y que también es el centro anímico de la persona.

En realidad… el corazón es lo que somos, más que ninguna otra cosa….»

elsantonombre.org