DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA

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“Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo” (Jn 20,25).

“No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él” (1Pe 1,8)

 “Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Act 2, 42)

En la prueba, en la oscuridad, en tiempo de inclemencia o de despojo, cuando se rompe el corazón y se piensa que nada ni nadie acompaña, la reacción natural es el escepticismo, el desengaño, la duda de todo y de todos. Nada ni nadie son creíbles, es tanto el dolor, que ofusca la mirada y hace que toda visión sea oscura.

No solo se trata de una prueba física; lo que más duele es la herida del corazón, la que se abre por desengaño, infidelidad, pérdida de la persona amada, rompimiento de la relación amiga, muerte de los seres queridos. También cuando asalta la duda de la fe, la tentación de incredulidad.

El apóstol Tomás, con su crisis, representa de forma muy real la experiencia dolorosa, cuando se pierde lo que más se ama y se duda de lo más sagrado. A la vez, el texto nos enseña que la luz, el consuelo y la fuerza se reciben en las mismas heridas.

Un amigo me ha hecho comprender, desde su experiencia de dolor superado, una expresión evangélica. Ante la dolencia de la ceguera -“¿Quién pecó, él o sus padres, para que haya nacido ciego?»-, Jesús respondió: «Ni él pecó ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios.” (Jn 9, 2, 3). Y en otro lugar, al acercarse a Betania, ante la muerte de su amigo Lázaro, exclama: «Esta enfermedad no es de muerte, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella» (Jn 11, 4).

A partir de estos textos, ¿te atreverás a descubrir que en tus heridas están tus mayores posibilidades de experimentar el poder de Dios? Quizá tienes que llegar al límite, para que ahí, cuando ya no puedas más, comprendas lo que sucede por la gracia. Tus heridas, providencialmente, pueden ser tus mejores testigos de la misericordia de Dios.

Es el domingo de la Misericordia Divina. La Iglesia venerará a San Juan XXIII, y a San Juan Pablo II. Ambos papas son testigos de fe de lo que sucede cuando se toca el dolor. Que estos nuevos intercesores nos concedan no dudar nunca de la posibilidad que nos ofrece la gracia y la misericordia. Y como el Apóstol, confesemos en toda circunstancia: “Señor mío, y Dios mío”.

Ángel Moreno de Buenafuente

 

 

8 Comments on “DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA

  1. Hno. Horacio de Jesús Crucificado. F. M. V. y del Santo Nombre

    Oh mi amado Jesús, creo firmemente en que resucitaste y estas vivo. Permanece dentro de mi corazón, no te apartes jamás de mi lado, pues te necesito. Aún cuando dude en algunos momentos de mi vida, no te alejes de mi. Déjame decirte como Tomas, Señor mío y Dios mío. No necesito meter mis dedo den las heridas de tus manos y pies y mi mano en tu costado para saber que estas vivo. Bendice y protege a nuestra santa iglesia católica, a nuestro santo padre, el papa Francisco. No permitas que las puertas del infierno prevalezcan contra ella. Librala de la maledicencia, de la corrupción, de la politiquería eclesiástica, de los malos pastores que tanto daño hacen a la fe de sus ovejas, de los pastores apegados al dinero y la riqueza.

    • Confianza! Las puertas del infierno nunca se abrirán contra la Iglesia ni contra la humanidade.

  2. PAZ Y BIEN, AUMENTA NUESTRA FE, ESPERANZA Y CARIDAD, A EJEMPLO DE ESTOS DOS NUEVOS SANTOS, FIELES PASTORES ; SERVIDORES DE CRISTO

  3. Siempre concluyo en el mismo lugar, en el corazón. Sea poca o mucha nuestra fe, no es en la cabeza donde lo tengamos que buscar si no en el corazón.
    La mente nos juega pasadas como si fuésemos parte de una gran ruleta o montaña rusa, podemos aquietarla algunas veces y otras padecerla…pero el Corazón, ese apóstol interior que todos tenemos siempre está dispuesto a decir «si, creo Señor» porque es en el donde el Señor habita, en la majestuosa simpleza del Silencio,el eterno cantar de Dios.

    Pidamos ver, pero no con los ojos de la cara, pidamos ver con los del alma, que mas allá de toda forma solo lo pueden ver a El.

    Gloria al Padre, al Hijo y al Espiritu Santo como era en un principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen.

  4. CREO DE CORAZON CON LA FE DEL CARBONERO. AMEN.

  5. Tomás estaba ciego ante lo invisible aunque suene paradójico, es decir, ha perdido la fe, porque la fe es creer en lo que no se ve. Por tanto, su caso representa el de muchos para quienes la vía de regreso al Padre, es una vía dolorosa, de sentir y sufrir en carne propia para creer. Por eso, la sentencia de Jesús: «Dichosos los que sin ver, han creído» (Jn 20,29). Y es que creer, no es memorizar una doctrina, sino llevarla al seno de la vida, expresándola en virtudes cristianas. Pero por otro lado, creer no es un valor estático, sino dinámico, siempre se puede creer más y mejor: «Creo Señor, pero aumenta mi fe» (Mc 9,24), algo que se aplica incluso a los Santos Padres Juan XXIII y Juan Pablo II.

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