La paz del corazón
Grandes eres, Señor, y muy digno de alabanza; grande tu poder, y tu sabiduría no
tiene medida. Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación; precisamente el hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el
testimonio de que resistes a los soberbios. Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña
parte de tu creación. Tú mismo le estimulas a ello, haciendo que se deleite en alabarte,
porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti (quia
fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum, donec requiescat in te).
Dame, Señor, a conocer y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, o si es
antes conocerte que invocarte. Mas ¿quién habrá que te invoque si antes no te conoce?
Porque, no conociéndote, fácilmente podrá invocar una cosa por otra. ¿Acaso, más bien, no
habrás de ser invocado para ser conocido? Pero ¿y como invocarán a aquel en quien no han
creído? ¿Y cómo creerán si no se les predica? Ciertamente, alabarán al Señor los que le
buscan, porque los que le buscan le hallan y los que le hallan le alabarán. Que yo, Señor, te
busque invocándote y te invoque creyendo en ti, pues me has sido ya predicado. Te invoca,
Señor, mi fe, la fe que tú me diste, que tú me inspiraste por la humanidad de tu Hijo y el
ministerio de tu predicador.
Pero, ¿cómo invocaré yo a mi Dios, a mi Dios y mi Señor?, puesto que, en
efecto, cuando lo invoco, lo llamo [que venga] dentro de mí mismo (quoniam utique in me
ipsum eum vocabo, cum invocabo eum) ¿Y qué lugar hay en mí adonde venga mi Dios a
mí?, ¿a donde podría venir Dios en mí, el Dios que ha hecho el cielo y la tierra? ¿Es verdad,
Señor, que hay algo en mí que pueda abarcarte? ¿Acaso te abarca el cielo y la tierra, que tú
has creado, y dentro de los cuales me creaste también a mí? ¿O es tal vez que, porque nada
de cuanto es puede ser sin ti, te abarca todo lo que es? Pues si yo existo efectivamente, ¿por qué pido que vengas a mí , cuando yo no existiría si tú no estuvieses en mí? No he estado aún en el infierno, mas también allí estás tú. Pues si descendiere a los infiernos, allí estás tú.
Nada sería yo, Dios mío, nada sería yo en absoluto si tú no estuvieses en mí; pero, ¿no
sería mejor decir que yo no existiría en modo alguno si no estuviese en ti, de quien, por
quien y en quien son todas las cosas? Así es, Señor, así es. Pues, ¿adónde te invoco estando
yo en ti, o de dónde has de venir a mí, o a que parte del cielo y de la tierra me habré de
alejar para que desde allí venga mi Dios a mí, él, que ha dicho: Yo lleno el cielo y la tierra?
[…]
Yo te invoco, Dios mío, misericordia mía, que me criaste y no olvidaste al que se
olvidó de ti; yo te invoco sobre mi alma, a la que tú mismo preparas a recibirte con el deseo
que la inspiras.
Y ahora no abandones al que te invoca, tú que preveniste antes que te invocara e
insististe multiplicando de mil modos tus voces para que te oyese de lejos, y me convirtiera,
y te llamase a ti, que me llamabas a mí.
Porque tú, Señor, borraste todos mis méritos malos, para que no tuvieses que castigar estas mis manos, con las que me alejé de ti; y preveniste todos mis méritos buenos para tener que premiar a tus manos, con las cuales me formaste. Porque antes de que yo fuese ya existías tú; ni yo era algo, para que me otorgases la gracia de que fuese’.
Sin embargo, he aquí que soy por tu bondad, que ha precedido en mí a todo: a aquello
que me hiciste y a aquello de donde me hiciste. Porque ni tú tenías necesidad de mí, ni yo
era un bien tal con el que pudieras ser ayudado, ¡oh Señor y Dios mio!, ni con el que te
pudiera servir como si te hubieras fatigado en obrar o fuera menor tu poder si careciese de
mi obsequio; ni así te cultive como la tierra, de modo que estés inculto si no te cultivo, sino
que te sirva y te cultive para que me venga el bien de ti, de quien me viene el ser capaz de
recibirle.
S. Agustín de Hipona
Primera Parte
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Segunda Parte
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Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé… Tú estabas conmigo y yo no estaba contigo , ni conmigo……( Confesiones )……
San Agustín,hijo predilecto de Dios…después de mucho caminar hallaste la verdad…encontraste que por encima de toda vanidad y de toda ciencia,está Di significó salir de la oscuridad y ver por fin la luz,la verdadera luz que ilumina nuestros corazones,la misma que proviene del Espíritu Santo. Tu perseverante madre,Santa Mónica,en su oración,fue escuchada por el Señor de Misericordia y te llenó de Bendiciones con las que el Señor también nos bendice…</ex