La paz del corazón
La existencia humana no encuentra su completo equilibrio y su belleza más que si tiene a Dios por centro. “El primer servido, Dios”, decía santa Juana de Arco. La fidelidad a la oración permite garantizar, de manera concreta y efectiva, esta primacía de Dios. Sin esa fidelidad, la prioridad otorgada a Dios corre el riesgo de no ser más que una buena intención, es decir, una ilusión. El que no ora, de un modo sutil pero cierto, pondrá su “ego” en el centro de su vida, y no la presencia viva de Dios. Se dispersará en multitud de deseos, solicitaciones, temores. Por el contrario, quien ora, aunque tenga que enfrentarse a la carga del ego, a las tendencias de repliegue sobre sí mismo y al egoísmo que nos afectan a todos, reaccionará saliendo de sí y volviendo a centrarse en Dios, permitiéndole que poco a poco ocupe (o recupere) el lugar que le corresponde en su vida, el primero. Encontrará así la unidad y la coherencia de su vida. “El que no recoge conmigo, desparrama”, dijo Jesús (Lc 11,23). Cuando Dios está en el centro, todo encuentra el lugar que le corresponde.
Dar a Dios una prioridad absoluta frete a cualquier otra realidad (trabajo, relaciones humanas, etc.) es la única manera de establecer un orden justo respecto a las cosas, poniendo una santa indiferencia que permite salvaguardar la libertad interior y la unidad en nuestra vida. De otro modo se cae en la indiferencia, en la negligencia o por el contrario en el apegamiento y la dispersión en inquietudes inútiles.
El lazo que se anuda con Dios en la oración es también un elemento fundamental de estabilidad en nuestra vida. Dios es la Roca, su amor es inconmovibles, “el Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sobra de mudanza” St 1,17. En un mundo tan inestable como el nuestro, es aún más importante encontrar en Dios nuestro apoyo interior. La oración nos enseña a enraizarnos en Dios, a permanecer en su amor (Cfr. Jn 15, 9), a encontrar en él fuerza y seguridad, y nos permite también convertirnos en un apoyo firme para los demás.
Añadamos que Dios es la única fuente de energía inagotable. Por la oración, “aunque nuestro hombre exterior se vaya desmoronando, nuestro hombre interior se va renovando día a día”, por decirlo con palabras de san Pablo (2Cor 4,16). Recordemos también al profeta Isaías: “Se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas corren y no se fatigan caminan y no se cansan” (Is 40,30). Por supuesto, tendremos en nuestra vida tiempos de prueba y de cansancio, porque es necesario que experimentemos nuestra fragilidad, que nos sepamos pobres y pequeños. Sin embargo, sigue siendo cierto que Dios sabrá darnos en la oración la energía que precisemos para servirle y amarle, e incluso a veces las fuerzas físicas.
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Extracto del libro de JACQUES PHILIPPE,
“La oración, camino de amor”. Rialp, Madrid, 2015. Págs. 23-25.
Hermano Gabriel de Santa María.
Reciba cordial saludo en el Señor Jesucristo.
El motivo que me llama a escribirle es el de que mi alma se encuentra triste debido a tantos escándalos que hay en nuestra Iglesia Católica, por tantos casos de pederastia y corrupción dentro de ella. Soy consciente que siempre han existido. Quisiera proponerle de ser posible una serie de reflexiones, de como el Santo Espíritu en medio de la oscuridad y el desaliento, hace que nazcan grandes santos para purificar lo que está corrupto. «DONDE ABUNDO EL PECADO, SOBREABUNDO LA GRACIA»
Dios tiene que ser siempre nuestra prioridad, y también conviene recordar, que hay momentos en que hay que defender nuestra fe, con sangre y espada, recordemos también que aun estamos en la Tierra no en el Paraiso junto al Senor, por tanto debemos orar permanentemente, al Senor ,y a sus santos, también debemos recordar que hay personas de carne y hueso que son agentes del demonio, y practicamente todos los dias nos encontramos con mas de uno de ellos.
que Dios nos proteja Iván Belmar B.
Disculpen pero yo no puedo creer como pueden poner una cita de Juana de Arco y nombrarla como Santa….
Un Cristiano nunca podría admitir a un asesino y menos aún si lo hace en nombre de Dios.
Cristo es amor nunca daria fuerza y gracia para cometer agravio alguno contra el prójimo.