Concentrarse con simpleza en poco.

Estimada hermana en el amor a Jesucristo.

Una cosa es importante: Concentrarse con simpleza en poco. La dispersión es el enemigo de la oración y sin oración profunda y verdadera, no se abre la puerta del corazón más interior, esa ermita secreta donde habita Cristo y todas las gracias.
Le sugiero atenerse a dos parámetros o criterios de autoevaluación, más allá y aparte de lo que usted haga en el sacramento de la reconciliación.


El primer criterio es el del contento diario. Si esta de buen ánimo, es porque se siente hija de Dios, se siente confiada a Su providencia y voluntad que actúa en todo y en todos y deja todo el peso de sus cargas (afectivas, laborales, anímicas, mentales y corporales) en manos del Señor.

Si en cambio esta preocupada, con el ánimo amargo o el fastidio es el fondo desde el cual actúa… no busque las razones en lo que ocurre fuera, la única verdad es la falta de fe y de entrega a la voluntad del Señor que debe ser plena como persona consagrada.

Asumir esto, no buscar otras razones y pedir la fe absoluta, la entrega que tienen los lirios del campo, (Mt. 6, 26-33) e implorar el don del abandono en Dios, el cual si me permite, es para mí la gracia más grande que puede recibirse en este mundo.


El segundo criterio es el de la tranquilidad o parsimonia (palabra antigua pero clara). Si hay prisa en mi acción, si estando en esto noto que ya quisiera estar en aquello otro que sigue luego… se hace evidente que no estoy percibiendo la sagrada presencia del Señor. Porque Él está en todos los momentos por igual y en todas las actividades que cubre con Su gracia inefable. En todo caso, soy yo quién no es capaz de ver esa presencia y de sentir esa gracia, en ciertos lugares y ciertas actividades… ¿No es verdad?


Así es hermana, que le pido que atienda a estos dos puntos que pueden servirle para atenderse a si misma en todo momento. Esto contribuirá enormemente a la oración de Jesús que ud. practique personalmente. Verá como rápidamente la mente comienza a tranquilizarse y a hacerle más fácil la concentración.

No coma demasiado nunca, usted ya lo sabe, pero no es bueno cargar mucho el cuerpo si uno quiere elevar el espíritu a Dios. Siempre la norma de lo moderado si le es posible.
Repita la oración de Jesús con particular fuerza apenas despierte, al darse cuenta nomás que está despertando y del mismo modo al irse durmiendo. Esto le marcará la tónica del día y de la noche. Sea enfática y fervorosa especialmente en esos momentos. Utilice la frase que le sea más afín a su sentimiento y no la modifique a menudo.

Durante el día, en lugar de divagar, repita mentalmente la oración y, cuando descubra que la ha dejado para imaginar o dialogar con usted misma, vuelva a la oración sin demora, dejando ignorados los pensamientos que ocurrían, lo mismo que se desatiende a las nubes que pasan en el cielo.
Finalmente, le recomiendo el breve librito, «La presencia de Dios» del Hermano Lorenzo que ya debe conocer.

Le mando un saludo fraterno, invocando a Jesucristo.

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