La paz del corazón
¿Qué es el dolor?
Pues depende. Es bueno distinguir antes entre dolor y sufrimiento. El dolor es más bien físico y el sufrimiento es más que nada mental. Hay gente que padece dolores corporales y sin embargo no sufren. Les duele la pierna pero no la mente. Desde un punto de vista, el dolor implica un aviso, una alarma que te alerta de un posible daño en una parte del cuerpo. Por ejemplo, como si dijéramos: «Oye, deja de hacer fuerza con ese brazo, la bolsa que llevas es demasiado pesada… te puedes dañar.» Esa es la principal función del dolor y salta a la vista. Indica con cierta premura imperativa la necesidad de cambiar alguna conducta, postura, situación, ingesta etc. que no está beneficiando al cuerpo.
El sufrimiento es igual pero a nivel de la mente. Implica colisión, conflicto de fuerzas internas. Ese choque es dañino y entonces aparece el sufrimiento como indicación de la necesidad de reorientar las fuerzas interiores. Por ejemplo, si deseo dos cosas incompatibles entre sí, que no podrán sostenerse juntas con coherencia en mi vida, eso activa una alarma a la que llamamos sufrimiento o dolor mental. Usando un ejemplo muy burdo, pero para que sea claro: Si quiero tener un cuerpo delgado y a la vez pretendo comer seis tortas azucaradas por día, se produce un conflicto. Por lo tanto sufro. En este sentido, el sufrimiento muestra deseos contradictorios y es una bendición de la gracia; y mientras más sufrimiento más fuerte está sonando la alarma que indica… y atención con esto: Necesidad de recomponer la dirección de las fuerzas que se oponen.
El dolor es siempre en el presente; el sufrimiento deriva muchas veces de la memoria o la imaginación. Recuerdo algo doloroso o imagino alguna tragedia en el futuro. Por esto hay que prestar atención con más detalle a este tema. Quiero decir; a veces el sufrimiento es espectral, es simplemente mal funcionamiento de la herramienta. Imaginar que algo va a salir mal podría tener sentido como una de las alternativas que se barajan al inicio de una planificación, podría ser necesario. Inauguramos un empresa y manejamos distintos escenarios posibles: que dé tal ganancia, que no, que haya una pérdida y haya que pagar a los empleados de nuestros ahorros. Está bien, puede ser una función necesaria a considerar para tener cierto capital de respaldo.
Pero vivir con temor o con aquella sensación de que todo va a salir mal de un momento a otro, o andar recordando aquella situación de desamor o aquél día en que envejecidos tal vez estemos enfermos y doloridos, es una mala función de la herramienta mental. Es como una cierta perversión de una buena función original. Ahora, es necesario aclarar esto: aunque el sufrimiento surge desde la mente se registra en el cuerpo como dolor. Ya sea como tensión, crispación, anestesia en ciertas partes… lo que llamamos angustia, ansiedad, depresión y fobias diversas; el cuerpo y la mente son una unidad completa, absoluta. No olvides que separar cuerpo de mente es un artificio de comprensión. En realidad no hay división.
Puede sonar muy molesto, pero el dolor y el sufrimiento nos recuerdan todo el tiempo la existencia de la provisoriedad, de la finitud de la vida; de nuestra falta de autonomía. Por más que deseamos ilusionarnos con nuestra pretendida libertad, esta resulta muy acotada. No nos hicimos a nosotros mismos, no sostenemos nuestra vida, no manejamos nuestro destino… la vida a veces nos parece hermosa, otras desastrosa. Si nos aferramos al cuerpo y nos identificamos con él, nos resultará difícil hallar cierto bienestar perdurable. El cuerpo pasa, igual que todo lo material. Entonces nos volcamos a la búsqueda del inmaterial en nosotros, del espíritu esencial que somos… ¿Lo encontramos? Pues si eso se encuentra y nos da registro cierto, todo cambia.
En un enorme y vasto campo de silencio, que no es vacío sino pleno… en ese fondo de consciencia previo, suena una hermosa melodía. De pronto irrumpe un ruido al cual llamamos dolor o sufrimiento. Es decir aparecen formas en un fondo. Sin embargo, hay alguien que percibe estas formas que aparecen y también el fondo en que se dan dichos cambios. ¿No es curioso? En el fondo de la vida edénica surgió el pecado; en ese fondo de pecado se presentó la redención. Y al que mira benevolente todos estos aconteceres, a ese amor incondicional, le llamamos El Cristo en el corazón…
Hermanas y hermanos, recomendamos mucho el cuento de León Tolstoi que enlazamos debajo. Un abrazo fraterno invocando el Santo Nombre de Jesús.
Aquí la transcripción de la clase 43° de Filocalía, 2° sobre Simeón, el nuevo teólogo