La paz del corazón
¿Dónde está Dios? Se me hace tan difícil percibirlo en la vida cotidiana… y más cuando empieza una semana, muchas veces lamento la carga de tareas que se me vienen encima y todo lo que tengo que hacer.
Ese deseo de encontrar a Dios, es la gracia actuando en ti. Ya cuando te das cuenta de que todo se ha hecho un fardo pesado que cargar y surge la lamentación, ese deseo de que la vida fuera distinta o que pudieras vivirla desde otra actitud… eso es Dios en ti que se manifiesta. A la sagrada presencia se la puede percibir «afuera» por así decir; como belleza, armonía, ternura, tempestad, sincronías, encuentros y en casi todos los hechos de la vida.
Pero solemos desatender también su presencia como los movimientos íntimos del corazón. Tu ves la casa hecha un desastre y algo en ti desea que estuviera ordenada y limpia. Ese deseo es gracia. Ves a alguien sufriendo o a ti misma en angustia y aparece un clamor interno de que las cosas fueran distintas. Es Dios que te habla y te incita a responder a la situación. Todo se ha puesto gris y aburrido y anhelas el entusiasmo y el fervor, el gusto por la vida… he ahí al Espíritu que te recuerda la actitud necesaria.
Recuerda que muchas sensaciones negativas o sufrientes son un indicador, una señal de una posición incorrecta en tu alma. Hay que aprovechar la angustia, el aburrimiento, la desazón o el agobio como síntomas de un padecimiento espiritual y entonces podemos resolver la raíz y no solo apaciguar los síntomas adormeciéndonos de distintos modos. Por ejemplo: tenemos una actividad que no nos agrada mucho por delante, puede ser que la realizamos sin considerar lo útil que es para los demás que nos rodean, la estamos haciendo como en un «para nosotros mismos» y eso suele quitar el gozo de la acción.
O muchas veces abordamos lo por hacer como cargas o responsabilidades de la vida en lugar de tomarlas como la tarea que Dios nos pide para continuar desarrollando la Creación. A la vez, olvidamos que es mediante el desempeño en lo que nos va tocando como nuestro espíritu crece, se fortalece y se hace a semejanza de Dios. Nada de lo que nos ocurre deriva del azar. Lo que llamamos casualidad o azar de los hechos es providencia ignorada. No hemos aprendido el lenguaje de Dios en los acontecimientos. Todo es sagrado y nosotros lo leemos en clave profana, ahí tenemos el problema. Nuestro espíritu dormita y dejamos al mando a la mente frenética y al cuerpo anhelante.
¿Y entonces que hacer?
Escuchar los mejores deseos, eso que nos dicta el corazón en cada situación. Todos sabemos lo que sería obrar bien en cada momento si atendemos un poco. Cuando nos disponemos a actuar en la dirección correcta, aunque pueda ser difícil, la gracia fluye como una potente cascada, porque nos hemos alineado con el plan de Dios. Con eso que Él tiene previsto para nosotros desde antes que existiera el tiempo…
Es continuación del post «¿Qué es la ansiedad?«
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