La paz del corazón
El temor sicológico es la anticipación del mal. Es el intento mental de evitar los posibles peligros que imagina en su afán de supervivencia. Nos hace mirar a los lados antes de cruzar la calle, nos indica que no conviene conducir muy de prisa o pasearse en noche oscura por barrios peligrosos. Hasta allí, nada que decir. Sin embargo, cuando este automatismo se apodera de la voluntad, envenena la vida y pone en cautiverio al espíritu. (Isaías 41, 10)
Teniéndonos contraídos nos va cerrando puertas y se acostumbra a dirigir nuestra atención hacia la posibilidad de lo fallido. De tanto atender a lo que podría salir mal, solemos cruzarnos con frecuencia con lo mismo que imaginamos. Luego decimos «tenía razón» y con esto impulsamos a la mente para que cumpla nuevas profecías. El temor nos protege en demasía, mayormente de fantasmas y luego nos entrega en manos de la tristeza. (Salmo 23,4) (1 Juan 4, 18)
Es otra de las formas vanas mediante las cuales queremos tener el control. Nos ilusionamos con cierta seguridad pariente del tedio en el que luego nos quedamos. Nos sentimos separados y solos en medio de un mundo hostil, olvidando las muchas providencias que a diario nos sostienen. (Flp 4, 6-7) Necesitamos reconocer en esta tibieza vital los condicionamientos que actúan, que priorizan durar en lugar de vivir. No se trata de volvernos temerarios e insensatos ni de competir en audacias pueriles. Sino de vivir conformes a nuestra naturaleza original.
Parte del retorno a esa condición edénica es escuchar la propia vocación y manifestar los talentos que Dios nos ha concedido. Nada sobra en el concierto de la creación, todo tiene su razón de ser y en ello también estamos incluidos. Manifestar ese llamado y estos dones es también ponernos «en línea» con la voluntad divina. Por más difícil que parezca y por más años que pesen en la memoria, siempre estamos a tiempo de cambiar la dirección y reencontrar el sentido.
Cargar nuestra cruz, no es solo llevar nuestros dolores o aceptar las situaciones que nos van tocando, sino también, disponernos a hacer aquello para lo cual fuimos concebidos. Atendamos al lado luminoso de la cruz de Cristo. Vivir en el bien, libres de esclavitud y activos desde el reposo espiritual, no solo es posible sino aquello a lo que Dios nos llama.
Prácticas sugeridas:
Durante toda la jornada, estemos atentos a la presencia del temor como fondo de muchas de nuestras actividades. Luego, busquemos un momento propicio e invoquemos la ayuda del Señor. En actitud orante, volvamos al mapa o esquema de nuestra vida, que revisamos días atrás. Examinemos los diferentes ámbitos atentos al tema del temor sicológico que pudiera estar influyendo como condicionante de tal o cuál área de mi vida. Reconozcamos con humildad que proyectos, acciones o iniciativas estamos dejando de lado o postergando debido a la presencia del temor que nos promete una falsa seguridad. Puede ayudarnos tomar nota respondiendo a la pregunta: ¿Si tuviera confianza en Dios y me dejara llevar por la gracia, cómo cambiaría mi vida?
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Me parece buenísimo el texto, muy real y me ha ayudado mucho. Muchas gracias. Un abrazo
Gracias a ti María Jesús! Un abrazo en Cristo!
amén