La paz del corazón
«Moratiel hablaba desde el corazón. No sólo transmitía ideas o pensamientos, como podemos hacer cualquiera de nosotros, sino, sobre todo, daba testimonio con toda naturalidad del Reino de Dios que él vivía aquí, en el mundo cotidiano. Ese es, en mi opinión, el gran valor de Moratiel. Sus grandes dotes como predicador no provenían de una magnífica retórica sino, sobre todo, de que hablaba de su propia experiencia desde el corazón.
Ello le hacía capaz de transmitir eficazmente el mensaje del Evangelio a diferentes tipos de creyentes, e incluso a agnósticos y ateos. Pero hay que decir que, ciertamente, el mensaje de Moratiel caló mucho más en las mujeres que en los hombres. Se trata de un fenómeno que habría que investigar. Cuando uno hablaba con Moratiel o asistía a una charla suya, no sólo se enriquecía con la suave simplicidad de sus profundas palabras: se dejaba arrastrar por lo que él vivía interiormente. La alegría que siempre mostraba al hablar o al predicar salía de muy dentro, y eso se le notaba exteriormente.
Me atrevo a decir que son las personas como él las que hacen verdaderamente creíble el Evangelio e infunden auténticas esperanzas en la venida del Reino de amor y felicidad predicado por Jesús… En sus encuentros, Moratiel hablaba de cómo encontrar a Dios haciendo Silencio y, sobre todo, nos lo hacía practicar. Aunque es muy importante el sigilo físico, insistía en que el Silencio ha de ser principalmente interior. Nos animaba a silenciar los «ruidos» interiores que nos impiden estar junto a Dios. Fundamentalmente nos prevenía del «ego» que todos llevamos dentro. No debemos permitir que éste se haga con las riendas de nuestra vida.
No se trata de refugiarse en uno mismo. Todo lo contrario. El Silencio nos ayuda a alimentarnos espiritualmente del amor de Dios, para verterlo en los que nos rodean. El Silencio es una ayuda valiosísima para predicar y trabajar por el bien de los seres humanos. En el Silencio, no es nuestro ego el que gobierna nuestra vida, sino Dios.
El Silencio es aceptarlo todo, para que todo se diluya en el Silencio y nada nos aparte de Dios. Es ofrecernos tal cual somos. Es vivir en el momento presente, dejando pasar lo que ya fue, sin anteponerse a lo que será. La profunda paz interior que se adquiere con el Silencio, se transmite «por ósmosis», en la mera convivencia con los que nos rodean. El Silencio es atisbar la auténtica felicidad del Reino de Dios».
Queridos amigos/as de la Fraternidad, este Domingo 2 de Junio a las 20:00 España – 15:00 Argentina, estamos invitados a la Lectio Fraternus en este enlace: https://us02web.zoom.us/j/87442719982
Excelente escrito me ha fascinado como se trata el silencio de una manera concisa y de fácil entendimiento