La paz del corazón
Volver a fundarse en el propósito de vida. No dejar que las inercias dobleguen las intenciones profundas. Cada semana es una oportunidad de pasar la página e iniciar una nueva; con ese gusto que teníamos cuando niños y nos tocaba empezar un cuaderno impecable. Que deseo de ser prolijos, ordenados… de hacer las cosas bien. ¿No es verdad? Qué lástima cuando se nos corría la tinta o ya teníamos varios borrones que opacaban la limpieza de la hoja.
Cada semana, cada día y hasta cada actividad, momento a momento, pueden ser ocasión para recrear el ímpetu y llamar de regreso al coraje. Inspirar profundo y pedir la audacia de la entrega total, de ese abandono libre de cuidados que en realidad es atención pura. Las grandes epopeyas o las sagas legendarias no solo están en las super producciones de Hollywood. Hay toda una épica personal en cada vida humana que pasa desapercibida, incluso para nosotros mismos.
Lo que hacemos tiene mucho más significado del que aparece en la superficie de una mirada rápida. Existen pequeñas victorias entretejidas en el cotidiano de la vida de todos y muy dignas derrotas que hubieran querido incorporar a su repertorio los antiguos juglares. ¡Es tan extraordinario el ser humano! En los distintos escenarios que nos toca atravesar se encuentran apenas velados los misterios de Dios. Invocar a Cristo sin cesar, alimentando la calidez del corazón; preservar el tesoro que llevamos dentro, esa luz que todo lo sacraliza.
Reconciliarnos con lo hecho, asimilar las lecciones, cultivar una fe indómita. La vida nunca es mediocre cuando la vivimos despiertos. Dejando atrás cualquier caída, anclados al momento presente, usemos la semana para invocar ininterrumpidamente a Jesús con un deseo lleno de dulzura y alegría.* Ese es nuestro oficio permanente, la profesión perpetua.
* Esta frase en negrita pertenece a Hesiquio Higúmeno, del párrafo 91 en el «Discurso para las eminencias máximas…» pág. 248 vol. primero de Filocalía (Ed. Lumen)
Enlaces de hoy: un post y un libro:
¿Cómo es ser peregrina/o en tiempos modernos?
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amén, y evitar inercias y estados lúgubres
Exactamente hermano, una abrazo en Cristo.
Gracias, gracias, gracias.
Esto es lo que hoy necesitaba, Dios te pague hermano Mario.
En ese «invocar ininterrumpidamente a Jesús con un deseo lleno de dulzura y alegría», nos damos cita.
Un abrazo fraterno en Cristo.
Que bueno María! Es una alegría que haya venido justo… Hesiquio es un maestro de oración inigualable. Un abrazo en Cristo Jesús.