La mayoría de las veces hago lo que no quiero, me sorprendo con actitudes
incoherentes con mi estado, advierto que no soy dueña de mí misma,
carezco de libertad y más bien obro esclava de mis pasiones; estado que al
concientizarme de ello me entristece. “¡pobre de mí, ¿quién me librará de
este cuerpo de muerte?”. En tales momentos me expreso igual que el
Apóstol.
Mi percepción del mundo, de lo que acontece, de las personas surge
condicionada por mis estados anímicos y el instante presente suelo dejarlo
marchar por mi falta de atención. Se presenta con frecuencia en mi mente
imágenes que me hacen vivir más de la ilusión que de la realidad,
atenderlas genera en mí en mayor o menor grado sufrimiento o placer.
Algunas con carga de más intensidad me afectan y crean cierta parálisis
que me impide avanzar y más aún me detienen en estériles apreciaciones
sobre todo en lo tocante a lo afectivo que me lleva más tiempo armonizarlo,
equilibrarlo, el ego buscador de su propio interés siempre está girando en
torno de sí, ordenando todo a un amor exagerado donde los demás ocupan
el segundo lugar.
Esto genera en mi interior dolor, confusión, un sufrimiento que me alerta
de mi alejamiento con mi modelo de conducta, las imágenes de copresencia
y colectoras, testigos de mis propósitos, luchas, esfuerzos me vienen a
recordar la importancia de volverme, convertirme a esa intención, a ese
amor primero. Debo procurar tener, ahorrar energía, ser consciente, atenta,
coherente, esto es, estar conectada con la fuente divina, sin esa corriente de
luz ¿cómo podría darle verdadero sentido a mi vida? Es el abandono
confiado a su acción, a su voluntad, mi total dependencia responsable a su
amor lo que me conduce a la paz y a su plan salvífico sobre mí. Es dejar de
batallar contra el pasado, presente y futuro, para vivir la entrega generosa y
simple del instante presente. Pero solo la verdad me hará libre, me dará la
luz del conocimiento de los automatismos que han oscurecido y me han
alejado de lo que verdaderamente soy.
Al parecer en algunas páginas del curso no clickamos en la opción de permitir comentarios. Corregimos ya esa opción y agregamos ahora este resumen aportado por una participante de vida consagrada. Un saludo fraterno a todos.
La mayoría de las veces hago lo que no quiero, me sorprendo con actitudes
incoherentes con mi estado, advierto que no soy dueña de mí misma,
carezco de libertad y más bien obro esclava de mis pasiones; estado que al
concientizarme de ello me entristece. “¡pobre de mí, ¿quién me librará de
este cuerpo de muerte?”. En tales momentos me expreso igual que el
Apóstol.
Mi percepción del mundo, de lo que acontece, de las personas surge
condicionada por mis estados anímicos y el instante presente suelo dejarlo
marchar por mi falta de atención. Se presenta con frecuencia en mi mente
imágenes que me hacen vivir más de la ilusión que de la realidad,
atenderlas genera en mí en mayor o menor grado sufrimiento o placer.
Algunas con carga de más intensidad me afectan y crean cierta parálisis
que me impide avanzar y más aún me detienen en estériles apreciaciones
sobre todo en lo tocante a lo afectivo que me lleva más tiempo armonizarlo,
equilibrarlo, el ego buscador de su propio interés siempre está girando en
torno de sí, ordenando todo a un amor exagerado donde los demás ocupan
el segundo lugar.
Esto genera en mi interior dolor, confusión, un sufrimiento que me alerta
de mi alejamiento con mi modelo de conducta, las imágenes de copresencia
y colectoras, testigos de mis propósitos, luchas, esfuerzos me vienen a
recordar la importancia de volverme, convertirme a esa intención, a ese
amor primero. Debo procurar tener, ahorrar energía, ser consciente, atenta,
coherente, esto es, estar conectada con la fuente divina, sin esa corriente de
luz ¿cómo podría darle verdadero sentido a mi vida? Es el abandono
confiado a su acción, a su voluntad, mi total dependencia responsable a su
amor lo que me conduce a la paz y a su plan salvífico sobre mí. Es dejar de
batallar contra el pasado, presente y futuro, para vivir la entrega generosa y
simple del instante presente. Pero solo la verdad me hará libre, me dará la
luz del conocimiento de los automatismos que han oscurecido y me han
alejado de lo que verdaderamente soy.
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