La paz del corazón
Soberano de todas las cosas, Cristo, libéranos de las pasiones ruines y de los pensamientos que de ellas surgen.
Por ti nosotros fuimos colocados, para deleitarnos, en el edén por ti plantado.
Hemos atraído sobre nosotros el deshonor de hoy, porque hemos preferido la ruina al binaventurado deleite.
De aquella hemos recibido en nosotros la recompensa merecida al intercambiar la vida eterna por la muerte.
Ahora, Soberano, dado que has dirigido la mirada sobre nosotros, dirígela hasta el final: como te has hecho hombre, sálvanos a todos.
Dado que has venido para salvarnos a nosotros, los perdidos, no nos separes de la porción de los salvados.
Resucita las almas y salva los cuerpos; purifícanos de toda mancha.
Rompe las cadenas de las pasiones que nos ciñen Tú que has despedazado a los ejércitos de los demonios impuros.
Y libéranos de su tiranía para que podamos servirte solo a ti, oh eterna luz.
Resucitando de entre los muertos y danzando con el coro de los ángeles la bienaventurada danza, eterna y sin fin. Amén.
(Extraído de «La Filocalia, tomo II, Colección Ichthys, Grupo editorial Lumen, 2003; Pagina 341).
«Al Presbítero Pablo. Sobre la caridad, la continencia y la conducta según el intelecto», tercera centuria;
de Talasio Líbico y Africano

Virgen de Panagia – Oranta (Siglo XIII)
Extraída de:
Gracias Mariam por este precioso y profundo texto que tanto bien me hace. Son cosas que de una u otra…
Muchas gracias...al pensar que el releer o re- escuchar todas estas cosas nos hace mucho bien gracias por vuestro trabajo
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