Misterio de amor

Hermanas Natalia, Diana y María, el día de su Primera Profesión

Estimados lectores y amigos. Les presento aquí fragmentos de una entrevista realizada a las hermanas Natalia(26), Diana (26) y María(28) por el semanario «Cristo Hoy».

Ellas, como contamos en post anterior, realizaron su profesión monástica el pasado 14 de agosto, formando parte de la comunidad del Monasterio Abba Padre. Es un gusto compartir con ustedes, algunas de sus vivencias.

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¿Cómo surgió su vocación?


Hna. Diana:

Desde muy chica Dios siempre estuvo presente en mi vida. Sentía en mi corazón el deseo de buscarlo, de encontrarme con El, de vivir el Evangelio. Y mientras iba creciendo, ese deseo seguía en mi corazón. Siempre buscaba momentos para estar en soledad y en oración…quería descubrir la Voluntad de Dios y hacer vida su Palabra, pero no siempre me deje llevar por este deseo y miré  muchas veces para otro lado.

Pero como Dios es Padre, no permite que nunca nos desviemos del camino, me mostró que aunque lo tenía todo (una hermosa familia, buenos amigos, trabajo…) sentía un gran vacío en mi corazón. Fue entonces cuando descubrí que solo Jesús podía llenar ese vacío, que solo en El estaba mi felicidad: deseaba ser Esposa de Jesús.

Hna. María:

Jamás hubiese pensado que el Padre me iba a regalar tan gran vocación! Ser esposa de Jesús, su Hijo amado. Y todavía sigo sorprendiéndome… pero es El quien llama a quien quiere y como quiere. Yo ya tenía mi vida organizada: estudiaba una carrera, trabajaba, compartía con mi  familia, salía con amigas, misionaba y daba catequesis… y  todo parecía “normal”.

Aunque no puedo dudar que mi vida de fe acompañaba mi caminar cotidiano, yo desaseaba formar una familia y tener muchos hijos, pero con el tiempo, descubrí que en mi corazón había una sed mas profunda que nada ni nadie podían saciar, y nada de lo que vivía colmaba plenamente esta sed. Al contrario se hacía mas honda.

Si, Jesús me estaba llamando para ser sola de El, y por eso me llevo al desierto del propio corazón para que escuchara su voz. Y fue en un retiro que El pronunció mi nombre y derribo toda barrera. Aquel día ya no tuve miedo, porque me había encontrado con el Rostro que estaba grabado en las profundidades de mi corazón y que yo tanto había buscado.

Aquel día me encontré con su mirada de amor que me esperaba, con su misericordia que abrazaba mi pequeñez… y desde ese día, como cada día, le dije: “Aquí estoy Señor”. El ya había puesto sus ojos en los míos, yo solo tenía que decirle que “sí” y entregarle todo el corazón.

Hna. Natalia:

Desde muy joven me sentí llamada por el Señor. Fue una búsqueda que, mediante retiros y con la dirección espiritual de sacerdotes, me ayudó a discernir y a ver mi camino de vocación.

A través del sacerdote conocí el Monasterio y sentí que era el lugar donde Dios quería que me consagrara a él.

Así como hay personas que están llamadas para vivir la vocación desde el matrimonio, otras están llamadas a la vida consagrada.

Luego de terminar el secundario y de estudiar el Profesorado de Educación especial, trabajé un tiempo y después ingresé al Monasterio. Allí me encontré con otras jóvenes que tenían esa inquietud.

¿Qué momentos recuerdan de su formación inicial?

En los dos años de noviciado previos a la Primera Profesión buscamos una mayor intimidad con Jesús, preparando nuestro corazón para ser Esposas, profundizar en nuestra vocación como monjas y en nuestro carisma dentro de la Iglesia: ser hijas en el Hijo, para vivir como Jesús, de cara al Padre. Adentrándonos en la soledad de la oración vamos afianzándonos, durante este tiempo de formación, en el “si” que el día de la consagración será definitivo.

Para cada una de nosotras como monjas es un deber incesante – sea que cantemos la Liturgia, que trabajemos, que estemos en soledad o en fraternidad, en nuestra ermita o en medio de los hombres – peregrinar hacia el “castillo interior”, hacia el encuentro con el Padre.

Nosotras queremos abrazar con radicalidad y simpleza la vida evangélica y por ello, cada día, mendigamos a Jesús el don de su Espíritu para que clame en nosotras la plegaria que habitó su corazón de Hijo: ¡Abba, Padre!


¿Qué experiencia quisieran compartir que hayan vivido en el Monasterio?

Desde un comienzo, como monjas de esta fraternidad, pudimos palpar como es el Padre quien atrae a todos sus hijos para que ellos se sientan amados y lo descubran como un Dios cercano, un Dios que es Padre y que va haciendo el camino con nosotros. Durante las vacaciones de invierno y verano vienen personas de todas partes de nuestro país (religiosos, sacerdotes, laicos consagrados, familias y jóvenes), extranjeros y hasta personas de otras religiones a conocer nuestro Monasterio.

Tal vez vienen por simple curiosidad, o con el deseo de comprar una artesanía sagrada, pero lo que nos sorprende es que siempre descubren que es el Padre quien los esta esperando, y se van sabiéndose sus hijos amados… El corazón del Padre es tan grande que abraza a todos sus hijos peregrinos.


¿Qué le dirían a un joven que no comprende esta entrega vocacional o la vida religiosa?

Humanamente la vocación religiosa no  puede comprenderse porque es un don que el Padre nos regala gratuitamente. Pero si nos ha regalado este don, Él nos da la gracia para poder descubrirlo y vivirlo. Desde toda la eternidad, El nos soñó para “algo” y nuestro corazón permanece inquieto hasta que descubre este sueño del Padre en nuestras vidas.

La vocación es como el tesoro que llevamos en vasijas de barro… y cuando alguien encuentra un tesoro, ¡que daría por tenerlo! Iría con gran alegría a vender todo lo que tiene y compraría el tesoro. Sabemos que la felicidad de cada uno esta en vivir la vocación a la que hemos sido llamados. ¡Animémonos a escuchar en nuestro corazón la voz del Padre para descubrir el don que se nos ofrece!

La vocación es un misterio muy hondo, un llamado muy profundo. Como una persona elige y dice «ésta va ser mi esposa para toda mi vida», uno en la vida consagrada dice «yo quiero esto para toda mi vida», porque Dios me pensó acá.

La vocación es un misterio de amor.

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4 Comments on “Misterio de amor

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  2. Yo no tengo vocación para clausura, pero, al igual que estas hermanas, mendigo cada día el don del Espíritu Santo.

  3. Dios derrame muchas bendiciones sobre las vocaciones religiosas.

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