Collatio 9° entrega

 

Monasterio San Antonio en el mar Rojo

Devoción a La Iglesia

Era paciente por disposición y humilde de corazón. Siendo hombre de tanta fama, mostraba, sin embargo, el más profundo respeto a los ministros de la Iglesia, y exigía que a todo clérigo se le diera más honor que a él. No se avergonzaba de inclinar su cabeza ante obispos y sacerdotes. Incluso si algún diácono llegaba donde él a pedirle ayuda, conversaba con él lo que fuera provechoso, pero cuando llegaba la oración le pedía que presidiera, no teniendo vergüenza de aprender. De hecho, a menudo planteó cuestiones inquiriendo los puntos de vista de sus compañeros, y si sacaba provecho de lo que el otro decía, se lo agradecía.

Su rostro tenía un encanto grande e indescriptible. Y el Salvador le había dado este don por añadidura: si se hallaba presente en una reunión de monjes y alguno a quien no conocía deseaba verlo, ese tal en cuanto llegaba pasaba por alto a los demás, como atraído por sus ojos. No era ni su estatura ni su figura las que lo hacían destacar sobre los demás, sino su carácter sosegado y la pureza de su alma. Ella era imperturbable y así su apariencia externa era tranquila. El gozo de su alma se transparentaba en la alegría de su rostro, y por la forma de expresión de su cuerpo se sabía y se conocía la estabilidad de su alma, como lo dice la Escritura: «Un corazón contento alegra el rostro, uno triste deprime el espíritu» (Pr 15:13). También Jacob observó que Labán estaba tramando algo contra él y dijo a sus mujeres: «Veo que el padre de ustedes no me mira con buenos ojos» (Gn 31:5). También Samuel reconoció a David porque tenía los ojos que irradiaban alegría y dientes blancos como la leche (1 S 16:12; Gn 49:12). Así también era reconocido Antonio: nunca estaba agitado, pues su alma estaba en paz, nunca estaba triste, porque había alegría en su alma.

En asuntos de fe, su devoción era sumamente admirable. Por ejemplo, nunca tuvo nada que hacer con los cismáticos melecianos, sabedor desde el comienzo de su maldad y apostasía. Tampoco tuvo ningún trato amistoso con los maniqueos ni con otros herejes, a excepción únicamente de las amonestaciones que les hacía para que volvieran a la verdadera fe. Pensaba y enseñaba que amistad y asociación con ellos perjudicaban y arruinaban su alma. También detestaba la herejía de los arrianos, y exhortaba a todos a no acercárseles ni a compartir su perversa creencia. Una vez, cuando uno de esos impíos arrianos llegaron donde él, los interrogó detalladamente; y al darse cuenta de su impía fe, los echó de la montaña, diciendo que sus palabras era peores que veneno de serpientes.

Cuando en una ocasión los arrianos esparcieron la mentira de que compartía sus mismas opiniones, demostró que estaba enojado e irritado contra ellos. Respondiendo al llamado de los obispos y de todos los hermanos, bajó de la montaña y entrando en Alejandría denunció a los arrianos. Decía que su herejías era la peor de todas y precursora del anticristo. Enseñaba al pueblo que el Hijo de Dios no es una creatura ni vino al ser «de la no existencia,» sino que «El es la eterna Palabra y Sabiduría de la substancia del Padre. Por eso es impío decir: ‘hubo un tiempo en que no existía’, pues la Palabra fue siempre coexistente con el Padre. Por eso, no se metan para nada con estos arrianos sumamente impíos; simplemente, ‘no hay comunidad entre luz y tinieblas’ (2 Co 6:14). Ustedes deben recordar que son cristianos temerosos de Dios, pero ellos, al decir que el Hijo y la Palabra de Dios Padre es una creatura, no se diferencian de los paganos ‘que adoran la creatura en lugar del Dios creador’ (Rm 1:25). Estén seguros de que toda la creación está irritada contra ellos, porque cuentan entre las cosas creadas al Creador y Señor de todo, por quien todas las cosas fueron creadas» (Col 1:16).

Todo el pueblo se alegraba al escuchar a semejante hombre anatemizar la herejía que luchaba contra Cristo. Toda la ciudad corría para ver a Antonio. También los paganos e incluso los mal llamados sacerdotes, iban a la Iglesia diciéndose: «Vamos a ver al varón de Dios,» pues así lo llamaban todos. Además, también allí el Señor obró por su intermedio expulsiones de demonios y curaciones de enfermedades mentales. Muchos paganos querían tocar al anciano, confiando en que serían auxiliados, y en verdad hubo tantas conversiones en eso pocos días como no se las había visto en todo un año. Algunos pensaron que la multitud lo molestaba y por eso trataron de alejar a todos de él, pero él, sin incomodarse, dijo: «Toda esta gente no es más numerosa que los demonios contra los que tenemos que luchar en la montaña.»

Cuando se iba y lo estábamos despidiendo, al llegar a la puerta una mujer detrás de nosotros le gritaba: «¡Espera varón de Dios mi hija está siendo atormentada terriblemente por un demonio! ¡Espera, por favor, o me voy a morir corriendo!» El anciano la escuchó, le rogamos que se detuviera y el accedió con gusto. Cuando la mujer se acercó, su hija era arrojada al suelo. Antonio oró, e invocó sobre ella el nombre de Cristo; la muchacha se levantó sana y el espíritu impuro la dejó. La madre alabó a Dios y todos dieron gracias. y él también contento partió a la Montaña, a su propio hogar.

Dando tal razón de sí mismo y contestando así a los que lo buscaban, volvió a la Montaña Interior. Continuó observando sus antiguas prácticas ascéticas, y a menudo, cuando estaba sentado o caminando con visitantes, se quedaba mudo, como está escrito en el libro de Daniel (Dn 4:16 LXX). Después de un tiempo, retomaba lo que había estado diciendo a los hermanos que estaban con él, y los presentes se daban cuenta de que había tenido una visión. Pues a menudo cuando estaba en la montaña veía cosas que sucedían en Egipto, como se las confesó al obispo Serapión, cuando este se encontraba en la Montaña Interior y vio a Antonio en trance de visión.

En una ocasión, por ejemplo, mientras estaba sentado trabajando, tomó la apariencia de alguien que está en éxtasis, y se lamentaba continuamente por lo que veía. Después de algún tiempo volvió en sí, lamentándose y temblando, y se puso a orar postrado, quedando largo tiempo en esa posición. Y cuando se incorporó, el anciano estaba llorando. Entonces los que estaban con él se agitaron y alarmaron muchísimo, y lee preguntaron que pasaba; lo urgieron por tanto tiempo que lo obligaron a hablar. Suspirando profundamente, dijo: «Oh, hijos míos, sería mejor morir antes de que sucedieran estas cosas de la visión.» Cuando ellos le hicieron más preguntas, dijo entre l grimas: «La ira de Dios está a punto de golpear a la Iglesia, y ella está a punto de ser entregada a hombres que son como bestias insensibles. Pues vi la mesa de la casa del Señor y había mulas en torno rodeándolas por todas partes y dando coces con sus cascos a todo lo que había dentro, tal como el coceo de una manada briosa que galopaba desenfrenada. Ustedes oyeron cómo me lamentaba; es que escuché una voz que decía: «Mi altar será profanado.»

Así habló el anciano. Y dos años después llegó el asalto de los arrianos y el saqueo de las Iglesias, cuando se apoderaron a la fuerza de los vasos y los hicieron llevar por los paganos; cuando también forzaron a los paganos de sus tiendas para ir a sus reuniones y en su presencia hicieron lo que se les antojó sobre la sagrada mesa. Entonces todos nos dimos cuenta de que el coceo de mulas predicho por Antonio era lo que los arrianos están haciendo como bestias brutas.

Cuando tuvo esta visión, consoló a sus compañeros: «No se descorazonen, hijos míos, aunque el Señor ha estado enojado, nos restablecer después. Y la Iglesia se recobrar rápidamente la belleza que le es propia y resplandecer con su esplendor acostumbrado. Verán a los perseguidos restablecido y a la irreligión retirándose de nuevo a sus propias guaridas, y a la verdadera fe afirmándose en todas partes con completa libertad. Pero tengan cuidado de no dejarse manchar con los arrianos. Toda su enseñanza no es de los Apóstoles sino de los demonios y de su padre, el diablo. Es estéril e irracional, y le falta inteligencia, tal como les falta el entendimiento a las mulas.

extraído de «Vita Antonii»

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9 Comments on “Collatio 9° entrega

  1. Lo que más me encanta en esta Collatio es la descripción del carácter sosegado y de la pureza de alma, la estabilidad y la alegría de santo Antonio.
    En mí país hay una miseria económica muy grande y son las instituciones eclesiales que están ayudando los que están hambrientos, los enfermos, los ancianos. En otras regiones del mundo hay cristianos, no necesariamente católicos, que son mártires de su fe.
    A pesar de todo y con todo, aunque piense que hay una belleza que es propia a la Iglesia, esta debe resplandecer más y más en la inclusión de muchos que son excluidos institucionalmente.

  2. Abbá Antonio siempre hablaba desde su pureza de corazón. Mejor dicho: Dios mismo hablaba en él según las circunstancias y los momentos. Por eso pudo reconocer al padre de la mentira (Satanás) detrás de todas aquellas doctrinas heréticas, e incluso profetizar los males que éstos ocasionarían a la Iglesia.
    En la medida en que permanezcamos en la pureza de corazón, en esa misma medida seremos útiles a nuestros hermanos en la fe; de lo contrario diremos majaderías.
    Abbá Antonio también se preocupó en formarse doctrinalmente: rumiaba las Sagradas Escrituras y las asimilaba como ningún otro. Ésto y la oración constante obraron el milagro de forjar «un varón de Dios».
    Cuando veo lo lejos que estoy de ser como él, sólo me brota del corazón la oración por todos vosotros conocida: «Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador».
    Os quiero y os bendigo. Un abrazo fraterno. Adiós.

  3. La obediencia a la Iglesia es sin duda fruto de la humildad que Antonio tenía. Es una opción frecuente entre santos de probada vida de virtud. La de someter su voluntad a la autoridad conjunta, aún cuando pareciera a veces que las ocasionales calamidades de esa autoridad no la hacen merecedora de tal obediencia.
    Creo que ellos obedecían a la noción de cuerpo místico y a la autoridad divina detrás de la persona que la detentara. Me parece que es una expresión mas de la enorme fe de Antonio en la Providencia y Su designio.
    Un saludo invocando a Cristo.

  4. Es bastante interesamte ese celo de ANTONIO frente a la recta doctrina. Su ejemplo me lleva a seguir profundizando en ese sin igual legado doctrinal y espiritual que ha mantenido incólume nuestra Iglesia a través de tantos siglos a pesar de la proliferación de sectas y de movimientos espiritualoides que han alejado de la verdad a tanta gente.

  5. Me ha impresionado lo de las mulas dando coces alrededor del altar de Dios y la expresión: «han profanado mi altar»… ¿qué estamos haciendo hoy con el misterio eucarístico? Dios nos perdone … y que vuelva la religión verdadera a las conciencias…

    • Estimado hno. Roy, mucha paz.

      Quisiera hacerte una pregunta, cuál consideras tú que es la verdadera religión? Un abrazo. hno. Julio

  6. paz y bien a mis hermanos le pido por favor la contraseña para los comentarios protegidos

    • Ya le mando Hermano. Cristo le cuide.

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