La paz del corazón
Voluntad divina ya expresada y voluntad divina providente
Se trata de una plena dependencia respecto a lo que Dios quiera y de una pasividad continua para ser y para obrar, según la libre voluntad de Dios.
Y aquí es preciso destacar que ésta es una voluntad desconocida, imprevisible, fortuita o, por así decirlo, casual. Yo le llamaría una voluntad de pura providencia, para distinguirla de aquella voluntad que señala obligaciones precisas, de las que nadie puede dispensarse.
Pues bien, dejando aparte esta voluntad señalada y precisa, digo que estas almas a las que me refiero viven pendientes de esa otra que yo llamo de pura providencia. Y así sucede que su vida, aunque muy extraordinaria, no ofrece sin embargo nada que no sea muy común y ordinario. Son personas que cumplen sus deberes religiosos y los de su estado, lo mismo que aparentemente vienen haciendo los demás.
Almas llevadas por Dios providente
Observadles con atención, y no apreciaréis nada impresionante, ni especial. Todas ellas viven el curso de los acontecimientos ordinarios, y aquello que podría distinguirlas no resulta asequible a los sentidos.
Lo que parece representar todo para ellas es esa dependencia continua que mantienen respecto de la voluntad de Dios. Esta voluntad de pura providencia las hace siempre señoras de sí mismas, por la continua sumisión de su corazón. Y sea que cooperen ellas expresamente o que obedezcan sin advertirlo, están sirviendo para el bien de las almas.
No hay honores ni salarios para un servicio que, a los ojos del mundo, cumplen estas almas en la mayor desnudez e inutilidad. Libres, por su situación, de casi todas las obligaciones exteriores, estas almas son poco aptas para el trato mundano o para los negocios, lo mismo que para las reflexiones o conductas complicadas. No es fácil servirse de ellas para nada, y más bien dan la imagen de personas débiles de cuerpo y de espíritu, de imaginación y de pasiones.
No se les ocurre nada, no piensan en nada, no prevén nada, no se toman a pecho nada. Son, por decirlo así, muy bastas, y no se ve en ellas el adorno que la cultura, el estudio y la reflexión dan al hombre. Se ve en ellas lo que la naturaleza muestra en los niños que no han recibido aún formación alguna de sus maestros.
Son en ellas patentes ciertos pequeños defectos, de los que no son más culpables que esos niños sin formación, pero que chocan más vistos en ellas que en éstos. Y es que Dios despoja a estas almas de todo, menos de la inocencia, para que no tengan nada sino a Él mismo.
Extraído de «El abandono en la Divina Providencia»
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Hermosa reflexiòn y con muchos puntos de contacto respecto a la espiritualidad de varios santos como Teresita del Niño Jesùs, Francisco de Asìs,etc………Gracias por publicarla……
Hermosas almas. No obstante, no todos estamos llamados a lo mismo, aunque tratemos también de adecuar nuestros deseos a los de la Providencia. Yo, por ejemplo, no podría vivir sin la reflexión, sin la lectura, sin ir a un museo…, y, por supuesto, sin la escritura y sin la pasión. Creo, sin embargo, estar haciendo la voluntad de Dios.
por que la paciencia la tenplanza y las demas virtudes son la base de la vida en las sociedad.